En México también hay personas desaparecidas bajo el agua
La historia de Édgar Villalva es la de una de las personas desaparecidas que han sido encontradas en cuerpos de agua, con apoyo de especialistas colombianos. Este tipo de búsquedas requiere de técnicas particulares y de una mayor atención por el país latinoamericano.
Karla Magaña, Sandra García y Alejandro Mendoza
El día 400 de la desaparición de Édgar Villalva, la Fiscalía del estado de México se comunicó con Bibiana, su hermana. Uno de los presuntos responsables de su desaparición, el ayudante de un taller mecánico, declaró que a Édgar lo asesinaron, lo metieron en un tambo de metal, que luego rellenaron con cemento y arrojaron a una laguna del Río Lerma, en Toluca.
Bibiana dice que las complicaciones para la búsqueda de su hermano se debieron a que los responsables fueron protegidos por quienes llevaron a cabo la investigación. Como si se tratara de un caso que con el tiempo se olvida, en el que la justicia llega sola y la vida tuviera que comienza de nuevo.
***
Ese 22 de abril, Chapis, como lo llamaban de cariño, bajó de su camioneta convencido de que solo cobraría un préstamo que había hecho hace tiempo. Los deudores lo citaron en un taller para pagarle; era casi mediodía en Toluca, hacía frío, por lo que lo convencieron de entrar al lugar.
—“Ándale, bájate para entregarte todos los papeles, que me firmes”.
Iba nervioso, solo quería cobrar de la forma más sencilla lo que le pertenecía, pero el plan no era pagarle, el deudor sacó un arma y la acercó a él.
Entre gritos, mentiras y groserías se escucharon tres plomazos, todos directos a Édgar. El chalán, asustado por lo que vio, los ayudó a meter su cuerpo en un tambo, con las extremidades dobladas y como pudieron. Le echaron cemento y lo fueron a tirar a una laguna, que guardó el secreto por 512 días.
Édgar pasó a ser parte de una estadística fantasma, de algo que se sabe pero que de boca en boca va haciéndose leyenda, comenzó a ser parte de las personas desaparecidas en el agua.
Las fiscalías de la República Mexicana, encargadas de hacer los registros de los hallazgos y de hacer mapas de las zonas propensas a ser usadas como fosas, tienen pocos datos de estas desapariciones. Se les solicitó información sobre los hallazgos de cuerpos u osamentas en afluente, entre 2006 y 2022. Solo 18 de los 32 estados respondieron con datos: Nuevo León, San Luis Potosí, Sinaloa y Tamaulipas los entregaron completos; siete estados tienen datos desde antes del 2015 y los otros siete solo después de este año.
En total se registran 4.963 cuerpos y 42 osamentas halladas en agua en 16 años, entre los estados que respondieron a la solicitud. Dentro de estos datos se evidencia que los afluentes con mayor número de hallazgos: son el Río Bravo (Tamaulipas), la Cañada del Lobo (San Luis Potosí), el río Nazas (Durango) y la presa Marte R. Gómez (Tamaulipas).
Estado | Cuerpos | Restos |
---|---|---|
Aguascalientes | 202 | 0 |
Chihuahua | 1098 | 0 |
Durango | 301 | 8 |
Guerrero | 10 | 2 |
Jalisco | 13 | 2 |
Michoachán | 119 | 8 |
Nayarit | 166 | 0 |
Nuevo León | 499 | 0 |
Oaxaca | 31 | 16 |
Querétaro | 80 | 0 |
Quintana Roo | 5 | 0 |
San Luis de Potosí | 69 | 0 |
Sinaloa | 505 | 0 |
Sonora | 220 | 5 |
Tabasco | 1053 | 0 |
Tamaulipas | 578 | 0 |
Tlaxcala | 11 | 0 |
Zacatecas | 3 | 0 |
***
La Comisión de Búsqueda del Estado de México se encargó de acompañar a la familia de Édgar en la búsqueda y de ser una de las guías que pusieron orden al esfuerzo e indagatorias que Bibiana y los suyos hicieron aún con más empeño que la Fiscalía estatal.
Primero, se determinaron polígonos de búsqueda con base en las sábanas de llamadas telefónicas; luego, vino un paso importante: ¿Cómo hacer la búsqueda dentro de cuerpos de agua?
Iniciaron fijando puntos en el mapa y, acompañada de la familia, la Comisión de Búsqueda empezó la labor, prescindiendo de la Fiscalía y recurriendo a instancias más grandes como la Comisión Nacional.
