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La cámara baja del Congreso de Estados Unidos aprobó este martes prolongar el presupuesto federal, con la esperanza de evitar así una parálisis de los servicios públicos dentro de tres días, la cuarta de la última década.
Este texto, respaldado por congresistas demócratas y republicanos, debe ser adoptado por el Senado antes de la medianoche del viernes para evitar esta amenaza de consecuencias devastadoras.
Si no se logra prolongar el presupuesto antes de esa fecha, 1,5 millones de funcionarios públicos no cobrarán su salario y pasarán a desempleo técnico hasta que la situación se normalice, el tráfico aéreo se verá perturbado y los parques nacionales cerrarán sus puertas.
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Los legisladores tienen el desafío de evitar este cierre de servicios o “shutdown”, como se conoce en inglés, muy impopular sobre todo antes del día de Acción de Gracias, que se celebra la semana próxima.
El país ya se encontró en esta situación hace dos meses, cuando se evitó casi in extremis.
El Congreso está tan dividido a un año de las elecciones presidenciales en Estados Unidos que los legisladores son incapaces de votar presupuestos anuales como ocurre en la mayoría de los países del mundo y avanzan por períodos de uno o dos meses.
Normalmente el Congreso alcanza acuerdos de último minuto y la parálisis se evita. La última vez que existió un riesgo de “shutdown” fue a fines de septiembre.
Congresistas afines al exmandatario republicano Donald Trump destituyeron entonces al presidente de la Cámara de Representantes (que controlan) como castigo por haber alcanzado un acuerdo con los demócratas. Fue una decisión sin precedentes en la historia de Estados Unidos.
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En dos plazos
Esta vez, el acuerdo sobre la mesa propone prorrogar el presupuesto en dos plazos: una parte hasta mediados de enero y la otra hasta principios de febrero.
Fue presentado por el nuevo presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, un desconocido para la opinión pública y con poca experiencia en las altas esferas republicanas.
El congresista por Luisiana reconoció este martes en rueda de prensa que se está adaptando al cargo. “Solo llevo tres semanas haciendo este trabajo”, dijo.
En cualquier caso, al igual que su predecesor, se ve obligado a lidiar con un puñado de trumpistas, partidarios de una ortodoxia presupuestaria muy estricta, y con los demócratas, que se niegan a que la política económica del país sea dictada por los lugartenientes del expresidente.
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Fueron estos mismos políticos conservadores los que llevaron a Estados Unidos al borde del abismo hace cuatro meses. Entonces la primera potencia mundial evitó la parálisis en el último minuto tras largas negociaciones entre el gobierno de Joe Biden y los conservadores.
No obstante, la inestabilidad ha pasado factura. La semana pasada la firma calificadora Moody’s, la única que mantenía la máxima calificación “AAA” para el gobierno de Estados Unidos, rebajó su perspectiva a “negativa”, desde “estable”. El motivo fue precisamente la polarización política en el Congreso.
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