“El rumbo de Nicaragua es incierto”: la represión de Daniel Ortega continúa
Eliézer López, periodista investigativo, cuenta en esta entrevista cómo se manifiesta la crisis social y política en las calles, así como las dificultades para ejercer su oficio. Al igual que en Venezuela y Cuba, cree que el régimen aspira a mantenerse en el tiempo, pese al aislamiento internacional.
María Alejandra Medina
El gobierno de Daniel Ortega, en el poder desde 2007, quien se reeligió en 2021 mientras sus competidores electorales estaban presos, ha creado en Nicaragua un ambiente que dificulta la vida cotidiana, imposibilita la acción de la comunidad internacional en el terreno y persigue las libertades en general. Hace más de una semana, expulsó a la OEA. En marzo pasado, el embajador ante ese organismo, Arturo McFields, denunció la dictadura de su país, en donde hay 177 presos políticos, 137 oenegés han sido cerradas y más de 170.000 personas han tenido que huir.
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El gobierno de Daniel Ortega, en el poder desde 2007, quien se reeligió en 2021 mientras sus competidores electorales estaban presos, ha creado en Nicaragua un ambiente que dificulta la vida cotidiana, imposibilita la acción de la comunidad internacional en el terreno y persigue las libertades en general. Hace más de una semana, expulsó a la OEA. En marzo pasado, el embajador ante ese organismo, Arturo McFields, denunció la dictadura de su país, en donde hay 177 presos políticos, 137 oenegés han sido cerradas y más de 170.000 personas han tenido que huir.
Asimismo, el ejercicio del periodismo ha sufrido: no hay periódicos impresos ni acceso a la información, pero sí temor y persecución. En esta entrevista, Eliézer López, periodista investigativo en Nicaragua, habla sobre esta crisis sociopolítica en la que la gente y la economía continúan, no con grandes aspiraciones hacia el futuro, sino por la necesidad de sobrevivir en el día a día.
¿Qué es lo que más le preocupa de la situación actual de Nicaragua?
Como periodista y ciudadano, es el rumbo incierto que lleva Nicaragua. Cada día el gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo se aleja más de la comunidad internacional. Hay muchas cosas en riesgo, como la posibilidad de que la aplicación de la Ley Renacer (de Estados Unidos) vaya a afectar o no tratados económicos, como el CAFTA (TLC entre Estados Unidos y Centroamérica); dicen que no, pero no sabemos si esto pueda ser o no una medida de presión. El costo de vida cada día es más alto, los empleos no ofrecen buenas remuneraciones económicas, más personas están saliendo del país por la crisis, no solo la política, sino la crisis social. He conocido excompañeros de secundaria, gente que vive en Managua, para quienes la opción que tienen es hacer un viaje hacia el norte, hacia Estados Unidos, para poder cambiar su estilo de vida o el de sus familias. La mayoría llegan a pedir asilo o refugio.
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¿Cómo se manifiesta esa crisis social en las calles?
La gente trata de empujar no hacia una normalidad, sino hacia una sobrevivencia. Después de la crisis de 2018, todo cambió: las relaciones de la empresa privada con el gobierno; se han impuesto restricciones a las libertades públicas… Lo que se percibe es la sensación de inseguridad, no en el sentido de que te roben, porque eso existe en cualquier país, sino acerca de hacia dónde va avanzando el país. Este año hay elecciones municipales y no hay un ambiente electoral, tal cual el año pasado para la misma fecha, después se calentó un poco por la cuestión de los precandidatos que intentaban hacer competencia al presidente Ortega, así fuera con sus propias reglas. Lo que se siente es que la gente trata de caminar o avanzar, porque si no lo hacen estarán sumidos en mayor pobreza. Es lo que hay. No sé si es una situación de hartazgo, de cuatro años en la misma crisis, y no hay miras para mejorar. En los mercados, la gente vende y compra, pero no sentís que caminen o hagan lo que hacen hacia el futuro, sino para el día a día.
¿Cómo ve la percepción general del gobierno por parte de la gente?
Hay un descontento generalizado hacia el gobierno, porque a los nicaragüenses se les han confiscado las libertades públicas. Entre 2018 y 2020, el gobierno instaló un Estado policial que prohibía las marchas, las protestas, cualquier expresión en contra del gobierno, y con eso estaban felices los simpatizantes sandinistas, que son un grupo menor de la población; era manejable y aceptable para ese pequeño grupo. Pero después del 2020, hubo un quiebre y hasta los simpatizantes se resintieron: el gobierno no implementó las medidas sanitarias que se tomaron en El Salvador, Costa Rica o Guatemala. No hubo restricciones; al contrario, siempre promovió cualquier tipo de actividad y eso provocó un gran número de muertes. Y la pandemia no identifica entre opositores y simpatizantes: el virus le dio a todo el mundo, incluso a simpatizantes fieles al sandinismo. Tener a una familiar padeciendo en un hospital, que falleciera y le pusieran en su acta de defunción que había muerto por neumonía típica, y no por covid, fue el punto de quiebre.
