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La geopolítica y las relaciones internacionales son materias fascinantes y llenas de sorpresas. Hace dos años, el 26 de marzo de 2020 precisamente, Estados Unidos acusó al presidente venezolano, Nicolás Maduro, y a 14 miembros de su círculo íntimo de narcotráfico, narcoterrorismo, corrupción y lavado de dinero. La denuncia fue acompañada de una recompensa de US$15 millones por información que condujera a la captura y enjuiciamiento del mandatario chavista, y siguió a otras decisiones claves como el reconocimiento de Juan Guaidó como presidente interino de los venezolanos.
Desde entonces, y ante semejantes anuncios, pocos imaginaban un acercamiento cordial entre Washington y Caracas. Hasta ahora. El lunes, el propio Maduro confirmó el contacto con la Casa Blanca, algo que no ocurría desde 2019 cuando se rompieron las relaciones. ¿La razón? La invasión a Ucrania y las sanciones aplicadas a Rusia, entre las que se incluyó la prohibición de importaciones de petróleo y gas por parte de Estados Unidos y Reino Unido, cambiaron el tablero de juego.
“Ha sido una reunión respetuosa, cordial y diplomática. Estaban las banderas de Estados Unidos y Venezuela, se veían bonitas las banderas unidas”, dijo Maduro en una alocución. Una frase impensable hasta hace algunos días.
El acercamiento, con el que se planteó la posibilidad de reactivar las exportaciones de petróleo de Venezuela a EE. UU., ha recibido múltiples reacciones negativas. Y es que, con los antecedentes dados y ante la ferviente oposición de la Casa Blanca a Maduro, fue una sorpresa que Washington contactara a Caracas. El senador estadounidense Marco Rubio (republicano por Florida) afirmó que el presidente Joe Biden buscaba “reemplazar el petróleo que compraba Estados Unidos de un dictador asesino con petróleo de otro dictador asesino”, refiriéndose a la decisión de prohibir la compra de petróleo ruso.
Las críticas también llegaron del lado demócrata: el senador Bob Menéndez, presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, sugirió que Biden estaba poniendo el precio del combustible por encima de la lucha del pueblo venezolano. “Las aspiraciones democráticas del pueblo venezolano, como la determinación y el coraje del pueblo de Ucrania valen mucho más que unos cuantos barriles de petróleo”, dijo Menéndez.
Para Angus Berwick, reportero de investigación de Reuters, “nada ilustra mejor la naturaleza mercenaria de las relaciones internacionales que Estados Unidos explorando un acercamiento con el gobierno de Maduro, acusado por la ONU de crímenes de lesa humanidad, incluidos asesinatos y torturas sistémicas para asegurar suministros de petróleo alternativos a Rusia”.
Ese es, tal vez, el pensamiento más común sobre estos acercamientos: que Biden, desesperado por abastecer a su país que ya lo ha castigado lo suficiente por la inflación, es capaz de “vender” sus ideales a cualquier costo. Hay quienes le critican al presidente estadounidense que había otros candidatos, incluso su vecina Canadá, que podían suplir las necesidades energéticas de su país. ¿Por qué acercarse a Venezuela entonces?
Aunque buscar alternativas para el abastecimiento estadounidense es un componente de estos acercamientos, hay otros elementos claves para tener en consideración. Es decir, no se trata de pura “naturaleza mercenaria” y búsqueda por una alternativa petrolera. Para Arlene B. Tickner, profesora de relaciones internacionales de la Universidad del Rosario, “hay un conjunto de consideraciones geoestratégicas y políticas”.
“Biden está apuntando a varios objetivos a la vez al acercarse a Maduro: 1. Reemplazar las importaciones de petróleo ruso por las de Venezuela. 2. Alejar a Maduro de Putin. 3. Presionar el retorno a los diálogos en México. De forma paralela, está tratando de negociar la liberación de los nueve detenidos estadounidense (seis de Citgo y tres acusados de intentar derrocar a Maduro)”, dijo Tickner.
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La profesora pide no olvidar que, desde que asumió la presidencia, Biden está buscando cambiar la estrategia hacia Venezuela, ya que la del cerco diplomático, sanciones y apoyo a Guaidó ya fracasó. “De ahí que se verá en esta coyuntura una convergencia de factores que hacen oportuno el acercamiento. El fracaso de las sanciones, cerco diplomático y apoyo a Guaidó, amenazas no tan veladas de intervención, invitan a un cambio de rumbo frente a Venezuela, el cual necesariamente debe tener como objetivo la búsqueda de una transición política negociada”, recalca.
No es un enfoque nuevo de Biden, pero sí ha sido su avance más pronunciado —y arriesgado— en el que es el camino más idóneo para resolver la crisis venezolana: el de la diplomacia. “Es obvio (por más triste) que el dinero y los negocios hablan. Sin embargo, en esta jugada de Biden quiero ver algo de oportunidad también para volver a posicionar a Estados Unidos ante Venezuela a modo de que pueda participar constructivamente en la búsqueda de una fórmula viable de transición política. Paradójicamente, la guerra en Ucrania y la absorción de Putin allí pueden haber abierto esa ventana”, resalta Tickner.
Y en medio de esa ventana que abre al diálogo de Venezuela, Biden también le propina un nuevo golpe a Putin: “evidentemente, como hay preocupación en Rusia por la presencia occidental en lo que ese país considera su zona de influencia, inquietud similar produce la presencia rusa o de China en América Latina. Además, ante las amenazas de Putin de aumentar su intervención en el hemisferio occidental de no lograr lo que quiere en torno a Ucrania, hay preocupación en Washington por la desestabilización de la región”.
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De este movimiento de ajedrez salen algunas fichas perdiendo: Colombia, por ejemplo, que lideró la campaña del cerco diplomático contra Maduro, y Guaidó, cuyo respaldo internacional queda en entredicho tras el contacto de la Casa Blanca con el Palacio de Miraflores. Pero ¿están las condiciones dadas para que se considere a Maduro un ganador?
“Yo no leo en esto ganancia solo para Maduro, ya que la reanudación de compras de petróleo y la flexibilización de sanciones no vendrán sin condiciones y podrán, además, favorecer a la población general. Lo veo más bien como una oportunidad para seguir insistiendo en una salida negociada a la crisis política en Venezuela”, resaltó Tickner.
Acá es cuando hay que reconocer que Biden no cayó rendido ante los pies de Maduro: “los dineros a los que Maduro tiene acceso y que explican en buena medida su capacidad de aguantar y sobreponerse a las sanciones estadounidenses, pueden verse afectados por las sanciones a Rusia”. En otras palabras, al presidente venezolano se le presentó una gran oferta.
Es apresurado decir que los acercamientos con Miraflores oxigenarán al régimen de Maduro, pues se vienen condiciones estadounidenses para que continúen los diálogos. Ambos se necesitan en este momento.
“Suponer que el acercamiento de Biden le da oxígeno a Maduro es desconocer que justamente por el oxígeno que tiene es que sigue entronado en el poder y un costo incalculable para la mayoría de la población venezolana”, concluye Tickner.
Dejando de lado a los perdedores, los ganadores de tal movimiento podrían ser los que se han visto como peones de este tablero: los venezolanos. Habrá que esperar cómo reacciona el otro jugador clave, Rusia, a este avance.
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