En el fútbol, las mujeres no le temen a dar sus opiniones
Mientras que muchos futbolistas varones evitan opinar sobre temas políticos o difíciles, muchas de las jugadoras del Mundial femenino de Fútbol han enviado fuertes mensajes en busca de la igualdad y el respeto por las diferencias.
Jesús Mesa / @JesusMesa
Megan Rapinoe tenía cuatro años cuando su hermano Brian le enseñó a jugar fútbol. Lo hacían casi todos los días. Era uno de los pocos deportes que podían practicar juntos sin problemas. Su hermano era mayor, jugaba de puntero izquierdo y lo hacía bien. Usaba el número 7 en la camiseta. Megan, cuatro años menos que él, lo admiraba y quería seguir sus pasos.
Por cosas de la vida, mientras Megan entrenaba y conseguía meterse en los equipos juveniles del equipo femenil de Estados Unidos, su hermano Brian estaba en otro cuento. Tuvo una adolescencia difícil y no terminó el colegio. Acabó preso por posesión de drogas. Mientras tanto, la carrera de Megan fue en ascenso y se convirtió en un ícono para su país.
Pero, a pesar de sus diferentes caminos, los hermanos se han mantenido cerca a través de cartas, llamadas telefónicas y mensajes de texto. Brian la sorprendió en el estadio el día que marcó el gol de la clasificación para su equipo.
“Yo era su héroe, pero ahora, no hay duda, ella es la mía”, dice su hermano.
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Rapinoe no solo se convirtió en una heroína para su hermano, sino también para millones de mujeres que juegan fútbol. Su celebración tras anotarle a Francia, con los brazos abiertos, sintiéndose la dueña del mundo, quedó plasmada como una de las postales del Mundial Femenino de Fútbol que termina este domingo en París.
Igualdad salarial, discriminación y machismo son los problemas que las jugadoras reconocen como los más graves, de acuerdo con un reportaje realizado por The New York Times, para el cual entrevistaron a las 108 futbolistas. La queja más recurrente radica en las desigualdades frente a sus pares masculinos.
Rapinoe, por ejemplo, amenazó con no asistir al Mundial de Fútbol y ha sido una de las voces más destacadas en la batalla del equipo de los EE. UU. con su federación. La noruega Ada Hegerberg, última ganadora del Balón de Oro, declinó su participación en la competición por la misma razón. La brasileña Marta Vieira da Silva, reconocida en seis ocasiones como la mejor futbolista del mundo, renunció a lucir una marca comercial en sus botas durante un partido para pedir igualdad real a través de la campaña Go Equal.
“Necesitamos apoyo. Pero más que apoyo, necesitamos respeto. Y dar valor es la mejor forma de mostrar respeto a alguien. En el deporte. En la vida. Por eso la equidad es algo por lo que todas y todos todavía debemos luchar. Y la hora de actuar es ahora”, afirmó la jugadora en su cuenta de Instagram.
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El Mundial también ha servido para visibilizar el problema que tienen muchas jugadoras para llegar al profesionalismo. Increíblemente, países como Argentina y Chile, potencias en el fútbol suramericano, no habían llegado a clasificar al torneo en 12 años, gracias, en parte, a la falta de apoyo oficial.
Estas luchas políticas han coincidido con el Mundial Femenino más exitoso de todos los tiempos. El partido entre Estados Unidos e Inglaterra por las semifinales del torneo tuvo 7 millones de espectadores y fue el partido de fútbol más visto en la televisión estadounidense desde la final de la Copa Mundial de 2018. En Inglaterra, un país con una mayor cultura futbolera, fue sintonizado por la nada despreciable cifra de 11 millones de personas. Y esto sin contar la audiencia global, que la FIFA calcula alcanzará los mil millones de espectadores.
“Este Mundial muestra que si le dan al fútbol femenino pueden encontrarse con un producto atractivo y de gran calidad”, afirma Natalia Gaitán, jugadora profesional colombiana, capitana de la selección femenina del país, que milita actualmente en el Valencia de España. “Hay partidos que han sido de mucho nivel y dinamismo, que es lo que normalmente se le critica al fútbol femenino”, agrega.
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El Mundial Femenino de Francia es también el primero desde la explosión del movimiento Me Too, que empoderó a millones de mujeres del mundo para denunciar las injusticias y abusos de género. Las jugadoras lo saben y han aprovechado la vitrina del torneo para enviar, no solo mensajes de igualdad salarial, sino también de respeto a las diferencias. Algo que sus pares masculinos evitan o lo hacen con escuetas declaraciones prefabricadas.
Megan Rapinoe, por ejemplo, aprovechó una de las victorias de Estados Unidos para celebrar el orgullo gay. “No puedes ganar un campeonato sin gais en tu equipo, nunca se ha hecho antes, nunca. ¡Es ciencia!”, afirmó sin titubeos. De hecho, sus compañeras de equipo Tierna Davidson, Adrianna Franch, Ashlyn Harris y Ali Krieger son lesbianas o bisexuales, al igual que docenas de jugadoras en otros equipos.
