En Nicaragua, a los sacerdotes solo les queda “confiar en Dios”
El régimen de Daniel Ortega quiere despojar a la población hasta del amor a Cristo. Esta semana lanzó un nuevo ataque contra la Iglesia que complica aún más su funcionamiento. El Vaticano no puede contestar, mientras los sacerdotes tienen dudas entre sí: hay algunos que son aliados de Rosario Murillo.
Camilo Gómez Forero
Lo que ocurre en Nicaragua no es un invento de Daniel Ortega. Para atornillarse en el poder, los regímenes totalitarios históricamente, como este, han intentado suprimir la espiritualidad y la religión para controlar más fácilmente a la población. Pasó antes con la Unión Soviética, con Stalin; en la China de Mao, y con la Cuba de los Castro. Cientos de líderes religiosos fueron arrestados o incluso ejecutados, mientras se relegaba la Iglesia a la esfera privada y se le cargaba con numerosas restricciones para apaciguar su influencia.
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Lo que ocurre en Nicaragua no es un invento de Daniel Ortega. Para atornillarse en el poder, los regímenes totalitarios históricamente, como este, han intentado suprimir la espiritualidad y la religión para controlar más fácilmente a la población. Pasó antes con la Unión Soviética, con Stalin; en la China de Mao, y con la Cuba de los Castro. Cientos de líderes religiosos fueron arrestados o incluso ejecutados, mientras se relegaba la Iglesia a la esfera privada y se le cargaba con numerosas restricciones para apaciguar su influencia.
“No tengo la menor duda de que el recrudecimiento de la persecución a la Iglesia católica en Nicaragua es un intento de la dictadura por replicar el modelo del Partido Comunista Chino y, en menor medida, también el modelo cubano”, dijo el líder opositor nicaragüense Félix Maradiaga, al diario La Prensa de Nicaragua a principios de este año.
Esta semana Ortega volvió a arremeter con medidas clásicas del libro de jugadas de esos regímenes totalitarios. Primero clausuró unas 1.500 organizaciones sin fines de lucro, entre las que figuraban cientos de asociaciones católicas y evangélicas, así como otras fundaciones benéficas e incluso deportivas. ¿La razón? Las señaló de financiar supuestamente el terrorismo y de lavado de activos.
Ortega, en palabras de expertos, tiene miedo de que en las iglesias la ciudadanía geste una movilización que tumbe su régimen. Es, después de todo, el único espacio seguro que les queda. “El miedo de ellos (el gobierno) es una actuación social”, dice un periodista nicaragüense desde Managua. De ahí viene la arremetida que lanzó desde 2018.
El jueves también derogó un punto de la “Ley de Concertación Tributaria”, en la que se eximía a las iglesias de pagar impuestos. Desde ahora deberían tributar hasta el 30 % de sus ingresos anuales, lo que fuentes consultadas en Nicaragua, que prefirieron mantener la reserva de su identidad, explicaron que va a dificultar el mantenimiento de las iglesias y sus labores sociales, entre otras cosas.
Sin embargo, lo más preocupante sigue siendo la persecución al clero. En lo que va de agosto, el régimen de Ortega ha expulsado a nueve sacerdotes de la Diócesis de Matagalpa, que dirige desde el exilio el obispo nicaragüense Rolando Álvarez. Con esto, ya van 254 religiosos expulsados u obligados a exiliarse desde que empezó la represión contra la Iglesia, en 2018. Esto quiere decir que el país ha perdido una cuarta parte del clero, preocupante para una sociedad en la que más de la mitad de la población profesa el catolicismo.
“Es muy difícil para la evangelización, es decir, las dinámicas que tenía la Iglesia para llevar la palabra de Dios a la gente. Los talleres de oración, la visita de los sacerdotes a las comunidades rurales, la libertad de ordenanza, las visitas a enfermos, las confesiones, todo eso se ha visto afectado”, lamentó César*, un nicaragüense que pertenece a una congregación en el municipio de Matagalpa, y quien prefirió guardar su identidad por temor a las represalias.
