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A mediados de febrero, un bus lleno de migrantes cayó a un precipicio en la provincia de Chiriquí, en Panamá. Llevaba 66 personas directo a la frontera con Costa Rica, de los cuales 22 eran ecuatorianos. Frente a esto, el subsecretario interino de Política Fronteriza e Inmigración del Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, Blas Núñez-Neto, informó que Ecuador es uno de los países a donde más se hacen vuelos de migrantes deportados, reconfirmando algo de lo que se ha venido hablando desde hace algunos meses: la migración de ecuatorianos está creciendo.
“A Ecuador llegan tres aviones semanales con deportados”, asegura William Murillo, quien dirige la organización 1800 Migrante y quien añade que el gobierno ecuatoriano espera emitir este año un millón de pasaportes, el doble de los que se expedían normalmente.
Las cifras también evidencian un aumento de la migración irregular, pues tan solo este año más de 11.000 ecuatorianos han cruzado el Darién y en los últimos meses de 2022 fueron más que los haitianos y venezolanos que pasaron la selva. Esto no es un hecho fortuito, sino una dinámica que responde a situaciones particulares que están ocurriendo en Ecuador.
Para la periodista de Ecuavisa Bessy Granja, quien ha seguido el tema de los migrantes en su país, uno de los factores más recurrentes es la reagrupación familiar. “Quienes migraban hasta el 2019 eran niños y jóvenes de la zona centro del país, que querían reencontrarse con sus familiares, padres y madres, que se fueron hace décadas, para buscar vidas mejores y enviar dinero a sus familias”. En gran parte esto responde al éxodo de ecuatorianos, que se dio entre el 2000 y el 2004, hacia Estados Unidos y España por cuenta de la crisis bancaria de 1999, por la que terminó dolarizado el país.
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Aunque hoy las condiciones no son parecidas, lo que sí es cierto es que el país se vio afectado por la pandemia. Se perdieron más de 500.000 empleos, según Murillo, y aunque el Gobierno señala que se han reducido los índices de pobreza, que están sobre el 25 %, el trabajo informal supera el 60 %, lo que evidencia la falta de oportunidades en el país, especialmente en las zonas rurales.
Al respecto, Jacques Ramírez, investigador del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag), en un análisis sobre la situación migratoria, resalta que en gran parte esto se debe a la sumatoria de una serie de hechos como el retorno a las políticas neoliberales tras el giro a la derecha que se dio con el paso de Lenín Moreno por la Presidencia, así como los efectos de la pandemia, que el país enfrentó con un debilitado sistema de salud y con una de las tasas más altas de mortalidad en la región.
Con relación a esto, Murillo resalta que quienes más están migrando ahora por cuestiones económicas son personas de poblaciones rurales y vulnerables, donde los índices de pobreza superan el 60 %, no se tiene acceso al agua y tanto la educación como la salud son precarizadas.
“Muchos dicen que si estas personas consiguen 15.000 dólares de donde no lo hay para irse el país, por qué más bien no invierten ese dinero, ponen un negocio. Pero si analizamos este tema y ponemos como ejemplo la comunidad de Achupallas, en el Chimborazo; El Tambo, en Cañar, o Girón en Azuay, donde muchas personas no tienen con qué comer y la pobreza es altísima, quién me va a comprar si pongo una pizzería o una fábrica de zapatos”.
Al respecto Giacomo Finzi, profesor de Ciencia Política de la Universidad Nacional, señala que esta migración ya no es puramente económica como sí lo era a finales de los 90, cuando se presentó el feriado bancario. “Le sumaría el aumento considerable de la violencia, no solamente en los sistemas penitenciarios, sino en las principales ciudades del país. Además de la expansión de los grupos armados ilegales colombianos en territorio ecuatoriano, sobre todo en la región colindante a Tumaco (Nariño), es decir la provincia de Esmeraldas. Asimismo, el fortalecimiento de las mafias transnacionales vinculadas a la exportación de la cocaína, principalmente hacia Estados Unidos y Europa”.