Así, con todos estos ingredientes políticos y deportivos, termina este domingo el Mundial Femenino de Fútbol en Lyon. Estados Unidos y Holanda se disputarán un trofeo de una competición en la que, pase lo que pase, no habrá perdedoras. Porque, como nunca antes, ahora el mundo está pendiente del fútbol de mujeres.
Megan Rapinoe tenía cuatro años cuando su hermano Brian le enseñó a jugar fútbol. Lo hacían casi todos los días. Era uno de los pocos deportes que podían practicar juntos sin problemas. Su hermano era mayor, jugaba de puntero izquierdo y lo hacía bien. Usaba el número 7 en la camiseta. Megan, cuatro años menos que él, lo admiraba y quería seguir sus pasos.
Por cosas de la vida, mientras Megan entrenaba y conseguía meterse en los equipos juveniles del equipo femenil de Estados Unidos, su hermano Brian estaba en otro cuento. Tuvo una adolescencia difícil y no terminó el colegio. Acabó preso por posesión de drogas. Mientras tanto, la carrera de Megan fue en ascenso y se convirtió en un ícono para su país.
Pero, a pesar de sus diferentes caminos, los hermanos se han mantenido cerca a través de cartas, llamadas telefónicas y mensajes de texto. Brian la sorprendió en el estadio el día que marcó el gol de la clasificación para su equipo.
“Yo era su héroe, pero ahora, no hay duda, ella es la mía”, dice su hermano.
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Rapinoe no solo se convirtió en una heroína para su hermano, sino también para millones de mujeres que juegan fútbol. Su celebración tras anotarle a Francia, con los brazos abiertos, sintiéndose la dueña del mundo, quedó plasmada como una de las postales del Mundial Femenino de Fútbol que termina este domingo en París.
Igualdad salarial, discriminación y machismo son los problemas que las jugadoras reconocen como los más graves, de acuerdo con un reportaje realizado por The New York Times, para el cual entrevistaron a las 108 futbolistas. La queja más recurrente radica en las desigualdades frente a sus pares masculinos.
Rapinoe, por ejemplo, amenazó con no asistir al Mundial de Fútbol y ha sido una de las voces más destacadas en la batalla del equipo de los EE. UU. con su federación. La noruega Ada Hegerberg, última ganadora del Balón de Oro, declinó su participación en la competición por la misma razón. La brasileña Marta Vieira da Silva, reconocida en seis ocasiones como la mejor futbolista del mundo, renunció a lucir una marca comercial en sus botas durante un partido para pedir igualdad real a través de la campaña Go Equal.
“Necesitamos apoyo. Pero más que apoyo, necesitamos respeto. Y dar valor es la mejor forma de mostrar respeto a alguien. En el deporte. En la vida. Por eso la equidad es algo por lo que todas y todos todavía debemos luchar. Y la hora de actuar es ahora”, afirmó la jugadora en su cuenta de Instagram.
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Estas luchas políticas han coincidido con el Mundial Femenino más exitoso de todos los tiempos. El partido entre Estados Unidos e Inglaterra por las semifinales del torneo tuvo 7 millones de espectadores y fue el partido de fútbol más visto en la televisión estadounidense desde la final de la Copa Mundial de 2018. En Inglaterra, un país con una mayor cultura futbolera, fue sintonizado por la nada despreciable cifra de 11 millones de personas. Y esto sin contar la audiencia global, que la FIFA calcula alcanzará los mil millones de espectadores.
“Este Mundial muestra que si le dan al fútbol femenino pueden encontrarse con un producto atractivo y de gran calidad”, afirma Natalia Gaitán, jugadora profesional colombiana, capitana de la selección femenina del país, que milita actualmente en el Valencia de España. “Hay partidos que han sido de mucho nivel y dinamismo, que es lo que normalmente se le critica al fútbol femenino”, agrega.
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Megan Rapinoe, por ejemplo, aprovechó una de las victorias de Estados Unidos para celebrar el orgullo gay. “No puedes ganar un campeonato sin gais en tu equipo, nunca se ha hecho antes, nunca. ¡Es ciencia!”, afirmó sin titubeos. De hecho, sus compañeras de equipo Tierna Davidson, Adrianna Franch, Ashlyn Harris y Ali Krieger son lesbianas o bisexuales, al igual que docenas de jugadoras en otros equipos.
Así, con todos estos ingredientes políticos y deportivos, termina este domingo el Mundial Femenino de Fútbol en Lyon. Estados Unidos y Holanda se disputarán un trofeo de una competición en la que, pase lo que pase, no habrá perdedoras. Porque, como nunca antes, ahora el mundo está pendiente del fútbol de mujeres.