Elecciones en Brasil: ¿cómo arrancan las campañas de Lula y Bolsonaro?
La pregunta que más se hacen los medios brasileños es: “¿Habrá golpe?”. Ese es el indicador de que Brasil atraviesa por unas elecciones agitadas. Con las candidaturas oficializadas esta semana haremos un primer barrido por ambas campañas.
María Paula Ardila
Camilo Gómez Forero
La pregunta que más se hace la prensa brasileña a tres meses de las elecciones no es cómo los candidatos lidiarán con la creciente inseguridad en el país o qué políticas tienen para sacarlos del mapa del hambre de la Organización de las Naciones Unidas, al que reingresaron este año. Tampoco es sobre qué plan hay para revertir el daño hecho por la deforestación. Nada de esto. La pregunta que más se hacen los medios brasileños es: “¿Habrá golpe?”. Ese es el indicador de que Brasil atraviesa por las elecciones más agitadas en años, marcadas por el asesinato de un militante del partido del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva a manos de un simpatizante del actual mandatario, Jair Bolsonaro, hace unas semanas. Con las candidaturas oficializadas esta semana, haremos un primer barrido por ambas campañas, analizando la estrategia de cada candidato y sus posibilidades de victoria.
Al estilo Trump
El presidente y candidato Bolsonaro luce empeñado en hacer todo lo posible para que las próximas elecciones en su país sean una repetición del caos visto en Estados Unidos en 2020, esperando que esta estrategia juegue a su favor. Cada uno de los movimientos de Bolsonaro parece salido del libro de jugadas del expresidente estadounidense Donald Trump: ha insistido en atacar al órgano electoral brasileño, sembrando dudas de manera incesante sobre un supuesto fraude con el apoyo de sus hijos, aunque sin presentar pruebas. Incluso instó a diplomáticos extranjeros a apoyar sus conspiraciones, pero se encontró con su rechazo.
Bolsonaro también ha casado peleas con las celebridades que cuestionan sus políticas para permanecer en los titulares —como es el caso de su continua riña con el actor Leonardo DiCaprio— y ha aprobado amplios programas sociales de ayuda económica faltando solo tres meses para los comicios, por lo que se le acusa de querer “comprar al pueblo” al igual que Trump. Pero el movimiento que más ha causado preocupación fue el que vino el pasado domingo, cuando al lanzar su candidatura se atrevió a poner a las fuerzas militares en el centro de su discurso.”El Ejército está de nuestro lado”, dijo el mandatario, reviviendo las declaraciones de Trump en las que aseguraba que los uniformados votarían por él y estaban de su lado. Con el recuerdo de la insurrección en EE. UU., las declaraciones y el estilo de Bolsonaro han avivado el temor por un posible desenlace violento de las elecciones en Brasil, ya sea con sus seguidores asaltando las instituciones o con los uniformados apoyando un golpe. Fue por esta razón que el secretario de Defensa de EE. UU., Lloyd Austin, remarcó esta semana la necesidad de vigilar a las fuerzas militares bajo un “firme control civil”, durante una visita al país.
“Creo que él (Bolsonaro) intentará hacer todo lo que quiera y hay que tener en cuenta que los militares son más responsables que Bolsonaro. Viví con ellos y puedo decir que no tengo ninguna queja sobre el comportamiento de las Fuerzas Armadas”, señaló el candidato Lula en una entrevista con UOL, tratando de calmar los ánimos sobre los militares. Pero las palabras de Lula no solo buscarían dar un parte de tranquilidad a nivel nacional y en el exterior, sino que también serían una muestra de los acercamientos del candidato del Partido de los Trabajadores (PT) con los militares.
A mitad de la semana, la periodista Juliana Braga publicó en Folha de São Paulo un artículo en el que asegura que los militares, al igual que el llamado centrão (grupo de partidos de centro de Brasil), tienen un pie en cada bote: que están con Bolsonaro y al mismo tiempo con Lula, a quien solo le piden mantener los cambios hechos a su sistema pensional, evitar que sus principales proyectos estratégicos, como el de un submarino nuclear, queden desfinanciados, y mantenerlos al margen de la política, pues se sienten incómodos con la forma en la que Bolsonaro los ha usado en su discurso. Además, le habrían sugerido al PT nombrar a un militar retirado en el Ministerio de Defensa para mantener “relaciones armoniosas”. Entonces, sin el apoyo inquebrantable de los militares, ¿qué le queda a Bolsonaro?
El panorama no es el mejor para el autobautizado “mito”. También ha perdido apoyo del centrão, que está saltando de su barco ante su desgaste. Todavía cuenta, como Trump, con el respaldo de bolsonaristas fieles y un sector de los evangélicos, además del apoyo de los funcionarios bolsonaristas que fueron electos con él en 2018, pero esto es insuficiente. Le quedan tres meses de campaña y podría dar sorpresa, pero repartir dinero y sembrar conspiraciones podría ser una estrategia que se le quede corta.
