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Con un evento presencial desde Bogotá, con trasmisión virtual a través de todas las plataformas de este diario, la Fundación Panamericana para el Desarrollo (FUPAD) abrió un espacio para discutir sobre la migración venezolana y la xenofobia en Colombia, en el marco de la presentación de los avances y resultados del programa Integrando Horizontes, un proyecto cuyas tareas han sido la reconstrucción del tejido social y la integración socioeconómica y cultural de la población migrante venezolana, dando una mirada hacia la xenofobia que afecta dichos esfuerzos. El conversatorio “La xenofobia, un reto para la integración y el acceso a derechos de la población migrante de Venezuela” reunió a pensadores, analistas, empresas privadas y a representantes internacionales y nacionales para discutir sobre el tema.
La movilidad humana, el fenómeno de la migración, es una problemática constante que no cesará. La búsqueda de mejores condiciones de vida, de un espacio donde se pueda vivir en dignidad, implica, entonces, trabajar desde una perspectiva a largo plazo, superando la mirada de la nacionalidad y centrando los esfuerzos en la integración y conformación de comunidades, desde la condición humana y el entendimiento del otro. La articulación entre la cooperación internacional, las entidades públicas y privadas (en todas las escalas) y la sociedad civil es esencial, pues la integración socioeconómica y cultural es fundamental en la atención a la población migrante, en el desarrollo de estrategias que hagan posible la creación de condiciones de vida sostenibles y dignas, además de ser un factor primario en desmontar la xenofobia, ese miedo que se tiene al otro por el desconocimiento que se tiene frente a él.
Lucas Gómez García, gerente de Fronteras, comenta que, aunque Colombia no estaba preparado para recibir la ola migratoria a la que se enfrenta hoy en día, pues ha sido un país más expulsor que receptor de personas, acoger a la población migrante se ha convertido en una política de Estado que exige el trabajo coordinado entre el gobierno nacional y local con las instituciones y la sociedad civil, desde organizaciones sociales y la empresa privada. El funcionario enfatizó en la necesidad de difundir más historias humanas, de multiplicar las acciones positivas para disminuir la xenofobia que existe en el país, pues ante la responsabilidad compartida de acoger a los migrantes venezolanos, la comunicación es un asunto clave.
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Y es que las conversaciones y el lenguaje son puntos importantes en el análisis de cómo Colombia recibe a las personas que huyen del vecino país. Según Alejandro Daly, director de Derecho a No Obedecer y codirector de Barómetro de Xenofobia, estudiando los mensajes en Twitter y los medios de comunicación, es necesario transformar las narrativas que se han gestado alrededor de los migrantes que se han asentado en Colombia. Dejar de asociar la inseguridad con la presencia de venezolanos, desmentir que ellos son portadores del coronavirus y que acaparan las vacunas (teniendo en cuenta que el virus no discrimina por nacionalidad) y alertar sobre cómo los mensajes han mutado hasta alcanzar amenazas contra la vida de los venezolanos, son llamados urgentes en el intento por disminuir los niveles de xenofobia.
El conversatorio se centró en una pregunta clave: ¿Cómo entendemos la migración y la integración? Así, dependiendo de la respuesta, de si vemos a la migración como un derecho y a la integración como una oportunidad, se espera un incremento o no de le xenofobia. Gabriel Pastor Mallo, periodista, magíster en filosofía contemporánea y analista internacional, habló de la ética de la hospitalidad. Según él, la discusión sobre migración supera los estamentos legales y del derecho, llegando a una esfera mayor que involucra la naturaleza humana. Según el panelista, no atender a la población migrante resultaría en un retroceso para la humanidad y, en cambio, atenderla, desde un enfoque de liberación, permitiría conocer los beneficios que el otro trae desde la diferencia. “Yo soy un convencido de que se pueden generar nuevos hábitos desde la ética de la hospitalidad, pues allí hay opción de generar estrategias en la educación, la creatividad y la conformación de grupos plurales”, advierte. El filósofo agregó que la perspectiva ética en la migración debe alcanzar la esfera pública, un punto en el que coincidió con Daly, pues si algo mostraron las elecciones en Perú es que el tema migratorio es susceptible a convertirse en un bastión político, por lo que se necesita gestar espacios de pedagogía, tanto para los candidatos como para la sociedad civil.
Entender que la atención a los migrantes venezolanos se da desde un estado de vulnerabilidad, implica pensar que la migración es un problema global que requiere acciones globales, y ahí la cooperación internacional toma un papel relevante. Reconociendo que el desarrollo de estrategias desde una lógica bottom up no es el camino para atender las problemáticas sociales, Anjalina Sen, coordinadora Regional de la Oficina de Población, Refugiados y Migración de Estados Unidos, afirmó que el enfoque local es necesario en la atención a personas en estado de vulnerabilidad en el mundo. Así, el contacto con personeros y alcaldes locales, por ejemplo, ha sido fundamental a la hora de conocer, de primera mano, las necesidades que tienen los migrantes venezolanos.
“La apuesta es trabajar integralmente desde la vulnerabilidad, sin importar la nacionalidad”, afirmó la representante estadounidense. Más allá de ofrecer asistencia humanitaria, el trabajo con la población migrante está en generar posibilidades de vida sostenibles, y en dicho proceso la capacitación y generación de empleo son elementos claves. Roxana Mendoza, gerente de Gestión Humana y Administración Latam de Dugotex, contó que dentro de la nómica de la empresa, al día de hoy, hay cincuenta venezolanos. Hablando del programa de inclusión laboral, la funcionaria recalcó el rol que juega el sector privado a la hora de educar a los migrantes venezolanos en los beneficios a los que pueden acceder, en términos de seguridad social, por ejemplo, a la hora de contar con un documento de identificación.
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En paralelo al conversatorio, se llevó a cabo una feria en la que se mostró el proceso que la FUPAD ha emprendido con algunos migrantes venezolanos en Colombia. Por ejemplo, el stand “Afincamiento de la migración para el acceso a derechos” mostró, simbólicamente, con qué salen los venezolanos de su país. Allí, la bandera nacional, la foto familiar, la fuerza de trabajo y un conjunto de palabras que reflejan los temores y la soledad con que llegan ellos a Colombia, simbolizan la travesía de abandonar su tierra y la de buscar en otros horizontes un futuro mejor. Los albergues, a cargo del Pastoral social, funcionan para alejar a los migrantes de las calles y la mendicidad, acercándolos a varias capacitaciones que buscan desarrollar en ellos las habilidades necesarias para su vinculación laboral autónoma. “Trabajamos por mitigar las condiciones inhumanas con las que llegan los migrantes venezolanos”, afirmó Eva Viloria, vocera de Fun-evas, una organización que la FUPAD ha capacitado en la ruta que se debe seguir para garantizar el acceso a los derechos de la población migrante. Reconociendo que existen barreras económicas y una infinidad de necesidades insatisfechas, Viloria enfatizó en que la articulación y el capital humano son vías para lograr lo cometido.