Triunfo opositor en Barinas fortalece a quienes propugnan participación electoral
Si en las elecciones de noviembre de 2021 la diferencia entre el candidato gubernamental y el de la oposición fue de unas decenas de votos, el margen se amplió a 44.000 votos en la repetición de los comicios regionales en Barinas, lo que generó un notable incremento de la participación electoral y del voto de protesta en esta última cita.
Txomin Las Heras Leizaola*
Barinas es un estado de los Llanos occidentales y del piedemonte andino venezolano, con una extensión de 35.200 kilómetros cuadrados, algo menor que el departamento de Casanare, y con aproximadamente 960.000 habitantes, similar al departamento del Meta. Su actividad económica descansa principalmente en la agricultura y ganadería. Ocupa el lugar 23 entre las 24 entidades federales venezolanas, en cuanto al PIB per capita, con un promedio de 1.240 dólares, monto más bajo que el de Vichada, el departamento más pobre de Colombia.
A pesar de ser un estado de poco peso en el conjunto de Venezuela, Barinas ha estado en los últimos días en el centro de la atención política, tras el resonante triunfo de Sergio Garrido, candidato de la oposición, agrupada en torno a la tarjeta de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), en las elecciones para elegir al gobernador de la entidad, realizadas el pasado 9 de enero.
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Aquellos no fueron unos comicios regionales cualquiera, pues estuvieron precedidos de significativos hechos políticos. Se trató de la repetición de unas elecciones celebradas el 21 de noviembre de 2021, en las que también ganó el candidato de la oposición democrática mayoritaria, Freddy Superlano, pero que el Tribunal Supremo de Justicia desconoció en una oscura maniobra adelantada junto a la Contraloría General de la República. Según sus argumentos, el dirigente opositor estaba inhabilitado políticamente para competir.
Superlano ganó ajustadamente la elección de noviembre por algunas decenas de votos sobre el candidato del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), Argenis Chávez, hermano del fallecido presidente Hugo Chávez, quien pretendía reelegirse en el cargo de gobernador para continuar con el control político que la familia del exmandatario ha ejercido sobre el estado Barinas en los últimos 20 años, primero a través del padre, Hugo de los Reyes y, después, del hermano mayor, Adán.
No estaba en los cálculos del gobierno de Nicolás Maduro perder este bastión político, que tenía el valor simbólico de ser la tierra natal del líder de la llamada Revolución Bolivariana. Ese objetivo valía cualquier cosa, empezando por volver a realizar las votaciones un mes y medio después. Para la nueva justa, se buscó en sustitución del perdedor Argenis a un peso pesado del chavismo, Jorge Arreaza, exvicepresidente, excanciller, exministro de varias carteras y exesposo de Rosa Virginia Chávez, hija de Hugo Chávez. Arreaza, por cierto, no cumplía con el requisito de ser votante en Barinas, un detalle que también fue fácilmente resuelto a última hora por el Consejo Nacional Electoral (CNE).
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Con el fin de ponerle las cosas un poco más difíciles a la oposición, el CNE no admitió las primeras dos candidaturas que la oposición consideró para sustituir a Superlano: primero la de su esposa, Aurora Silva, y luego la de Julio César Reyes, hasta que finalmente no pudo evitar la designación de Sergio Garrido, quien acababa de ser elegido representante a la Asamblea Legislativa regional en las elecciones noviembre.
Así las cosas, comenzó una campaña electoral desigual, en la que el chavismo volcó todos los recursos del Estado venezolano para favorecer su opción electoral. Las estaciones de gasolina, un bien escaso hoy en día, especialmente en el interior del país, fueron ampliamente surtidas, el decaído servicio de agua potable fue mejorado con la reparación de algunas infraestructuras y se regalaron neveras y otros electrodomésticos, según denunciaron medios de comunicación del país.
Por otro lado, la campaña de la oposición fue claramente boicoteada. A Garrido le suspendieron un programa de radio que tiene en una emisora local y los medios de comunicación regionales recibieron presiones para no entrevistarlo y transmitir piezas publicitarias del candidato oficialista. Periodistas que cubrieron el proceso electoral refirieron que era evidente el desbalance de propaganda en las calles de la capital del estado.
