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La visita este fin de semana del secretario de Estado y jefe de la diplomacia estadounidense, Mike Pompeo, a Cúcuta, para supervisar el tema de la crisis venezolana, se dará en medio de un ambiente enrarecido en las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Colombia. Aunque en los últimos veinte años han sido muy cercanas, hoy están tensas por unas nuevas declaraciones del presidente estadounidense Donald Trump.
Por segunda vez en veinte días, el mandatario estadounidense cuestionó a su homólogo colombiano, Iván Duque, uno de sus más leales aliados en la región, por sus “fallidas” políticas antinarcóticos. Según Trump, que días atrás había dicho que el colombiano “no había hecho nada por Estados Unidos”, afirmó esta semana que “el negocio de las drogas había crecido un 50 % desde que Duque está como presidente”.
Pero esta vez Donald Trump fue mucho más allá de su ya permanente preocupación por el aumento de los envíos de droga colombiana a su país y afirmó, sin titubeos, que Colombia, junto con Honduras, Guatemala y El Salvador, enviaba a propósito a pandilleros y criminales a EE. UU. para deshacerse de ellos.
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“Los están mandando a Estados Unidos porque no los quieren. Creen que la gente de Estados Unidos es estúpida y los recibe”, dijo Trump en un acto de recaudación de fondos para su campaña electoral en San Antonio.
Las palabras de Trump rápidamente hicieron eco en Colombia y causaron sorpresa. Esta es la primera vez que el estadounidense incluye al país en lo que él considera una campaña deliberada de algunos países latinoamericanos para enviar delincuentes a Estados Unidos de forma irregular.
El Gobierno colombiano rechazó categóricamente las declaraciones del presidente estadounidense y defendió a sus ciudadanos en ese país. “Los migrantes colombianos son trabajadores esforzados que contribuyen al desarrollo de Estados Unidos”, afirmó Duque durante un evento en Cartagena. “Los únicos criminales que envía Colombia son narcotraficantes solicitados en extradición en aplicación de mecanismos de cooperación judicial”, agregó.
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Sin embargo, podría decirse que Iván Duque es víctima de las circunstancias. No solo él, sino también su predecesor, el expresidente Juan Manuel Santos, tuvieron que lidiar con la impredecible lengua de Donald Trump. Desde que asumió en la Casa Blanca en enero de 2017, y hasta hoy, el magnate no ha escondido nunca que su prioridad hacia Colombia es el tema de la droga y los cultivos ilícitos.
De hecho, el expresidente Santos fue uno de los primeros cuestionados por el presidente de Estados Unidos a los pocos días de asumir en Washington en 2017. En su primer año, Trump alertó sobre el aumento “dramático” de las hectáreas de cultivos ilícitos sembradas, cuestionó la decisión del entonces presidente colombiano de suspender las aspersiones aéreas con glifosato y amenazó con descertificar a Colombia e incluirla en una lista negra que podría significar una reducción de la ayuda económica.
Sin embargo, ambos países firmaron luego un acuerdo en el que Colombia se comprometía a rebajar su producción estimada de cocaína y sus cultivos de coca en un 50 % para 2023.
“Cuando empezó nuestro gobierno, en agosto, le dijimos a Colombia y el mundo que nos preocupaba que desde 2012 al 2018 se había dado un crecimiento exponencial de los cultivos ilícitos llegando a 200.000 hectáreas”, se defendió Duque. Afirmó, además, que Colombia no tenía que rendirle cuentas a nadie, sino solamente al pueblo colombiano, y llamó a los países que tienen altos niveles de consumo a “enfrentar ese fenómeno”.
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Lo cierto es que dos años después de su llegada a Washington, y con un nuevo presidente en Bogotá, está claro que las prioridades de Trump son las mismas que cuando asumió, pero para Mauricio Jaramillo Jassir, internacionalista y profesor de la Universidad del Rosario, la arremetida reciente del presidente estadounidense contra su aliado en la región tiene que ver más con una dinámica electoral.
“Hay que entender que Trump anda en campaña porque ya empieza la recta final de su primer mandato y por eso busca enviar un mensaje interno en los temas que le son más rentables políticamente. Está otra vez con un discurso nacionalista y populista”, explica Jaramillo.
“Creo que todo este comportamiento es estratégico. Es solo una búsqueda de publicidad dirigida a su audiencia estadounidense”, opina por su parte el profesor Richard Anderson, del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA).
El analista, sin embargo, dice que quizás el error de Duque fue ceder en temas como la fumigación con glifosato o alejarse de la región por defender la alianza con Trump, además del papel que Colombia asumió frente al cerco diplomático a Venezuela, el cual lidera Estados Unidos, y al que le ha apostado buena parte de su capital diplomático regional.
“Aunque todos están de acuerdo en el problema de Maduro y que hay que solucionar esta situación, Venezuela y Colombia son países vecinos y deben resolver esto por otras vías, no con las opciones que planteaba Trump”, coinciden analistas consultados por este diario.
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“Colombia no debe hacerse ilusiones sobre el sentido de lealtad de Trump y su adhesión al comportamiento y las normas diplomáticas tradicionales”, advierte Michael Shifter, presidente del centro de pensamiento Diálogo Americano. “Los gobiernos de México, Canadá, la OTAN y ahora los centroamericanos pueden dar fe de lo difícil y frustrante que es tratar con él y tener una relación madura”, agrega.
En medio de este cruce de declaraciones entre Duque y Trump llegará Mike Pompeo a Cúcuta, ciudad que, entre otras cosas, fue incluida el día de ayer en una lista de lugares peligrosos para los turistas estadounidenses, en la que, además, Colombia figura como uno de los países con un alto índice de riesgo. Un nuevo revés diplomático en esta inusual relación entre el país y el gobierno del impredescible Trump.
JESÚS MESA
jmesa@elespectador.com
Twitter: @JesusMesa