(Análisis) Petro debe interceder por Venezuela, no por Maduro
El presidente colombiano se está moviendo en medio de un juego político en el que, si bien las partes directamente involucradas son la oposición y el oficialismo venezolanos, también él se está jugando la imagen que tendrá en el escenario internacional.
Daniella Monroy Argumedo*
Desde que el presidente Petro fue electo, las promesas de restablecer las relaciones con Venezuela no se hicieron esperar. Varias instancias del poder Ejecutivo, pasando por la Cancillería y el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, han dirigido esfuerzos dentro de sus facultades para estrechar lazos con el país vecino. Uno de los más sobresalientes ha sido la Conferencia Internacional sobre el Proceso Político en Venezuela, celebrada en Bogotá a finales de abril, de la que, hasta ahora, no han resultado grandes avances para que se destrabe la negociación entre Maduro y la oposición, en México.
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Ese y más hitos dentro del restablecimiento de las relaciones colombo-venezolanas han traído a la opinión pública diferentes cuestionamientos: mucho se habla de que el Gobierno colombiano le ‘lava la cara’ a Maduro, por lo que es importante manifestar las prioridades que debe tener Colombia en el marco de la oportunidad que representa acercarse a Venezuela.
Petro ha defendido en diferentes ocasiones que el destino político de Venezuela deben decidirlo sus ciudadanos. Lo cierto es que al menos siete millones de ellos están regados en varios países del mundo, al haber estado obligados a abandonar su país por un gobierno autoritario que ha suprimido la separación de poderes, creó una asamblea nacional constituyente para hacer las veces de Asamblea Nacional, ha acallado y hostigado a sus contradictores, pasando por la represión a la protesta ciudadana, pero ninguna de estas vulneraciones ha recibido una denuncia por parte de Petro durante su período presidencial.
No obstante, en sus dos carreras por el liderazgo del país (en 2018 y en 2022) decía que Maduro estaba “dentro de las dirigencias de la política de la muerte” e, incluso, lo invitó a hacerse a un lado del poder cuando Maduro sugirió que Petro pertenecía a una ‘izquierda cobarde’. Ahora, Petro se ha moderado para lograr diferentes propósitos comerciales, económicos y políticos con su homólogo en Caracas.
La misma Conferencia Internacional que se había promovido con bombos y platillos se vio empantanada por las declaraciones de Maduro unas horas antes del inicio del evento. Como queriendo advertir a sus opositores y al mismo Petro, dijo que, para continuar en la negociación, se debía detener el proceso en su contra en la Corte Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad. Este es un punto sensible que no había sido tocado hasta ahora por Maduro, mucho menos usado para tranzar en la negociación y ser puesto a la altura del retiro de sanciones, como si la voluntad de uno u otro país pudiera estar por encima de un órgano judicial independiente de carácter universal. No se debe olvidar que esta investigación cursa por crímenes de lesa humanidad en la actuación de los cuerpos de seguridad durante las protestas antigubernamentales y en contra de voces disidentes desde 2014.
El tamaño del pronunciamiento de Maduro, así como el momento que utilizó para hacerlo, da cuenta de posibles intenciones de obstaculizar la negociación en México y ganar tiempo para presionar el levantamiento de sanciones. Más allá de presunciones alarmistas que difunden que Petro es un lacayo de Maduro, lo que sí es cierto es que el presidente colombiano debe cuidarse de ser instrumentalizado en un juego político en el que, si bien las partes directamente involucradas son la oposición y el oficialismo venezolanos, también Petro es una ficha ostensible que se está jugando la imagen que tendrá en el escenario internacional. En ese rol, sin duda alguna, debe rechazar el alcance que Maduro pretende tener en la Corte Penal Internacional, no solo porque Colombia es parte, sino porque de allí se desprenden valores democráticos que Petro ha defendido de cara a sus pares.
