Haití en los tiempos del cólera
Justo cuando las autoridades planteaban declarar la isla “territorio libre de cólera”, un nuevo brote ocasionó un diluvio de casos que aparte de dejar más de 450 muertos, se suma a la “crisis social humanitaria” del país.
Alexandre Marcou se escucha dubitativo cuando se le pregunta cuál es el problema más crítico que enfrenta la salud de Haití en la actualidad. Dentro de una misma oración, el voluntario habla sobre crimen, desigualdad, secuestros, inanición y “la peste”. Su labor como miembro de Médicos sin Fronteras (MSF) en la isla ha consistido durante los últimos meses, más allá de “contener el cólera”, el de preservar la vida en medio de un contexto de pandillas e inseguridad que según los reportes de la ONU, ocupan al menos el 60 % de Puerto Príncipe, capital del país y dejan cerca de 500 asesinados.
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Alexandre Marcou se escucha dubitativo cuando se le pregunta cuál es el problema más crítico que enfrenta la salud de Haití en la actualidad. Dentro de una misma oración, el voluntario habla sobre crimen, desigualdad, secuestros, inanición y “la peste”. Su labor como miembro de Médicos sin Fronteras (MSF) en la isla ha consistido durante los últimos meses, más allá de “contener el cólera”, el de preservar la vida en medio de un contexto de pandillas e inseguridad que según los reportes de la ONU, ocupan al menos el 60 % de Puerto Príncipe, capital del país y dejan cerca de 500 asesinados.
“Desde septiembre es cuando han empezado a empeorar las cosas”, cuenta Marcou. Para él, desde ese mes, los centros hospitalarios en donde funciona MSF tuvieron que recibir tres tipos de pacientes: infectados de cólera, heridos de la violencia entre pandillas y niños muriendo de desnutrición. Aunque Marcou es enfático en no hablar de política, porque su “función es más médica […] y no somos los más indicados para hablar” de los hilos de poder, es consciente que la organización ha pedido auxilio a la comunidad internacional frente a la “catastrófica situación sanitaria” del país.
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El 2 de octubre de 2022, el Ministerio de Salud de Haití alertó a los organismos sanitarios internacionales que sus en sus registros se habían recopilado nuevos casos de contagio de cólera. Tras casi tres años del último caso, tanto el ministerio como la Organización Panamericana de Salud daban por erradicada esta enfermedad.
En aquel entonces, organismos como la Organización Mundial de la Salud (OMS) documentaron más de 1.000 casos de esta “enfermedad extremadamente virulenta” en el país, de los cuales, “la mitad de ellos son niños, niñas y adolescentes”. Con la aparición de síntomas como la diarrea y deshidratación, varias ONG alertaron que “hay que responder […] con urgencia al nuevo brote” con miedo de que la enfermedad se propagara a República Dominicana y a otros países de América.
Para Marcou, la propagación de la enfermedad se mezcló con otros problemas de salud que han persistido durante años en Haití: hambre, falta de agua potable y lo que Philippe Barboza, encargado de la lucha contra el cólera de la OMS, bautizó “la enfermedad de la pobreza”. Añadido a esto, la violencia sexual, que la ONU contabiliza que el 30 % de mujeres entre 15 y 30 años “han sido víctimas”.
La curva de crecimiento aumentó muy rápido. Así lo demuestran las cifras oficiales: de nueve ciudadanos muertos en la primera semana hasta llegar a cerca de los 500 fallecidos en tres meses. Estos números son, al igual que la cantidad de contagiados, “probablemente mucho más elevados”, reporta la OPS, debido a que la violencia dentro del país no permite que se haga un conteo exacto en las áreas más afectadas.
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“Cuando declararon el cólera oficialmente recibimos los primeros casos. Durante octubre y noviembre tuvimos una subida enorme, hasta el punto de tener que instalar seis centros de tratamiento externos en las ciudades”, recuerda el voluntario, que especifica que no solo atendieron la enfermedad en Puerto Príncipe (capital), sino en zonas como Cite-Soleil, y Carrefour.
