¿Por qué el Departamento de Estado abandona la letra Times New Roman en documentos?
Por orden del secretario Antony Blinken, los documentos de alto nivel deberán usar la letra Calibri a partir de febrero.
Para los expertos digitales, no será nuevo saber que en estos entornos con frecuencia se recomienda utilizar fuentes tipográficas sin serifas, esta especie de “paticas” en las puntas de cada letra.
La letra que usted está leyendo en este artículo (o el título), por ejemplo, es levemente serifada, mientras que los textos que puede observar en el pie de foto o el sumario de la nota no tienen serifas. En la edición impresa de El Espectador, también es posible encontrar de ambos tipos.
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Pues bien, el Departamento de Estado de Estados Unidos parece estar tomándose el asunto muy en serio. En una directriz para la entidad, citada por los periodistas John Hudson y Annabelle Timsit, del Washington Post, el secretario Antony Blinken ha impartido la instrucción de usar fuentes más grandes y sans-serif (sin serifas) en los documentos de alto nivel.
Esto, en otras palabras, significa el fin del uso de la clásica fuente Times New Roman, adoptada oficialmente por el Departamento hace casi 20 años.
Tanto internamente como en el exterior, el funcionario dio como plazo el 6 de febrero para adoptar oficialmente la letra Calibri como fuente predilecta, la misma que, de hecho, trae Microsoft predeterminada en un programa como Word.
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La razón detrás de todo esto: hacer la lectura más accesible para las personas con alguna dificultad visual.
Según el Post, el asunto del memorando era “The Times (New Roman) are a-Changin”, que traduciría algo como “Los tiempos están cambiando”, en referencia al nombre de la fuente condenada a desaparecer en la entidad.
Pese a la tradición ―una fuente del Post habla incluso de que la decisión se ha considerado internamente como un “sacrilegio”— y formalidad que suele representar este tipo de letra, la determinación se habría tomado por recomendación de expertos en inclusión.
Se espera, incluso, que haya cierta resistencia al cambio. “En instituciones como el Pentágono, la moneda burocrática son los aviones de combate, los tanques y los misiles. Pero en el Departamento de Estado, las palabras son la moneda del reino, y cómo se usan es importante”, estiman los autores del Post.
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La misma publicación cita a expertos que señalan que el tipo de serifa no es lo único que impacta en la accesibilidad a la lectura: otros factores, como la alineación, el contraste entre el color de la letra y el fondo también inciden, por ejemplo.
Tampoco es igual el impacto de las serifas en ediciones digitales que en impresos (en donde se considera menor).
En todo caso, parece estarse cumpliendo el vaticinio de Sarah Spellings, una autora que en 2018 en The Cut advirtió la “muerte” de las serifas, aunque al parecer no por razones estéticas o de moda, sino inclusivas, como señaló Hudson.
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Para los expertos digitales, no será nuevo saber que en estos entornos con frecuencia se recomienda utilizar fuentes tipográficas sin serifas, esta especie de “paticas” en las puntas de cada letra.
La letra que usted está leyendo en este artículo (o el título), por ejemplo, es levemente serifada, mientras que los textos que puede observar en el pie de foto o el sumario de la nota no tienen serifas. En la edición impresa de El Espectador, también es posible encontrar de ambos tipos.
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Esto, en otras palabras, significa el fin del uso de la clásica fuente Times New Roman, adoptada oficialmente por el Departamento hace casi 20 años.
Tanto internamente como en el exterior, el funcionario dio como plazo el 6 de febrero para adoptar oficialmente la letra Calibri como fuente predilecta, la misma que, de hecho, trae Microsoft predeterminada en un programa como Word.
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Pese a la tradición ―una fuente del Post habla incluso de que la decisión se ha considerado internamente como un “sacrilegio”— y formalidad que suele representar este tipo de letra, la determinación se habría tomado por recomendación de expertos en inclusión.
Se espera, incluso, que haya cierta resistencia al cambio. “En instituciones como el Pentágono, la moneda burocrática son los aviones de combate, los tanques y los misiles. Pero en el Departamento de Estado, las palabras son la moneda del reino, y cómo se usan es importante”, estiman los autores del Post.
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Tampoco es igual el impacto de las serifas en ediciones digitales que en impresos (en donde se considera menor).
En todo caso, parece estarse cumpliendo el vaticinio de Sarah Spellings, una autora que en 2018 en The Cut advirtió la “muerte” de las serifas, aunque al parecer no por razones estéticas o de moda, sino inclusivas, como señaló Hudson.
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