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Esto se evidencia en la frontera. Junto a los que viajan en busca de nuevas oportunidades ante la imposibilidad de conseguir empleo o satisfacer sus necesidades más básicas en Ecuador, van quienes han sido víctimas de diferentes tipos de violencia. “Mataron a mi hermano. Le dieron seis tiros, todos a quemarropa. No pudimos hacer nada por salvarnos, ni irnos, pero yo este año decidí que sí iba a salir de Ecuador. Otros amigos lo han hecho y están en Estados Unidos de albañiles”, aseguró Antionio, quien cruzó la selva del Darién los primeros días de marzo.
Historias así se repiten por montón. Algunos se refieren al cobro de extorsiones que superan sus ganancias semanales, a amenazas de muerte de familiares y una inseguridad tan grande, que ya ni las rejas en las ventanas los mantenían tranquilos en sus viviendas.
“Ahora lo que vemos es una migración en ciudades que no registraban esa migración, como Guayaquil, que queda en la provincia de Guayas, como Milagro, también en Guayas, y la zona del litoral del Ecuador, que comenzaron a migrar por las denominadas vacunas y la inseguridad, o porque algún familiar ya había sido víctima de las pandillas”, indicó Granja.
Los índices dan cuenta de esta situación. En 2022, de acuerdo con la Policía de Ecuador, 4.450 personas fueron asesinadas, el doble de lo que se registró en 2021 y lo que deja al país como uno de los que más alta tasa de homicidios tienen en Latinoamérica.
Informes de Insight Crime evidencian que Ecuador se ha convertido en una banda transportadora de casi un tercio de la cocaína que sale de Colombia a Estados Unidos y Europa, lo que ha permitido el crecimiento de bandas, que se denominan “microcarteles”, entre las que se destacan Los Choneros, que es una de las pandillas más antiguas del país, y tendría dominadas algunas de las rutas marítimas del tráfico de droga, y Los Lobos, que operan principalmente en Latacunga y Cuenca, pero que han crecido a tal punto que tienen control de parte del tránsito de la cocaína colombiana al exterior y del microtráfico en otros lugares como Quito, Guayaquil y Quevedo.
Su dominio es tal que, según Coordinación de Seguridad Penitenciaría de la Policía, en las cárceles hay más de 25.000 presos que hacen parte de alguna pandilla y la mayoría integra alguna de estas dos bandas, por lo que parte de sus guerras se han librado dentro de los penitenciarios que tan solo en 2021 dejaron más de 200 muertos.
En las calles tampoco hay paz. Al aumento de las extorsiones y el asesinato casi a diario en provincias como Esmeraldas y en Guayaquil, se suman hechos de violencia como la aparición, a finales de diciembre del año pasado, de cadáveres colgando de un puente, lo que ha sido relacionado con la presencia de carteles mexicanos. Investigaciones periodísticas no solo dan cuenta de la posible presencia del cartel de Sinaloa y el cartel de Jalisco Nueva Generación, sino además de corrupción dentro del gobierno y las Fuerzas Públicas, pues la violencia es tal que se han hasta activado bombas.
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En la última semana, al menos cinco periodistas ecuatorianos de Ecuavisa, Teleamazonas, EXA FM y TC Televisión recibieron sobres con una memoria USB similar con un detonante; solo una alcanzó a explotar sin generar mayores daños. “Estamos por convertirnos en Colombia”, dijo el periodista Carlos Vera en CNN, refiriéndose a que en su país se está presentando una oleada de violencia similar a las que se vivió acá durante la época de Pablo Escobar.
