El Estados Unidos que recibe la nueva presidencia
La polarización en Estados Unidos ha alcanzado niveles máximos en su historia. Pero una encuesta de Ipsos dice que siete de cada 10 estadounidenses creen que la mayoría de la población quiere lo mismo. ¿Cómo arreglar la grieta que divide familias, amistades y relaciones?
Juliana Castellanos Guevara
Camilo Gómez Forero
Para hablar del futuro de Estados Unidos tras estas tensas e inciertas elecciones hay que empezar por Ted y Fred Johnson, dos hermanos que viven en Centralia, Illinois, un pueblo alguna vez próspero gracias a la industria del carbón que hace mucho dejó de representar el llamado “sueño americano”. Hace un par de años que Ted y Fred dejaron de hablarse como lo hacían. Según retrató Politico, el congelamiento de su relación llegó por la misma razón por la que se han separado miles de familias a nivel nacional: la política.
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Para hablar del futuro de Estados Unidos tras estas tensas e inciertas elecciones hay que empezar por Ted y Fred Johnson, dos hermanos que viven en Centralia, Illinois, un pueblo alguna vez próspero gracias a la industria del carbón que hace mucho dejó de representar el llamado “sueño americano”. Hace un par de años que Ted y Fred dejaron de hablarse como lo hacían. Según retrató Politico, el congelamiento de su relación llegó por la misma razón por la que se han separado miles de familias a nivel nacional: la política.
La polarización en Estados Unidos no solo ha dividido a los partidos: ha roto familias, separado parejas y distanciado amistades. Según encontró la periodista Judy Woodruff de PBS, desde 2016 hubo un punto de inflexión para las relaciones, pues empezó a hablarse de política con más intensidad. Algunas esposas empezaron a encontrar que no conocían realmente la ideología de sus maridos hasta que Donald Trump ganó la presidencia. Carol, una de esas mujeres, fundó el grupo Esposas de los deplorables, en referencia a una frase que soltó Hillary Clinton en campaña.
“Si observas al grupo, escucharás mucho dolor, que las mujeres luchan por mantener sus relaciones y, en algunos casos, no pueden continuar. Y así es el mundo en este momento con amigos, con familiares, polos opuestos, diferentes compartimentos estancos que no quieren o no pueden escucharse entre sí”, le dijo a PBS una de las miembros del grupo.
Más allá de los problemas inflacionarios y la crisis en la frontera, entre muchas otras cuestiones en la agenda, este es el país que recibe el próximo presidente: uno agrietado. Pero hay un fenómeno muy interesante en medio de esta situación también. Sí: el país está polarizado y dividido. Según Ipsos, 81 % de los estadounidenses creen que la nación está más dividida que nunca, y este es un pensamiento que comparten tanto demócratas como republicanos. A su vez, y a pesar de esos indicadores, la misma encuesta de Ipsos dice que siete de cada 10 estadounidenses creen que la mayoría de la población quiere lo mismo. Apenas un 29 % desea algo radicalmente diferente. Es complejo. ¿Cómo es que un país puede decir que quiere lo mismo a la vez que muestra estar tan dividido?
La mayoría de los consultados (66 %) dijo que las personalidades de televisión, así como el Congreso, son quienes están fomentando la división en el país. También culparon a líderes religiosos y empresariales. En síntesis, Estados Unidos necesita nuevos líderes. Los actuales estarían incendiando más al país. ¿A qué se debe eso? Los partidos han perdido su identidad. Y según Alejandro Bohórquez-Keeney, docente de Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia, “cuando uno se define desde lo que no es, se convierte en una figura reactiva, no proactiva”.
Por más de 160 años, el gobierno del país ha estado dividido en dos grandes partidos, dada la “perversión” misma del sistema electoral del “ganador se lo lleva todo”, pero en la última década sus representantes han llevado la fragmentación a un punto de dos visiones irreconciliables. Los insultos desde ambos frentes han calado en el electorado y ahora es el miedo el que guía su elección.
