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El día que cayó Anastasio Somoza, el último dictador de Nicaragua

El 19 de julio de 1979 Daniel Ortega era el héroe de la insurrección que derrocó al dictador Anastasio Somoza. Hoy gobierna Nicaragua junto a su esposa, Rosario Murillo, aferrado al poder en medio de protestas que reclaman su salida.

Daniela Quintero Díaz
19 de julio de 2018 - 02:00 a. m.
Nicaraguan President Anastasio Somoza visiting troops engaged in combat with the Sandanista guerillas, near Sapoa, Nicaragua on May 4, 1979, Somoza conferring with frontline commander "comandante bravo". (AP Photo/Hal Moore)
Nicaraguan President Anastasio Somoza visiting troops engaged in combat with the Sandanista guerillas, near Sapoa, Nicaragua on May 4, 1979, Somoza conferring with frontline commander "comandante bravo". (AP Photo/Hal Moore)
Foto: AP - Hal Moore

“El caballo de Somoza” se imponía con sus 15 metros de alto frente a la entrada principal del estadio nacional de Managua. El monumento de bronce retrataba a Anastasio Somoza García, el primero de los Somoza en el mando de Nicaragua y quien, de la mano de Estados Unidos, la Guardia Nacional y su familia, mantendría una dinastía en el poder por más de cuarenta años.

La estatua, inaugurada el 2 de mayo de 1954, resistió por más de dos décadas al sol, la lluvia e incluso al gran terremoto que sacudió la ciudad de Managua en 1972. Pero no pudo quedar en pie ante al júbilo de los nicaragüenses cuando lograron sacar al último de la dinastía represora, Anastasio Somoza Debayle, del poder.

El 19 de julio de 1979, la confirmación de la victoria de la Revolución sandinista llenó las calles de la capital nicaragüense de alegría, y en medio de gritos, cantos revolucionarios y el recibimiento de las primeras tropas del Frente Sandinista de Liberación Nacional, “el caballo de Somoza” fue derribado de su pedestal, confirmando el presagio del poeta Ernesto Cardenal, quien hacia 1961, veinte años antes, había escrito (retratando a Somoza):

“No es que yo crea que el pueblo me erigió esta estatua

porque yo sé mejor que vosotros que la ordené yo mismo.

Ni tampoco que pretenda pasar con ella a la posteridad

porque yo sé que el pueblo la derribará un día”.

La caída del monumento no sólo mostró la inconformidad de los nicaragüenses con la familia Somoza, que se había consolidado en el poder gracias al apoyo de Estados Unidos. Sino también reflejó la caída de una dictadura que había controlado con puño de hierro la vida de los nicaragüenses.

Daysi Zamora, otra poeta del país, se unió cuando tenía 24 años a las filas del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), que buscaba derrocar a Somoza. “El día que Somoza se fue yo estaba en Radio Sandino (la emisora clandestina del FSLN), en Costa Rica. Uno de los compañeros llegó corriendo y gritando que Somoza había huido, que habíamos ganado la guerra. Fue el día más feliz de nuestras vidas”, recordó Zamora para la BBC.

(Le puede interesar: Daniel Ortega, el liberador que se volvió un dictador)

Por su parte, Carlos Mejía Godoy, un cantante que estuvo exiliado en España por más de dos años, canceló las giras y los conciertos que le quedaban y decidió regresar a Nicaragua cuando se enteró del triunfo del FSLN. Durante la Revolución y después de esta, Godoy dedicó su vida a hacer canciones de denuncia sobre la represión y la violencia de la Guardia Nacional. Por eso, para él, el triunfo fue “una explosión de ganas de cambiar el país. Fue algo impresionante, fue una fiesta”.

Hoy, 39 años después, los nicaragüenses, además de recordar ese instante que invadió las calles del país con sentimientos de libertad y de justicia, ponen en cuestión los logros alcanzados por el gobierno encabezado por Daniel Ortega, el cual desembocó en la grave crisis que atraviesa el país actualmente.

