En Nicaragua también le disparan a la Iglesia
Además de los 300 muertos registrados, la Iglesia católica ha sufrido agresiones y amenazas. Su papel ha sido protagónico no solo ahora, sino a través de la historia del país.
Daniela Quintero Díaz
La represión en Nicaragua no hace distinciones: el que se levante en contra del gobierno de Daniel Ortega será blanco de ataques. La Iglesia católica no se ha salvado. La Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN) ha asumido un papel protagónico como testigo y mediador del conflicto, que comenzó hace cuatro meses y deja cerca de 300 muertos, promoviendo las negociaciones entre el gobierno y sus opositores. Sin embargo, hasta ahora no han obtenido avances y denuncian ataques, acoso y hasta amenazas.
La participación de los eclesiásticos como intercesores del pueblo de Nicaragua los ha llevado a recibir amenazas de muerte. El pasado lunes 9 de julio, una comitiva de obispos de la CEN viajó a la ciudad de Diriamba para socorrer a un grupo de opositores que se encontraban refugiados en la Basílica de San Sebastián, tras un ataque de las fuerzas policiales y paramilitares. En su intento por rescatar a quienes se encontraban dentro, fueron violentados física y verbalmente por seguidores del gobierno de Ortega.
Este domingo, paramilitares atacaron a balazos el vehículo en el que viajaba el obispo nicaragüense, Abelardo Mata, cuando se dirigía a la ciudad de Masaya, asediada por fuerzas gubernamentales. El día anterior, una misión de la Iglesia católica también fue violentada cuando intentaba ayudar a decenas de estudiantes atrincherados en una parroquia en Managua. El cardenal Leopoldo Brenes denunció que fuerzas armadas han atacado también casas curales en varias ciudades del país. Los jerarcas católicos hablan claro y dicen que todo se debe a “la falta de voluntad política del Gobierno para dialogar con los opositores”.
(Le puede interesar: ¿Quién está disparando en Nicaragua?)
Según el diario La Prensa, lo que está pasando con los sacerdotes estos días recuerda la persecución que sufrieron por criticar a la revolución sandinista, que lideró Ortega entre 1979 y 1990. Años después, en 1993, el papa Juan Pablo II decide hacer una visita al país, que terminó con el pontífice pidiendo silencio y una muchedumbre cantando el himno del Frente Sandinista de Liberación Nacional. Eso empeoró las relaciones entre el clero y la dinastía de Ortega, que tiempo después sellaron las paces.
La “conversión de Ortega” se da en 2004, cuando decide acercarse al influyente cardenal Miguel Obando y Bravo, férreo crítico y a quien le achacan su derrota electoral en las elecciones de 1996, tras predicar la famosa parábola de la víbora el día de las elecciones. Obando y Bravo, quien murió en junio de 2018, fue nombrado cardenal por el papa Juan Pablo II en 1985 y terminó convirtiéndose en el primer cardenal centroamericano y en el más cercano al régimen de Ortega, incluso oficiaba la misa del mandatario y su compañera de años, Rosario Murillo.
Obando presidió la Comisión de Paz y Reconciliación del gobierno, un cargo que Ortega le concedió tras retornar al poder en 2007, en reconocimiento a su experiencia como mediador de numerosos conflictos en la historia reciente de Nicaragua. A lo largo de su vida religiosa, Obando participó activamente como mediador en conflictos políticos y armados, tanto durante el régimen del exdictador Anastasio Somoza, como con la entonces guerrilla del Frente Sandinista (FSLN, izquierda), en la década de los años 1970.
Ya en 2011, Ortega declara la revolución “Cristiana, socialista y solidaria”, según analistas, una “medida electoralista para lograr los votos religiosos del país”. Incluso decía entonces el diario La Prensa, que “el cambio de postura del cardenal se debe a los beneficios que obtendría de esa relación, como la penalización del aborto”.
Pero la curia nicaragüense se dividió entre los seguidores de Ortega y los que critican su gestión. Y en este segundo grupo se encuentran los curas y cardenales que hoy son blanco de la furia del Gobierno. Uno de los más atacados, el obispo auxiliar de Managua, Silvio Báez, a quien Ortega tildó el año pasado de “bravucón” por no votar en las elecciones de 2017. Destacó, en cambio, al cardenal Leopoldo Brenes, por “dar su bendición al proceso”.