Para buscar a una persona en cuerpos acuáticos ya no bastan las palas y los picos, como los que usan decenas de madres buscadoras, que sin protocolos ni herramientas, deben pedir apoyo independiente de especialistas de distintas disciplinas para intentar de cualquier modo encontrar justicia. Aprenden a leer el agua, a mirar en casi completa oscuridad, a vivir con el duelo que comienza donde termina el miedo.
A esto se suma que cada cuerpo de agua es diferente e implica operaciones distintas. Según María Sol Salgado Ambros, titular de la Comisión de Búsqueda del Estado de México, buscar en un canal no es lo mismo que hacerlo en un pozo o en una laguna, como en la que finalmente encontraron a Édgar.
La primera vez que Bibiana entró a la Laguna de Ciénegas, la baja temperatura del agua le congelaba el cuerpo, no podía caminar: había mucha piedra y los lirios se enredaban en sus piernas. Compró overoles, pero tampoco sirvieron y aunque limpiaron la zona y sacaron los lirios, la inmensidad del agua parecía tragarse sus esperanzas: “Yo, cada que salía de esa laguna, salía con el corazón roto”. La frustración era constante.
Lidiar con la desesperación de ver lugares tan bastos, de no tener herramientas y sentir que las esperanzas se ahogan junto con la familia es un sentimiento que comparten los que buscan y al cual no hay forma de darle alivio.
Como bien afirma Jorge Escobar, ingeniero experto en hidrodinámica ambiental y parte del equipo de especialistas colombianos que desde la fundación Equitas han trabajado para el desarrollo de un modelo matemático de búsqueda de personas en cuerpos de agua, “el problema no es solo buscar el cuerpo, el problema es darles respuesta a las personas que perdieron a ese ser querido”.
Por ello, Salvador Estrada, buzo del INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia), que ha participado en prospecciones subacuáticas en México, afirma que hacer estas expediciones también conlleva el saber lidiar con las familias que lo único que esperan es el reencuentro con su ser amado y recomienda hablarles siempre con la verdad y no darles altas expectativas.
“Cada vez se vuelven más ingeniosos (...) yo he oído historias donde dicen que (utilizan) bloques de cemento, tambos, los deshacen, envuelven en malla ciclónica, meten piedras. Hay muchas variantes”, señala Estrada.
A pesar de esto y demás dificultades que pueden darse al buscar en un cuerpo en el agua, en los últimos años se han creado equipos interdisciplinarios de búsqueda, así como protocolos y proyectos. Al respecto, Carlos del Cairo, arqueólogo subacuático de Colombia, dice que es necesario hacer un diagnóstico previo de las condiciones para establecer qué métodos y técnicas de arqueología subacuática utilizarán, así como los contextos particulares de la parte forense.
En palabras de la antropóloga forense Ana Carolina Guatame existen “lugares de atrapamiento” donde un cuerpo puede asentarse, lo cual hace que las posibilidades de encontrarlo estén relacionadas con las variables del río y la forma en la que lo depositaron. Por ello, es necesario analizar las corrientes de agua: cómo corre, dónde se deposita; saber dónde se queda “quieto”.
Cuando se iniciaron las labores de búsqueda de Édgar tenían la certeza de que buscaban un tambo lleno de cemento que fue oculto dentro de una laguna; sin embargo, no existía evidencia de las condiciones o la ubicación en la que pudiera estar, por lo que, de acuerdo con la comisionada, a uno de sus compañeros se le ocurrió hacer una prueba con un objeto similar en peso y forma al tambo en el que presuntamente habían arrojado a Chapis. Esto, con el objetivo de analizar qué dirección tenía, así como hasta dónde y cómo se movió dentro de la laguna.
La simulación se hizo con material de construcción pesado cubierto de cemento. Luego de dejarlo secar por 24 horas, llegó la prueba: la jornada 512, el día que encontraron a Chapis.
En el caso de Chapis se pudo reconocer su cuerpo a partir de sus tatuajes, debido a que no estaba en un avanzado estado de descomposición y es que, a pesar de que este tipo de ambientes son hostiles, el grado de conservación del cuerpos depende de factores como las condiciones del agua.
La antropóloga forense Ana Carolina Guatame afirma que el agua en muchos casos es un elemento de conservación, un cuerpo depositado en el agua incluso puede llegar a tener procesos de descomposición más lentos de los que se podrían encontrar en tierra. Pero eso también depende de las condiciones de los cuerpos al ser arrojados al agua.
