Eugenio Derbez, la voz de Burro en “Shrek”, suena para presidente de México
El comediante tiene más intención de voto que los candidatos de partidos tradicionales, lo que refleja la insatisfacción con el establecimiento.
José David Escobar Franco
Comenzó actuando en sitcoms mexicanos como La familia P. Luche. Doblajes de voz como el de Mushu, en la película Mulán, o Burro, en Shrek, le dieron un reconocimiento internacional que se consolidó cuando comenzó a grabar películas en Hollywood y a compartir pantalla con actrices del talante de Eva Longoria. El actor de la película CODA, ganadora de tres premios Óscar, hoy figura en el cuarto lugar de una encuesta de intención de voto para las elecciones presidenciales de México en 2024, publicada en septiembre de este año. Con un 19 % de respaldo electoral, el actor está encima de todos los contendores de los partidos tradicionales PRI, PAN y PRD, aunque oficialmente no es candidato ni lo avala ningún partido.
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Comenzó actuando en sitcoms mexicanos como La familia P. Luche. Doblajes de voz como el de Mushu, en la película Mulán, o Burro, en Shrek, le dieron un reconocimiento internacional que se consolidó cuando comenzó a grabar películas en Hollywood y a compartir pantalla con actrices del talante de Eva Longoria. El actor de la película CODA, ganadora de tres premios Óscar, hoy figura en el cuarto lugar de una encuesta de intención de voto para las elecciones presidenciales de México en 2024, publicada en septiembre de este año. Con un 19 % de respaldo electoral, el actor está encima de todos los contendores de los partidos tradicionales PRI, PAN y PRD, aunque oficialmente no es candidato ni lo avala ningún partido.
El medio de comunicación Reforma, autor de la investigación, justificó la inclusión de Derbez “por su amplio reconocimiento popular y su participación en temas de debate público”. Se refieren a que Derbez ha sido la celebridad más notable en vincularse al colectivo Sélvame del Tren, el cual buscaba detener el proyecto del Tren Maya, un proyecto insigne impulsado por el presidente Andrés Manuel López Obrador, que consiste en la construcción de un circuito ferroviario a través de selvas y sobre el sistema de cuevas de agua subterránea de la península de Yucatán. En concreto, la campaña aspiraba a impedir la construcción del tramo 5, que conecta los puntos turísticos de Cancún y Tulum, con el argumento de que se podría destruir el medio ambiente y el patrimonio arqueológico, y que no se estaban realizando los debidos estudios y consultas previas con las comunidades.
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El presidente López Obrador, inicialmente, se refirió a las celebridades que lo criticaron como “fifís”, una palabra que él suele usar para tildar a sus contradictores de derecha. Es un término peyorativo para personas privilegiadas de derecha y conservadoras. Aun así, el presidente invitó a las celebridades a una reunión al Palacio Nacional para hablar sobre el tramo 5 y luego la canceló. Según decía un comunicado de prensa de la Presidencia, la cancelación se debía a que “varios de los invitados han declarado públicamente que no asistirán al Palacio Nacional”. Aunque, al parecer, el único que canceló fue Eugenio Derbez, quien dijo, aún con el reproche de sus colegas del movimiento, que no consideraba “una buena táctica” ir a esa reunión.
Derbez, quien está en uno de los momentos de mayor éxito en su carrera como actor, vive con su familia en Los Ángeles, California, y no ha manifestado ningún interés de lanzarse a la política. Sin embargo, según un análisis de Americas Quarterly, Derbez logró lo que no ha logrado la oposición: rivalizar con AMLO. Tras cuatro años de ser presidente, López Obrador goza de una aceptación del 62 %, muy superior a la que para ese momento gozaron sus cuatro antecesores. Además, Morena, su partido, tiene dos tercios de las gobernaciones del país y la mayoría en el Legislativo. En cambio, la coalición opositora Va por México, que reúne a los partidos tradicionales del PRI (que estuvo 70 años en el poder), PAN y PRD, se ha mostrado poco unida. Aunque han detenido algunos proyectos impulsados por la Presidencia, AMLO pudo poner de su lado al PRI con el proyecto de militarizar la Policía nacional, aun cuando esto iba en contra de “abrazos, no balazos”, su promesa de campaña. Y es que AMLO, en parte, llegó al poder representando un voto de castigo al PRI, que se había visto manchado por escándalos de corrupción que llegaron a involucrar al expresidente Enrique Peña Nieto.
