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                                                                                                                                La odisea de una familia venezolana que atravesó el Darién para llegar a EE. UU.

                                                                                                                                Crónica de una familia venezolana que, pasando por el Tapón del Darién, llegó a Estados Unidos. Una historia de los peligros y los desafíos que hay a lo largo de esta ruta migratoria.

                                                                                                                                Alexánder Martínez

                                                                                                                                Marcel Maldonado, su hijo Samuel y Andrea Loreto, su esposa, en su paso por Costa Rica.
                                                                                                                                Foto: AFP - EZEQUIEL BECERRA
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                📝 Sugerimos: Las crisis que no ocuparon las primeras planas en 2023

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                En Venezuela, “imaginaba una vida de miseria, que es lo que está viviendo mi familia”, por eso quiso otro futuro para su esposa y su hijo. También temía no poder reemplazar la prótesis que lleva desde que perdió la pierna en 2014, cuando su moto fue embestida por un automóvil.

                                                                                                                                📌Le puede interesar: Protestas en Argentina: abecé de la batería de reformas “motosierra” de Milei

                                                                                                                                Para costear el viaje vendió pertenencias de valor, que juntó con su mujer durante cuatro años en Perú, adonde emigraron primero en 2019. Su padre también vendió su automóvil para ayudarles. Atrás, en Maracay, Venezuela, quedó la casa a medio construir, una familia rota y en un viejo armario, ropa suya, que su madre Doraida Medina suele oler para recordarlo.

                                                                                                                                Su paso por Cúcuta y el pago para llegar a Panamá

                                                                                                                                Creolina para espantar culebras, una carpa, una pequeña estufa y botas de caucho. Llegaron en bus a la primera etapa, Cúcuta, en el norte de Colombia, en la frontera con Venezuela, donde compraron lo necesario para cruzar la selva. Aquí los migrantes reparten consejos para sobrevivir en el Darién. La mayoría son venezolanos, pero también hay haitianos, ecuatorianos, cubanos, afganos, chinos y africanos, que buscan su “sueño americano”.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                📰 También recomendamos: EE. UU. y México discuten crisis de gestión migratoria con una caravana en camino

                                                                                                                                El infierno verde del Darién

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                “Mi esposa quedó de otro lado, cargaba una gorra mía. Me dio de todo cuando vi a uno de los delincuentes con la gorra puesta. Pensé, ¿qué le habrá hecho? Ella llegó, estaba bien con el niño. Nos abrazamos. Estuvimos llorando un rato largo”.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Solidaridad al momento de migrar

                                                                                                                                Un último río marcó el fin de la selva. Demacrado, pero triunfal, Marcel avanzó apoyado en uno de sus “ángeles” guardianes, sus compatriotas Gustavo y Jesús, a quienes conoció en la ciudad colombiana de Cúcuta: “Si no fuera por ellos, no lo habría logrado. Por más que le dé con todo, los ríos son fuertes, me jalan la prótesis”.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                En el tórrido Bajo Chiquito, primer pueblo panameño a la salida del Darién, pudieron al fin comer un plato caliente y encontró un lugar seguro para dormir junto a su familia. Ahí fue donde los periodistas de la AFP tuvieron su primer encuentro con Marcel, su esposa y su hijo.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                En Costa Rica, Marcel encontró a la gente “un poco fría” con los migrantes, pero consiguió que le regalaran billetes de bus para partir a Nicaragua. En Honduras, casi colapsó de una insolación, pero la gente lo ayudó con la compra de caramelos que vendía en la calle, así como lo hizo en Guatemala. En cada etapa del camino hubo solidaridad.

                                                                                                                                La llegada a México

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                📌Le puede interesar: Grecia ofrece acuerdo a Inglaterra para recuperar los mármoles del Partenón

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Llegaron a Ciudad de México el 1 de noviembre, en plena celebración del Día de los Muertos. Marcel se dio un pequeño respiro y fotografió con su teléfono gigantescas calaveras en la plaza del Zócalo; llamó a su papá para que escuchara las rancheras de los mariachis y se tomó una selfi con un payaso que pedía monedas.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                El paso por el río Bravo

                                                                                                                                Llegó de noche a Matamoros, temeroso por el control que ejercen allí narcotraficantes del mexicano cartel del Golfo.

                                                                                                                                La nostalgia lo invadió al momento de comer arepa, por primera vez desde que dejó Maracay, preparada por una venezolana que las vende y que está a la espera de la audiencia para pedir asilo. La envoltura de papel aluminio trajo el recuerdo de las que preparaba su mamá para que llevara a la escuela.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Marcel resolvió lanzarse al río esa misma noche, con traficantes venezolanos. “Dijeron que solo había que agarrar documentos y dinero, y botar bolsos y ropa porque igual los iban a botar cuando nos entregáramos” a la patrulla fronteriza. “Sentí mucho miedo, eran personas de mal aspecto”. Un hombre con capucha y máscara azul de luchador ordenó retirar las cámaras de la AFP del lugar.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                “Nada es imposible”

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                📝 Sugerimos: Biden viaja a las Islas Vírgenes a pasar el fin de año, antes de un 2024 crucial

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                “No me deportaron porque no deportan a las familias”, explica Marcel. Su nueva vida comenzó en Greenville, en Carolina del Sur, donde alquiló una habitación. Cuando la AFP los encontró en diciembre, Marcel vendía flores en la calle, a la espera de su permiso de trabajo. Andrea limpiaba casas y oficinas, y Samuel iba a la escuela, donde está aprendiendo inglés. Ahora, en la mente de este venezolano sólo hay lugar para los sueños: trabajar como taxista, tener un hijo y cambiar la prótesis. Volver a jugar un día al básquetbol. “No hay nada imposible”.