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Además del aumento de la migración, lo que preocupa son quienes lo realizan de manera irregular. Desde septiembre de 2021, México comenzó a pedir a los ecuatorianos visa para ingresar al país, ante el aumento de llegada de migrantes con la intensión de cruzar la frontera con Estados Unidos. Países como Guatemala implementaron medidas similares, lo que ha obligado a quienes persiguen el sueño americano a buscar nuevas rutas que incluyen la selva del Darién.
Murillo explica que en este punto es importante reconocer que hay dos tipos de migraciones. En la primera está el que paga alrededor de 15.000 dólares a un coyote para que lo lleve en un vuelo a Nicaragua y desde ahí seguir la ruta terrestre hacia México y el que no tiene los recursos y decide irse sin coyote por el Darién, aunque por el camino debe pagar ir pagando por los cruces.
“Hemos documentado casos de familias enteras que salen con 500 dólares por el Darién y piensan que con eso van a llegar a Estados Unidos. Lo que vemos es que los que están saliendo por esa selva son los más pobres, los que se lanzan porque ya no tienen nada más que perder y lo que les espera es una pesadilla tremenda”.
En parte esto lo han alimentado videos y publicaciones en redes sociales que promocionan el viaje casi que hasta un recorrido turístico. A esto se suman testimonios de otros migrantes que dan ánimo a otros para atravesar el Darién y hasta aparecen ofertas que no solo prometen la llegada a Estados Unidos, sino además ofrecen permisos u ofertas laborales.
Tamara Guillermo, encargada de Médicos Sin Fronteras en el Darién, explica que por cualquiera de los caminos que se han abierto por esta selva se corre el riesgo de que haya atracos y violaciones, a lo que se suman las afectaciones por el esfuerzo físico que incluye llagas por el uso de botas de plástico, laceraciones en la piel y celulitis por la inflamación, que es difícil de curar. Y allí no para todo. “Aunque dicen que el Darién es lo más difícil, en Costa Rica también hay un gran parque nacional, que no es como la selva, pero también exige un esfuerzo físico grande, en el que también siguen expuestos a robos y violaciones”, indicó Guillermo.
Del otro lado están las expectativas. Leonardo y Luis, quienes se conocieron en la frontera de Ipiales, iniciando su camino a Estados Unidos, aseguran que cuando lleguen se entregarán a las autoridades, esperando a que les den el asilo. De no ser así, corren el riesgo de ser deportados.
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“Se sacan la madre cruzando todo el continente para llegar a tocarles la puerta a los gringos y decirles que quieren trabajar y darles un futuro a sus hijos, pero esa no es una causal de asilo. Otra cosa es con los que vienen huyendo de la violencia. Si convencen al oficial de migración, logran entrar con un permiso de un año, en el que deberán demostrar con pruebas que lo que dicen es verdad”, explica Murillo.
Pese a que tienen mejores oportunidades que los que ingresan irregularmente al país norteamericano, ya que cuentan con un permiso temporal de trabajo, no muchos logran acogerse al asilo. Los migrantes irregulares presentan otros problemas que empiezan por el desconocimiento del idioma, la falta de una red de apoyo de familia o amigos en ese país que los reciban, hasta la falta de recursos para comenzar una nueva vida, por lo que deben llegar a albergues, sin muchas oportunidades a futuro.
Por el momento, se habla de que la migración va a continuar y hasta aumentar, por lo que los expertos coinciden en que se deben tomar acciones. Desde Ecuador las piden para enfrentar las principales causas de la migración, mientras que en los países de paso, como Colombia, se debe comenzar a hablar de acuerdos regionales, como políticas públicas enfocadas en reducir el tráfico de migrantes. “Colombia debería diseñar una política pública de gestión y acompañamiento a quienes transitan por el territorio, brindar asistencia sanitaria y logística: esto implica la construcción de una infraestructura que acompañe el camino. A nivel regional, se deberían estrechar lazos de cooperación con los países colindantes, Venezuela y Ecuador para regular el flujo y generar condiciones dignas”, concluye el politólogo Finzi.
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