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¿Un Brasil con amnesia?
El avance del autoritarismo y la destrucción institucional promovida por el bolsonarismo, como lo dijo la socióloga Camila de Mario hace unos meses, cimentaron el camino para que la izquierda en Brasil, de la mano de Lula da Silva, llegara más fuerte que nunca a la campaña presidencial. Según el sondeo de intención de voto más reciente del instituto de encuestas FSB, Lula tiene un 44 % de apoyo, mientras que Bolsonaro cuenta con un 31 %.”Tiene a su favor el hecho de que el actual presidente destruyó completamente lo que fue el gran logro del gobierno Lula: sacar a Brasil del mapa del hambre”, le comentó a este diario Ana Tereza Duarte, politóloga y doctoranda en ciencia política de la Universidad Federal de Pernambuco (UFPE). Y es que Lula llega a su campaña en un momento en que Brasil superó con creces las cifras de hambre registradas en 2020, hasta alcanzar los 33 millones de brasileños que viven en esta condición en 2022, según datos de Red Penssan.
Sin mencionar que el país llegó a un récord de 14,4 millones de desempleados en abril de 2021 y casi 600.000 empresas quebraron, según datos de Oxfam. Sin embargo, es justo ese panorama lo que, a la vez, le da una desventaja frente a 2003, cuando Brasil estaba en la gloria.
“Lula gobernó durante años de gran bonanza económica para América Latina, los altos precios de los commodities y, en general, la primera década del siglo fue relativamente positiva y fácil para los gobiernos de la región”, nos explicó Hugo Borsani, profesor de la Universidad del Estatal del Norte Fluminense e integrante de Latinoamérica 21, quien agregó que, durante los gobiernos de Lula, gran parte de la población brasileña logró salir de la pobreza y alcanzar un nivel de consumo que no se tenía antes.
“Pero la herencia nacional e internacional que asumiría ahora es mucho más complicada”, comentó el experto, al referirse a una crisis alimentaria que se avecina en la región por la guerra en Ucrania y a la inflación de dos dígitos luego de la pandemia.
Y en este punto también habría que hablar de las heridas del pasado: el escándalo de corrupción que llevó a Lula a la cárcel puso sobre la mesa las irregularidades que contribuyeron a frenar esa era de prosperidad en Brasil, como se lee en un artículo de The New York Times. “Muchos de los proyectos que Da Silva puso en marcha, según los críticos, eran insostenibles, suponían un despilfarro y estaban contaminados por la corrupción”, se lee en la publicación del diario estadounidense. Pero en este punto, y tras las victorias legales que le permitieron a Lula volver a la campaña, pareciera que pesan más los escándalos de Bolsonaro y no el pasado turbulento del entonces líder sindical.
“El período en el que más trabajé fue cuando él era presidente”, aseguró el pescador José Rodrigo da Silva al Times. “Todo el mundo roba. Pero él nos dio prioridad”, agregó.
¿Qué sigue? “Si bien los problemas económicos no explotaron en sus manos, sí en los de su sucesora; Lula se enfocó en el aumento del consumo, pero poco en reformas importantes. Y es justamente eso lo que se le reclama ahora: debe impulsar reformas profundas y no superficiales”, comentó Borsani. Y pareciera que ya está dando algunos pasos.
“Que Geraldo Alckmin sea su fórmula vicepresidencial fue una jugada inteligente por parte de Lula, porque eso transmite una idea de moderación, de liberalismo, y que no será una izquierda radical”, comentó Duarte, quien agregó que, en su opinión, si Da Silva llega a la Presidencia es probable que sea pragmático. “Nunca gobernó de una manera populista, conversó con los empresarios y tuvo a los banqueros a su lado. Incluso, diría que él sería capaz de hacer privatizaciones si fuera necesario”, agregó la experta.
Los seguidores de Lula no están de acuerdo con la designación de Alckim como su fórmula, pero saben que es un “mal necesario” para derrotar a Bolsonaro. Entre ellos está la activista de la Asociación Nacional de Travestis y Transexuales (ANTRA), Bruna Benevides, quien afirma que la historia no terminará acá. “Sacar a Bolsonaro del poder no será suficiente”.
“Cuando Bolsonaro fue elegido en 2018, trajo consigo una lista de políticos alineados con su forma y su visión, una política antiderechos humanos, contra la comunidad LGBTIQ+, contra la protección de las personas indígenas, así como una política racista. En 2018 se eligieron muchos “bolsonaros” en varios niveles del Estado. Esto es muy importante, porque sacarlos del poder requiere una organización y una fuerza más larga en términos de tiempo. No creemos que sacar a Bolsonaro solucione los problemas de Brasil, pero es una respuesta a todo lo malo que él representa”, aseveró Benevides.
