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La violencia de los grupos armados no es nueva en Haití, pero las pandillas que hoy asolan el país se han profesionalizado y tienen mayor poder de fuego que la policía para llevar a cabo tráficos de todo tipo o secuestros extorsivos.
El viernes por la noche se produjeron disparos esporádicos en la capital, Puerto Príncipe, según constató un corresponsal de la AFP, mientras los habitantes de la ciudad buscaban desesperadamente refugio para escapar de la actual ola de violencia.
Grupos armados y política
“Las pandillas son un fenómeno de larga data en Haití. Están vinculadas a una tradición de grupos armados no estatales que se remonta a los años 50, con el desarrollo de los ‘tonton macoutes’ del presidente François (Papá Doc) Duvalier”, explica la ONG Global Initiative against transnational organized crime en un informe publicado en febrero.
Entre 1957 y 1986, el dictador “Papá Doc” y luego su hijo Jean-Claude Duvalier sometieron a la población al control total de esta milicia personal.
A principios de la década de 2000, las “Quimeras”, partidarios armados del entonces presidente, Jean Bertrand Aristide, sembraron el terror.
Y hoy, “la influencia de los políticos y de los actores financieros en las actividades de las bandas es de carácter sistémico”, estiman los expertos de Naciones Unidas responsables del seguimiento de las sanciones contra los líderes de las bandas en su último informe de septiembre de 2023.
Unas 200 bandas, cada vez más profesionales
El documento de la ONU estima que en Haití operan 200 pandillas, grupos organizados que usan “armas de fuego sofisticadas” y se dedican al “tráfico de armas o drogas, extorsión, secuestro, asesinato, violencia sexual y desvío de camiones”.
Unas 23 bandas operan en la capital y controlan el 80 % del territorio.
Están agrupadas en dos coaliciones principales involucradas en guerras territoriales: la “Familia G9″, liderada por Jimmy Chérizier, alias “Barbecue”, y el G-Pèp.
Pero varios de sus líderes se han aliado para los ataques de los últimos días contra lugares estratégicos del país, exigiendo la renuncia del primer ministro Ariel Henry.
“Unirse es la única manera de que las bandas tengan una influencia a gran escala en lo que ocurre ahora en el país y en el desarrollo del próximo gobierno”, explica a la AFP Robert Fatton, de la Universidad de Virginia, aunque duda de que esta alianza “oportunista” pueda mantenerse en el tiempo.
Potencia de fuego
La misión de paz de la ONU (Minustah), desplegada entre 2004 y 2017, logró algunos éxitos contra las pandillas, pero luego estas consolidaron su poder, en número de armas y calibre.
“Disponen de arsenales cada vez más sofisticados y su poder de fuego supera al de la policía”, señalan los expertos de la ONU.
Si bien las pistolas y los rifles semiautomáticos siguen siendo las armas más utilizadas, también cuentan con ametralladoras ligeras y balas de punta hueca.
Algunos han aumentado sus capacidades tácticas, reclutando a exsoldados o policías, y otros utilizan drones para identificar potenciales víctimas de secuestros o controlar el territorio.
Reclutamiento en los barrios marginales
Cinco líderes de bandas están sujetos a sanciones de la ONU (prohibición de viajar, congelación de activos, embargo de armas).
“Barbecue”, una de las figuras públicas de la violencia de los últimos días, es probablemente el líder de la pandilla más poderosa, formada por muchos expolicías como él.
Johnson André, conocido como “Izo”, líder de la banda 5 Segond y miembro de la alianza G-Pèp, “desempeña un papel cada vez más influyente”, reclutando a jóvenes de los barrios marginales a cambio de dinero o comida, según la ONU.
También figura en la lista Vitelhomme Innocent, líder de Kraze Barye, uno de los 10 fugitivos más buscados por el FBI estadounidense, que ofrece dos millones de dólares por información que conduzca a su detención.
Extorsión
Según Global Initiative, la extorsión es la principal fuente de ingresos de estas pandillas, que exigen dinero a las empresas a cambio de su protección y cobran “peajes” a los vehículos que circulan por las carreteras que controlan.
Para salir o entrar en Puerto Príncipe, “uno debe estar dispuesto a pagar un impuesto criminal oficial o arriesga su vida”, dijo Ulrika Richardson, coordinadora humanitaria de la ONU en Haití.
El secuestro “se ha convertido en una industria que genera millones de dólares al año”, destaca Global Initiative.
Según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, desde 2021 el país también ha experimentado un aumento en el tráfico de armas, provenientes principalmente de Estados Unidos.
Haití sigue siendo a su vez un territorio “de tránsito de drogas, fundamentalmente cocaína y cannabis”.
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