La crisis de Haití: una batalla de varios frentes
La pobreza extrema, un presidente asesinado y un Estado al borde de la anarquía son solo algunas de las amenazas que Haití afronta desde hace años. Conocido como el país “más pobre de Occidente”, según reporta el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (IFAD), la isla caribeña está inmersa en una batalla contra varios frentes que hacen que el “país necesite ayuda urgente”, según alertan varias ONG.
Para que los hombres puedan vivir en sociedad, planteaba Thomas Hobbes, padre de la filosofía política, debe haber “un Estado fuerte” que burle los intentos de “caer en la anarquía y la guerra”. El asedio del crimen en Haití, la falta de cabezas visibles en la presidencia y el Parlamento y la secuencia de diferentes golpes a las instituciones y la sociedad hacen que “el país se encuentre en shock” y demuestren que, en la isla, más que un estado débil, hay un estado inexistente, según concuerdan analistas.
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Para que los hombres puedan vivir en sociedad, planteaba Thomas Hobbes, padre de la filosofía política, debe haber “un Estado fuerte” que burle los intentos de “caer en la anarquía y la guerra”. El asedio del crimen en Haití, la falta de cabezas visibles en la presidencia y el Parlamento y la secuencia de diferentes golpes a las instituciones y la sociedad hacen que “el país se encuentre en shock” y demuestren que, en la isla, más que un estado débil, hay un estado inexistente, según concuerdan analistas.
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“No podemos atrevernos a hablar de democracia”, mencionó el abogado Samuel Madistin a France 24. El diagnóstico de la situación actual en la isla caribeña, tanto para Madistin como para las ONG, es crítico. Desde antes del asesinato de Jovenel Moise, hasta las recientes pugnas que se han despertado por los ataques a los funcionarios del gabinete político de Haití, se ha creado una atmósfera de “crisis” a “una sociedad ya bastante castigada”, según reportó el Centro Delas de Estudios por la Paz.
Los cimientos del Estado, sacudidos
En Haití, las tres ramas del poder que soportan los pilares del Estado, están desvanecidos. Así lo afirma el Centro Delas, que asegura que desde hace ya varias décadas, “la democracia no ha arraigado” en el país.
Desde el magnicidio de Jovenel Moise, la presidencia de la isla se encuentra vacante. Los diferentes intentos de encontrar un sucesor que ocupe el Ejecutivo en Haití han sido inútiles. El actual primer ministro, Ariel Henry, fue designado como jefe de Gobierno dos días antes del asesinato de Moise. Su nombramiento, desde aquel entonces hasta la actualidad, ha sido criticado de ilegítimo e incluso de inconstitucional. Ilegítimo porque llegó a presidir un país que no lo había elegido, e inconstitucional debido a que, para muchos de los habitantes, su investidura como cabeza visible del gobierno estuvo cargada de errores. Un ejemplo de esto fue el ataque que Henry recibió la semana pasada por miembros de la fuerza pública, “por la falta de acción de las autoridades ante los continuos asesinatos de Policía”, según informó EFE.
Henry, que fue escogido para ocupar el principal ministerio de Haití, nunca llegó a posesionarse ante Jovenel Moise, lo cual es otra de las acusaciones que los opositores y miembros del país le achacan. Luego del magnicidio del presidente, Claude Joseph, quien tomó el control del gobierno del país, afirmó que colocar a Henry como cabeza visible del Estado sería “por el bien de la nación”.
Luego del magnicidio, hubo un período en que Haití vivió “la particular situación de tener dos primeros ministros: uno saliente y otro entrante. Sin que ninguno de los dos contara con las condiciones legales para asumir” el cargo, según explicó Latinoamérica 21. Sin embargo, la crisis política del país se arraiga mucho antes del asesinato de Moise en julio de 2021.
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El Parlamento, por su parte, se encuentra desierto desde 2020. Así lo asegura France 24, que indica que los pocos senadores que aún permanecían dentro del Legislativo, ejercían “funciones simbólicas”, pues desde ese año “todos los diputados y dos tercios de los integrantes de la Cámara Alta abandonaron sus cargos sin que fueran reemplazados”.
No fue el primer golpe que la rama legislativa de Haití sufrió. Tan solo un año antes de que Moise fuera asesinado, el Congreso fue clausurado y Estados Unidos y Canadá, en repetidas ocasiones, impusieron sanciones contra los legisladores por hacer parte de cadenas de narcotráfico. Un ejemplo es el de Guy Philippe, un policía y paramilitar, que fue electo y posteriormente capturado antes de su posesión como congresista en 2017.
