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Este lunes, el ministro de Defensa, Diego Molano, informó que por primera vez un submarino nuclear de Estados Unidos participó en los ejercicios conjuntos de la Armada de Colombia y la Marina estadounidense en el Caribe. “Este ejercicio se hace entre el ámbito de la OTAN. En el caso de Colombia, como país global socio, busca que se adopten los mejores estándares internacionales en el desarrollo de operaciones marítimas”, comentó Molano. Con todo y que la cartera de Defensa recordó que en la región “existen intereses comunes en la lucha contra el narcotráfico”, las redes sociales se llenaron de especulaciones, en un momento en el que la guerra en Ucrania parece no tener salida fácil. Aquí algunos ejemplos que nos encontramos en Twitter.
“Es importante en este instante poder equipar a nuestras Fuerzas Militares con armamento de punta, porque los vecinos hace rato lo hicieron y, con un patrocinador como Putin, no les temblará hacer cualquier invasión”, comentó un usuario de esa red social. “Necesitamos las bases americanas para contrarrestar la creciente amenaza rusa en nuestras fronteras”, se lee en otra publicación de Twitter. Pero, ¿el arsenal ruso en Venezuela realmente representa un riesgo para Colombia? Vamos por partes.
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“De entrada hay que aclarar que Colombia no es miembro de la OTAN, es un socio global de la alianza. Es decir, si hay un ataque a un país miembro de la OTAN, Colombia no está obligado a enviar tropas. Eso sería una decisión del Gobierno, pero no hay ningún acuerdo en ese sentido”, le comentó a este diario Víctor Mijares, profesor de ciencia política y estudios globales de la Universidad de los Andes.
“Y sobre los ejercicios en el Caribe, estas actividades están programadas y tienen lugar todos los años; forman parte de la rutina de las fuerzas militares en todo el mundo, por lo que no necesariamente implican algún tipo de demostración de la fuerza en el Caribe contra los rusos. Entonces, ¿por qué se hace público? Hay interés por parte de las potencias occidentales de demostrar que están activas. Es decir, se utiliza como una especie de propaganda. Esto es rutinario, lo que no es rutinario es que se filtre a los medios y a la opinión pública”, agregó.
El anuncio de Molano llega días después de la visita a Colombia de la subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos de EE. UU., Victoria Nuland, quien habló sobre el aumento de la influencia rusa a lo largo de la frontera entre Venezuela y Colombia, y que además alertó sobre la desinformación en plena campaña electoral en el país: “Rusia podría estar alimentando a actores malignos que no solo están activos en Venezuela, sino que tal vez intentan socavar la soberanía de Colombia”, sostuvo la funcionaria.
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Estas declaraciones coincidieron con recientes desencuentros entre Moscú y Bogotá, uno de los principales aliados de Estados Unidos en América Latina. El más reciente, por ejemplo, ocurrió en los primeros días de febrero, cuando Diego Molano aseguró que informes de inteligencia evidenciaban presencia de oficiales rusos en Venezuela que estarían operando cerca de la frontera. Meses antes, en mayo, el ministro también dijo que detectaron injerencia rusa en redes sociales para favorecer las movilizaciones del paro nacional. Dos señalamientos que fueron rechazados por la Embajada de Rusia en Bogotá. ¿Qué dicen los expertos?
“Hablemos primero de la desinformación que viene del exterior. Sí, esa es una amenaza real. No tanto por la penetración en los sistemas de conteo de votos en países democráticos, sino por la manipulación de medios de comunicación, por la propaganda de desinformación, por el uso de algoritmos para enviar mensajes que confundan al elector y que crean matrices de opinión alarmistas. Ese es el riesgo, sobre todo en redes sociales”, dijo Víctor Mijares.