Aunque las misas siguen activas y la práctica religiosa no ha sido prohibida del todo, ser católico en este momento no es fácil en Nicaragua. Eso sí, la fe sigue intacta. “La fe sigue siendo importante, más bien ha habido un fortalecimiento para aguantar al régimen”, dijo César. Que el régimen haya empleado todas las tácticas para suprimir las prácticas religiosas en el país no quiere decir que estas no hayan encontrado la manera de sobrevivir. Por ejemplo, César cuenta que los clérigos se reúnen ahora virtualmente por miedo a la represión para coordinar sus servicios a la comunidad, pero incluso entre ellos hay desconfianza.
Según él, algunos de los sacerdotes que quedan son cercanos a Rosario Murillo, esposa de Ortega y vicepresidenta del país. Incluso le darían información a ella sobre las actividades que hacen, según comenta. La oposición ha dicho que el plan del gobierno no es solo suprimir la religión, sino instalar una propia. El historiador y exministro nicaragüense de Educación, Humberto Belli, apuntó que “debajo de las motivaciones políticas obra otra más soterrada y siniestra: el afán de extirpar en la población el amor a Cristo y a su Iglesia”. Y según su hermana, la escritora Gioconda Belli, Murillo quiere tomar ese lugar de referente espiritual.
“Hace mucho pronostiqué que Murillo buscaba convertirse en la sacerdotisa de una iglesia inventada por ella. Pregona el fin de quienes se interponen entre ella y ese Dios que ha hecho existir para sí misma e invoca para que avale su desalmado proceder”, escribió Belli.
César comenta que para nadie es un secreto que la actual vicepresidenta mantiene una polémica espiritualidad relacionada con la brujería y el esoterismo. De hecho, el exembajador ante la OEA, Arturo McFields, recordó la abundancia de símbolos esotéricos en la residencia presidencial, repleta de velas y sal. Eso hace que, para César, esta sea más que una lucha política. Para los nicaragüenses, es un asunto de elegir entre “el bien y el mal”. “Lo que pasa es que cuando uno dice eso, nadie se lo toma en serio”, se queja.
Más allá de la guerra entre “el bien y el mal”, hay una pelea entre la libertad religiosa y la censura. En medio de esta nueva arremetida hay quienes piden un cambio de estrategia del Vaticano, que ha guardado extrema cautela hasta ahora para evitar una mayor represión contra el clero en el país. Una de estas voces es Martha Molina, quien representa a varios de los sacerdotes nicaragüenses en el exilio. Ella dice que esa estrategia del silencio “no ha sido muy exitosa”, y por eso cada día las cifras incrementan.
“Debería cambiarse el enfoque. Tan solo acoger al obispo de Matagalpa o haber aceptado la expulsión del Nuncio Apostólico son dos afrentas a la Iglesia y al Vaticano, que ha permanecido callado ante esta situación. Y uno que otro mensaje del papa en el Ángelus del domingo no es garantía de protección de los conculcados derechos de los fieles en Nicaragua y en otras dictaduras cercanas”, apuntó el profesor y vaticanista colombiano Hernán Olano.
Pero que el Vaticano cambie su papel no es tan fácil. Como señala César, hay que tener en cuenta “el costo pastoral” y que el daño podría ser mayor. “Quienes quieren ver a un papa denunciando deben entender que esto podría generar que cierren las iglesias, y así perderían el acceso a ese soporte espiritual que quieren, que es la eucaristía. Para esto fue creada la Iglesia, y si no se hace esto, pues pierde su esencia. Si bien tiene una influencia social, el objetivo no es político. Por eso Francisco no ha cambiado a los obispos que tiene, pues mantiene la esperanza de que en algún punto regresen”, explica sobre la prudencia del Vaticano.
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