La Revolución sandinista, que pretendió ser democrática, popular y nacional, y para la que se unieron todos los sectores sociales nacionales, como la Iglesia católica, las empresas privadas, los intelectuales, los sindicatos y el pueblo nicaragüense, no pudo consolidar un proyecto político que mantuviera una unidad ideológica, reflejara los intereses comunes y se mantuviera en el tiempo.

Por el contrario, Ortega, el actual representante que pregona los símbolos e ideales del sandinismo, se ha caracterizado por tener conductas autoritarias y utilizar su cargo para beneficiarse y beneficiar a su familia, apropiándose del poder judicial y de los medios de comunicación e implementando una represión violenta contra sus opositores. Algo muy similar a lo que hicieron los Somoza en su tiempo.

(Ver más: "La manera más digna de salir de la crisis es que Ortega renuncie", dice la escritora Gioconda Belli)

“Si aquella insurrección (de 1979) era legítima, aunque fuese armada, porque era para derrocar una dictadura criminal, mucha mayor legitimidad política y moral ha tenido y tiene la insurrección de ahora (…) porque es la justa y sagrada rebelión de un pueblo desarmado contra otra dictadura, la orteguista, más criminal que la somocista”, se lee en un editorial del periódico La Prensa de Nicaragua.

Así huyó el último Somoza

Mientras el FSLN contaba con gran apoyo, la dictadura de Somoza estaba aislada y su único respaldo era la Guardia Nacional, que realmente era un grupo élite que protegía los intereses del dictador. Por esto, el interés desesperado de mantener el gobierno de Somoza llevó a que la Guardia Nacional bombardeara ciudades y reprimiera con violencia a los opositores.

Los nicaragüenses, por su parte, protestaban porque la democracia llevaba 42 años aniquilada y las decisiones políticas, económicas, militares, judiciales y sociales estaban determinadas por los Somoza. Además, esta familia controlaba gran parte de la riqueza y de las tierras del país, mientras la mayoría vivía en niveles intolerables de pobreza.

Según la historiadora María Dolores Ferrero, en su libro La Nicaragua de Somoza, esta familia formaba parte del 1 % de latifundistas que eran dueños del 65 % de la tierra y recibían millones de dólares por parte de empresas extranjeras a cambio de permisos y favores en el país.

Entre tanto, la ofensiva final contó con el desplazamiento de las columnas sandinistas hacia los centros de población, mientras se incorporaban masivamente a la marcha sectores populares que se armaron y formaron milicias.

Al ver esto, el 17 de julio, a la 1 de la mañana, Anastasio Somoza renunció a su cargo como mandatario y se dirigió al aeropuerto Las Mercedes de Managua, donde abordó un avión dos horas después. “A continuación comenzaron a salir de la rampa de la Fuerza Aérea aviones C-47, Aero Commander, helicópteros grandes y pequeños, y avionetas de todo tipo, en forma desordenada. En mi vida había visto tal desorden en una pista de aterrizaje”, relató Toribio Muñoz, jefe de tráfico aéreo de la torre de control del aeropuerto Sandino al periódico La Prensa.

(Ver más: ¿Quién está disparando en Nicaragua?)

El mismo día, sobre las 6 de la mañana, descendieron cientos de hombres vestidos de civil de las montañas y se dividieron teniendo como rumbo la ciudad. Eran soldados del Batallón General de Somoza, quienes abandonaban sus uniformes y sus armas listos para huir. Por el momento, la dictadura había terminado.

Ahora son miles los opositores que esperan que Daniel Ortega y su esposa, Rosario Murillo, tengan que dejar el país algún día, como lo hizo Anastasio Somoza Debayle en la madrugada del 17 de julio de 1979. Un día que pasó a la historia como “el día de la alegría” en Nicaragua.

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