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Hay un proverbio de los zulúes, el grupo étnico más grande de Sudáfrica, llamado Ubuntu, que dice: “Soy una persona a través de otras personas. Mi humanidad está ligada a la tuya”. Por eso, para ellos la xenofobia no tiene cabida. Aun así, en 2008, el país vivió un capítulo vergonzoso: en una semana 62 personas fueron asesinadas, 213 casas incendiadas y 342 tiendas saqueadas. Todas las víctimas eran inmigrantes.
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“El problema con la xenofobia es que no es una protesta, es un crimen que se opone al espíritu Ubuntu, es una demostración de la naturaleza inhumana y los daños sufridos generan un gran impacto en la vida de las personas”, escribieron los investigadores Mathew Tirivangasi y Louis Nyahunda en 2020.
Aunque el rechazo al extranjero no se ha extinguido en el país, los hechos de 2008 sí confrontaron a Sudáfrica que comenzó a buscar la manera de luchar contra este fenómeno.
“La estabilidad y la calma se restablecieron mediante una estrecha cooperación entre los gobiernos provinciales y las comunidades locales”, explicaron los investigadores. El gobierno sensibilizó a las personas sobre la importancia de la coexistencia y visitó a comunidades afectadas para intentar de reintegrarlas en los lugares donde vivieron antes de los ataques. Decenas de actores participaron en la lucha: empresas, deportistas, movimientos sindicales, artistas, líderes religiosos, formaciones comunitarias, entre otros. El gobierno sudafricano se comprometió con la gente, adoptó nuevas tecnologías, creó refugios, condenó a los traficantes del miedo, arrestó y procesó a los perpetradores. Pero no todo funcionó a la perfección.
“Se trata de respuestas estratégicas que resultaron eficaces para poner fin a la propagación de los ataques, pero que no resolvieron cómo prevenirlos en el futuro”, comentaron Tirivangasi y Nyahunda. El problema con la xenofobia es que rechaza la existencia del otro, es un sentimiento de desprecio y fobia hacia los migrantes que se traduce en la violación sistemática de derechos humanos, que de no tratarse a tiempo puede generar efectos devastadores en el mundo.
En Estados Unidos, por ejemplo, el discurso antiinmigrante impulsado por Donald Trump en 2016 agitó las redes sociales. El expresidente legitimó un mensaje peligroso que resultó en expresiones violentas contra musulmanes y latinos, principalmente. En la era de Trump, aproximadamente cuatro de cada diez latinos (38 %) experimentaron discriminación en EE. UU., según datos del Pew Research Center. Esto sin contar que una coalición de grupos asiático-estadounidenses denunció cerca de 3.800 incidentes de odio desde marzo de 2020 hasta febrero de 2021.
Política y xenofobia
El de Trump es tan solo un ejemplo del peligro de politizar el rechazo al inmigrante. En Europa varios líderes de derecha, principalmente, han agitado la xenofobia con intenciones electorales. América Latina no es la excepción: solo basta ver lo que pasó en las recientes elecciones de Perú y Ecuador, en las que los migrantes venezolanos fueron el centro del debate. Y no positivo, pues los responsabilizaron de todos los males del país, se convirtieron en los chivos expiatorios de la inseguridad, la pobreza y hasta de transmisión del COVID-19. Todo falso, por supuesto.
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Carolina Rodríguez, gerente de Programa en Mercy Corps Colombia, le explicó a este diario que “en las elecciones de Perú y Ecuador se instrumentalizó la migración desde las dos orillas del espectro político con comentarios xenófobos”.
Colombia no es ajena al problema, pues desde el presidente Iván Duque, pasando por la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, y por gobernadores y alcaldes locales, se han hecho peligrosas declaraciones que solo aumentan el odio hacia el venezolano, principalmente, y justifican el rechazo que siente parte de la población local. López pidió disculpas por sus mensajes: “Aprovecho la ocasión para pedir excusas. Dos veces me he referido al tema de la población migrante y dos veces he causado una polémica que no es lo que queremos causar. Lo que queremos es explicar que estamos enfrentando un desafío. Todos, no importa de donde vengamos. Enfrentamos desafíos de empleo, pobreza e inseguridad”, dijo la mandataria.