El experto agregó que existe evidencia sobre la participación de agencias rusas en procesos electorales en el mundo. “Se sabe que hay penetración por parte de distintas fuentes a sistemas políticos un poco más inestables, o altamente polarizados, como el que estamos viendo en Colombia. No necesariamente es fácil identificar si esto viene de una fuente gubernamental o si tiene que ver con grupos afiliados o no al gobierno, pero sí es una amenaza”, sostuvo. ¿Y qué pasa con el arsenal ruso en Venezuela, representa un riesgo para Colombia?
“El ministro de Defensa ha puesto al país en una situación problemática, por no decir peligrosa, al asegurar que desde Venezuela se estarían movilizando tropas con armamento hacia zonas limítrofes, con el apoyo de Irán y Rusia. Casi pone de peón a Colombia en una situación de escala mundial en la que no tiene que ver”, comentó el 11 de febrero Arlene Tickner, doctora en relaciones internacionales y profesora de la Universidad del Rosario, a este diario.
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Algo similar sostuvo Florent Frasson-Quenoz, doctor en seguridad internacional y defensa: “No, Colombia no es un blanco estratégico ni político para Rusia. La presencia de militares rusos, o los que están contratados por empresas rusas que están en Venezuela, se debe entender como una manifestación clara en apoyo a los regímenes que quieren apartarse de la política estadounidense. Pero a la vez, es una garantía de que estos jefes de Estado, como es el caso de Venezuela, se van a alinear con la posición rusa”, dijo el analista.
Por su parte, Mijares sostiene que el armamento que ha transferido Rusia a Venezuela está pensado para temas defensivos. “Lo más llamativo del arsenal ruso en Venezuela son los tanques de guerra T-72. Pero los territorios latinoamericanos generalmente no se prestan para el uso de este tipo de tanques, por lo que tienen una muy limitada capacidad de operación” agregó.
Mijares también se refirió a los aviones de combate Sukhoi Su-30A. “Hay 24 en Venezuela, pero no se sabe exactamente cuántos están operativos; en un punto se habló de dos o cinco aviones. Estos tienen una capacidad ofensiva importante, porque también pueden servir como bombarderos para puntos específicos. Pero su autonomía de vuelo no les permite tener una capacidad para amenazar seriamente y poner en peligro la soberanía o la estabilidad de Colombia”, comentó el experto.
Sin embargo, Mijares advierte que sí existe un peligro que no se puede dejar de lado: “Esto tiene que ver con un potencial colapso, o la decisión por parte del régimen venezolano, de que parte de ese armamento, sobre todo los misiles tierra-aire, que son manipulables por un solo hombre, por ejemplo, caigan en manos de grupos criminales e insurgentes. Eso podría poner en peligro a las fuerzas militares colombianas o brasileñas”, agregó el analista.
¿Y qué pasa con la influencia rusa en otros países de América Latina?
Frasson-Quenoz sostuvo que desde hace unos 20 años, no solo Rusia, sino también China, han tratado de poner un pie en América Latina, el patio trasero de EE. UU. “Y lo vimos, por ejemplo, con los contratos de explotación y recursos minero-energéticos para Rusia. Sin mencionar la famosa nueva ruta de la seda promovida por China. En ambos casos se trató de ampliar las colaboraciones en términos económicos dentro del marco definido por EE. UU. y las potencias occidentales, y tuvieron éxito”, dijo el experto.
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¿La clave en este asunto? Entender qué están haciendo ciertos países de la región para distanciarse de EE. UU., algo que mantuvo vivas las relaciones de Rusia con ciertos socios de la región como Nicaragua, Cuba y Venezuela. “Nicaragua, por ejemplo, no solo podría darle voz a Rusia ante la ONU, también es un Estado que podría trabajar para que Rusia pueda, de manera más rápida, sencilla y directa, sobrepasar las distintas sanciones financieras. Recordemos que Nicaragua puede comerciar en dólares, lo mismo hace Venezuela”, agregó Frasson-Quenoz.
