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Los días siguientes a las elecciones presidenciales en Argentina transcurren en un clima de alivio para el oficialismo y en medio de un contexto de polarización y confrontación que tiene contra las cuerdas el sistema democrático tras cuarenta años de su retorno.
La Libertad Avanza, el subestimado movimiento libertario —partido joven en la vida política del país—, se fue nutriendo a partir de ultraderechas como VOX y el bolsonarismo, y logró un crecimiento exponencial en muy poco tiempo a lo largo del territorio nacional, consiguiendo una inesperada agenda de cara a los escrutinios de 2023. El triunfo en las PASO (primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias), desnudó el hartazgo de la sociedad a los partidos políticos tradicionales y encendió alarmas.
Javier Milei —apodado “León” por sus seguidores— es un economista que promulga ideas de la escuela austriaca de pensamiento económico (de principios del siglo XX), basada en el individualismo y el subjetivismo metodológicos, y que promueve volver a la Argentina de 1860 en la que dominaba una élite privilegiada. Su intención es disolver derechos a partir de la diatriba anti-Estado y vulnerar la soberanía de la moneda nacional a través del bimonetarismo, con el dólar como principal divisa. Recetas vetustas de programas como los de Martínez de Hoz durante el proceso militar y de Domingo Cavallo y la convertibilidad previa al corralito del 2001.
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Desde 2021, comenzó a pasearse por programas televisivos a fuerza de gritos y una imagen caudillesca —es notoria la caracterización con peinado y patillas de libertador—, dando origen a un fenómeno disruptivo en contra de la casta que logró la simpatía de jóvenes en los márgenes sociales —trabajadores precarizados, desocupados, anarquistas, entre otros—.
Su carrera ha sido meteórica durante el último año. Con un discurso rupturista que incluye propuestas como la libre venta de órganos, la dolarización de la economía y el cierre del Banco Central —en las últimas semanas se refirió al peso argentino como “excremento”—, su ataque al Vaticano, la negación del cambio climático o el libre uso de armas. Sus intervenciones desequilibradas y provocadoras —apareció en público empuñando una motosierra— se despachan en contra de la “casta”, esa caterva de políticos que, dice, son el gran mal del país. Pero el detalle que desarticula su argumento es que por el voto popular puede ser presidente y que justamente tendría que gobernar con la casta que detesta. Una contradicción per se.
El logo de la coalición generó polémica, pues el águila también fue utilizada en el escudo nazi.
Cegado por los números de las elecciones primarias, dio por descontado su triunfo presidencial en las urnas el 22 de octubre, y se dedicó a no cuidar su alocución para convencer al electorado indeciso. No obstante, hizo una alianza con uno de los pioneros de la casta sindical argentina como Luis Barrionuevo, titular de la Unión de Trabajadores del Turismo, Hoteleros y Gastronómicos, y creador de la controversial frase “Tenemos que dejar de robar por lo menos dos años”, que pronunció en 1990 durante el gobierno menemista y del que fue funcionario.
Su candidata a vicepresidenta, Victoria Villarruel, no es menos incendiaria con su negacionismo a la dictadura militar; y a esto se suma Lilia Lemoine, la recién electa diputada por la provincia de Buenos Aires, que una semana antes de los comicios propuso un proyecto de ley para que se pueda renunciar a la paternidad, y que los varones decidan si desean hacerse cargo de sus hijos, ya que las mujeres cuentan con el derecho al aborto (ley a la que este partido se opone).
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En las presidenciales, Milei no aumentó más sufragios que en las PASO (29,98 %). Quedó a 6,5 puntos del oficialismo, y lo que no está claro es cómo se las ingeniará para conseguir el caudal de votos que lo separan de Unión por la Patria. El león rebelde y anti-Estado, deberá, a partir de ahora, suplicar por los votos de la casta opositora al gobierno, a la que no tuvo reparo en llamar “viejos meados”. Así como en tildar de “terrorista pone bombas en jardines de infantes” a la candidata Patricia Bullrich, con la que acaba de aliarse para intentar superar a su adversario Sergio Massa.
Este apoyo —apresurado y sin unanimidad dentro del mismo frente— está dejando en evidencia las profundas divisiones internas con la UCR (Unión Cívica Radical, partido que forma parte de la coalición de Juntos por el Cambio, y que también es blanco de los ataques de Milei). Ante la posible ruptura del movimiento opositor, queda el interrogante sobre lo que ocurrirá con el cerca del 24 % de votos (6.267.152) que acompañó en primera vuelta la fórmula Bullrich-Petri, pues está claro que los radicales no apoyarán al libertario en la definición del balotaje del 19 de noviembre.
El fenómeno de ultraderecha se muerde la cola, y se empieza a desmoronar frente a la decisión popular de no querer regresar nunca más a los tiempos oscuros de la dictadura. Por el momento, este escenario parece darle una ventaja al candidato oficialista y actual ministro de Economía, quien ha sabido capitalizar estos enfrentamientos y ponerse al frente de una campaña que supo remontar en los últimos meses.
Las próximas semanas seguirá definiéndose el ajedrez político. El expresidente Mauricio Macri (responsable de la derrota de JxC) será uno de los alfiles de Milei en el armado de un eventual equipo de gobierno. Mientras tanto, el libertario sigue abriendo frentes: su última jugada fue ofrecerle a la izquierda el llamado ministerio de capital humano, propuesto en su plataforma. Otro de los interrogantes —ante su excéntrica campaña— es si en realidad quiere gobernar la Argentina o si más bien se trata de desatar esta suerte de anarcocapitalismo que pone de manifiesto la profunda crisis política y social en la que se sume el país. Así las cosas, otro escenario posible es que Milei termine desistiendo de su candidatura, tal como lo hizo Menem en el 2003, ante la falta de consensos y una eventual derrota.
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Esta contienda electoral sienta las bases de un nuevo orden en la política nacional. Seguirán apareciendo outsiders de diferentes corrientes de pensamiento, apuntalados en el avance tecnológico de las redes que transformaron las militancias y las organizaciones, en un territorio digital masivo y con escasa formación intelectual y de campo. A partir de la coyuntura geopolítica atravesada por crisis en distintos puntos del mapa, se reavivan brotes de violencia y odio que abarcan desde lo racial hasta conflictos ideológicos de intolerancia extrema.
En cuanto a lo macroeconómico, se estima que para marzo del 2024 vendrá un viento de cola para la Argentina, pues la matriz productiva de Vaca Muerta (segundo yacimiento de gas no convencional y cuarto de petróleo de similar condición del mundo), así como el gasoducto Néstor Kirchner, comenzarán a facturar dólares que reforzarán las alicaídas reservas del Banco Central a través de la exportación de estos dos recursos naturales. También se espera desarrollar la potencialidad del litio en el noroeste del país.
Sin embargo, lo que viene no será sencillo para el futuro presidente, una inflación inercial descontrolada, una deuda externa sofocante y la falta de consensos para construir gobernabilidad, serán obstáculos para sortear en la reconstrucción de la confianza y el bienestar de la sociedad.
* Periodista argentino.
@malalpelel
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