El detrás de cámaras de un viaje a la frontera entre EE. UU. y México
En nuestro newsletter semanal, les contamos detalles acerca del especial que publicamos tras un viaje a la frontera entre Estados Unidos y México.
María Alejandra Medina
Hola. Aunque estuvimos ausentes las últimas dos semanas debido a los festivos, no estuvimos quietos durante ese tiempo. Publicamos nuestro especial sobre el viaje a la frontera entre Estados Unidos y México, que tuvo lugar entre finales de abril y principios de mayo.
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Hola. Aunque estuvimos ausentes las últimas dos semanas debido a los festivos, no estuvimos quietos durante ese tiempo. Publicamos nuestro especial sobre el viaje a la frontera entre Estados Unidos y México, que tuvo lugar entre finales de abril y principios de mayo.
Esta reportería en campo, sobre un tema que hemos cubierto exhaustivamente desde nuestra subsección Lado a lado, fue posible por una beca de la organización periodística sin fines de lucro InquireFirst, con sede en San Diego (California).
Junto a El Espectador, participaron periodistas latinoamericanos, específicamente de Venezuela, El Salvador, Honduras y México, países de donde salen buena parte de los migrantes que emprenden la ruta hacia el norte para buscar seguridad o mejores oportunidades en Estados Unidos.
El viaje se inició en la zona fronteriza de Arizona, en la jurisdicción de Tucson, cerca de la ciudad mexicana de Nogales, uno de los cruces más dinámicos y mortíferos de las últimas décadas.
Allí tuvimos la oportunidad de hablar con agentes de la Patrulla Fronteriza, quienes nos guiaron por un trayecto en el desierto para tener una noción de los peligros a los que las personas se enfrentan o son expuestas por los “coyotes” o traficantes de migrantes. Estuvimos apenas unas dos horas bajo el sol intenso, y pese a que íbamos “bien” preparados, sufrimos caídas e incidentes con cactus que se quedan prendidos en la piel y que no es posible retirar con las manos, sino con alicates.
En el camino, vimos botellas de agua vacías regadas por el desierto, así como plásticos negros y zapatones con suela de alfombra, como las que usan las personas para evitar dejar huellas sobre la arena.
Los agentes nos explicaron su labor y las estrategias que han puesto en marcha para tratar de salvar vidas (como balizas de rescate de las que pueden conocer más en el especial). El Espectador estuvo, además, en un recorrido aéreo junto a un colega de Televisa Tijuana, en el que fue posible dimensionar la inmensidad del desierto y sus montañas.
En Tucson, pudimos hablar con los forenses que se encargan de recibir e identificar los cuerpos o restos de personas extranjeras que son recuperados en el desierto.
Fue particularmente impactante hablar con voluntarios y organizaciones humanitarias que, con el fin de evitar más muertes, se dedican a prestar ayuda a los miles de migrantes que en buena parte están cruzando en busca de asilo en Estados Unidos. Algunos de sus impulsores, como Dora Rodríguez, de la organización Salvavisión, han sido sobrevivientes de la mortal travesía.
Ayudan proveyendo agua, sombra, alimento, elementos básicos de aseo y los medios para comunicarse con sus familias.
Pero, pese a que su labor no tiene ánimo de lucro ni fines políticos, han sido perseguidos por extremistas antimigrantes. Incluso, afirman que la relación con la Patrulla Fronteriza es ambigua: a veces de respeto y colaboración, otras veces es hostil e intimidatoria.
Luego, viajamos a Texas, al sector de McAllen, cercana a la ciudad mexicana de Reynosa. Allí pudimos ver las diferencias de las condiciones ambientales: mucho más húmedas, con otro tipo de animales y uno de los mayores riesgos, el río Bravo, que pudimos navegar.
Durante un recorrido terrestre, presenciamos la detención de migrantes que acababan de cruzar el muro. Eran cinco, de distintas nacionalidades. Uno de ellos accedió a hablar con los periodistas. Era hondureño y había migrado tras ser víctima de extorsión y perder su medio de sustento, un carrito de pasajeros, luego de que criminales se lo quemaran.
En Hidalgo (Texas), hablamos con oficiales de la Oficina de Aduanas y Control Fronterizo que explicaron las alternativas que ofrece la ley para pedir protección en Estados Unidos, principalmente el asilo. Aunque promueven el uso de la aplicación móvil CBP One para pedir una cita en un puerto de entrada, tanto los solicitantes de asilo que estaban ese día formados en una fila (con quienes no pudimos hablar directamente, pero sí los pudimos escuchar), como organizaciones humanitarias con las que El Espectador habló después, dieron cuenta de las demoras y arbitrariedades de las que adolece esta opción. Una persona en riesgo, que necesita migrar para proteger su vida, difícilmente puede sortear estos obstáculos con tranquilidad.
Muchas cosas quedaron por contar, que abordaremos próximamente o en las que hemos podido profundizar por medio de nuestras alianzas con medios en el terreno, como The New York Times. Por ejemplo, la realidad de los niños migrantes no acompañados. Durante el viaje, también presenciamos la detención de menores de edad, pero por instrucción de las autoridades no fue posible hablar con ellos.
El panorama no tiende a mejorar mientras Estados Unidos se aproxima a una elección presidencial en la que el asunto migratorio está profundamente politizado. Tras nuestro regreso, la administración de Estados Unidos anunció una restricción al acceso al asilo cuando los cruces irregulares superen los 2.500 diarios. Esto, al parecer, no afectaría a las solicitudes que se inicien por medio de la aplicación CBP One.
No obstante, las organizaciones humanitarias han denunciado la medida administrativa como una nueva barrera que seguirá poniendo más vidas en riesgo. Resulta útil una analogía que se usa con frecuencia: la migración no es como un grifo que sencillamente se pueda cerrar.
Nuestro especial multimedia fue diseñado por Mario Fernando Rodríguez y la edición de video estuvo a cargo de Óscar Güesguán Serpa.
😬 No es el fin del mundo
Aunque el origen de esta noticia no tiene nada de positivo, es destacable que el fallo contra Chiquita Brands haya trascendido por su importancia global.
Recordemos que un tribunal de Florida la semana pasada condenó a la compañía a indemnizar a ocho familias campesinas colombianas víctimas de las matanzas ocurridas en el Urabá antioqueño entre 1997 y 2004.
“El fallo fue la primera vez que un jurado estadounidense declaró responsable a una importante corporación estadounidense por complicidad en graves abusos contra los derechos humanos en otro país, un hito para la justicia”, explica Positive News en su resumen semanal.
La noticia fue registrada por medios de todo el mundo. Hasta The New York Times incluyó una pregunta al respecto en su quiz de actualidad semanal.
En qué estamos 👀👂📚
Por lo anterior, recomendamos esta entrevista de nuestro editor dominical, Nelson Fredy Padilla, con Ignacio Gómez, director de Noticias Uno, quien desde El Espectador inició sus investigaciones sobre la financiación de la multinacional bananera a los grupos paramilitares.
Si prefiere leer la entrevista, la puede encontrar aquí.
También sugerimos esta conversación con Óscar Martínez, jefe editorial de El Faro, de El Salvador, en la que explica con detalle por qué consideran a Nayib Bukele como un dictador.
“Si quieren adoptar el ‘modelo Bukele’, adelante. Pero no digan que son demócratas”, le dijo Martínez a Hugo Caro.
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