George Floyd: la muerte que marcó un antes y un después en Black Lives Matter
La historia de la población negra en EE. UU. es un libro con muchos capítulos: leyes raciales que discriminaban por el color de piel o incluso la llegada del primer hombre afro a la Casa Blanca. El asesinato de George Floyd a manos de policías en Minneapolis empezó a escribir un nuevo fragmento de este relato que según analistas, aún tiene varias páginas pendientes para llegar a su final.
Tomás Tarazona Ramírez
Pocas horas pasaron desde que George Floyd suplicó por última vez a la Policía de Minneapolis que lo dejaran respirar hasta los primeros gritos de inconformidad. Una vez que fue declarado muerto en el hospital, miles de manos de personas negras sostuvieron con firmeza los carteles de protesta en las grandes metrópolis. Los reclamos, aunque compuestos por diferentes voces y oriundos de al menos 50 ciudades en EE. UU., tenían un mismo mensaje: “Las vidas negras importan”.
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Pocas horas pasaron desde que George Floyd suplicó por última vez a la Policía de Minneapolis que lo dejaran respirar hasta los primeros gritos de inconformidad. Una vez que fue declarado muerto en el hospital, miles de manos de personas negras sostuvieron con firmeza los carteles de protesta en las grandes metrópolis. Los reclamos, aunque compuestos por diferentes voces y oriundos de al menos 50 ciudades en EE. UU., tenían un mismo mensaje: “Las vidas negras importan”.
Desde el asesinato de Floyd en 2020, expertos coinciden en que el movimiento antirracista en Estados Unidos ha tomado un nuevo vuelo. “No puedo respirar” (I can´t breathe): con esta frase la muerte de Floyd se convirtió en la ráfaga que tres años después sigue generando un torbellino de protestas en EE. UU.
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Justo 12 meses después de las primeras marchas que generó la muerte de Floyd, la Universidad de Princeton registró que hubo más de 7.700 protestas y plantones contra el racismo y la violencia policial. Algo nunca visto en décadas de marchas que se han dado en el país, por lo menos desde las movilizaciones que Martin Luther King promovió en los 60.
Por ejemplo, la golpiza que sufrió Rodney King, un taxista negro en Los Ángeles, causó disturbios y marchas fugaces que duraron un mes y tuvieron como resultado más de 60 personas muertas y ciudades en llamas, pero ningún cambio dentro de las instituciones o los círculos de poder.
Llama la atención que fuese la muerte de Floyd la “gota de indignación” de rebosó el vaso, según explica Evelin Asprilla, abogada y fundadora del grupo AfroUR de la Universidad del Rosario. La muerte de Floyd no fue la única cometida en 2020; tampoco el único asesinato causado por asfixia. Incluso, según detalló la organización Mapping Police Violence (MPV), no fue el único ciudadano afro que murió por acción de la Policía aquel 25 de mayo. Entonces, ¿por qué el video y la muerte de George Floyd, solo uno de los 256 negros muertos en EE. UU. en 2020, revivió el movimiento BLM?
De las demandas a la realidad
Cuando los tribunales de EE. UU. encontraron culpables a los policías relacionados con la muerte de Floyd, tanto los académicos como la comunidad negra empezó a preguntarse qué alcance podría llegar a tener el movimiento. Rashad Robinson explicó que el asesinato de Floyd “creó una nueva energía a que se hagan cambios, aunque no está claro cuán duraderos serán”.
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Alison Brysk, politóloga y profesora de la Universidad de California, asegura que no cabe duda de los avances que BLM ha tenido en la sociedad e instituciones estadounidenses. Un ejemplo de ello es que luego de la muerte de Floyd, más de 30 estados aprobaron nuevas leyes de “supervisión” o reforma policial. Dentro de los cambios, teóricamente habría más control sobre la Policía, más transparencia y menos impunidad a la hora de juzgar responsables de agresiones contra ciudadanos negros.
Sin embargo, en la realidad las cifras de violencia contra personas afro no han disminuido. Al menos desde 2016, más de 200 personas negras son asesinadas anualmente, según MPV. Brysk no calificaría la actualidad de BLM como “un movimiento social unificado o de amplia base en este momento”, pues, aunque la protesta contra los abusos policiales se propagó en varios países del mundo (Brasil o Canadá), “se ha producido un cambio estructural muy limitado” que no mitiga la raíz del problema.
El New York Times, por su parte, aseguró que, en términos de poner un punto final a la violencia policial, “el cambio real se siente esquivo”. Y la afirmación del diario estadounidense se adecúa a lo que mencionó Otis Moss, un pastor de Chicago, cuando habló de las reformas policiales que se pedían desde BLM.
El movimiento lo que hace es “abordar un síntoma. Pero aún no hemos tratado la enfermedad. […] Un ajuste de cuentas (racial) implicaría que realmente estamos luchando con cómo reimaginar todo”, expresó Otiss en 2021.
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Para Brysk, hay también una falta de unidad del movimiento, pues han surgido variantes de BLM en muchos países del mundo como Brasil, Canadá, República Dominicana e incluso Colombia, cada uno de ellos con demandas distintas y enfoques muy variados.
“El colectivo ha desaparecido en gran medida como movimiento de protesta nacional activo”, explica la politóloga.
La lectura que hace Asprilla es compatible con la de Brysk. La analista, que tiene en cuenta todo el sistema de derechos civiles que está detrás del racismo y la violencia policial en EE. UU., explica que “la reforma policial que pide BLM es necesaria y justa para la población negra estadounidense”.
Sin embargo, Asprilla acota “las acciones que se deben tomar en Estados Unidos van más allá de una reforma a la Policía, pues el racismo es una estructura que está presente en todos los aspectos de la vida de una persona negra”.
“Se necesita robustecer la educación étnica en las instituciones, esto para no criar personas racistas. Pero también debe haber un impacto en la economía, el empleo, y la salud para que se cambia la forma en que se ve la negritud”. De otra forma, los cerca de 13 millones de ciudadanos negros que viven en EE. UU. seguirán siendo vistos como “ciudadanos de segunda clase. Que no merecen tanta atención de las instituciones”, como opina la analista.
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