En Nicaragua fallecieron simpatizantes sandinistas porque eran los que iban a las actividades del Estado. Eso cambia la manera como ves la forma de actuar de quien está dirigiendo tu país. Lo que se ve son al menos diferencias entre los mismos miembros del partido. Los trabajadores del Estado están sometidos a estar a favor del gobierno. Tienen que estarlo porque tienen trabajo; si son despedidos, sus familias van a sufrir. Entiendo esa posición, pero hay otro grupo que ya venía con el lastre de la pandemia y de que ahora el régimen no quiere simpatizantes históricos al frente, eso está provocando un nuevo conflicto que no se sabe en qué va a terminar. Hay mucho descontento frente a la vicepresidenta, viniendo del sandinismo histórico.
¿Cómo se sostiene el poder pese a esas fracturas?
Por el poder que ha acumulado en estos años. Tiene el control del Consejo Supremo Electoral, de la Asamblea Nacional, el poder Judicial, de la Policía, el consejo militar… Todo esto a fin de cuentas ha provocado que se blinde en el poder, no ha permitido ni un respiro a los opositores, cualquier persona que se pronuncie, que quiera hacer campaña o un grupo termina apresado, y fue lo que pasó con los seis precandidatos a los que se condenó por traición a la patria.
En el plano internacional, ¿ve sostenible el aislamiento en el que está quedando Nicaragua?
Me fijo en el ejemplo de Venezuela, que tenía petróleo y oro. Nicaragua no, pero puede aspirar a seguir un modelo como el de Maduro o Díaz-Canel, en Cuba. Vemos cuánto tiempo ha tardado la dictadura cubana, aun con todas las sanciones que se han puesto. Cuba se sostiene de las remesas, Venezuela y Nicaragua también. El hecho de que haya un gobierno que tenga el control de todo y prohíba las manifestaciones no significa que las mamás que se van a Estados Unidos les van a dejar de mandar a sus hijos. Es una sostenibilidad revolvente, por decirlo así. No sé cuál es la estrategia de la comunidad internacional, pues hasta ahora solo ha habido condenas y pronunciamientos, pero el cambio no va a ocurrir de esa forma; al final es incierto. Creo que el gobierno continuará porque hasta ahora no hay ni siquiera una oposición como en Venezuela, en donde se aprovechó la figura de Juan Guaidó y se hizo algo, pero aquí no. Los líderes opositores están presos o en el exilio, incluso los músicos que estaban organizando conciertos y servían como centro para alguna consigna ya no pueden hacerlo. La salida será por una negociación, al más alto nivel, involucrando a Daniel Ortega y Rosario Murillo, quizá con la Conferencia Episcopal, los empresarios que todavía están aquí, amparados por Estados Unidos u otro país. Con Venezuela hay similitudes, pero grandes diferencias, Venezuela y Cuba no han logrado salir de sus crisis, y no creo que Nicaragua sea un gran punto en la agenda de Estados Unidos o la Unión Europea.
Recientemente se falló en el pleito de Nicaragua contra Colombia por el incumplimiento del fallo de 2012, y Daniel Ortega lo celebró. ¿Esto se usó políticamente? ¿Tuvo algún impacto?
No tiene ninguna relevancia, cualquier conflicto está muy por debajo de lo que impera aquí, que es la crisis sociopolítica en la que estamos. No hubo un aprovechamiento, no se movió mucho en sus redes, se informó y ya. Si la intención del gobierno era promover el nacionalismo, no funcionó porque la gente, producto del cansancio y hartazgo, avanza para vivir el día a día, no para hacer de esa “victoria” una bandera.
¿Cómo se puede hacer periodismo en esas condiciones? ¿El gremio está organizado de alguna manera?
Hacer periodismo en Nicaragua es complicado, creo que es el único país en la región que no tiene un periódico impreso. Parte de la junta directiva de La Prensa, según entiendo, no está en el país. El gerente, Juan Lorenzo Holmann, fue acusado y sentenciado por el gobierno por un delito que su familia dice que no cometió. Es un oficio de alto riesgo, no de forma similar a lo que sucede en México, hay que guardar las distancias, pero hay una persecución para los grandes medios que había en Nicaragua: a La Prensa le fue confiscada su oficina, lo mismo a Confidencial, 100 % Noticias… Los periodistas no están firmando sus notas o investigaciones porque existe el temor de que un día te llame la Fiscalía porque estás cometiendo un delito y se te aplique la ley de ciberdelitos, por ejemplo. Muchos colegas han salido al exilio, han sido acosados por paramilitares, la Policía, y se vuelve insostenible. Puede ser contraproducente decir eso mientras estoy en el país, pero al final se hace el trabajo con las uñas.
Es complicado salir y pedir información a las instituciones públicas, no solo porque no te la van a dar, sino puedes ser blanco de cualquier asedio. No es un clima para hacer periodismo, no permitir a los periodistas de cadenas internacionales venir a reportar lo que ocurre da una idea de que no quieren que se informe lo que está pasando. Algunos hemos bajado el perfil; se hace el periodismo por vocación, por compromiso con la sociedad, por contar la historia, pero es complicado. El gobierno seguirá diciendo que hay libertad, que se deja trabajar, que muchos periodistas escriben y residen en Nicaragua, y sí es cierto, pero no hay acceso a la información, no dejan pedir registro de empresas, de los estados de probidad de los funcionarios, las fuentes tienen miedo de hablar, y para un periodista lo más importante son sus fuentes.
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