Hoy los dos curas están en el mismo bando y critican la postura del Gobierno. El Vaticano también se pronunció a través del Secretario de Estado, cardenal Pietro Parolin, quien manifestó a los medios: “Esperemos que el diálogo, que marca el paso, se pueda retomar y dé frutos. Sin embargo, en todo diálogo es necesario que haya voluntad para poder alcanzar un acuerdo”.
La Iglesia, clave en el diálogo
Después de la invitación que hizo el 22 de abril el presidente Daniel Ortega a la iglesia católica para que fuera mediadora en el conflicto, la CEN confirmó su participación con una carta de respuesta al mandatario en la que, además, pedían unos requerimientos para lograr el diálogo. Entre esos estaban: permitir a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos aclarar las muertes de los nicaragüenses, suprimir los cuerpos paramilitares y fuerzas de choque que intimidan y agreden a los ciudadanos, y detener todo tipo de represión contra grupos civiles que protestan pacíficamente.
(Ver más: “Que Ortega renuncie es la única manera digna de salir de esta situación”: Gioconda Belli)
Para el historiador nicaragüense, Antonio Monte, en una entrevista con Deutsche Welle, emisora alemana, “en Nicaragua, país mayoritariamente católico, los pronunciamientos de la Iglesia tienen gran poder simbólico y pueden movilizar a muchas personas e instituciones. Para cualquier fracción política, tener el reconocimiento de la Iglesia facilita los acuerdos para restablecer el orden y la paz”.
Por esto, al ver la escalada de la intensidad del conflicto, en el que han muerto al menos 300 personas, el cardenal Bernes y el obispo Rolando Álvarez viajaron a Roma para reunirse con el Papa Francisco, el pasado 30 de junio. En una audiencia privada con el Sumo pontífice, los eclesiásticos abordaron el tema de la crisis que vive Nicaragua y de la intervención de la Iglesia católica en el conflicto.
Los cinco curas que hoy ataca Ortega
Entre los cinco miembros de la CEN, designados para desempeñar la misión de ser mediadores y testigos del diálogo nacional, se encuentra el cardenal Leopoldo José Bernes, arzobispo Metropolitano de Managua, y el presidente de la Conferencia Episcopal y de la comisión de mediadores y testigos delegados. Bernes también formó parte del proceso de reconciliación nacional tras la guerra civil nicaragüense de los años 80, y durante la crisis actual ha invitado a abrir las iglesias como centros de refugio.
Monseñor Silvio José Báez es obispo auxiliar de Managua y se reconoce por su facilidad para comunicarse con las personas a través de los medios y redes sociales. Actualmente en su cuenta de Twitter tiene más de 83.000 seguidores, y publica frecuentemente sobre la situación en Nicaragua.
Monseñor Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa, se ha caracterizado por participar activamente en la actual crisis, recorriendo las calles del país con el Santísimo Sacramento. Al igual que Báez, ha sido amenazado constantemente por su labor.
Monseñor Bosco Vivas Robelo es obispo de León y también participó activamente en la crisis de los años 80, defendiendo a la iglesia y luchando por la reconciliación de los nicaragüenses, después de la guerra civil.
Monseñor Jorge Solórzano es obispo de Granada. Ha dedicado gran parte de su vida a realizar misiones con comunidades rurales, propagando la fe católica entre los campesinos. Como obispo de la ciudad de Metagalpa realizó más de 1.600 misiones.
El Vaticano en otros conflictos
Así como en Nicaragua, la Iglesia católica ha participado e intervenido en diversos conflictos internos e internacionales. En Perú, en la década de los 90, durante el mandato de Alberto Fujimori, caracterizado por la alta violación de Derechos Humanos, la Comisión de Verdad y Reconciliación contó con la participación de organizaciones religiosas.
(Puede leer: Daniel Ortega, el liberador que se volvió un dictador)
En Colombia, la Iglesia también participó activamente como mediadora en el Proceso de Paz entre el gobierno y las Farc, buscando una solución pacífica a un conflicto que llevaba más de medio siglo.
De igual forma, gracias a la intervención del Papa Francisco, Cuba y EE. UU. lograron minimizar las tensiones de años. El entonces presidente Barack Obama aseguró en un discurso: “Su Santidad hizo un llamado personal al presidente cubano, Raúl Castro, y a mí, urgiéndonos resolver tanto el caso del preso estadounidense Alan Gross, como el de tres agentes cubanos que llevaban encarcelados en EE. UU. más de 15 años”.