Dentro de los datos entregados por las fiscalías sobre desaparecidos encontrados en cuerpos de agua, alrededor del 60 % cuenta con registros de la causa de muerte. De estos, en el 27,6 % de los casos se identificó que se usaron armas de fuego y armas blancas con las que se hicieron mutilaciones o heridas punzo cortantes, mientras que en una búsqueda mediática de casos, entre 2018 y 2022, se encontraron 166 personas halladas en afluentes, de las cuales el 50 % presentaba signos de violencia.
Exista un hallazgo o no, intentar representar la realidad de México no es sencillo. Las bases de datos terminan desdibujando las historias detrás de las víctimas, mientras que las búsquedas dentro de los estados son limitadas. Solo en Querétaro hay registros y fichas de desaparición de los cuerpos encontrados, mientras que de los datos entregados por fiscalías, en el 28 % no se tiene información del sexo de los cuerpos encontrados. En el plano general, 8 de cada 10 cuerpos son de hombres, mientras que la mayoría de los casos son de personas entre los 20 y los 40 años.
La realidad es que en México, por difícil que parezca, todos conocemos a alguien que ha desaparecido. Todos conocemos una historia como la de Édgar. En el país desaparecen en promedio 27 personas al día, de acuerdo con los datos de la Comisión Nacional de Búsqueda, en 2022. El 16 de marzo de ese año las noticias se enfocaron en una cifra: 100 mil personas desaparecidas.
En el caso de las desapariciones en cuerpos de agua no son muchos los esfuerzos. Solo 20 estados de la República trabajan en esta área, 12 de ellas han hecho menos de 10 búsquedas en 16 años y en algunas las cifras que lanzan las diferentes dependencias ni siquiera coinciden.
La búsqueda de Édgar hizo que la Comisión de Búsqueda de Personas del Estado de México tomara nota de las implicaciones que tiene realizar operativos en afluentes y ahora cuenten con una lancha y un drone acuático para apoyar las búsquedas acuáticas. Un primer paso en este camino.
Pero la desaparición forzada no da tregua. Las raíces de los lirios bajo el agua, que se enredaban en las piernas de Bibiana cuando intentaba buscar a Édgar, la aplastaban al igual que quienes intentaron que dejara el proceso. Esos lirios, en la cotidianidad, deben ser arrancados por las autoridades, pero también por cada uno de nosotros, que en medio del contexto de violencia vivimos, corremos el riesgo de quedar atrapados porque cuando menos nos demos cuenta, los lirios llegarán a nosotros y nos ahogarán sin posibilidad de volver a flotar.
*Este reportaje fue publicado originalmente por Ruido en la Red.
El día 400 de la desaparición de Édgar Villalva, la Fiscalía del estado de México se comunicó con Bibiana, su hermana. Uno de los presuntos responsables de su desaparición, el ayudante de un taller mecánico, declaró que a Édgar lo asesinaron, lo metieron en un tambo de metal, que luego rellenaron con cemento y arrojaron a una laguna del Río Lerma, en Toluca.
Bibiana dice que las complicaciones para la búsqueda de su hermano se debieron a que los responsables fueron protegidos por quienes llevaron a cabo la investigación. Como si se tratara de un caso que con el tiempo se olvida, en el que la justicia llega sola y la vida tuviera que comienza de nuevo.
***
Ese 22 de abril, Chapis, como lo llamaban de cariño, bajó de su camioneta convencido de que solo cobraría un préstamo que había hecho hace tiempo. Los deudores lo citaron en un taller para pagarle; era casi mediodía en Toluca, hacía frío, por lo que lo convencieron de entrar al lugar.
—“Ándale, bájate para entregarte todos los papeles, que me firmes”.
Iba nervioso, solo quería cobrar de la forma más sencilla lo que le pertenecía, pero el plan no era pagarle, el deudor sacó un arma y la acercó a él.
Entre gritos, mentiras y groserías se escucharon tres plomazos, todos directos a Édgar. El chalán, asustado por lo que vio, los ayudó a meter su cuerpo en un tambo, con las extremidades dobladas y como pudieron. Le echaron cemento y lo fueron a tirar a una laguna, que guardó el secreto por 512 días.
Édgar pasó a ser parte de una estadística fantasma, de algo que se sabe pero que de boca en boca va haciéndose leyenda, comenzó a ser parte de las personas desaparecidas en el agua.
Las fiscalías de la República Mexicana, encargadas de hacer los registros de los hallazgos y de hacer mapas de las zonas propensas a ser usadas como fosas, tienen pocos datos de estas desapariciones. Se les solicitó información sobre los hallazgos de cuerpos u osamentas en afluente, entre 2006 y 2022. Solo 18 de los 32 estados respondieron con datos: Nuevo León, San Luis Potosí, Sinaloa y Tamaulipas los entregaron completos; siete estados tienen datos desde antes del 2015 y los otros siete solo después de este año.