¿Democracia de personajes?
En la encuesta de Reforma, Eugenio Derbez, aunque figura de cuarto en intención de voto, aparece primero en percepción positiva frente a todos los demás personajes, que son políticos. Para la internacionalista mexicana Érika Ruiz, la popularidad del actor no se debe a él en sí mismo, sino a Mushu, Burro, sus personajes y su comedia, que la gente ama. Como Derbez es actor y no político, para muchos es factible concluir que no es corrupto. Algo relativamente similar sucedería con el presidente López Obrador. “Es popular porque le cae bien a la gente. No evalúan su desempeño, sino cómo les cae como persona”, afirma Ruiz. “Se ha vuelto un personaje y no se le juzga como político. Les gusta que hable como el pueblo, que coma antojitos y que ponga música popular en sus conferencias de prensa mañaneras”.
Esta forma particular del personalismo, a la que Érika Ruiz denomina “democracia de personajes”, no es nueva en México. Previo a las elecciones presidenciales de 1982, Cantinflas, el legendario actor mexicano, sonó como candidato presidencial del PRI y, aunque no sucedió, muchos votantes pusieron su nombre en los sondeos de opinión ante el inconformismo con las demás opciones. La democracia de personajes, donde poco importa el desempeño político, es débil y “revela también que la cultura política sigue siendo autoritaria”, afirma Ruiz.
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Como si fuera un déjà vu de los años 80, hoy los votantes que no están con AMLO buscan opciones fuera del establecimiento e, incluso, el propio AMLO se vende como alternativo. Es difícil encasillarlo como un líder de izquierda por sus posturas conservadoras frente a temas como el aborto, el endurecimiento del poder militar y el que los acaudalados de México se hayan hecho más ricos durante su gobierno, según registra Forbes. Aun así, él mismo ha sido crítico del neoliberalismo y públicamente ha enfatizado en que no es como sus predecesores. Pero esas contradicciones, así como la institucionalidad, poco importan en un contexto de personalismo.
Reforma electoral
Ahora, AMLO pretende modificar el órgano electoral. El presidente introdujo una propuesta de reforma al Instituto Nacional Electoral (INE) que, según él, busca reducir los costos de la institución, hacerla más transparente y que, en general, circule menos dinero en la institución para que no haya fraude electoral. Pero los detractores de la propuesta creen que es una forma de hacer que el propio gobierno funja como árbitro electoral y, eventualmente, perpetuarse en el poder.
La reforma implica modificar la Constitución y por eso debe pasar por el Legislativo con dos tercios del quórum; es decir, 334 de 500 diputados. Aunque el presidente tiene el apoyo de más de la mitad de la Cámara de Diputados, no alcanza el número requerido. Por eso, anunció que presentará un plan B: modificar la ley electoral, cuya aprobación requiere una mayoría simple: 251 votos, con los que sí cuenta.
Aunque en las calles hay movilizaciones en contra y los diputados opositores han dicho que buscarán recursos de apelación, lo cierto es que López Obrador sigue teniendo apoyo popular. Las dos fichas del presidente: Claudia Sheinbaum, alcaldesa de Ciudad de México y militante de Morena, y Marcelo Ebrard, canciller, encabezan la intención de voto para las elecciones presidenciales. En tercer lugar, justo antes de Eugenio Derbez, figura Luis Donaldo Colosio, joven alcalde de Monterrey, que tampoco ha manifestado interés en ser presidente. En cualquier caso, en México parece haber cada vez menos afecto por las instituciones tradicionales.
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