El regreso de Lula: ¿podríamos hablar de otra “marea rosa” en América Latina?
A los nombres de Gabriel Boric (Chile), Xiomara Castro (Honduras), Pedro Castillo (Perú) y Gustavo Petro (Colombia), se suma el de Lula da Silva en el grupo de los gobiernos con una promesa de cambio que recientemente han sido elegidos.
La victoria de Luiz Inácio Lula da Silva en las elecciones presidenciales de Brasil empujó al país nuevamente hacia la izquierda, extendiendo una serie de triunfos que, poco a poco, se fueron consolidando en la región: seis de los siete países más grandes de América Latina han elegido líderes de izquierda desde 2018, como lo mencionó Jack Nicas, jefe de la oficina de Brasil de The New York Times.
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La victoria de Luiz Inácio Lula da Silva en las elecciones presidenciales de Brasil empujó al país nuevamente hacia la izquierda, extendiendo una serie de triunfos que, poco a poco, se fueron consolidando en la región: seis de los siete países más grandes de América Latina han elegido líderes de izquierda desde 2018, como lo mencionó Jack Nicas, jefe de la oficina de Brasil de The New York Times.
La pregunta sería qué implicaciones trae esto para la región, pero, a la vez, nos lleva a otro asunto clave: ¿podemos meter a todas las izquierdas en la misma bolsa?
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Diríamos en un principio que a los nombres de Gabriel Boric (Chile), Xiomara Castro (Honduras), Pedro Castillo (Perú) y Gustavo Petro (Colombia), se suma el de Lula da Silva en el grupo de los gobiernos con una promesa de cambio que recientemente han sido elegidos. El líder izquierdista obtuvo el 50,83 % de los apoyos, mientras que Bolsonaro perdió la contienda con el 49,17 % de los sufragios. Una victoria muy reñida que ya preveían los analistas.
“Sí, es la confirmación de un retorno a la izquierda en Brasil, pero no debería entenderse como un retorno hegemónico. Lo digo por la reacción de la derecha, que pinta un mapa rojo en la región”, le comentó a este diario Mauricio Jaramillo Jassir, profesor de la Universidad del Rosario. Agrega que este es un mapa muy diferente al de hace 22 años, cuando estaban en el poder Rafael Correa, el mismo Lula da Silva, Evo Morales y Hugo Chávez.
“Si bien es una izquierda mayoritaria, no es hegemónica, pues una parte importante de los gobiernos de izquierda que llegaron a gobernar ahora están preocupados por lo que pasa internamente en sus países: Gabriel Boric, Alberto Fernández y hasta el mismo Gustavo Petro son un ejemplo de esto”, agregó el analista, quien comenta que Lula podría tener un liderazgo complicado: “además, no creo que sea una izquierda que le interese comportarse regionalmente en bloque”, comentó.
Matías Alejandro Franchini, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario, no desconoce que la llegada de Lula sí influye en América Latina: “cualquier movimiento en Brasil en términos ideológicos trae impactos sobre la política regional”.
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Sin embargo, ve difícil algún impacto profundo en términos económicos. “Hay dos puntos importantes. Por un lado, ya tenemos un antecedente que es la marea rosa inicial del 2000. En ese momento proliferaron mecanismos de cooperación, sin embargo, no hubo un gran crecimiento del comercio o de las inversiones entre los países. Sabemos que hay una dificultad de integración latinoamericana histórica”, dice Franchini.
Sobre el segundo punto, menciona que hay una coyuntura económica compleja. Hay altos niveles de inflación, de endeudamiento, y una economía internacional que no ayuda mucho. “Las economías de la región dependen de los precios de los commodities y no parece que vaya a haber un proceso importante de crecimiento”, agregó el analista.
Un asunto que iría de la mano con un comentario de Jaramillo: “Esta izquierda no tiene plata. En la época de Chávez había un banco que es Venezuela, que además sacó a Argentina del hoyo cuando ocurrió el Corralito. Hoy las arcas están vacías, entre otras cosas por el covid-19″.
¿Una izquierda a medias?
En este punto hay que recordar un comentario de Juan Arias, corresponsal de El País, de España, quien hace unas semanas sostuvo que si Lula ganaba las elecciones, no sería esta vez un gobierno de izquierda, “ya que tendrá que repartir el poder entre todas las fuerzas que lo arropan”. Lula lideró una alianza de diez partidos que van de la izquierda a la centroderecha, sin hablar de la elección como compañero de fórmula de Geraldo Alckmin, un líder de centroderecha al que derrotó en las presidenciales de 2006.
“Esta izquierda regional está gobernando bajo la figura de coalición; nadie tiene el poder que tuvo Chávez, Correa y Morales. Gabriel Boric, por ejemplo, le ganó a José Antonio Kast con el apoyo del Partido Demócrata Cristiano, del progresismo, de los ambientalistas y de Yasna Provoste. Y qué no decir de Gustavo Petro, que le tocó entre primer y segunda vuelta hipotecar un poco la gobernabilidad con el centro. Eso los ha convertido en gobiernos mucho más moderados”, dice Jaramillo.
También hay que tener en cuenta dos asuntos sustanciales: los tropiezos y el cambio generacional. “La región cambió porque la izquierda cometió errores, porque Venezuela colapsó, y eso modificó el discurso. Por otro lado, en países como Chile, incluso en Colombia por las bases del Pacto Histórico, hay un cambio frente a temas importantes como la matriz energética, la población LGBT, el aborto... Por ese cambio generacional hay una izquierda más moderada, más liberal”, agregó el analista.
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Jaramillo dice que en Brasil no hubo un relevo generacional, y esa es una de las grandes derrotas del Partido de los Trabajadores: “les tocó volver a acudir a Lula. Es una falla que no haya llegado Fernando Haddad, quien además perdió la elección para la gobernación de São Paulo. Y que tampoco hubiera llegado Marina Silva, una lideresa ambientalista”. Todo esto habla, nuevamente, de una izquierda brasileña que no pudo renovarse.
Por ahora, estaríamos hablando de al menos dos tipos de izquierda en la región: la clásica tradicional marxista comunista, que es la cubana, como dice Jaramillo. Y luego hay un progresismo ultra moderado. “Por supuesto, lo de Venezuela y Nicaragua son excepciones, son casos que empezaron siendo progresistas, pero terminaron en derivas autoritarias”, comenta el experto.
¿Y el futuro del bolsonarismo?
Hay 58 millones de personas que votaron por Bolsonaro. “Es el candidato derrotado con mayor votación en la historia de la democracia brasileña”, dice Jaramillo. Eso le da al presidente un mandato que va a administrar desde diferentes expresiones: como oposición en el Congreso y en la política subnacional, explica el analista.
“Otra de las incógnitas es el futuro del bolsonarismo no solo en Brasil, también en América Latina. Es decir, qué otras derechas van a tratar de emular, como ya lo hemos visto en Colombia, ese discurso bolsonarista”, dice Jaramillo.
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