*Investigadora del Observatorio de Venezuela de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario e investigadora principal del Radar Colombia Venezuela, en alianza con la Fundación Konrad Adenauer. Consultora asociada de Diálogo Ciudadano Colombo Venezolano.
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Desde que el presidente Petro fue electo, las promesas de restablecer las relaciones con Venezuela no se hicieron esperar. Varias instancias del poder Ejecutivo, pasando por la Cancillería y el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, han dirigido esfuerzos dentro de sus facultades para estrechar lazos con el país vecino. Uno de los más sobresalientes ha sido la Conferencia Internacional sobre el Proceso Político en Venezuela, celebrada en Bogotá a finales de abril, de la que, hasta ahora, no han resultado grandes avances para que se destrabe la negociación entre Maduro y la oposición, en México.
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Ese y más hitos dentro del restablecimiento de las relaciones colombo-venezolanas han traído a la opinión pública diferentes cuestionamientos: mucho se habla de que el Gobierno colombiano le ‘lava la cara’ a Maduro, por lo que es importante manifestar las prioridades que debe tener Colombia en el marco de la oportunidad que representa acercarse a Venezuela.
Petro ha defendido en diferentes ocasiones que el destino político de Venezuela deben decidirlo sus ciudadanos. Lo cierto es que al menos siete millones de ellos están regados en varios países del mundo, al haber estado obligados a abandonar su país por un gobierno autoritario que ha suprimido la separación de poderes, creó una asamblea nacional constituyente para hacer las veces de Asamblea Nacional, ha acallado y hostigado a sus contradictores, pasando por la represión a la protesta ciudadana, pero ninguna de estas vulneraciones ha recibido una denuncia por parte de Petro durante su período presidencial.
No obstante, en sus dos carreras por el liderazgo del país (en 2018 y en 2022) decía que Maduro estaba “dentro de las dirigencias de la política de la muerte” e, incluso, lo invitó a hacerse a un lado del poder cuando Maduro sugirió que Petro pertenecía a una ‘izquierda cobarde’. Ahora, Petro se ha moderado para lograr diferentes propósitos comerciales, económicos y políticos con su homólogo en Caracas.
La misma Conferencia Internacional que se había promovido con bombos y platillos se vio empantanada por las declaraciones de Maduro unas horas antes del inicio del evento. Como queriendo advertir a sus opositores y al mismo Petro, dijo que, para continuar en la negociación, se debía detener el proceso en su contra en la Corte Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad. Este es un punto sensible que no había sido tocado hasta ahora por Maduro, mucho menos usado para tranzar en la negociación y ser puesto a la altura del retiro de sanciones, como si la voluntad de uno u otro país pudiera estar por encima de un órgano judicial independiente de carácter universal. No se debe olvidar que esta investigación cursa por crímenes de lesa humanidad en la actuación de los cuerpos de seguridad durante las protestas antigubernamentales y en contra de voces disidentes desde 2014.
El tamaño del pronunciamiento de Maduro, así como el momento que utilizó para hacerlo, da cuenta de posibles intenciones de obstaculizar la negociación en México y ganar tiempo para presionar el levantamiento de sanciones. Más allá de presunciones alarmistas que difunden que Petro es un lacayo de Maduro, lo que sí es cierto es que el presidente colombiano debe cuidarse de ser instrumentalizado en un juego político en el que, si bien las partes directamente involucradas son la oposición y el oficialismo venezolanos, también Petro es una ficha ostensible que se está jugando la imagen que tendrá en el escenario internacional. En ese rol, sin duda alguna, debe rechazar el alcance que Maduro pretende tener en la Corte Penal Internacional, no solo porque Colombia es parte, sino porque de allí se desprenden valores democráticos que Petro ha defendido de cara a sus pares.
*Investigadora del Observatorio de Venezuela de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario e investigadora principal del Radar Colombia Venezuela, en alianza con la Fundación Konrad Adenauer. Consultora asociada de Diálogo Ciudadano Colombo Venezolano.
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