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Migrar es un riesgo para cualquier persona que se aventure a hacerlo; sin embargo, esos riesgos se multiplican si quien migra es una mujer, niña o adolescente; y si esa movilidad humana se produce en plena pandemia de COVID-19 ya el asunto se vuelve una catástrofe.
De acuerdo con un informe de la ONG Plan Internacional, las políticas migratorias cada vez más restrictivas en todos los países pone a los migrantes en una situación de vulnerabilidad extrema, pues no pueden regularizar su estatuto migratorio y en esa situación no tienen acceso ni a servicios básicos ni a salud.
América Latina y El Caribe son prueba de ello; la región está viviendo la crisis migratoria más grave del momento: millones de venezolanos llegaron principalmente a Colombia, Brasil, Ecuador, y Perú y se encuentran con políticas migratorias cada vez más restrictivas; la situación es parecida con la migración del Triángulo Norte (Honduras, Guatemala y El Salvador) que intentan llegar a Estados Unidos a través de la frontera con México.
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En el contexto de la pandemia del COVID-19, las condiciones de vida empeoran siendo las niñas, niños y adolescentes migrantes, alrededor de siete millones, los más afectados.
“Aunque las condiciones de los dos flujos migratorios son diferentes, en ambos contextos, las circunstancias representan riesgo de violencia contra la niñez. Hay muchos casos de niñez no acompañada, sobre todo en el Triángulo Norte donde la principal motivación es la reunificación familiar. Los medios de supervivencia están restringidos. No hay acceso a oportunidades laborales. En los países hay miles de migrantes en circunstancias difíciles, en pequeños albergues improvisados, atrapados y sin poder recibir la atención adecuada. Las medidas sanitarias impuestas por los países hacen que muchos migrantes se queden detenidos en las fronteras o en las ciudades durante el tránsito de sus recorridos”, explica Nicolás Rodríguez, Gerente Regional de Gestión del Riesgo de Desastres de Plan International.
Mujeres y Migración (2M) una iniciativa de profesoras de la Universidad de Los Andes alertaba sobre esta problemática hace un par de meses. Insistían en cómo las mujeres y niñas migrantes enfrentan contextos familiares complejos que las hace estar expuestas a muchas formas de violencia, incluido el abuso sexual.
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No sólo eso, 2M señalaba cómo el sector informal fue uno de los más golpeados con el aislamiento y cómo muchas mujeres venezolanas empleadas en el servicio doméstico o en peluquerías quedaron sin un sustento. Este testimonio es un pálido ejemplo de lo que viven miles de ellas. Victoria*, una adolescente venezolana de 14 años, relata como su madre vendió su propio pelo en la frontera de Venezuela con Colombia para lograr llegar a Ecuador, a principios de este año. Desde su llegada, se esforzaron por asentarse, proveyendo servicios de limpieza en la capital. Para ese entonces, Victoria no consideraba todavía la posibilidad de retomar sus estudios.
“Por ahora tenemos comida y un poco de ahorros. Recibimos ayuda financiera por parte de Plan International y eso nos permitirá estar tranquilas unas semanas. Nuestra idea siempre ha sido quedarnos, pero no sabemos qué pueda pasar, no sabemos si tendremos que regresarnos a Venezuela…”, explica Alba*, la madre de Victoria, quien no ha producido en semanas debido a la emergencia sanitaria.
De acuerdo con datos oficiales, cerca de 81.000 migrantes venezolanos han tratado de regresar a su país. Un dato menor frente al 1′800.000 personas que siguen en Colombia, por ejemplo. Regresar a un país que los rechaza en la frontera porque según el presidente Nicolás Maduro son “bombas bioquímicas” enviadas por Colombia, no siempre es una opción.
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En el Triángulo Norte, el debate no es más sencillo siendo las principales causas de migración la violencia y la reunificación familiar. Así mismo, quienes han regresado a sus comunidades denuncian haber sido víctimas de discriminación y amenazas, al ser acusados de portar consigo el COVID-19[1].
Riesgos de los niños
A la incertidumbre se suman los riesgos del camino y de asentarse nuevamente. Plan International, una ONG internacional que trabaja por los derechos de la niñez y la igualdad de las niñas, alerta sobre los riesgos de abandono, agresiones a su salud física, abuso, violencia, explotación sexual, discriminación y reclutamiento forzado que enfrentan todos los días miles de niñas y niños migrantes.
“Las niñas y adolescentes mujeres son particularmente vulnerables, al vivir una doble discriminación por su género y edad. En este sentido, están más propensas a ser sujetos de la explotación sexual, sin que se reconozca su calidad de víctimas, debido a estereotipos y creencias que naturalizan el pago por sexo con mujeres y niñas y las responsabilizan. Así mismo, al ser menores de edad, sufren por la negligencia de las autoridades locales”, explica Amalia Alarcón, Gerente Regional de Programas de Influencia de Plan International.
Una situación que preocupa hasta países como Canadá. La ministra de Desarrollo Internacional de Canadá, Karina Gould, aseguró que teme que la crisis económica y la inestabilidad causadas por la COVID-19 en los países en desarrollo provoquen conflictos, a la vez que calificó como "segunda pandemia" el aumento de la violencia contra las mujeres y niñas.
"Por ejemplo, en la región es lo que estamos escuchando de los migrantes venezolanos que estaban en Colombia, Ecuador o Brasil. Con el cierre de las economías, esos migrantes no tienen ingresos y están tratando de regresar a Venezuela porque no tenían oportunidades", explicó.
“Me preocupa la crisis económica y la inestabilidad que eso crea en países que ya son vulnerables y pueden provocar conflictos. Y esto podría provocar una inmigración más fuerte”, continuó.
Gould también se refirió al aumento de la violencia doméstica, especialmente contra mujeres y niños, que se está viviendo en todo el mundo a consecuencia de las medidas de confinamiento social y económico.
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“Es una segunda pandemia. Gente que estaba viviendo en situaciones de peligro ya no tienen los escapes del trabajo ni de la escuela. Tenemos que entender también que para muchos niños y niñas, la escuela es un lugar seguro que les aleja de la violencia doméstica”, dijo.