Para muchos, como para el filósofo José Olimpo Suárez, el Vaticano también tiene un papel político a nivel mundial. “El Vaticano de hoy, gracias al Papa Francisco, es uno de los actores más decisivos del mundo, liderando posibilidades de paz y de aflojar las trabas del poder global”, afirmó Suárez en una entrevista con el periódico El Colombiano.
La represión en Nicaragua no hace distinciones: el que se levante en contra del gobierno de Daniel Ortega será blanco de ataques. La Iglesia católica no se ha salvado. La Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN) ha asumido un papel protagónico como testigo y mediador del conflicto, que comenzó hace cuatro meses y deja cerca de 300 muertos, promoviendo las negociaciones entre el gobierno y sus opositores. Sin embargo, hasta ahora no han obtenido avances y denuncian ataques, acoso y hasta amenazas.
La participación de los eclesiásticos como intercesores del pueblo de Nicaragua los ha llevado a recibir amenazas de muerte. El pasado lunes 9 de julio, una comitiva de obispos de la CEN viajó a la ciudad de Diriamba para socorrer a un grupo de opositores que se encontraban refugiados en la Basílica de San Sebastián, tras un ataque de las fuerzas policiales y paramilitares. En su intento por rescatar a quienes se encontraban dentro, fueron violentados física y verbalmente por seguidores del gobierno de Ortega.
Este domingo, paramilitares atacaron a balazos el vehículo en el que viajaba el obispo nicaragüense, Abelardo Mata, cuando se dirigía a la ciudad de Masaya, asediada por fuerzas gubernamentales. El día anterior, una misión de la Iglesia católica también fue violentada cuando intentaba ayudar a decenas de estudiantes atrincherados en una parroquia en Managua. El cardenal Leopoldo Brenes denunció que fuerzas armadas han atacado también casas curales en varias ciudades del país. Los jerarcas católicos hablan claro y dicen que todo se debe a “la falta de voluntad política del Gobierno para dialogar con los opositores”.
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Según el diario La Prensa, lo que está pasando con los sacerdotes estos días recuerda la persecución que sufrieron por criticar a la revolución sandinista, que lideró Ortega entre 1979 y 1990. Años después, en 1993, el papa Juan Pablo II decide hacer una visita al país, que terminó con el pontífice pidiendo silencio y una muchedumbre cantando el himno del Frente Sandinista de Liberación Nacional. Eso empeoró las relaciones entre el clero y la dinastía de Ortega, que tiempo después sellaron las paces.
La “conversión de Ortega” se da en 2004, cuando decide acercarse al influyente cardenal Miguel Obando y Bravo, férreo crítico y a quien le achacan su derrota electoral en las elecciones de 1996, tras predicar la famosa parábola de la víbora el día de las elecciones. Obando y Bravo, quien murió en junio de 2018, fue nombrado cardenal por el papa Juan Pablo II en 1985 y terminó convirtiéndose en el primer cardenal centroamericano y en el más cercano al régimen de Ortega, incluso oficiaba la misa del mandatario y su compañera de años, Rosario Murillo.
Obando presidió la Comisión de Paz y Reconciliación del gobierno, un cargo que Ortega le concedió tras retornar al poder en 2007, en reconocimiento a su experiencia como mediador de numerosos conflictos en la historia reciente de Nicaragua. A lo largo de su vida religiosa, Obando participó activamente como mediador en conflictos políticos y armados, tanto durante el régimen del exdictador Anastasio Somoza, como con la entonces guerrilla del Frente Sandinista (FSLN, izquierda), en la década de los años 1970.
Ya en 2011, Ortega declara la revolución “Cristiana, socialista y solidaria”, según analistas, una “medida electoralista para lograr los votos religiosos del país”. Incluso decía entonces el diario La Prensa, que “el cambio de postura del cardenal se debe a los beneficios que obtendría de esa relación, como la penalización del aborto”.
Pero la curia nicaragüense se dividió entre los seguidores de Ortega y los que critican su gestión. Y en este segundo grupo se encuentran los curas y cardenales que hoy son blanco de la furia del Gobierno. Uno de los más atacados, el obispo auxiliar de Managua, Silvio Báez, a quien Ortega tildó el año pasado de “bravucón” por no votar en las elecciones de 2017. Destacó, en cambio, al cardenal Leopoldo Brenes, por “dar su bendición al proceso”.
Hoy los dos curas están en el mismo bando y critican la postura del Gobierno. El Vaticano también se pronunció a través del Secretario de Estado, cardenal Pietro Parolin, quien manifestó a los medios: “Esperemos que el diálogo, que marca el paso, se pueda retomar y dé frutos. Sin embargo, en todo diálogo es necesario que haya voluntad para poder alcanzar un acuerdo”.