Todos estos abusos sirvieron de poco. Si en las elecciones de noviembre la diferencia entre el candidato gubernamental y el de la oposición fue de unas decenas de votos (menos del 1 %), el margen se amplió a 44.000 votos (14 %) en la repetición de enero de este año, lo que bien podría interpretarse como una amplia rebelión de la ciudadanía en protesta por el desconocimiento de los resultados electorales, lo que generó un notable incremento de la participación electoral y del voto de protesta en esta última cita. Claramente, al gobierno de Maduro no le salieron bien sus cálculos y deben haberse prendido todas las alarmas de cara a futuros procesos comiciales.
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Claro que la oposición democrática hizo mucho mejor su tarea en enero, al lograr ampliar notablemente la plataforma de partidos que se conformó en torno a su candidatura y que se había presentado divida en las elecciones de finales de 2021. Además, la designación de un candidato que ha hecho toda su vida política en Barinas frente a un candidato oficialista importado sin raíces regionales debe haber penalizado gravemente al chavismo.
El triunfo de los contrincantes del chavismo, además de insuflar entusiasmo y moral a las filas opositoras, que no tuvieron resultados alentadores en las pasadas elecciones regionales de noviembre, ha generado un efecto positivo adicional al fortalecer a los sectores que vienen propugnando una clara participación electoral para generar un cambio político en Venezuela.
Esto no es un tema menor, pues dirigentes como el presidente interino, Juan Guaidó; el líder de Voluntad Popular, Leopoldo López; el exalcalde Caracas, Antonio Ledezma, o el dirigente de la Causa Radical (Causa R), Andrés Velásquez, quienes han mantenido hasta el momento fuertes posiciones abstencionistas, se congratularon por los resultados y destacaron las bondades que trae concurrir unidos a las elecciones.
Les toca ahora a los partidos de oposición capitalizar el triunfo obtenido en clave nacional, reconstruir las estructuras unitarias que los llevaron al amplio triunfo electoral en las elecciones parlamentarias de 2015 y preparase para las futuras citas electorales, que bien podrían ser un referéndum revocatorio este mismo año o las elecciones presidenciales previstas para 2024.
* Investigador adscrito del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario y presidente de la asociación Diálogo Ciudadano Colombo Venezolano.
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Barinas es un estado de los Llanos occidentales y del piedemonte andino venezolano, con una extensión de 35.200 kilómetros cuadrados, algo menor que el departamento de Casanare, y con aproximadamente 960.000 habitantes, similar al departamento del Meta. Su actividad económica descansa principalmente en la agricultura y ganadería. Ocupa el lugar 23 entre las 24 entidades federales venezolanas, en cuanto al PIB per capita, con un promedio de 1.240 dólares, monto más bajo que el de Vichada, el departamento más pobre de Colombia.
A pesar de ser un estado de poco peso en el conjunto de Venezuela, Barinas ha estado en los últimos días en el centro de la atención política, tras el resonante triunfo de Sergio Garrido, candidato de la oposición, agrupada en torno a la tarjeta de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), en las elecciones para elegir al gobernador de la entidad, realizadas el pasado 9 de enero.
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Aquellos no fueron unos comicios regionales cualquiera, pues estuvieron precedidos de significativos hechos políticos. Se trató de la repetición de unas elecciones celebradas el 21 de noviembre de 2021, en las que también ganó el candidato de la oposición democrática mayoritaria, Freddy Superlano, pero que el Tribunal Supremo de Justicia desconoció en una oscura maniobra adelantada junto a la Contraloría General de la República. Según sus argumentos, el dirigente opositor estaba inhabilitado políticamente para competir.
Superlano ganó ajustadamente la elección de noviembre por algunas decenas de votos sobre el candidato del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), Argenis Chávez, hermano del fallecido presidente Hugo Chávez, quien pretendía reelegirse en el cargo de gobernador para continuar con el control político que la familia del exmandatario ha ejercido sobre el estado Barinas en los últimos 20 años, primero a través del padre, Hugo de los Reyes y, después, del hermano mayor, Adán.