En total se registran 4.963 cuerpos y 42 osamentas halladas en agua en 16 años, entre los estados que respondieron a la solicitud. Dentro de estos datos se evidencia que los afluentes con mayor número de hallazgos: son el Río Bravo (Tamaulipas), la Cañada del Lobo (San Luis Potosí), el río Nazas (Durango) y la presa Marte R. Gómez (Tamaulipas).
Estado | Cuerpos | Restos |
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Aguascalientes | 202 | 0 |
Chihuahua | 1098 | 0 |
Durango | 301 | 8 |
Guerrero | 10 | 2 |
Jalisco | 13 | 2 |
Michoachán | 119 | 8 |
Nayarit | 166 | 0 |
Nuevo León | 499 | 0 |
Oaxaca | 31 | 16 |
Querétaro | 80 | 0 |
Quintana Roo | 5 | 0 |
San Luis de Potosí | 69 | 0 |
Sinaloa | 505 | 0 |
Sonora | 220 | 5 |
Tabasco | 1053 | 0 |
Tamaulipas | 578 | 0 |
Tlaxcala | 11 | 0 |
Zacatecas | 3 | 0 |
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La Comisión de Búsqueda del Estado de México se encargó de acompañar a la familia de Édgar en la búsqueda y de ser una de las guías que pusieron orden al esfuerzo e indagatorias que Bibiana y los suyos hicieron aún con más empeño que la Fiscalía estatal.
Primero, se determinaron polígonos de búsqueda con base en las sábanas de llamadas telefónicas; luego, vino un paso importante: ¿Cómo hacer la búsqueda dentro de cuerpos de agua?
Iniciaron fijando puntos en el mapa y, acompañada de la familia, la Comisión de Búsqueda empezó la labor, prescindiendo de la Fiscalía y recurriendo a instancias más grandes como la Comisión Nacional.
Para buscar a una persona en cuerpos acuáticos ya no bastan las palas y los picos, como los que usan decenas de madres buscadoras, que sin protocolos ni herramientas, deben pedir apoyo independiente de especialistas de distintas disciplinas para intentar de cualquier modo encontrar justicia. Aprenden a leer el agua, a mirar en casi completa oscuridad, a vivir con el duelo que comienza donde termina el miedo.
A esto se suma que cada cuerpo de agua es diferente e implica operaciones distintas. Según María Sol Salgado Ambros, titular de la Comisión de Búsqueda del Estado de México, buscar en un canal no es lo mismo que hacerlo en un pozo o en una laguna, como en la que finalmente encontraron a Édgar.
La primera vez que Bibiana entró a la Laguna de Ciénegas, la baja temperatura del agua le congelaba el cuerpo, no podía caminar: había mucha piedra y los lirios se enredaban en sus piernas. Compró overoles, pero tampoco sirvieron y aunque limpiaron la zona y sacaron los lirios, la inmensidad del agua parecía tragarse sus esperanzas: “Yo, cada que salía de esa laguna, salía con el corazón roto”. La frustración era constante.
Lidiar con la desesperación de ver lugares tan bastos, de no tener herramientas y sentir que las esperanzas se ahogan junto con la familia es un sentimiento que comparten los que buscan y al cual no hay forma de darle alivio.
Como bien afirma Jorge Escobar, ingeniero experto en hidrodinámica ambiental y parte del equipo de especialistas colombianos que desde la fundación Equitas han trabajado para el desarrollo de un modelo matemático de búsqueda de personas en cuerpos de agua, “el problema no es solo buscar el cuerpo, el problema es darles respuesta a las personas que perdieron a ese ser querido”.
Por ello, Salvador Estrada, buzo del INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia), que ha participado en prospecciones subacuáticas en México, afirma que hacer estas expediciones también conlleva el saber lidiar con las familias que lo único que esperan es el reencuentro con su ser amado y recomienda hablarles siempre con la verdad y no darles altas expectativas.
“Cada vez se vuelven más ingeniosos (...) yo he oído historias donde dicen que (utilizan) bloques de cemento, tambos, los deshacen, envuelven en malla ciclónica, meten piedras. Hay muchas variantes”, señala Estrada.
A pesar de esto y demás dificultades que pueden darse al buscar en un cuerpo en el agua, en los últimos años se han creado equipos interdisciplinarios de búsqueda, así como protocolos y proyectos. Al respecto, Carlos del Cairo, arqueólogo subacuático de Colombia, dice que es necesario hacer un diagnóstico previo de las condiciones para establecer qué métodos y técnicas de arqueología subacuática utilizarán, así como los contextos particulares de la parte forense.
