El triunfo de ‘La Scaloneta’ no oculta los problemas de Fernández en Argentina
Para el Gobierno argentino, el triunfo deportivo tiene la capacidad de descomprimir la situación social, pero no durará mucho. Por eso, varias figuras buscan sacar rédito político de la situación.
Alberto Fernández podría ser hoy la persona más envidiada por sus colegas en el mundo. La gesta deportiva de su país en la Copa Mundial de Fútbol no solo puso de nuevo en el radar a la Argentina por algo diferente a una crisis inflacionaria, sino que en casa le otorga al gobernante una ayuda especial para que, por un instante, los problemas que han marcado su gestión como presidente no ocupen la agenda noticiosa. Cualquier político quisiera tener un regalo así.
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Alberto Fernández podría ser hoy la persona más envidiada por sus colegas en el mundo. La gesta deportiva de su país en la Copa Mundial de Fútbol no solo puso de nuevo en el radar a la Argentina por algo diferente a una crisis inflacionaria, sino que en casa le otorga al gobernante una ayuda especial para que, por un instante, los problemas que han marcado su gestión como presidente no ocupen la agenda noticiosa. Cualquier político quisiera tener un regalo así.
Ahora que ‘La Albiceleste’ ha quedado campeona, el veredicto en el caso contra la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, las previsiones de una inflación superior al 90 % o las pugnas internas entre el peronismo han quedado rezagadas a un segundo plano. Clarín y La Nación, y el resto de medios argentinos, abrieron sus portadas con fotografías de Lionel Messi levantando la Copa y dándole gracias a ‘La Scaloneta’ por esta conquista.
Días atrás, una encuesta de Taquion reveló que el 89,3 % de la población encuestada prefería que el país quedara campeona del mundo a que se acabara la inflación. Son las prioridades de los argentinos. La ministra de Trabajo, Raquel Olmos, resumió a mitad del torneo el deseo popular: “Después seguimos trabajando con la inflación, pero primero que gane Argentina”.
“Considero que hay que trabajar todo el tiempo por la inflación, pero un mes no va a hacer la gran diferencia. En cambio, desde el punto de vista anímico, de lo que significa para el conjunto de los argentinos y argentinas, queremos que Argentina sea campeón”, declaró la ministra Olmos.
Al triunfo de Argentina, que subió los ánimos, se sumó un dato publicado el pasado viernes: la inflación de noviembre fue de 4,9 %, la más baja en 10 meses. Esto terminó de completar un cóctel de alegría para el país. Sin embargo, el Mundial no va a tapar los problemas permanentemente. A Fernández le quedan muchos partidos difíciles por jugar.
Los trabajadores del Sindicato Único de Trabajadores del Neumático se mueven para protestar por los salarios. Hay marchas para pedir más asistencia, encabezadas por gremios como el del transporte, los portuarios y el sector metalúrgico. El antropólogo Alejandro Crimson, que participaba en la redacción de los borradores de los discursos de Fernández, renunció el domingo, y su salida se suma a la del jefe de asesores del Ejecutivo, Julián Leunda, y del ministro de Transporte, Alexis Guerrera. Todavía hay crisis en el Frente de Todos, con la vicepresidenta, Cristina Fernández, bombeando la impopularidad del mandatario.
Hay estancamiento económico, sube la deuda y faltan dólares. Para Fabio Ventre, subdirector del Instituto de Investigaciones Económicas de la Bolsa de Comercio de Córdoba, “más allá del último dato del Indec, mi opinión es que no se trata de una baja sostenible (la de la inflación de noviembre) porque hay un montón de condimentos, como el dólar soja 2, que ya sabemos el impacto que tiene en emisión e indirectamente en inflación. En un contexto en el que no tiene forma de financiarse con el resto del mundo y en el que cada vez se le va a hacer más difícil financiarse en el mercado local, no va quedar opción que darle uso a la maquinita (tarjeta)”, le dijo a La Nación.
El salario viene perdiendo poder adquisitivo, por lo que para 2023 se habla de estanflación, una aceleración de la inflación que coexiste con tasas de desempleo elevadas. Y por más que el Gobierno invente bonos, dice Ventre, “son parches que no solucionan la situación de fondo, y lo peor es que no solo afectan a los salarios de todo el país, sino especialmente a los más vulnerables: los informales.
“No va a haber una mejora, y cuando otro gobierno quiera solucionar los problemas que hay en la macro va a ser muy difícil porque la situación económica va a estar muy deteriorada”, anticipa.
Además, cabe recordar que el próximo año es electoral, por lo que Fernández debe impulsar su popularidad. Es por eso por lo que de todos los partidos que debe jugarse el presidente, el primero el por los réditos políticos por el campeonato.