De ahí que no es rara la visita a Nicaragua del presidente de la Duma, Viacheslav Volodin, en plena invasión rusa de Ucrania. Volodin llegó a la región una semana después de que el viceprimer ministro de Rusia, Yuri Borisov, se reuniera con su antiguo aliado en Managua para abordar temas de cooperación económica y militar. “Nicaragua es uno de los socios sólidos de Rusia y nuestros países fortalecen sus contactos con base en el respeto, comentó el presidente de la Duma, que, además, destacó el interés de Vladimir Putin y su homólogo nicaragüense, Daniel Ortega, de ampliar la cooperación bilateral en todas las esferas, “y de garantizar esos lazos por la vía legislativa”, dijo Volodin.
Por otro lado, y aunque Argentina condenó “el uso de la fuerza armada y la escalada de la situación en Ucrania”, no hay que olvidar que el 3 de febrero el presidente Alberto Fernández visitó a Putin y reiteró que buscaría la forma para que su país se convirtiera “en una puerta de entrada para que Rusia ingrese en América Latina de un modo más decidido”. Todo esto nos llevaría a pensar que podría existir una relación cercana entre la izquierda latinoamericana y la Rusia en el modelo de Guerra Fría. Pero el caso de Brasil, como lo explica Frasson-Quenoz, nos muestra que no siempre ese es el escenario.
“Estos distanciamientos de EE. UU. no solo son políticos, sino también son económicos y estratégicos. De hecho, Jair Bolsonaro fue a Rusia, antes de la invasión, para negociar la producción de energía a través de la celebración de un contrato para la construcción de una planta de energía nuclear en territorio brasileño”, comentó el analista, quien agregó que la visita de Bolsonaro a Moscú marca un quiebre mayor, un distanciamiento mucho más contundente, de lo que las administraciones de izquierda como la de Lula Da Silva y Dilma Rousseff tuvieron con EE. UU.
“Es decir, reitero que esto no es un asunto de color político, de izquierda o de derecha, sino de la relación que quieren mantener los países de la región con EE. UU.”, dijo el experto.
¿Qué sigue para Colombia tras la invasión rusa de Ucrania?
Rusia tiene comercio con América Latina, pero es bastante reducido. El país que más consume productos rusos es Brasil, según explica Víctor Mijares, y eso representa menos del 1 % de las exportaciones rusas. “En el caso de Colombia, ese porcentaje es del 0,05 %, y esas exportaciones están centradas en los fertilizantes sintéticos, que son importantes para la producción de alimentos en Colombia. Esto podría tener un impacto en la inflación de alimentos”, dice el experto. Un asunto que, según Mijares, generaría una situación “políticamente incómoda en el país”.
“Esto le da mayor relevancia a Monómeros, una empresa de petróleos que ha sido parte de la disputa del gobierno de Maduro y el interinato de Guaidó. De hecho, se lee en la prensa que Maduro quiere tener el control de esta empresa, lo que afectaría la producción de fertilizantes, y es que esta empresa aporta casi el 40 % de ese producto a Colombia. El asunto es que todo esto podría darle mayor peso nacional a Monómeros y, por lo tanto, una mayor influencia económica de Venezuela sobre Colombia” dijo Mijares.
En cuanto al tema político, el analista dice que las sanciones contra Rusia pueden, de alguna manera, afectar el apoyo que tiene Maduro del Kremlin. “Esto podría dejar a Venezuela aún más a la defensiva, lo que, a la vez, terminaría aislando más al país internacionalmente. Esto podría dificultar los planes del próximo presidente de Colombia para reabrir las relaciones con Venezuela. Aunque tampoco hay que descartar que, para sobrevivir, el régimen trate de abrirse un poco más”, concluyó Mijares.
Y sobre América Latina, Frasson-Quenoz dice que la presencia rusa en la región puede ser percibida como un elemento de disturbio, “pero no tiene como blanco o preocupación principal a los países latinoamericanos. En realidad, son fichas en un juego de la política internacional entre grandes potencias”.