La encrucijada de la caravana que marcha hacia EE. UU.
Las posibilidades se les van agotando a los más de 7.000 migrantes centroamericanos. Mientras EE. UU. rechaza su llegada, en México comienzan a aparecer brotes de xenofobia.
redacción internacional
La caravana de migrantes centroamericanos, en su mayoría hondureños, que marcha hacia Estados Unidos deja, al día de hoy, un panorama complicado y confuso. Aunque el grupo ha perdido fuerza con el pasar de los días, el gobierno mexicano lo dejó claro: los migrantes que sigan pretendiendo atravesar el país tienen posibilidades casi nulas de cruzar la frontera.
Alfonso Navarrete Prida, ministro del Interior mexicano, señaló que buscarán a toda costa que las 2.000 personas que ya están en Tijuana, a pocos kilómetros de la frontera con Estados Unidos, cometan una imprudencia e ingresen de forma violenta al norte, en donde los espera un numeroso grupo de soldados estadounidenses.
El plan de México es tomar medidas inmediatas para evitar cualquier tipo de encuentro antes de que lleguen las posibles 4.000 personas faltantes. Navarrete Prida, además de señalar que tratarán de desviar a las personas hacia los lugares de cruce e impedir que pueda aglutinarse un número importante de migrantes en la línea fronteriza, aseguró: “Hay un enorme riesgo de tener un incidente, cuando además hemos escuchado el discurso abiertamente hostil que está teniendo de parte del gobierno norteamericano y tendremos que actuar en consecuencia”.
(Le puede interesar: Más de 1.700 migrantes llegaron a la frontera con Estados Unidos)
Y es que la caravana inicial que salió el pasado 13 de octubre desde San Pedro Sula, en Honduras, se ha instrumentalizado. Las más de 7.000 personas iniciales se han dispersado, sobre todo después de las elecciones legislativas de EE.UU., el pasado 6 de noviembre. Durante el último tramo de la campaña tanto el Partido Republicano como el Demócrata utilizaron la marcha como pretexto político para influir en el voto de los estadounidenses. El punto más álgido se vivió cuando el presidente Donald Trump anunció el despliegue de tropas en la frontera para evitar el paso de los centroamericanos.
Días antes de los comicios, el mandatario escribía en su Twitter: “Estoy observando al Partido Demócrata liderar un asalto contra EE.UU. por parte de Guatemala, Honduras y El Salvador, cuyos líderes hacen poco por detener el flujo grande de personas, entre ellos muchos delincuentes, y evitar que entren a México y de allí a Estados Unidos”. Pero desde que salieron los resultados, en los que los demócratas recuperaron el poder de la Cámara, el presidente no ha vuelto a atacar ni a mencionar el tema.
Brotes de xenofobia
A los migrantes que se encuentran reunidos en el centro deportivo dispuesto por la gobernación de Tijuana se les agotan las posibilidades. De no lograr entrar, su única alternativa es regresar a sus países. El estado del norte de México ha hecho todo lo que está a su alcance: registraron a las personas y les colocaron un brazalete en sus muñecas para poder entrar y salir a voluntad. Luego les hicieron firmar un reglamento que prohíbe el consumo de bebidas alcohólicas y drogas, y se les pidió colaborar en labores de limpieza.
Delia Ávila, directora del Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia en Tijuana, dijo que hasta ahora solo están preparados para recibir a 1.000 personas. “La prioridad, sobre todo en espacios cerrados, es para niños y mujeres”, dijo.
(Ver más: Quiero que mi hijo sea norteamericano, dicen embarazadas de la caravana migrante)
Pero la llegada incesante de nuevos migrantes también ha provocado el malestar de algunos ciudadanos locales, que en los últimos días increparon a grupos de centroamericanos generando escenas de tensión. Decenas de vecinos del área residencial de Playas de Tijuana, que colinda con suelo estadounidense, protestaron por la presencia de los marchantes que acampan en la zona y les exigieron que se fueran, pues si no lo hacían bloquearían los accesos a ese lugar.
El mismo alcalde del estado, Juan Manuel Gastélum, dijo ayer a la televisora Milenio que los grupos de migrantes "llegan en un plan agresivo, grosero, con cánticos, retando a la autoridad", y pidió al gobierno federal les aplique el artículo 33 constitucional, que contempla la expulsión inmediata del país sin derecho a juicio alguno.
"Tijuana es una ciudad de migrantes, pero no los queremos de esta manera, fue distinto con los haitianos que llegaron en 2016. Ellos llevaban papeles, estaban en orden, no era una horda, perdóname la expresión, y derechos humanos se me va a echar encima, pero los derechos humanos son para los humanos derechos", señaló Gastélum.