De Venezuela han salido en los últimos años más de 5 millones de ciudadanos, la mayoría hacia países vecinos: Colombia, Perú, Brasil y Ecuador han sido los que han recibido el número mayor de inmigrantes. Una oleada migratoria nunca antes vista que desató sentimientos de rechazo y estigmatización.
Con un agravante: la instrumentalización de la xenofobia que tan hábilmente hacen algunos políticos, que la disfrazan de buenas intenciones. En Colombia, por ejemplo, se han popularizado las declaraciones con un “pero” cuando se habla del migrante venezolano. Son comunes frases como: “Que vengan a Colombia, “pero” que cumplan las leyes, o “yo estoy a favor de los venezolanos “pero” que se adapten a la cultura colombiana”.
Esta “perorización”, señaló Ronal Rodríguez, investigador del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario, recuerda cómo la politización de la migración en países como Alemania, Estados Unidos y otros en Europa se ha convertido en un arma peligrosa que ha puesto en riesgo los modelos democráticos “El discurso polarizador es una de las herramientas de la derecha radical que daña a la sociedad en su conjunto”, explicó Rodríguez.
“En Colombia tenemos que pensar cómo no instrumentalizar el tema y cómo vamos a integrar a los venezolanos en los planes de gobierno (...) También la idea es activar a la ciudadanía para que reporten estos casos de xenofobia a la Procuraduría y a la Personería en las regiones. Además, es importante estar atentos a no caer en cadenas de desinformación en temas como la pandemia, la implementación del Estatuto Temporal de Protección para los Migrantes Venezolanos (ETPMV), la inseguridad o el desempleo. Es fundamental consultar fuentes sólidas y ayudar a romper estos estigmas”, agregó Rodríguez, de Mercy Corps.
El odio al migrante en redes sociales
Según una encuesta realizada por la OIM a los venezolanos en Centroamérica y el Caribe, casi un tercio de las personas dijeron haber experimentado algún tipo de discriminación. La mayoría de ellos (93 %) informaron que fueron discriminados por su nacionalidad. En Colombia, el rechazo a la población migrante parece no ceder. El 66 % de las personas consultadas en la más reciente encuesta Invamer dice no estar de acuerdo en la implementación del Estatuto de Protección Temporal a Migrantes, una cifra que parece no mejorar. En diciembre de 2019, el 62 % de los consultados no estaban de acuerdo con que el Gobierno acogiera a los venezolanos. Es decir, que el problema va de mal en peor.
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“La xenofobia es algo que sale de adentro, que es irracional y que termina haciéndole sentir al otro que no pertenece, que está en el lugar equivocado, que es ajeno. Y esta práctica empieza a construirse en los lugares donde hay movilidad humana, y empieza a tener sus efectos devastadores sobre los más vulnerables. Ahí aparecen las personas LGBT”, dijo Wilson Castañeda, director de Caribe Afirmativo, quien advirtió que este fenómeno se aprovecha de la no nacionalidad de las personas para desconocer sus derechos. “El año pasado asesinaron a 20 personas abiertamente LGBT, y en lo que va de 2021 han asesinado a nueve personas más. Es decir, en un total de 17 meses hemos tenido 29 homicidios de personas abiertamente LGBT de origen venezolano”, explicó.
Las redes son un buen termómetro para medir la xenofobia. Alejandro Daly, director del Barómetro de Xenofobia, una plataforma que analiza la conversación sobre migración venezolana en Twitter, medios de comunicación y páginas web, aseguró que las redes sociales son una caja de resonancia para los comentarios de odio: “Twitter termina siendo un espacio en el que las personas comentan lo que en la práctica piensan, pero no dicen. El problema es que la gente cree que estos trinos no tienen repercusión, pero hemos identificado que sí generan un cambio en los imaginarios colectivos que tienen las personas en Colombia sobre la migración”, dijo.
