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“La intención es ‘desvenezolanizar’ el tema”: director de Migración Colombia

Carlos Fernando García Manosalva, nuevo director general de Migración Colombia, habla sobre sus primeros meses en el cargo y las perspectivas sobre el diálogo regional que se construye para 2023 sobre los migrantes. “Los países parte del problema deben ser parte de la solución”, dice.

Camilo Gómez Forero
23 de diciembre de 2022 - 12:00 p. m.
Carlos Fernando García Manosalva es el nuevo director general de Migración Colombia.
Carlos Fernando García Manosalva es el nuevo director general de Migración Colombia.
Foto: Cortesía - Cortesía
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Asumir la responsabilidad de una entidad como Migración Colombia, con todos los aspectos que demanda y las responsabilidades, ha impactado sustancialmente en mi vida. Me he sustraído a mi familia en un gran porcentaje, pero ese es el precio que hay que pagar un cargo de este tipo. Y por eso se necesita, debido a esas dificultades de tiempo, determinar prioridades. Si no, pues termina uno navegando en diferentes aguas sin dirección. Definitivamente el tema migratorio ha sido importante en mi vida. Ya fui migrante a finales de 1997 hasta 2012, tiempo en el que tuve responsabilidades que tenían que ver con migración: la integración de colombianos en Venezuela y el impacto de las guerras en refugiados en Suecia y las relaciones fuertemente patriarcales que se tejen en la guerra e impactan en los entornos familiares.

¿Qué aspectos positivos o negativos se encontró cuando recibió la oficina?

El gobierno anterior asumió una responsabilidad grande frente al tema migratorio. Coyunturalmente, se presentó una diáspora inimaginable hasta ese momento para los colombianos, de población venezolana, debido a la crisis económica y política en Venezuela. A Colombia le correspondió una de las mayores responsabilidades en la región. El gobierno de Iván Duque decidió asumir un primer paso para regularizar una gran cantidad de población que estaba en el territorio colombiano, y por esto fue que inició el proceso a través de un documento (el Estatuto Temporal de Protección para Migrantes de Venezuela). Esta tarjeta nos implica reconocer a las personas que están en el país y que les permiten a ellas una serie de garantías, como el acceso al servicio de salud, de educación, como cualquier otro colombiano.

Ahora el reto del gobierno de Duque fue garantizar esa tarjeta de identificación que le permitía al ciudadano venezolano adquirir unos derechos, pero eso no se garantiza automáticamente. Es por eso que las personas que están ligadas al estudio y al trabajo de migrantes le llaman “el plástico”, pues al fin y al cabo es un documento que garantiza la identidad, pero no necesariamente los servicios que presta el Estado. Tampoco garantiza un trabajo. Entonces eso fue el avance del gobierno pasado, pero eso no es integración. Y la integración implica esfuerzos grandes del Estado para que los jóvenes e hijos de estas personas puedan acceder a educación, porque sin esta no fortalecemos el capital humano que hay en el territorio colombiano.

El acceso a vivienda, educación y trabajo son los retos que hemos asumido para el conjunto de la comunidad colombiana, pero también estamos asumiendo el reto en un sentido mayúsculo, ante todo en el carácter social, con los venezolanos, y eso requiere dinero. Contamos hoy en día con 2,5 millones de personas, nuevos ciudadanos colombianos, que aspiran a tener derechos y garantías, y se necesitan recursos.

Para 2023 se necesitarán más de US$665 millones para la atención de migrantes en Colombia. ¿De dónde pueden y deben salir los recursos?

Los recursos para afrontar estos retos son insuficientes. Nada más en salud, un colombiano le cuesta en torno a los $900 mil mensuales al Estado. Así que para responder a la población migrante no nos podemos sostener con lo que envían las ONG, que no son ayudas realmente, pues nosotros estamos pidiendo es corresponsabilidad. Hay países que son parte del problema, ellos mismos deben ser parte de la solución. Hay que construir planes conjuntos con recursos conjuntos. Nosotros estamos poniendo nuestro territorio de tal manera que los procesos de integración sean reales y no se queden en discursos.

Es posible resolver esto planteando este problema como uno internacional. Los migrantes son migrantes precisamente porque se vieron obligados a dejar su país contra su voluntad. Es difícil que una persona con garantías y derechos piense en dejar su terruño, porque tiene sus amigos, su familia. Estas personas se han visto obligadas a hacerlo porque hay una situación de mal gobierno en sus países, o de factores que incluyen una serie de bloqueos económicos, como puede ser el caso de Cuba, Haití o Venezuela, o por motivos socioeconómicos como Ecuador.

Hay una gran cantidad de migraciones que no tienen como fuente un solo país, sino que son varios factores que se suman, entre ellos los políticos, los que forman las crisis que originan las diásporas. Ahora, estos países que cumplen un factor determinante por cuenta de sus bloqueos económicos, por ejemplo, deben asumir como nosotros que son corresponsables para asumir el reto de la integración. Un reto que vale dinero.

En el caso de América, donde miles de migrantes van a Estados Unidos, tienen que tener los países del norte responsabilidad económica para que estos flujos se puedan asentar en otros como Colombia. Si Colombia no tiene garantías para eso, se vuelve un fenómeno muy complejo, porque lo que busca la gente es subir a Estados Unidos y se encuentran con muros y dificultades que tienen que sortear para llegar a la llamada tierra prometida, donde los migrantes son considerados ilegales. Lo cierto es que los migrantes no se van a quedar en estos países donde no hay garantías a no ser que las haya, y para que las haya se requieren recursos de los actores internacionales involucrados en esos mismos conflictos.