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La pregunta que más se hace la prensa brasileña a tres meses de las elecciones no es cómo los candidatos lidiarán con la creciente inseguridad en el país o qué políticas tienen para sacarlos del mapa del hambre de la Organización de las Naciones Unidas, al que reingresaron este año. Tampoco es sobre qué plan hay para revertir el daño hecho por la deforestación. Nada de esto. La pregunta que más se hacen los medios brasileños es: “¿Habrá golpe?”. Ese es el indicador de que Brasil atraviesa por las elecciones más agitadas en años, marcadas por el asesinato de un militante del partido del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva a manos de un simpatizante del actual mandatario, Jair Bolsonaro, hace unas semanas. Con las candidaturas oficializadas esta semana, haremos un primer barrido por ambas campañas, analizando la estrategia de cada candidato y sus posibilidades de victoria.
Al estilo Trump
El presidente y candidato Bolsonaro luce empeñado en hacer todo lo posible para que las próximas elecciones en su país sean una repetición del caos visto en Estados Unidos en 2020, esperando que esta estrategia juegue a su favor. Cada uno de los movimientos de Bolsonaro parece salido del libro de jugadas del expresidente estadounidense Donald Trump: ha insistido en atacar al órgano electoral brasileño, sembrando dudas de manera incesante sobre un supuesto fraude con el apoyo de sus hijos, aunque sin presentar pruebas. Incluso instó a diplomáticos extranjeros a apoyar sus conspiraciones, pero se encontró con su rechazo.
Bolsonaro también ha casado peleas con las celebridades que cuestionan sus políticas para permanecer en los titulares —como es el caso de su continua riña con el actor Leonardo DiCaprio— y ha aprobado amplios programas sociales de ayuda económica faltando solo tres meses para los comicios, por lo que se le acusa de querer “comprar al pueblo” al igual que Trump. Pero el movimiento que más ha causado preocupación fue el que vino el pasado domingo, cuando al lanzar su candidatura se atrevió a poner a las fuerzas militares en el centro de su discurso.”El Ejército está de nuestro lado”, dijo el mandatario, reviviendo las declaraciones de Trump en las que aseguraba que los uniformados votarían por él y estaban de su lado. Con el recuerdo de la insurrección en EE. UU., las declaraciones y el estilo de Bolsonaro han avivado el temor por un posible desenlace violento de las elecciones en Brasil, ya sea con sus seguidores asaltando las instituciones o con los uniformados apoyando un golpe. Fue por esta razón que el secretario de Defensa de EE. UU., Lloyd Austin, remarcó esta semana la necesidad de vigilar a las fuerzas militares bajo un “firme control civil”, durante una visita al país.
“Creo que él (Bolsonaro) intentará hacer todo lo que quiera y hay que tener en cuenta que los militares son más responsables que Bolsonaro. Viví con ellos y puedo decir que no tengo ninguna queja sobre el comportamiento de las Fuerzas Armadas”, señaló el candidato Lula en una entrevista con UOL, tratando de calmar los ánimos sobre los militares. Pero las palabras de Lula no solo buscarían dar un parte de tranquilidad a nivel nacional y en el exterior, sino que también serían una muestra de los acercamientos del candidato del Partido de los Trabajadores (PT) con los militares.
A mitad de la semana, la periodista Juliana Braga publicó en Folha de São Paulo un artículo en el que asegura que los militares, al igual que el llamado centrão (grupo de partidos de centro de Brasil), tienen un pie en cada bote: que están con Bolsonaro y al mismo tiempo con Lula, a quien solo le piden mantener los cambios hechos a su sistema pensional, evitar que sus principales proyectos estratégicos, como el de un submarino nuclear, queden desfinanciados, y mantenerlos al margen de la política, pues se sienten incómodos con la forma en la que Bolsonaro los ha usado en su discurso. Además, le habrían sugerido al PT nombrar a un militar retirado en el Ministerio de Defensa para mantener “relaciones armoniosas”. Entonces, sin el apoyo inquebrantable de los militares, ¿qué le queda a Bolsonaro?
El panorama no es el mejor para el autobautizado “mito”. También ha perdido apoyo del centrão, que está saltando de su barco ante su desgaste. Todavía cuenta, como Trump, con el respaldo de bolsonaristas fieles y un sector de los evangélicos, además del apoyo de los funcionarios bolsonaristas que fueron electos con él en 2018, pero esto es insuficiente. Le quedan tres meses de campaña y podría dar sorpresa, pero repartir dinero y sembrar conspiraciones podría ser una estrategia que se le quede corta.