Al respecto, el secretario Navarrete pidió a los migrantes concentrados en Tijuana que eviten escenas de violencia en la frontera y que traten de acceder a Estados Unidos de forma ordenada. “Lo que no queremos es que la violencia sea la dinámica que se desarrolle de aquí en adelante ante la posible intención de ingresar a Estados Unidos de América de forma intempestiva y no ordenada”, aseguró.
Lo que viene
El día de ayer centenares de migrantes que todavía se encontraban en Ciudad de México decidieron salir hacia Tijuana. El presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de México (Codhem), Jorge Olvera, aseguró: “La Codhem acompaña a grupos de migrantes centroamericanos en su paso por el estado de México de Huehuetoca hacia Querétaro. Se mantiene estrecha coordinación con la Comisión de Derechos Humanos de Querétaro, compartiendo las acciones de asistencia humanitaria”.
(Ver más: Así se vive en la caravana migrante que va rumbo a EE. UU.)
Mientras que en la capital mexicana quedan todavía 1.000 migrantes, el resto mantiene las esperanzas de llegar a Tijuana y cruzar la frontera. Sin embargo, el gobierno estadounidense aclaró el pasado jueves que sus puertos de entrada al país en la frontera sur están llenos y los integrantes de las caravanas deberán esperar en México para solicitar asilo en esos puntos: la única vía que ha dado la Casa Blanca a los migrantes para reducir sus opciones de ser deportados.
Este mecanismo dejaría a los migrantes en un limbo migratorio, más si se junta con la medida tomada por el presidente estadounidense, Donald Trump, la semana pasada, cuando mediante un decreto ordenó que solo podrán solicitar asilo aquellos que entren por puntos de acceso autorizados y no aquellos que crucen irregularmente la frontera. Una situación que limita las opciones de los miembros de las caravanas. Miembros de la Casa Blanca agregaron que el permiso se les concede a muy pocos, por lo que recomendaron frenar el viaje y evitar riesgos.
Y mientras tanto México, que quiere evitar una confrontación violenta, ha emitido 2.697 visas temporales a individuos y familias, brindándoles cobertura durante el proceso de solicitud de 45 días en un intento por obtener un estatus de mayor permanencia no basta para todos. Pero para muchos de los caminantes no es suficiente. Las dos caravanas que ya salieron hacia la frontera parecen no querer atender el llamado y, por lo contrario, desafiar al gobierno estadounidense, el cual tendrá la última palabra.
La caravana de migrantes centroamericanos, en su mayoría hondureños, que marcha hacia Estados Unidos deja, al día de hoy, un panorama complicado y confuso. Aunque el grupo ha perdido fuerza con el pasar de los días, el gobierno mexicano lo dejó claro: los migrantes que sigan pretendiendo atravesar el país tienen posibilidades casi nulas de cruzar la frontera.
Alfonso Navarrete Prida, ministro del Interior mexicano, señaló que buscarán a toda costa que las 2.000 personas que ya están en Tijuana, a pocos kilómetros de la frontera con Estados Unidos, cometan una imprudencia e ingresen de forma violenta al norte, en donde los espera un numeroso grupo de soldados estadounidenses.
El plan de México es tomar medidas inmediatas para evitar cualquier tipo de encuentro antes de que lleguen las posibles 4.000 personas faltantes. Navarrete Prida, además de señalar que tratarán de desviar a las personas hacia los lugares de cruce e impedir que pueda aglutinarse un número importante de migrantes en la línea fronteriza, aseguró: “Hay un enorme riesgo de tener un incidente, cuando además hemos escuchado el discurso abiertamente hostil que está teniendo de parte del gobierno norteamericano y tendremos que actuar en consecuencia”.
(Le puede interesar: Más de 1.700 migrantes llegaron a la frontera con Estados Unidos)
Y es que la caravana inicial que salió el pasado 13 de octubre desde San Pedro Sula, en Honduras, se ha instrumentalizado. Las más de 7.000 personas iniciales se han dispersado, sobre todo después de las elecciones legislativas de EE.UU., el pasado 6 de noviembre. Durante el último tramo de la campaña tanto el Partido Republicano como el Demócrata utilizaron la marcha como pretexto político para influir en el voto de los estadounidenses. El punto más álgido se vivió cuando el presidente Donald Trump anunció el despliegue de tropas en la frontera para evitar el paso de los centroamericanos.
Días antes de los comicios, el mandatario escribía en su Twitter: “Estoy observando al Partido Demócrata liderar un asalto contra EE.UU. por parte de Guatemala, Honduras y El Salvador, cuyos líderes hacen poco por detener el flujo grande de personas, entre ellos muchos delincuentes, y evitar que entren a México y de allí a Estados Unidos”. Pero desde que salieron los resultados, en los que los demócratas recuperaron el poder de la Cámara, el presidente no ha vuelto a atacar ni a mencionar el tema.