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¿Y qué mecanismos se tienen para vigilar las donaciones que llegan desde el exterior?

Estos son los recursos que son más abiertos al público, pues son de cooperación internacional y tienen los ojos de los donantes, de los organismos de control del país donde son depositados, más el control del extranjero y las organizaciones ciudadanas de todo tipo que hacen veeduría. Estos controles son mayores que los recursos que se emplean a nivel nacional. Por supuesto, entre más ojos haya sobre esos recursos, mejor.

Hay una noticia muy positiva: se anunció una conferencia regional sobre migración liderada por Colombia y Estados Unidos, en el primer trimestre del año entrante. Era una propuesta sobre la que veníamos insistiendo desde hace mucho. ¿Cuáles serán las prioridades de este encuentro?

Bueno, hasta ahora se está construyendo, pero el objetivo principal es el diálogo para llegar a un acuerdo en el que se entienda que esto es una responsabilidad compartida, y que tiene que expresarse en todos los países a través de recursos. Que se tiene que contribuir a todos los procesos de integración de poblaciones migrantes, sobre todo en los países más afectados por el diálogo migratorio. Que esta política debe contemplar procesos que estimulen la economía territorial de esas zonas y territorios donde están asentados los grandes porcentajes de migrantes. Es decir, que se practiquen procesos de impulso a la productividad integrando a esos migrantes que llegan con una experiencia y conocimiento diferentes que se pueden desarrollar y sacar provecho. Por eso son importantes las políticas de integración. Lo que nosotros tenemos que crear es nuestro propio modelo de integración que permita potenciar toda esa calidad y capital humano que hay en esos territorios llenos de diversidad y complejidad.

¿Cómo ha sido en estos meses de trabajo la integración con otros países de la región?

Con algunos países estamos más cerca sobre la conversación de la cuestión migratoria que de otros no. En los escenarios internacionales en los que hemos participado, invitados sobre todo por países centroamericanos, el principal debate es sobre la integración a la mesa. Han asistido a las conversaciones todos los países de Latinoamérica, pero no han asistido países como Venezuela, Haití y Cuba, países que generan una gran cantidad de migrantes, al igual que Ecuador, una migración que es creciente. Y lo otro que ocurre es que los actores corresponsables como Estados Unidos y Canadá tampoco están. Entonces hemos hecho llamados para que se amplíen los escenarios y se incluyan a todos los actores.

Qué bueno que lo menciona: ¿cómo han hecho, o qué van a hacer, para sentar a la mesa al gobierno de Venezuela, que difícilmente reconoce que hay una diáspora de migrantes de su país a raíz de la crisis interna?

Eso es parte de los retos que nos hemos planteado para los futuros foros, como el evento que tendremos en el primer trimestre del próximo año.

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Llamó la atención el cierre de la Gerencia de Fronteras, una oficina cuyo trabajo había sido muy bien recibido en la frontera. ¿Cuáles fueron las razones del cierre y cómo se piensa sustituir su trabajo?

Básicamente, se tomó la decisión desde el alto gobierno con la intención de que no haya duplicidad de funciones entre las diferentes oficinas del Estado que manejan problemas iguales o semejantes. Con esa idea en mente, se reintegró a la Cancillería esta oficina de fronteras que hoy en día está bajo la responsabilidad de la vicecanciller. Nosotros estamos ampliando, si se quiere, el menú de servicios que presta Migración Colombia, cuyo reto también es facilitar los procesos de la población migrante y por eso nos hemos dado a la tarea de caracterizar los diferentes territorios donde hay asentamiento significativo de población migrante, de tal manera que pueda ser posible tener una idea mucho más clara de las características y la problemática sobre los migrantes que nos permita hacer inversiones de recursos y estructuración más adecuada y pertinente dependiendo la zona y las características.

Son iniciativas participativas, llamadas Mesas de diálogo de frontera por la vida. Hemos podido ver con estas que se expresan problemas que también atraviesan a la población colombiana, pues son territorios compartidos, son problemas básicos de falta de agua, de la mala o inexistente prestación de servicios públicos o la violencia. Son territorios complejos donde cada uno tiene sus particularidades sobre cómo se expresan esos fenómenos y por eso los estamos caracterizando.

Sobre esa caracterización, a la comunidad venezolana en Colombia le llama la atención el reciente enfoque adoptado por el Gobierno: que se hable de migración en general y no de migración venezolana en específico. Es decir, que se incluya la migración de todos los países en el discurso de trabajo, aun cuando la diferencia entre la diáspora venezolana y la siria, por tomar un ejemplo, es visiblemente diferente. ¿Por qué se adoptó este nuevo enfoque? ¿Qué se les puede decir a quienes consideran que se está “invisibilizando” a la migración venezolana?

El fenómeno venezolano es imposible de invisibilizar. Es como tapar el Sol con un dedo. Sin embargo, la intención es desvenezolanizar este tema migratorio. Lo que existe de parte del Gobierno es reconocer que hay más diásporas que cruzan el país. La migración cubana, ecuatoriana y haitiana es creciente, además de lo que pueda suceder con la actual crisis en Perú. Estuve en Necoclí, y de los 800 migrantes que estaban cruzando, el grupo mayoritario era de ecuatorianos.

Se le puede dar un parte de tranquilidad a la población venezolana preocupada por este enfoque, entonces…

Sí, precisamente toda la conversación sobre la necesidad de recursos tiene que ver con el plan de caracterización que pensamos para ofrecer mejores inversiones de recursos.

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