“He visto cómo se han elevado el miedo y la tensión entre mucha gente”, dijo Megan Mazur a El Periódico mientras hacía fila para emitir su voto. Ante las diferencias, “estamos dispuestos a hablar con gente con la que tenemos desacuerdos, las cosas pueden cambiar”, comentó esperanzada.
El problema también es que las redes sociales han profundizado esa grieta. “La gente solo busca lo contrario para atacarlo o trolearlo, pero no para conocer su posición y analizar si es lo que le conviene o no. Esto ha sacado a flote cosas que se creían superadas como los fascismos o los racimos. Encuentran gente similar que le dice: ‘Usted no es el equivocado, son los otros’, y reafirma esas posturas”, explicó Bohórquez-Keeney.
¿Cómo arreglar esta grieta? De acuerdo con el analista, se necesita de un evento histórico de gran magnitud, tal como lo fue la Guerra Civil, para volver a unificar a Estados Unidos. Pero mientras el país espera a algo así, ¿qué se puede hacer? El primer gran reto que recibe el próximo presidente de Estados Unidos es el mismo, y no se trata de la inflación, la creación de empleos o los asuntos fronterizos: es la cooperación bipartidista.
El gobernador de Utah, Spencer Cox (republicano), actual presidente de la Asociación Nacional de Gobernadores, ha sido enfático en señalar que la nación ha perdido fe en las instituciones para mejorar sus vidas y esto se debe a la incapacidad del Gobierno central y los gobiernos federales de trabajar en equipo. Los problemas estructurales del país podrían tener una mejor respuesta si hay una mejor conexión con Washington.
“Tenemos 50 estados, 50 estados donde estamos innovando, donde estamos tomando ideas unos de otros, donde estamos resolviendo problemas reales. América es mucho mejor y más resiliente que cualquier persona o presidente individual”, dijo Cox en PBS.
En la actualidad esa conexión es frágil o en algunos casos inexistente debido al deterioro del bipartidismo. Veamos algunos ejemplos, empezando por el más reciente. El pasado octubre, el gobernador de Florida, Ron DeSantis (republicano), se habría negado a contestar las llamadas de la vicepresidenta Harris para trabajar en un plan conjunto para responder a la emergencia por el paso del huracán Milton por su estado. En octubre de 2020, el expresidente Trump tomó como un chiste el plan de una milicia de extrema derecha para secuestrar a la gobernadora de Míchigan, Gretchen Whitmer. Estos dos casos son un reflejo de la desconexión entre Washington y las autoridades estatales que impiden una respuesta integral a las emergencias. El próximo presidente necesita trabajar con sus gobernadores, así sean del otro partido, y los gobiernos estatales también necesitan dejar las ideologías de lado.
Rafael Piñeros, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia, propone para esta crisis reconfigurar los partidos cuestionando la base de cada uno. Los republicanos podrían apelar a ser “un partido muy fuerte en términos de seguridad. Tal vez con un discurso menos beligerante, que confía más en la Constitución y las instituciones”, opinó el docente. En cambio, “los temas de salud les siguen favoreciendo a los demócratas. El tema de derechos sexuales y reproductivos, y disposiciones del aborto pueden ser importantes”, agregó, por lo que esta sería la línea por seguir, recuperando a la vez el foco en las políticas que afectan al bolsillo de la ciudadanía.
Se espera que el ganador llegue a implantar las ideas de su partido, o al menos lo que crea representar de él, respectivamente. Pero todo dependerá del control del Congreso, que también está en juego en estas elecciones.
Con la victoria del senador Rick Scott en Florida, los republicanos casi se aseguraban el control del Senado el martes, a falta de varios resultados finales. El control de la Cámara de Representantes, de 435 escaños, donde los demócratas solo necesitaban cuatro escaños para recuperarla, todavía está en juego. El resultado podría marcar la diferencia con la gobernabilidad que tendrá el ganador de las elecciones presidenciales.
Por ejemplo, si Trump gana, y hay un Congreso completamente republicano, sus proyectos avanzarían sin problema. Pero, si los demócratas logran controlar el Senado o la Cámara de Representantes (más si es por poco margen) podría enfrentar un periodo presidencial bastante complejo con el Poder Legislativo.
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