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Fue poco después del mediodía, en una mesa rodeada de documentos, que el presidente venezolano, Hugo Chávez, lanzó su orden perentoria: “Compañeros militares, no perdamos ni un día en el cumplimiento de nuestra principal misión: prepararnos y ayudar al pueblo a prepararse para la guerra”.
Una imagen que fue reproducida una y otra vez por los medios colombianos. Al día siguiente los periódicos informaron que el país llevaría el caso ante la ONU, y a lo largo de la semana los analistas especularon sobre el futuro de las relaciones binacionales. Pero entre las múltiples informaciones se escapó un anuncio que explicaría el porqué de la decisión de Chávez y si su amenaza verbal, desmentida después, podría volverse realidad.
Sucedió a mediados de septiembre en el Palacio de Miraflores. Jesse Chacón, ministro venezolano de Ciencia, Tecnología e Industrias Básicas, anunció que funcionarios de su cartera habían encontrado yacimientos de coltán, mineral conocido como “el oro azul”, al sur del río Orinoco, en la zona donde convergen las fronteras de Brasil, Colombia y Venezuela.
Con ellas, el país podría competir codo a codo con Brasil, Australia y Canadá, los grandes productores mundiales de este mineral esencial para la construcción de gasoductos y oleoductos, la elaboración de misiles teledirigidos, los propulsores de los cohetes y numerosos artefactos de comunicación, desde iPod hasta computadores portátiles. Por otra parte, la oferta venezolana ayudaría a dejar atrás escenarios como los del año 2000, cuando la demanda de Sony para producir su consola Playstation 2 puso los precios del coltán por las nubes.
“Queremos explotarlo soberanamente”, aseguró Chacón antes de revelar que el descubrimiento había sido posible gracias a las aerofotografías realizadas por Irán como parte de sus convenios de cooperación científica; este procedimiento, según Chacón, permitió también descubrir reservas de uranio, oro, diamantes, fosfato, titanio y plomo.
Pero en cuestión de días el gobierno venezolano se dio cuenta de que su recién hallado tesoro se estaba esfumando lentamente por cuenta de la extracción y el comercio ilegal de minerales. Las fuentes del problema se establecieron en los estados de Bolívar y Amazonas, que conforman la zona limítrofe con Colombia y Brasil, y la estrategia escogida para combatir esta práctica fue el envío de soldados. Entonces, tras las advertencias de guerra de Chávez, se oficializó la operación Oro Azul, la misma que se confundió con las recurrentes disputas entre Bogotá y Caracas, y que dio pie a los medios colombianos para asegurar que el primer disparo sería realizado muy pronto.
Los minerales malditos
Cuando apenas comenzaba el siglo XIX se descubrieron el tantalio y el columbio, dos elementos químicos que en principio se creyeron uno solo. La pelea logró resolverse 64 años después, apenas en el siglo XX se vieron sus principales aplicaciones.
Buena parte de esta confusión se debe a razones geológicas: de las piedras negras del coltán se extraen ambos elementos, sin los cuales buena parte de la investigación científica, el entretenimiento y las comunicaciones serían casi imposibles. “Por ejemplo, los celulares podrían funcionar sin tantalio, pero pesarían por lo menos dos kilogramos”, comenta Thomas Cramer, minerólogo alemán y catedrático de Geociencia de la Universidad Nacional de Colombia.
Pero la historia del coltán también está teñida de sangre. Eso lo saben muy bien los habitantes de la República Democrática del Congo, quienes han sufrido los excesos de la guerra por la explotación de sus yacimientos.
Un camino que a toda costa busca evitar el gobierno venezolano. “Es un mineral por el que se han derrocado gobiernos y asesinado líderes políticos en África”, advirtió Ramón Carrizález, vicepresidente y ministro de Defensa de Venezuela, a modo de justificación sobre el envío de 15.000 hombres a la zona del descubrimiento.
Sin embargo, el discurso oficial esconde varios vacíos. El primero: los yacimientos fueron descritos, en varias ocasiones, como “importantes” y “grandes”.
“Las reservas venezolanas son tan pequeñas que no aparecen en las cifras oficiales. Además, no existen cálculos confiables porque no se conoce en detalle la geología de la zona”, comenta Cramer.
En segundo lugar, la espesa selva amazónica en la zona limítrofe impide que un movimiento de tropas como el anunciado se realice en un plazo corto, y, si se lograra, sería de poca utilidad. “Brasil tiene un despliegue militar considerable en la zona, mientras que el de Venezuela y Colombia es minúsculo”, asegura el analista militar venezolano Carlos Hernández.
Aún así, la estrategia de Caracas es muy clara: mientras Chávez mantiene un tono fuerte y amenazante, el mundo comienza a preguntarse por las verdaderas dimensiones del coltán venezolano y su posible impacto en el precio mundial (US$80 el kilo de tantalio y US$13 por la misma medida de columbio).
Por si fuera poco, en momentos en que la onza de oro alcanza una cotización cercana a US$1.000, Venezuela anuncia haber encontrado una reserva de 15.500 toneladas de oro, la segunda más grande en el planeta.
Los colombianos tras el coltán
En zonas geológicas, como la Orinoquia, de más de mil millones de años de existencia, se produce el coltán. Pero, a diferencia de las vetas y minas de África, el calor y las fuertes lluvias de la zona han hecho que el mineral se desplace a los ríos. Hoy en día los mineros fluviales extraen, además de las cantidades acostumbradas de oro, pequeños fragmentos de coltán.
Pero, gracias a un mal endémico, Colombia aún no tiene una certeza absoluta sobre la existencia de tantalio y columbio en su territorio. “Se hace poca investigación en geología”, es la queja recurrente del profesor alemán Thomas Cramer, coordinador de un grupo de estudiantes de la Universidad Nacional que se han desplazado hasta el departamento de Guainía para realizar las primeras investigaciones de coltán en el país. Aunque cuenta con un presupuesto muy reducido (un millón de pesos), Cramer espera que el interés estatal en este tipo de investigaciones aumente, sobre todo a partir de 2010, cuando se funde el primer doctorado en geociencias del país.
La Guerra Mundial Africana y el coltán
En 1997 comenzó en la República Democrática del Congo un enfrentamiento armado que implicó las fuerzas armadas de siete estados y un sinnúmero de milicias tribales. El conflicto, de carácter muy complejo, dejó 5 millones de muertos durante los seis años de su duración.
Coincidencialmente, el conflicto ha sido preponderante en el oriente de la RDC, donde se encuentran en la actualidad el 80% de los yacimientos de coltán. Fueron esas zonas las tomadas por los ejércitos de Ruanda y Uganda, durante la Guerra Mundial Africana y las que, hasta hoy, son disputadas por las milicias y el ejército de este país. El coltán extraído de esta zona es comprado por compañías subsidiarias de multinacionales como Sony, Nokia, Ericcson e Intel.