“GuayaKill”: el día a día de ejecuciones y cadáveres en Guayaquil, Ecuador
Barrios controlados por bandas, masacres entre presos y una policía sobrepasada por el fuego del narco transformó al principal puerto comercial del país en capital del crimen.
Guayaquil, gran ciudad portuaria del suroeste de Ecuador y epicentro de la violencia, casi a diario es una macabra letanía de cuerpos baleados, calcinados o mutilados.
Barrios controlados por bandas, masacres entre presos y una policía sobrepasada por el fuego del narco transformó al principal puerto comercial del país en capital del crimen.
Entre jueves y viernes habían fallecido siete personas tiroteadas en un balneario turístico, Playas, a unos 80 kilómetros de “GuayaKill”, el neologismo que se popularizó en redes ante la ola de asesinatos.
En la zona urbana, el sábado “hubo dos muertos, uno de los cuales era un miembro de la policía nacional que fue abatido en su hora de descanso”, dice a la AFP el suboficial del Ejército, Alex Merchán. El 20 de setiembre, por ejemplo, hubo, 12 asesinatos en 24 horas.
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“Al gato y al ratón”
Acompañado de soldados y policías en moto, Merchán dirige un puesto de control en la entrada oriental de Durán, ciudad gemela de Guayaquil. Ambas localidades y sus alrededores suman 3,2 millones de habitantes.
Sus hombres revisan vehículos en busca de drogas, armas o explosivos. “Es un juego al gato y al ratón”, explica el militar.
Según el Observatorio Ecuatoriano del Crimen Organizado, en junio de 2023, Guayaquil y cercanías registraron una tasa de 41 homicidios por cada 100.000 habitantes. Punto de exportación de la cocaína producida en los vecinos Colombia y Perú, el área acumuló 1.425 asesinatos entre enero y julio, casi el doble (768) que el mismo periodo de 2022.
Una arremetida impulsada por la violencia de narcos y sus patrocinadores de cárteles mexicanos que se extiende al resto del país.
El Golfo de Guayaquil ofrece un paisaje contrastado de relucientes edificios con fachadas de cristal, lujosas urbanizaciones protegidas por alambradas y barrios obreros minados de inseguridad.
Durán, con su pobreza y acceso directo al río Guayas, de aguas profundas cerca al puerto, es territorio de bandas criminales. Cuando cae la noche se convierte en una ciudad fantasma, donde erran siluetas demacradas de yonquis hurgando en la basura en medio de calles polvorientas.
Los Chone Killers
La noche del domingo, militares instalaron un puesto de control en la principal avenida que parte en dos a la industrial Durán y conduce a Guayaquil, del otro lado del río.
Fue en el puente peatonal que atraviesa esta vía de diez carriles que dos cadáveres decapitados aparecieron en 2022 colgados al estilo del narco mexicano.
“El crimen aquí es ahora una mezcla de pequeña delincuencia, narcotráfico y mafias”, explica un periodista local bajo reserva.
“Los asesinos atacan en cualquier lugar y en cualquier momento. En realidad no hay reglas”, añade.
Las víctimas son en su mayoría antiguos presidiarios, y los asesinos suelen ser “adolescentes”, señala a su vez Merchán.
Lo que está en juego es el control del territorio y el narcotráfico, confirman fuentes entrevistadas.
En Durán, los protagonistas de esta guerra son dos grupos, los Latin Kings y los Chone Killers, como atestiguan los grafitis en decenas de fachadas. Los Chone Killers dicen ser los sicarios de Los Choneros, la mayor banda de la nación y principal actor del narcotráfico en Guayaquil.
Además se enfrentan Águilas, Lagartos, Tiguerones... todo un zoológico en el que Los Choneros imponen su hegemonía. Son los mismos grupos que periódicamente se masacran entre sí en bárbaras reyertas que tienen lugar en las cárceles de Guayaquil y otras ciudades.
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Última salsa
Los asesinos atacaron el domingo lo que suele ser una zona tranquila del centro/sur guayaquileño. Los primeros informes hablaban de un cruce de disparos en la avenida Machala. Minutos después, dos cadáveres yacían en el suelo, uno en medio de la calzada y otro en el atrio de un edificio, constató la AFP.
Hombres armados en una “furgoneta blanca” abrieron fuego contra un grupo de personas en la terraza de un primer piso, según un informe policial. El suelo estaba inundado de sangre.
Minutos antes, las despreocupadas víctimas cantaban y tocaban tambores a ritmo de salsa, de acuerdo con un video publicado en redes sociales.
Imágenes de una cámara de seguridad muestran a tres asaltantes salir de la furgoneta y disparar sin piedad contra los juerguistas.
“Fue una lluvia de balas”, confesó un vecino antes de silenciarse como todos los demás por miedo.
La esposa de una de las víctimas se aferraba a su cadáver cubierto con una sábana azul. “¡Era mi marido!”, clamaba en medio de gritos desesperados. Era “un vecino, una víctima colateral”, sostiene un policía.
Balance: tres muertos y tres heridos. Los asesinos huyeron y no han sido identificados.