Tal ha sido la crítica contra la institución que crea y modifica leyes, que Gedeón Jean, director del Centro de Análisis e Investigación en Derechos, denunció este año a medios franceses que “el Parlamento se ha convertido en la capital de la corrupción. La gente vota allí por dinero, por cargos directivos”.
La rama judicial no ha sido ajena a las sacudidas y crisis dentro de la isla. Las sedes judiciales de la isla han sido atacadas e incluso “tomadas” por hombres armados en repetidas ocasiones, lo que desemboca en que se “pierda y saquee la información” de los jueces sobre los procesos legales y constitucionales del país. De acuerdo con EuropaPress, uno de los últimos ataques que se registró en Haití contra edificaciones jurídicas sucedió en octubre de 2021, cuando miembros de una pandilla “accedieron a las oficinas del juez […] quien estaba a cargo de la investigación” del asesinato de Moise.
Del estado de derecho al estado de violencia
Uno de los problemas que más han acentuado la situación de Haití es la violencia. Así lo señaló la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que señaló que el país se ha visto “asediado” por este fenómeno. En adición, este órgano expresó que “el incremento del número de delitos como asesinato, tortura, secuestros”, más que haber “cobrado numerosas víctimas”, han repercutido directamente en la situación de la isla.
Para International Crisis Group, el surgimiento de esta violencia, y en específico de pandillas que funcionan en el territorio, es considerado como “el último recurso” que tiene el país. Esta organización considera que “incluso antes de que un grupo de sicarios asesinara a Moise […] Haití se encontraba en un lamentable estado de inseguridad”.
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Un informe publicado por la ONU señaló que para 2021, Haití tenía dentro de sus ciudades “más de 90 pandillas” activas. Las principales actividades de estos grupos, más allá de financiarse con el narcotráfico o las extorsiones, consisten en “bloqueos viales” y “violencia sexual”. Sin embargo, las organizaciones de derechos humanos no logran saber a cabalidad cuántas son las pandillas. Esto ha causado que diferentes ONG cataloguen la situación del país como una “profunda crisis de derechos humanos”.
Para el medio Latinoamérica 21, la existencia de las pandillas demuestra un panorama “donde las bandas criminales tienen más poder que la policía y donde el vacío de poder […] se termina de apropiar de lo poco que quedaba del Estado más antiguo del continente”. Esta tesis la respalda el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, que declaró que la situación de violencia “ha precipitado el descenso” del país a “su peor situación” posible.
La intervención extranjera, ¿salida viable?
La ayuda internacional ha sido considerada como la única solución posible que tiene Haití en tiempos de crisis. Desde que la isla sufrió uno de los terremotos más dañinos en su historia en 2010, sus autoridades han pedido constantemente que la comunidad internacional auxilie sus necesidades con apoyo humanitario.
En 2022, Ariel Henry reclamó a la ONU que apoyaran la situación de Haití con el envío de tropas para poder luchar contra el crimen organizado. En aquel entonces, Antonio Guterres, secretario general de ese órgano, señaló que la situación del país requería con urgencia ayuda de parte de los “países amigos”. Sin embargo, como asegura Judith Vorrath, politóloga de la Fundación Alemana de Ciencia Política, citada por DW, que “los riesgos son altos, las posibilidades de éxito” en la intervención a Haití “son dudosas”.
La intervención extranjera en anteriores ocasiones ha sido duramente rechazada por varios sectores dentro del círculo político haitiano. En primer lugar, International Crisis Group afirma que el primer obstáculo de fuerzas extranjeras dentro de Haití serían las pandillas, que presentarían un fuerte rechazo a cualquier entidad que se opusiera a sus actividades. “Las experiencias con las operaciones de la ONU son muy malas”, señaló DW.
Entre 2004 y 2017, la ONU estableció la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (Minustah). Durante ese período, los tribunales haitianos y las ONG de derechos humanos denunciaron que esta Misión cometió actos de “seriedad extrema”, entre los cuales había explotación, persecución política y abuso sexual, según reveló la misma ONU en uno de sus informes.
Para Latinoamérica 21, la solución se encuentra en el interior del país. Para el medio, la “situación de Haití” dista de ser “una situación normal”. Por ende, no se puede pensar en los procedimientos normales de algún otro país con un contexto distinto. “El país necesita una solución sociopolítica […] una concertación con los principales actores que incluya partidos, sector privado, universidades y autoridades religiosas para que se pongan de acuerdo en seleccionar a las personas […] competentes para conformar un gobierno de transición”, explicó el economista Joseph Harold Pierre para Latinoamérica 21.
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