No estaba en los cálculos del gobierno de Nicolás Maduro perder este bastión político, que tenía el valor simbólico de ser la tierra natal del líder de la llamada Revolución Bolivariana. Ese objetivo valía cualquier cosa, empezando por volver a realizar las votaciones un mes y medio después. Para la nueva justa, se buscó en sustitución del perdedor Argenis a un peso pesado del chavismo, Jorge Arreaza, exvicepresidente, excanciller, exministro de varias carteras y exesposo de Rosa Virginia Chávez, hija de Hugo Chávez. Arreaza, por cierto, no cumplía con el requisito de ser votante en Barinas, un detalle que también fue fácilmente resuelto a última hora por el Consejo Nacional Electoral (CNE).
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Con el fin de ponerle las cosas un poco más difíciles a la oposición, el CNE no admitió las primeras dos candidaturas que la oposición consideró para sustituir a Superlano: primero la de su esposa, Aurora Silva, y luego la de Julio César Reyes, hasta que finalmente no pudo evitar la designación de Sergio Garrido, quien acababa de ser elegido representante a la Asamblea Legislativa regional en las elecciones noviembre.
Así las cosas, comenzó una campaña electoral desigual, en la que el chavismo volcó todos los recursos del Estado venezolano para favorecer su opción electoral. Las estaciones de gasolina, un bien escaso hoy en día, especialmente en el interior del país, fueron ampliamente surtidas, el decaído servicio de agua potable fue mejorado con la reparación de algunas infraestructuras y se regalaron neveras y otros electrodomésticos, según denunciaron medios de comunicación del país.
Por otro lado, la campaña de la oposición fue claramente boicoteada. A Garrido le suspendieron un programa de radio que tiene en una emisora local y los medios de comunicación regionales recibieron presiones para no entrevistarlo y transmitir piezas publicitarias del candidato oficialista. Periodistas que cubrieron el proceso electoral refirieron que era evidente el desbalance de propaganda en las calles de la capital del estado.
Todos estos abusos sirvieron de poco. Si en las elecciones de noviembre la diferencia entre el candidato gubernamental y el de la oposición fue de unas decenas de votos (menos del 1 %), el margen se amplió a 44.000 votos (14 %) en la repetición de enero de este año, lo que bien podría interpretarse como una amplia rebelión de la ciudadanía en protesta por el desconocimiento de los resultados electorales, lo que generó un notable incremento de la participación electoral y del voto de protesta en esta última cita. Claramente, al gobierno de Maduro no le salieron bien sus cálculos y deben haberse prendido todas las alarmas de cara a futuros procesos comiciales.
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Claro que la oposición democrática hizo mucho mejor su tarea en enero, al lograr ampliar notablemente la plataforma de partidos que se conformó en torno a su candidatura y que se había presentado divida en las elecciones de finales de 2021. Además, la designación de un candidato que ha hecho toda su vida política en Barinas frente a un candidato oficialista importado sin raíces regionales debe haber penalizado gravemente al chavismo.
El triunfo de los contrincantes del chavismo, además de insuflar entusiasmo y moral a las filas opositoras, que no tuvieron resultados alentadores en las pasadas elecciones regionales de noviembre, ha generado un efecto positivo adicional al fortalecer a los sectores que vienen propugnando una clara participación electoral para generar un cambio político en Venezuela.
Esto no es un tema menor, pues dirigentes como el presidente interino, Juan Guaidó; el líder de Voluntad Popular, Leopoldo López; el exalcalde Caracas, Antonio Ledezma, o el dirigente de la Causa Radical (Causa R), Andrés Velásquez, quienes han mantenido hasta el momento fuertes posiciones abstencionistas, se congratularon por los resultados y destacaron las bondades que trae concurrir unidos a las elecciones.
Les toca ahora a los partidos de oposición capitalizar el triunfo obtenido en clave nacional, reconstruir las estructuras unitarias que los llevaron al amplio triunfo electoral en las elecciones parlamentarias de 2015 y preparase para las futuras citas electorales, que bien podrían ser un referéndum revocatorio este mismo año o las elecciones presidenciales previstas para 2024.
* Investigador adscrito del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario y presidente de la asociación Diálogo Ciudadano Colombo Venezolano.
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