Según un reporte sin confirmar por la policía, hubo al menos siete homicidios en Guayaquil ese fin de semana.
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Guayaquil, gran ciudad portuaria del suroeste de Ecuador y epicentro de la violencia, casi a diario es una macabra letanía de cuerpos baleados, calcinados o mutilados.
Barrios controlados por bandas, masacres entre presos y una policía sobrepasada por el fuego del narco transformó al principal puerto comercial del país en capital del crimen.
Entre jueves y viernes habían fallecido siete personas tiroteadas en un balneario turístico, Playas, a unos 80 kilómetros de “GuayaKill”, el neologismo que se popularizó en redes ante la ola de asesinatos.
En la zona urbana, el sábado “hubo dos muertos, uno de los cuales era un miembro de la policía nacional que fue abatido en su hora de descanso”, dice a la AFP el suboficial del Ejército, Alex Merchán. El 20 de setiembre, por ejemplo, hubo, 12 asesinatos en 24 horas.
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“Al gato y al ratón”
Acompañado de soldados y policías en moto, Merchán dirige un puesto de control en la entrada oriental de Durán, ciudad gemela de Guayaquil. Ambas localidades y sus alrededores suman 3,2 millones de habitantes.
Sus hombres revisan vehículos en busca de drogas, armas o explosivos. “Es un juego al gato y al ratón”, explica el militar.
Según el Observatorio Ecuatoriano del Crimen Organizado, en junio de 2023, Guayaquil y cercanías registraron una tasa de 41 homicidios por cada 100.000 habitantes. Punto de exportación de la cocaína producida en los vecinos Colombia y Perú, el área acumuló 1.425 asesinatos entre enero y julio, casi el doble (768) que el mismo periodo de 2022.
Una arremetida impulsada por la violencia de narcos y sus patrocinadores de cárteles mexicanos que se extiende al resto del país.
El Golfo de Guayaquil ofrece un paisaje contrastado de relucientes edificios con fachadas de cristal, lujosas urbanizaciones protegidas por alambradas y barrios obreros minados de inseguridad.
Durán, con su pobreza y acceso directo al río Guayas, de aguas profundas cerca al puerto, es territorio de bandas criminales. Cuando cae la noche se convierte en una ciudad fantasma, donde erran siluetas demacradas de yonquis hurgando en la basura en medio de calles polvorientas.
Los Chone Killers
La noche del domingo, militares instalaron un puesto de control en la principal avenida que parte en dos a la industrial Durán y conduce a Guayaquil, del otro lado del río.
Fue en el puente peatonal que atraviesa esta vía de diez carriles que dos cadáveres decapitados aparecieron en 2022 colgados al estilo del narco mexicano.
“El crimen aquí es ahora una mezcla de pequeña delincuencia, narcotráfico y mafias”, explica un periodista local bajo reserva.
“Los asesinos atacan en cualquier lugar y en cualquier momento. En realidad no hay reglas”, añade.
Las víctimas son en su mayoría antiguos presidiarios, y los asesinos suelen ser “adolescentes”, señala a su vez Merchán.
Lo que está en juego es el control del territorio y el narcotráfico, confirman fuentes entrevistadas.
En Durán, los protagonistas de esta guerra son dos grupos, los Latin Kings y los Chone Killers, como atestiguan los grafitis en decenas de fachadas. Los Chone Killers dicen ser los sicarios de Los Choneros, la mayor banda de la nación y principal actor del narcotráfico en Guayaquil.
Además se enfrentan Águilas, Lagartos, Tiguerones... todo un zoológico en el que Los Choneros imponen su hegemonía. Son los mismos grupos que periódicamente se masacran entre sí en bárbaras reyertas que tienen lugar en las cárceles de Guayaquil y otras ciudades.
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Última salsa
Los asesinos atacaron el domingo lo que suele ser una zona tranquila del centro/sur guayaquileño. Los primeros informes hablaban de un cruce de disparos en la avenida Machala. Minutos después, dos cadáveres yacían en el suelo, uno en medio de la calzada y otro en el atrio de un edificio, constató la AFP.
Hombres armados en una “furgoneta blanca” abrieron fuego contra un grupo de personas en la terraza de un primer piso, según un informe policial. El suelo estaba inundado de sangre.
Minutos antes, las despreocupadas víctimas cantaban y tocaban tambores a ritmo de salsa, de acuerdo con un video publicado en redes sociales.
Imágenes de una cámara de seguridad muestran a tres asaltantes salir de la furgoneta y disparar sin piedad contra los juerguistas.
“Fue una lluvia de balas”, confesó un vecino antes de silenciarse como todos los demás por miedo.
La esposa de una de las víctimas se aferraba a su cadáver cubierto con una sábana azul. “¡Era mi marido!”, clamaba en medio de gritos desesperados. Era “un vecino, una víctima colateral”, sostiene un policía.
Balance: tres muertos y tres heridos. Los asesinos huyeron y no han sido identificados.
Según un reporte sin confirmar por la policía, hubo al menos siete homicidios en Guayaquil ese fin de semana.
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