En palabras de la antropóloga forense Ana Carolina Guatame existen “lugares de atrapamiento” donde un cuerpo puede asentarse, lo cual hace que las posibilidades de encontrarlo estén relacionadas con las variables del río y la forma en la que lo depositaron. Por ello, es necesario analizar las corrientes de agua: cómo corre, dónde se deposita; saber dónde se queda “quieto”.
Cuando se iniciaron las labores de búsqueda de Édgar tenían la certeza de que buscaban un tambo lleno de cemento que fue oculto dentro de una laguna; sin embargo, no existía evidencia de las condiciones o la ubicación en la que pudiera estar, por lo que, de acuerdo con la comisionada, a uno de sus compañeros se le ocurrió hacer una prueba con un objeto similar en peso y forma al tambo en el que presuntamente habían arrojado a Chapis. Esto, con el objetivo de analizar qué dirección tenía, así como hasta dónde y cómo se movió dentro de la laguna.
La simulación se hizo con material de construcción pesado cubierto de cemento. Luego de dejarlo secar por 24 horas, llegó la prueba: la jornada 512, el día que encontraron a Chapis.
En el caso de Chapis se pudo reconocer su cuerpo a partir de sus tatuajes, debido a que no estaba en un avanzado estado de descomposición y es que, a pesar de que este tipo de ambientes son hostiles, el grado de conservación del cuerpos depende de factores como las condiciones del agua.
La antropóloga forense Ana Carolina Guatame afirma que el agua en muchos casos es un elemento de conservación, un cuerpo depositado en el agua incluso puede llegar a tener procesos de descomposición más lentos de los que se podrían encontrar en tierra. Pero eso también depende de las condiciones de los cuerpos al ser arrojados al agua.
Dentro de los datos entregados por las fiscalías sobre desaparecidos encontrados en cuerpos de agua, alrededor del 60 % cuenta con registros de la causa de muerte. De estos, en el 27,6 % de los casos se identificó que se usaron armas de fuego y armas blancas con las que se hicieron mutilaciones o heridas punzo cortantes, mientras que en una búsqueda mediática de casos, entre 2018 y 2022, se encontraron 166 personas halladas en afluentes, de las cuales el 50 % presentaba signos de violencia.
Exista un hallazgo o no, intentar representar la realidad de México no es sencillo. Las bases de datos terminan desdibujando las historias detrás de las víctimas, mientras que las búsquedas dentro de los estados son limitadas. Solo en Querétaro hay registros y fichas de desaparición de los cuerpos encontrados, mientras que de los datos entregados por fiscalías, en el 28 % no se tiene información del sexo de los cuerpos encontrados. En el plano general, 8 de cada 10 cuerpos son de hombres, mientras que la mayoría de los casos son de personas entre los 20 y los 40 años.
La realidad es que en México, por difícil que parezca, todos conocemos a alguien que ha desaparecido. Todos conocemos una historia como la de Édgar. En el país desaparecen en promedio 27 personas al día, de acuerdo con los datos de la Comisión Nacional de Búsqueda, en 2022. El 16 de marzo de ese año las noticias se enfocaron en una cifra: 100 mil personas desaparecidas.
En el caso de las desapariciones en cuerpos de agua no son muchos los esfuerzos. Solo 20 estados de la República trabajan en esta área, 12 de ellas han hecho menos de 10 búsquedas en 16 años y en algunas las cifras que lanzan las diferentes dependencias ni siquiera coinciden.
La búsqueda de Édgar hizo que la Comisión de Búsqueda de Personas del Estado de México tomara nota de las implicaciones que tiene realizar operativos en afluentes y ahora cuenten con una lancha y un drone acuático para apoyar las búsquedas acuáticas. Un primer paso en este camino.
Pero la desaparición forzada no da tregua. Las raíces de los lirios bajo el agua, que se enredaban en las piernas de Bibiana cuando intentaba buscar a Édgar, la aplastaban al igual que quienes intentaron que dejara el proceso. Esos lirios, en la cotidianidad, deben ser arrancados por las autoridades, pero también por cada uno de nosotros, que en medio del contexto de violencia vivimos, corremos el riesgo de quedar atrapados porque cuando menos nos demos cuenta, los lirios llegarán a nosotros y nos ahogarán sin posibilidad de volver a flotar.
*Este reportaje fue publicado originalmente por Ruido en la Red.