Por eso son tan peligrosas las declaraciones de políticos colombianos en redes sociales. “Los funcionarios públicos, los medios locales y comunitarios, así como las cuentas institucionales de las policías, son determinantes en el aumento de la xenofobia en el país”, explicó Daly, quien insiste en que luchar contra la xenofobia no es sinónimo de atacar a los demás en redes. “Un ejemplo: identificamos que en las segundas declaraciones de Claudia López hubo un incremento del 1.100 % en los mensajes de integración o denuncia de xenofobia, versus un incremento del 600 % en los mensajes xenófobos. Sin embargo, dentro de ese 1.100 % vimos muchos mensajes de odio contra la alcaldesa discriminándola por ser mujer o por ser lesbiana. No estamos logrando nada si queremos combatir el discurso de odio con más odio. Estamos contra el mensaje, no contra la persona”, agregó Daly.
Para frenar la estigmatización en redes sociales, el director del Barómetro de Xenofobia explicó que es importante identificar cuáles son las palabras que generalmente preceden a mensajes xenófobos. “La palabra veneco, por ejemplo, era utilizada como un saludo fraterno. Pero ahora perdió la connotación positiva y en redes es utilizada con groserías y calificativos como ‘plaga’ o ‘asesinos’. En un 80 % de los casos está asociada a un mensaje de odio, de ahí que es importante entender que el lenguaje sí genera realidad y que hay ciertas palabras que sí están relacionadas con un lenguaje discriminatorio”.
La xenofobia sí se puede reducir
“Con la música podemos prevenir la xenofobia y acercarnos a los jóvenes. El rap es cultura porque no solo son sonidos y letras, los chicos y las chicas se expresan bailando break dance. Incluso, hay muchos otros que son artistas y dibujan grafitis para darle vida a los lugares más opacos”, dijo Yanka, artista colombo-venezolana, que estrenó su canción Mi país, con la que expresa su rechazo a la xenofobia. “Además de este estreno, sacamos una canción en contra del maltrato hacia la mujer que se llama Libérate. De eso se trata, de crear mensajes positivos en la música”, comentó Yanka.
Carolina Rodríguez agregó que más allá de la inclusión económica y laboral de los migrantes venezolanos, “tenemos que empezar a pensar en la inclusión en la comunidad y verlos como aliados y aliadas en el proceso (...) Con Caribe Afirmativo estamos apoyando un emprendimiento de un grupo de 14 mujeres, la mitad de ellas venezolanas, todas pertenecientes a la comunidad LGTBI. Ellas están montando una banda musical con la que empezarán a apoyar eventos cuando pase la pandemia”, aseveró.
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La gerente de Programa de Mercy Corps cuenta que en Cartagena también están trabajando con el Establecimiento Público Ambiental, el Sena y la Alcaldía de Cartagena apoyando unos emprendimientos verdes con un grupo de colombianos y venezolanos. “Lo bonito de estos proyectos es que no solo se trata de generación de ingresos, sino de las redes de apoyo que se crean a partir de estos grupos”.
Alejandro Daly sostuvo que varias organizaciones internacionales, Naciones Unidas, el Gobierno Nacional y grupos de la sociedad civil, se unieron para crear el proyecto “Celebremos sin fronteras”. “Gracias a la campaña hubo un aumento considerable en los comentarios de integración y una reducción importante en los comentarios xenófobos. Esta iniciativa fue clave, porque unió a varias organizaciones y logró tener un buen impacto en Colombia”.
La xenofobia crece por falta de conocimiento. Por eso es clave entender los beneficios de la migración. Las personas migrantes contribuyen al crecimiento inclusivo y al desarrollo sostenible de una nación, según cifras oficiales. En Colombia, por ejemplo, la economía y el gasto decreció menos debido a la migración que llegó en los últimos años, según un estudio de la firma Raddar. “El gasto de los hogares, sin contar los migrantes venezolanos, ascendió a $414,2 billones, mientras que si se le suma lo que han gastado estos extranjeros en ese período, esta cifra llega a los $430,8 billones”, se señala en el documento.
Para Hugh Aprile, director de País de Mercy Corps en Colombia, hay ejemplos concretos sobre cómo los venezolanos crearon emprendimientos en algunas zonas del país y contribuyen a la economía local dando empleo a los colombianos. “Las ciudades que logren aprovechar al máximo la llegada de los migrantes van a ser las que más logren recuperarse económicamente una vez se supere la pandemia”, dijo Aprile.