La Iglesia, clave en el diálogo
Después de la invitación que hizo el 22 de abril el presidente Daniel Ortega a la iglesia católica para que fuera mediadora en el conflicto, la CEN confirmó su participación con una carta de respuesta al mandatario en la que, además, pedían unos requerimientos para lograr el diálogo. Entre esos estaban: permitir a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos aclarar las muertes de los nicaragüenses, suprimir los cuerpos paramilitares y fuerzas de choque que intimidan y agreden a los ciudadanos, y detener todo tipo de represión contra grupos civiles que protestan pacíficamente.
(Ver más: “Que Ortega renuncie es la única manera digna de salir de esta situación”: Gioconda Belli)
Para el historiador nicaragüense, Antonio Monte, en una entrevista con Deutsche Welle, emisora alemana, “en Nicaragua, país mayoritariamente católico, los pronunciamientos de la Iglesia tienen gran poder simbólico y pueden movilizar a muchas personas e instituciones. Para cualquier fracción política, tener el reconocimiento de la Iglesia facilita los acuerdos para restablecer el orden y la paz”.
Por esto, al ver la escalada de la intensidad del conflicto, en el que han muerto al menos 300 personas, el cardenal Bernes y el obispo Rolando Álvarez viajaron a Roma para reunirse con el Papa Francisco, el pasado 30 de junio. En una audiencia privada con el Sumo pontífice, los eclesiásticos abordaron el tema de la crisis que vive Nicaragua y de la intervención de la Iglesia católica en el conflicto.
Los cinco curas que hoy ataca Ortega
Entre los cinco miembros de la CEN, designados para desempeñar la misión de ser mediadores y testigos del diálogo nacional, se encuentra el cardenal Leopoldo José Bernes, arzobispo Metropolitano de Managua, y el presidente de la Conferencia Episcopal y de la comisión de mediadores y testigos delegados. Bernes también formó parte del proceso de reconciliación nacional tras la guerra civil nicaragüense de los años 80, y durante la crisis actual ha invitado a abrir las iglesias como centros de refugio.
Monseñor Silvio José Báez es obispo auxiliar de Managua y se reconoce por su facilidad para comunicarse con las personas a través de los medios y redes sociales. Actualmente en su cuenta de Twitter tiene más de 83.000 seguidores, y publica frecuentemente sobre la situación en Nicaragua.
Monseñor Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa, se ha caracterizado por participar activamente en la actual crisis, recorriendo las calles del país con el Santísimo Sacramento. Al igual que Báez, ha sido amenazado constantemente por su labor.
Monseñor Bosco Vivas Robelo es obispo de León y también participó activamente en la crisis de los años 80, defendiendo a la iglesia y luchando por la reconciliación de los nicaragüenses, después de la guerra civil.
Monseñor Jorge Solórzano es obispo de Granada. Ha dedicado gran parte de su vida a realizar misiones con comunidades rurales, propagando la fe católica entre los campesinos. Como obispo de la ciudad de Metagalpa realizó más de 1.600 misiones.
El Vaticano en otros conflictos
Así como en Nicaragua, la Iglesia católica ha participado e intervenido en diversos conflictos internos e internacionales. En Perú, en la década de los 90, durante el mandato de Alberto Fujimori, caracterizado por la alta violación de Derechos Humanos, la Comisión de Verdad y Reconciliación contó con la participación de organizaciones religiosas.
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En Colombia, la Iglesia también participó activamente como mediadora en el Proceso de Paz entre el gobierno y las Farc, buscando una solución pacífica a un conflicto que llevaba más de medio siglo.
De igual forma, gracias a la intervención del Papa Francisco, Cuba y EE. UU. lograron minimizar las tensiones de años. El entonces presidente Barack Obama aseguró en un discurso: “Su Santidad hizo un llamado personal al presidente cubano, Raúl Castro, y a mí, urgiéndonos resolver tanto el caso del preso estadounidense Alan Gross, como el de tres agentes cubanos que llevaban encarcelados en EE. UU. más de 15 años”.
Para muchos, como para el filósofo José Olimpo Suárez, el Vaticano también tiene un papel político a nivel mundial. “El Vaticano de hoy, gracias al Papa Francisco, es uno de los actores más decisivos del mundo, liderando posibilidades de paz y de aflojar las trabas del poder global”, afirmó Suárez en una entrevista con el periódico El Colombiano.