“Lo cierto es que todos esos factores habrían sido más graves si Messi y sus muchachos no hubiesen obtenido el triunfo. Para el Gobierno, no cabe duda de que el triunfo deportivo siempre tiene la capacidad de descomprimir la situación social”, Fernándo Gutiérrez, de IProfesional.
La apropiación política del triunfo de Messi
La gran duda hoy es qué hará el gobierno cuando lleguen los campeones. En 1986, el entonces presidente, Raúl Alfonsín, se mantuvo al costado de la ceremonia de reconocimiento a los campeones del Mundial de 1986 en la Casa Rosada, encabezados por Diego Armando Maradona y Carlos Salvador Bilardo. Que Alfonsín no intentara sacar crédito por la asombrosa gesta deportiva es recordado hoy con simpatía por algunos. Otros no olvidan que el exmandatario aprovechó el momento de distracción para decretar un aumento en las tarifas de servicios públicos.
Después de esto, el presidente Carlos Menem recibió al seleccionado que logró el subcampeonato en Italia 1990, también en la Casa Rosada. No fue como Alfonsín: Menem fue protagonista y salió al balcón de la residencia presidencial con los jugadores, aprovechando el momento para sacar rédito político y amasar su periodo de popularidad. En 1994 ya no tendría la misma suerte: el equipo no solo quedó eliminado, sino que había dicho que no iría a la Casa Rosada en caso de ganar, debido a la percepción que había de corrupción dentro del ‘menemismo’.
Cristina Fernández de Kirchner siguió los pasos de Menem y asumió también el protagonismo de la ceremonia de recepción al equipo que quedó subcampeón en el Mundial de Brasil 2014. En el acto, Kirchner recordó que lleva “siempre puesta la camiseta de Argentina, los 365 días del año”. No viajó a seguir los partidos a pesar de la cercanía geográfica con Brasil por cuestiones de salud. Tanto Lionel Messi como Ángel Di María estuvieron incómodos en el acto, según se conoció después.
El desafío, luego de un éxito así, es que el triunfo no caiga en la apropiación de figuras políticas que quieren sacar rédito de una conquista así. Sin embargo, siempre ha pasado. La diferencia es que ahora el país está más polarizado y varias figuras están tentadas a politizar un triunfo que, sin duda, ya fue politizado. Basta con ver la preferencia en las transmisiones de televisión: el oficialismo veía los partidos por canales públicos, la oposición tenía el relato de privados en la pantalla.
De un lado está Fernández de Kirchner, quien abrió “la grieta” -como le llaman en Argentina a la polarización- al subir un mensaje en su Twitter que decía: “Gracias infinitas capitán (Messi)… a usted, al equipo y al cuerpo técnico, por la enorme alegría que le han regalado al pueblo argentino. Y un saludo especial después de su maradoniano ‘andá pa’allá bobo’, con el que se ganó definitivamente el corazón de los y las argentinas”, publicó la vicepresidenta tras el encuentro contra Países Bajos.
“La frase de Cristina implica que, hasta ese momento, todavía el amor por Messi no era completo y que recién ahora puede haber una identificación con el pueblo argentino, al romper definitivamente con una imagen de tibieza”, dice Gutiérrez, y que “la ya célebre frase ‘Qué mirás bobo, andá pa allá bobo’ se transformó en estandarte de quienes quieren ver allí una actitud de rebeldía y desafío al poder”, al menos para el kirchnerismo que sostiene que a la derecha no le gusta ver a los sectores populares siendo felices y rebeldes.
Del lado de la oposición está quienes argumentan que el equipo de Lionel Scaloni representa todo lo que no es el kirchnerismo: meritocracia, humildad y esfuerzo. Cabe recordar que el expresidente Mauricio Macri hoy trabaja como presidente ejecutivo de la Fundación FIFA, por lo que estuvo presente en todos los partidos de ‘La Albiceleste’ y por lo que también quiere mostrarse como figura dentro de la historia de la tercera copa de su país.
Y en medio de esta pugna sobre lo que representaba el equipo de Scaloni entre Cristina Fernández y Macri, entre el kirchnerismo y la oposición, quedan dos figuras: Alberto Fernández, que continúa recibiendo saludos de otros mandatarios como Luiz Inácio Lula da Silva, y Claudio “Chiqui” Tapia, presidente de la Asociación de Fútbol de Argentina y el hombre detrás de la contratación de Scaloni como técnico de la Selección campeona. Estos dos últimos guardan una poderosa enemistad, lo que le complica el panorama al presidente para sacarse una foto que le sirva de rédito político.
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