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¿Un Brasil con amnesia?
El avance del autoritarismo y la destrucción institucional promovida por el bolsonarismo, como lo dijo la socióloga Camila de Mario hace unos meses, cimentaron el camino para que la izquierda en Brasil, de la mano de Lula da Silva, llegara más fuerte que nunca a la campaña presidencial. Según el sondeo de intención de voto más reciente del instituto de encuestas FSB, Lula tiene un 44 % de apoyo, mientras que Bolsonaro cuenta con un 31 %.”Tiene a su favor el hecho de que el actual presidente destruyó completamente lo que fue el gran logro del gobierno Lula: sacar a Brasil del mapa del hambre”, le comentó a este diario Ana Tereza Duarte, politóloga y doctoranda en ciencia política de la Universidad Federal de Pernambuco (UFPE). Y es que Lula llega a su campaña en un momento en que Brasil superó con creces las cifras de hambre registradas en 2020, hasta alcanzar los 33 millones de brasileños que viven en esta condición en 2022, según datos de Red Penssan.
Sin mencionar que el país llegó a un récord de 14,4 millones de desempleados en abril de 2021 y casi 600.000 empresas quebraron, según datos de Oxfam. Sin embargo, es justo ese panorama lo que, a la vez, le da una desventaja frente a 2003, cuando Brasil estaba en la gloria.
“Lula gobernó durante años de gran bonanza económica para América Latina, los altos precios de los commodities y, en general, la primera década del siglo fue relativamente positiva y fácil para los gobiernos de la región”, nos explicó Hugo Borsani, profesor de la Universidad del Estatal del Norte Fluminense e integrante de Latinoamérica 21, quien agregó que, durante los gobiernos de Lula, gran parte de la población brasileña logró salir de la pobreza y alcanzar un nivel de consumo que no se tenía antes.
“Pero la herencia nacional e internacional que asumiría ahora es mucho más complicada”, comentó el experto, al referirse a una crisis alimentaria que se avecina en la región por la guerra en Ucrania y a la inflación de dos dígitos luego de la pandemia.
Y en este punto también habría que hablar de las heridas del pasado: el escándalo de corrupción que llevó a Lula a la cárcel puso sobre la mesa las irregularidades que contribuyeron a frenar esa era de prosperidad en Brasil, como se lee en un artículo de The New York Times. “Muchos de los proyectos que Da Silva puso en marcha, según los críticos, eran insostenibles, suponían un despilfarro y estaban contaminados por la corrupción”, se lee en la publicación del diario estadounidense. Pero en este punto, y tras las victorias legales que le permitieron a Lula volver a la campaña, pareciera que pesan más los escándalos de Bolsonaro y no el pasado turbulento del entonces líder sindical.
“El período en el que más trabajé fue cuando él era presidente”, aseguró el pescador José Rodrigo da Silva al Times. “Todo el mundo roba. Pero él nos dio prioridad”, agregó.
¿Qué sigue? “Si bien los problemas económicos no explotaron en sus manos, sí en los de su sucesora; Lula se enfocó en el aumento del consumo, pero poco en reformas importantes. Y es justamente eso lo que se le reclama ahora: debe impulsar reformas profundas y no superficiales”, comentó Borsani. Y pareciera que ya está dando algunos pasos.
“Que Geraldo Alckmin sea su fórmula vicepresidencial fue una jugada inteligente por parte de Lula, porque eso transmite una idea de moderación, de liberalismo, y que no será una izquierda radical”, comentó Duarte, quien agregó que, en su opinión, si Da Silva llega a la Presidencia es probable que sea pragmático. “Nunca gobernó de una manera populista, conversó con los empresarios y tuvo a los banqueros a su lado. Incluso, diría que él sería capaz de hacer privatizaciones si fuera necesario”, agregó la experta.
Los seguidores de Lula no están de acuerdo con la designación de Alckim como su fórmula, pero saben que es un “mal necesario” para derrotar a Bolsonaro. Entre ellos está la activista de la Asociación Nacional de Travestis y Transexuales (ANTRA), Bruna Benevides, quien afirma que la historia no terminará acá. “Sacar a Bolsonaro del poder no será suficiente”.
“Cuando Bolsonaro fue elegido en 2018, trajo consigo una lista de políticos alineados con su forma y su visión, una política antiderechos humanos, contra la comunidad LGBTIQ+, contra la protección de las personas indígenas, así como una política racista. En 2018 se eligieron muchos “bolsonaros” en varios niveles del Estado. Esto es muy importante, porque sacarlos del poder requiere una organización y una fuerza más larga en términos de tiempo. No creemos que sacar a Bolsonaro solucione los problemas de Brasil, pero es una respuesta a todo lo malo que él representa”, aseveró Benevides.
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