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Soldados enterrados en la nieve, otros amarrados a estacas por sus extremidades: “a Malvinas se trasladaron las metodologías de la dictadura”, acusa el excombatiente Ernesto Alonso, impulsor de un juicio contra militares argentinos por torturar a varios de sus compañeros durante la guerra contra Reino Unido.
“Lamentablemente, la situación que se dio en Malvinas en muchos casos fue estar entre dos enemigos”, afirma Alonso 40 años después en una entrevista a la AFP en el Centro de excombatientes (CECIM) de La Plata, su ciudad natal.
Con los testimonios de decenas de soldados, el CECIM abrió en 2007 una causa judicial contra militares argentinos por torturar durante la guerra a sus propias tropas.“Fue sistemático, no pudimos encontrar antecedentes de lo que vivimos nosotros en Malvinas adonde se trasladó el terrorismo de Estado. Allá valía más la vida de una oveja que la de un soldado. Había situaciones famélicas. Hubo soldados que murieron de hambre”, evoca el excombatiente. Fue “una experiencia muy traumática”, sostiene.
“Yo fui testigo de la muerte de un soldado que fue castigado a dormir fuera de su posición y una mañana lo encontramos entre las piedras, tapado por un poncho, casi congelado con convulsiones. No sobrevivió al frío”, recuerda. También vio “tres soldados estaqueados [con sus extremidades amarradas con tiras a cuatro estacas] en la primera sección de la Compañía B de Monte Longdon”.
En busca de justicia
La causa judicial tiene unos 180 hechos denunciados y un centenar de militares imputados, aunque solo cuatro están procesados. El juicio oral se encuentra a la espera de que la Corte Suprema de Justicia resuelva si esas torturas pueden ser consideradas crímenes de lesa humanidad para que puedan ser imprescriptibles.
Si no prospera el caso en Argentina, los excombatientes seguirán buscando justicia en tribunales internacionales, asegura Alonso. Los testimonios recopilados exhiben la brutalidad de los tormentos.
“Nos ponían boca arriba, nos hacían abrir los brazos formando una T con respecto al cuerpo y las piernas separadas atadas con piola (cordel), con la nevada y el frío, te congelaba todo el cuerpo”, cuenta un excombatiente. Otro relata: “Ordenó enterrarme junto a otros tres soldados en un pozo hasta el cuello, sin abrigos, sin casco, por más de diez horas bajo temperaturas extremas y sin alimentos”.
En las Malvinas, durante el invierno la temperatura desciende hasta seis grados bajo cero, con vientos helados, lloviznas, granizo, nieve y escarchas nocturnas. Algunos exsoldados afirman que los obligaban a comer excrementos, los dejaban sin cascos ni protección bajo las bombas inglesas o les aplicaban descargas eléctricas con los teléfonos de campaña.
La fiscalía incorporó al expediente nuevas denuncias que analizan “la inmersión en aguas heladas como método de tortura y casos de abuso sexual en un contexto de antisemitismo cometidos contra 24 víctimas”, con 19 nuevos imputados. Las nuevas denuncias se basaron en un nuevo análisis de documentos desclasificados de los archivos de las fuerzas armadas, indicó la fiscalía mediante un comunicado.
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Prohibido contar
Alonso tenía 19 años y hacía el servicio militar obligatorio cuando el 2 de abril de 1982 el dictador Leopoldo Galtieri mandó tropas a invadir las islas Malvinas, ocupadas por el Reino Unido desde 1833 y cuya soberanía reivindicaban los argentinos. Diez días más tarde, desembarcó en el archipiélago, a 2.000 km de su casa, junto al Regimiento 7 de Infantería de La Plata.
Su compañía estuvo 64 días apostada en Monte Longdon, donde se libró una de las más cruentas batallas pocos días antes de la rendición argentina, el 14 de junio. Allí perdieron la vida 33 de los 649 argentinos muertos durante el conflicto.
Al regreso no hubo reconocimiento ni asistencia psicológica. Por el contrario, “nos recibió el peor aparato represivo de la dictadura (1976-1983) y nos impusieron el silencio. Eso causó terribles estragos”, cuenta. “Nosotros fuimos transgresores” de esa imposición. “Hablar fue una acción reparadora, pudimos transformar dolor en lucha”, se congratula.
Más de 600 excombatientes se quitaron la vida después de la guerra, casi la misma cantidad que los que murieron en los 74 días de conflicto bélico desencadenado por la invasión argentina.
Desde 2005, Alonso regresó cinco veces a las islas. Fue uno de los impulsores del proceso de identificación del centenar de tumbas sin nombre de soldados argentinos en el cementerio de Darwin, en Malvinas.
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El ADN de las Malvinas
Alonso se enorgullece de aquellos muchachos veinteañeros que con muy poca preparación militar, armamento inadecuado y vestimenta precaria combatieron contra las profesionales fuerzas armadas británicas. Sin embargo, no quiere “quedar anclado” al conflicto bélico. “Las Malvinas son mucho más que una guerra”, afirma al reivindicar la soberanía argentina.
“Malvinas está en el ADN identitario de todos los argentinos y seguramente la dictadura supo tocar ese ADN, por eso todas las contradicciones en la sociedad en ese momento”, reflexiona sobre el respaldo popular que recibió Galtieri por la recuperación de las islas pese a que en 1982 crecía el rechazo a la dictadura y su política económica.
Si bien Alonso deplora “la aventura bélica” del dictador, también lamenta que Argentina siga “cercenada en su territorialidad por una presencia colonial” que se fortaleció en 1985 con la instalación de una base militar británica en Malvinas “que alberga más de 3.000 efectivos que no solamente amenazan la paz de Argentina, sino de la región”.
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