El río de cocaína y violencia de Ecuador pasa por otros países latinoamericanos
La situación de guerra interna que vive el país vecino tiene raíces endógenas, propias de lógicas internas, pero también unas que crecen desde otros Estados de la región, como Colombia y México. El negocio de la droga lleva formando por dos décadas un río de cocaína que sumergió a Ecuador en una crisis.
María José Noriega Ramírez
El trayecto de Tumaco al puerto de Esmeraldas, en Ecuador, antes se hacía en cuatro días. Ahora solo implica uno y medio. Por el lado amazónico, en Putumayo, se puede gastar más o menos lo mismo para llegar a Quito. En uno adicional se puede alcanzar la costa. Lo que antes implicaba un viaje de semana y media, ahora se logra en unos tres días, gracias a las carreteras y la infraestructura desarrollada a ambos lados de la frontera. Lo que pasa aquí pega allá, y viceversa. Lo que está sucediendo ahora en Ecuador no solo es de Ecuador, es de la región, de América Latina, porque el crimen organizado ha calado en varios rincones de aquí.
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El trayecto de Tumaco al puerto de Esmeraldas, en Ecuador, antes se hacía en cuatro días. Ahora solo implica uno y medio. Por el lado amazónico, en Putumayo, se puede gastar más o menos lo mismo para llegar a Quito. En uno adicional se puede alcanzar la costa. Lo que antes implicaba un viaje de semana y media, ahora se logra en unos tres días, gracias a las carreteras y la infraestructura desarrollada a ambos lados de la frontera. Lo que pasa aquí pega allá, y viceversa. Lo que está sucediendo ahora en Ecuador no solo es de Ecuador, es de la región, de América Latina, porque el crimen organizado ha calado en varios rincones de aquí.
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“Desde hace 20 años el narcotráfico empezó a permear la sociedad ecuatoriana. Sobre todo, después de la firma de la paz en Colombia, paradójicamente, empezó a haber una eclosión de cultivos y de producción de cocaína, que ha estado al alza permanentemente, y eso se identificó como una amenaza. Siempre sostuve que el problema de Colombia es que firmó el acuerdo con mucho narcotráfico”, dice Daniel Pontón, docente en el Instituto de Altos Estudios Nacionales. Algo similar cree Fredy Rivera, investigador de inteligencia y seguridad internacional de Flacso Ecuador: “Lo que haga o deje de hacer Colombia nos afecta a nosotros: si ustedes despliegan operaciones en la frontera, como ya ha sucedido, la gente se corre para acá. Si dejan de tener control de ciertos territorios fronterizos, como también ha pasado, nos afecta”. Sin olvidar, además, que hubo colombianos implicados en el asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio.
Y es que, si bien eso no explica el gen de la violencia en sí, porque, al menos para Pontón, aquella tiene raíces más endógenas, más sociales y propias del país, el crimen organizado se ha esparcido por la región: pasó en Culiacán (México), cuando atraparon por segunda vez a Ovidio Guzmán, hijo del Chapo Guzmán, que dejó a su paso un nuevo jueves fatal en Sinaloa: 29 muertos, 35 heridos y 21 detenidos. También ocurrió en Rosario (Argentina), donde una de las principales razones de la violencia se asocia al microtráfico en los barrios más vulnerables, donde en el estado homónimo ocurrieron cerca de 227 homicidios a finales de 2023, según el Observatorio de Seguridad Pública. “Esto es una amenaza estratégica para la democracia”, o al menos lo es para Rivera.
A Pontón, de hecho, le preocupa la sociedad pospandemia: “Claramente, América Latina, con una desigualdad extrema, donde hay amplias brechas sociales y problemas de índole institucional, es decir, donde hay poca consolidación de instituciones democráticas, lo que se ha visto es un crecimiento de la violencia, aunque no al nivel de Ecuador. Chile, por ejemplo, ha duplicado su tasa de homicidios. Así empezamos nosotros y Argentina de la misma manera. En Brasil, además, está el Comando da Capital, en São Paulo, alrededor del tema carcelario y de la criminalidad local”. Incluso, habla de una narcocultura y del temor de la resonancia que puede tener en los jóvenes, unos de los más vulnerables después del coronavirus. “En la década anterior, América Latina había estabilizado sus niveles de violencia, pues no se veían tan crecientes como en los años 90, pero esto se puede volver a recrudecer con distintas dinámicas”. El caso de Ecuador, donde se destruyeron 450 toneladas de droga en 2023, incautadas el año pasado y en anteriores, y donde la última tasa de muertes violentas fue de 46 por cada 100.000 habitantes, es decir, donde hubo casi 8.000 asesinatos, “es llamativo y simbólico”.
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Son dos décadas en las que el país ha tenido un río de cocaína fluyendo a través de su territorio, o esa es la imagen que usa Adam Isacson para tratar de describir un poco lo que está pasando ahora. Él, que maneja el tema de seguridad en la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA), recuerda que siempre ha habido cientos de toneladas pasando a través del sur de Colombia por las costas ecuatorianas. Desde hace años existe, pero era diferente: “En el pasado, en mis visitas a la frontera, me hablaban de una especie de ‘acuerdo de caballeros’, eventualmente con más compradores mexicanos involucrándose y con ganas de mantener de manera regular su cadena de oferta”.
Pero para que eso se diera de una forma algo “pacífica”, en sus palabras, se necesitaban grupos grandes, con control y mando, como las FARC y algunos de los mexicanos, porque los ecuatorianos jugaban un papel menor, no tenían tanto poder en ese entonces. “La caída de la guerrilla colombiana, o su reemplazo por grupos pequeños después de la firma del Acuerdo de Paz, que pelean entre sí en Putumayo y Nariño, hizo que el río de la cocaína empezara a ser menos predecible y creó más espacio para las agrupaciones ecuatorianas, ahora fortalecidas”. Cree, entonces, que no es coincidencia que la violencia en Ecuador empezara a crecer en 2019-2020, con una especie de desequilibrio que todavía se siente y propició más espacio para unas agrupaciones criminales mexicanas y locales más agresivas. Si las primeras tienen como objetivo el mercado estadounidense, las segundas tienen sus ojos puestos en Europa; si en México se enfrentan el cartel Jalisco Nueva Generación y el de Sinaloa, en Ecuador, Los Lobos, los Tiguerones y los Chone Killers tienen una alianza contra Los Choneros por lo mismo: el lucro del negocio de la droga.
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