Brotes de xenofobia
A los migrantes que se encuentran reunidos en el centro deportivo dispuesto por la gobernación de Tijuana se les agotan las posibilidades. De no lograr entrar, su única alternativa es regresar a sus países. El estado del norte de México ha hecho todo lo que está a su alcance: registraron a las personas y les colocaron un brazalete en sus muñecas para poder entrar y salir a voluntad. Luego les hicieron firmar un reglamento que prohíbe el consumo de bebidas alcohólicas y drogas, y se les pidió colaborar en labores de limpieza.
Delia Ávila, directora del Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia en Tijuana, dijo que hasta ahora solo están preparados para recibir a 1.000 personas. “La prioridad, sobre todo en espacios cerrados, es para niños y mujeres”, dijo.
(Ver más: Quiero que mi hijo sea norteamericano, dicen embarazadas de la caravana migrante)
Pero la llegada incesante de nuevos migrantes también ha provocado el malestar de algunos ciudadanos locales, que en los últimos días increparon a grupos de centroamericanos generando escenas de tensión. Decenas de vecinos del área residencial de Playas de Tijuana, que colinda con suelo estadounidense, protestaron por la presencia de los marchantes que acampan en la zona y les exigieron que se fueran, pues si no lo hacían bloquearían los accesos a ese lugar.
El mismo alcalde del estado, Juan Manuel Gastélum, dijo ayer a la televisora Milenio que los grupos de migrantes "llegan en un plan agresivo, grosero, con cánticos, retando a la autoridad", y pidió al gobierno federal les aplique el artículo 33 constitucional, que contempla la expulsión inmediata del país sin derecho a juicio alguno.
"Tijuana es una ciudad de migrantes, pero no los queremos de esta manera, fue distinto con los haitianos que llegaron en 2016. Ellos llevaban papeles, estaban en orden, no era una horda, perdóname la expresión, y derechos humanos se me va a echar encima, pero los derechos humanos son para los humanos derechos", señaló Gastélum.
Al respecto, el secretario Navarrete pidió a los migrantes concentrados en Tijuana que eviten escenas de violencia en la frontera y que traten de acceder a Estados Unidos de forma ordenada. “Lo que no queremos es que la violencia sea la dinámica que se desarrolle de aquí en adelante ante la posible intención de ingresar a Estados Unidos de América de forma intempestiva y no ordenada”, aseguró.
Lo que viene
El día de ayer centenares de migrantes que todavía se encontraban en Ciudad de México decidieron salir hacia Tijuana. El presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de México (Codhem), Jorge Olvera, aseguró: “La Codhem acompaña a grupos de migrantes centroamericanos en su paso por el estado de México de Huehuetoca hacia Querétaro. Se mantiene estrecha coordinación con la Comisión de Derechos Humanos de Querétaro, compartiendo las acciones de asistencia humanitaria”.
(Ver más: Así se vive en la caravana migrante que va rumbo a EE. UU.)
Mientras que en la capital mexicana quedan todavía 1.000 migrantes, el resto mantiene las esperanzas de llegar a Tijuana y cruzar la frontera. Sin embargo, el gobierno estadounidense aclaró el pasado jueves que sus puertos de entrada al país en la frontera sur están llenos y los integrantes de las caravanas deberán esperar en México para solicitar asilo en esos puntos: la única vía que ha dado la Casa Blanca a los migrantes para reducir sus opciones de ser deportados.
Este mecanismo dejaría a los migrantes en un limbo migratorio, más si se junta con la medida tomada por el presidente estadounidense, Donald Trump, la semana pasada, cuando mediante un decreto ordenó que solo podrán solicitar asilo aquellos que entren por puntos de acceso autorizados y no aquellos que crucen irregularmente la frontera. Una situación que limita las opciones de los miembros de las caravanas. Miembros de la Casa Blanca agregaron que el permiso se les concede a muy pocos, por lo que recomendaron frenar el viaje y evitar riesgos.
Y mientras tanto México, que quiere evitar una confrontación violenta, ha emitido 2.697 visas temporales a individuos y familias, brindándoles cobertura durante el proceso de solicitud de 45 días en un intento por obtener un estatus de mayor permanencia no basta para todos. Pero para muchos de los caminantes no es suficiente. Las dos caravanas que ya salieron hacia la frontera parecen no querer atender el llamado y, por lo contrario, desafiar al gobierno estadounidense, el cual tendrá la última palabra.