Para Marcou, el origen de esta nueva crisis sanitaria no es muy claro. El francés, que ya lleva trabajando varios meses en las ciudades principales de Haití, opina que actualmente los casos de cólera se han distendido un poco, sin embargo, “la situación es muy complicada” debido a que aparte de tratar la enfermedad, el personal médico voluntario se enfrenta a pocos recursos y escasez de gasolina para poder llevar a cabo sus actividades.
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Para octubre de 2022, las bandas criminales de habían secuestrado la terminal de gasolina de Varreux, en la orilla costera del occidente de la capital. Este bloqueo por parte de las pandillas haitianas “paralizó” el suministro de combustible en hospitales y vehículos que repartían agua potable en los centros médicos que trataban el cólera, según reportó AFP.
Que las pandillas “hayan tomado de rehén” el centro de distribución de combustible, según dijo la Policía, ocasionó efectos colaterales en el brote y rápida propagación de la enfermedad. Human Rights Watch alertó que “la falta de acceso a agua limpia y saneamiento, la inseguridad alimentaria generalizada y la atención médica inadecuada crean condiciones ideales para que” el cólera se disperse rápidamente, generando esto una “amenaza sumamente grave para la salud y la vida”.
Las otras “enfermedades” de Haití
El cólera no es, para Marcou, la única batalla que libra el equipo médico en la isla del Caribe. El voluntario explica que Haití vive “una crisis multidimensional”, en la cual se agrupa la violencia, la mortalidad infantil y la ausencia del Estado.
Según explicó Carissa Etienne, directora de la OPS, la situación del país demuestra que “las emergencias de salud paralelas y los frágiles entornos sociales, políticos y naturales ilustran la importancia de invertir en los sistemas de salud y fortalecerlos”.
“Nos sentimos muy solos (en MSF), más que un problema de acceso a la salud o al sistema hospitalario, vemos que estamos muy solos para responder a unas necesidades que son enormes […] y los que al final sufren son los pobladores de Haití”, critica Marcou. Un caso reciente fue el de un total de 14 policías asesinados por las pandillas haitianas en un período menor a dos semanas.
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En su labor, Marcou ha evidenciado que se ha tenido que interrumpir la ayuda humanitaria y la atención hospitalaria por la guerra entre pandillas que se libra, ante todo, en Puerto Príncipe. Por ejemplo, en 2021, los hospitales donde funcionaba MSF denunciaron que sus sedes fueron atacadas y baleadas por grupos criminales, lo que motivó que la organización cerrara su atención temporalmente al público.
Otro capítulo de violencia reciente, recuerda Marcou, sucedió el mismo día en que varias personas atacaron a Ariel Henry, primer ministro de la isla la semana pasada. “Hubo varias manifestaciones y recibimos seis pacientes por bala en nuestros hospitales […] también sacaron un paciente interno dentro de la sede y lo mataron delante del hospital”, dice el voluntario. Aunque asegura que “la situación de caos se ha relajado un poco”, Marcou explica que “cada semana cambia la situación […] tenemos picos en que nos llegan más heridos por balas y otro tipo de violencias […] llevamos varios meses con cambios muy muy bruscos”.
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Los reportes de Naciones Unidas alertaron que solo en 2022, más de 1000 personas fueron asesinadas por parte de “bandas fuertemente armadas”, sin que intervenga la Policía, que tiene escasos hombres y poco material, como aseguró DW.
En el caso de Médicos sin Fronteras, Marcou considera que han tenido suerte en el acceso a las comunidades para “su pronta atención”. Si bien califica su situación como “justa”, opina que “tienen mucha suerte de poder contar con la aceptación de poblaciones que nos dejan entrar a sus territorios”. Marcou se muestra enfático en que, aunque ha habido ataques a médicos y la misión médica en meses anteriores, ni él ni sus compañeros han tenido que sufrir una situación “contra la organización”.
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