                                                                                                                                👀🌎📄 ¿Ya se enteró de las últimas noticias en el mundo? Invitamos a verlas en El Espectador.

                                                                                                                                Marcel Maldonado, su hijo Samuel y Andrea Loreto, su esposa, en su paso por Costa Rica.
                                                                                                                                Foto: AFP - EZEQUIEL BECERRA
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                📝 Sugerimos: Las crisis que no ocuparon las primeras planas en 2023

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                En Venezuela, “imaginaba una vida de miseria, que es lo que está viviendo mi familia”, por eso quiso otro futuro para su esposa y su hijo. También temía no poder reemplazar la prótesis que lleva desde que perdió la pierna en 2014, cuando su moto fue embestida por un automóvil.

                                                                                                                                📌Le puede interesar: Protestas en Argentina: abecé de la batería de reformas “motosierra” de Milei

                                                                                                                                Para costear el viaje vendió pertenencias de valor, que juntó con su mujer durante cuatro años en Perú, adonde emigraron primero en 2019. Su padre también vendió su automóvil para ayudarles. Atrás, en Maracay, Venezuela, quedó la casa a medio construir, una familia rota y en un viejo armario, ropa suya, que su madre Doraida Medina suele oler para recordarlo.

                                                                                                                                Su paso por Cúcuta y el pago para llegar a Panamá

                                                                                                                                Creolina para espantar culebras, una carpa, una pequeña estufa y botas de caucho. Llegaron en bus a la primera etapa, Cúcuta, en el norte de Colombia, en la frontera con Venezuela, donde compraron lo necesario para cruzar la selva. Aquí los migrantes reparten consejos para sobrevivir en el Darién. La mayoría son venezolanos, pero también hay haitianos, ecuatorianos, cubanos, afganos, chinos y africanos, que buscan su “sueño americano”.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                📰 También recomendamos: EE. UU. y México discuten crisis de gestión migratoria con una caravana en camino

                                                                                                                                El infierno verde del Darién

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                “Mi esposa quedó de otro lado, cargaba una gorra mía. Me dio de todo cuando vi a uno de los delincuentes con la gorra puesta. Pensé, ¿qué le habrá hecho? Ella llegó, estaba bien con el niño. Nos abrazamos. Estuvimos llorando un rato largo”.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Solidaridad al momento de migrar

                                                                                                                                Un último río marcó el fin de la selva. Demacrado, pero triunfal, Marcel avanzó apoyado en uno de sus “ángeles” guardianes, sus compatriotas Gustavo y Jesús, a quienes conoció en la ciudad colombiana de Cúcuta: “Si no fuera por ellos, no lo habría logrado. Por más que le dé con todo, los ríos son fuertes, me jalan la prótesis”.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                En el tórrido Bajo Chiquito, primer pueblo panameño a la salida del Darién, pudieron al fin comer un plato caliente y encontró un lugar seguro para dormir junto a su familia. Ahí fue donde los periodistas de la AFP tuvieron su primer encuentro con Marcel, su esposa y su hijo.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                En Costa Rica, Marcel encontró a la gente “un poco fría” con los migrantes, pero consiguió que le regalaran billetes de bus para partir a Nicaragua. En Honduras, casi colapsó de una insolación, pero la gente lo ayudó con la compra de caramelos que vendía en la calle, así como lo hizo en Guatemala. En cada etapa del camino hubo solidaridad.

                                                                                                                                La llegada a México

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                📌Le puede interesar: Grecia ofrece acuerdo a Inglaterra para recuperar los mármoles del Partenón

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Entró al país por Chiapas (sur), puerta de ingreso de los migrantes de Centroamérica que buscan llegar a Estados Unidos. Estuvo en un refugio estatal del que se marchó, porque se sentía “preso”. Durmió en la calle con su esposa e hijo. Para evitar a los agentes migratorios mexicanos, Marcel, Andre y el niño se refugiaron en el monte. Fue un suplicio. “Tiras de grama se agarraban a la prótesis, y en lo que iba a dar el paso, se atascaba y me caía de rodillas (...). No podía levantarme porque no tenía de dónde agarrarme”.

                                                                                                                                Llegaron a Ciudad de México el 1 de noviembre, en plena celebración del Día de los Muertos. Marcel se dio un pequeño respiro y fotografió con su teléfono gigantescas calaveras en la plaza del Zócalo; llamó a su papá para que escuchara las rancheras de los mariachis y se tomó una selfi con un payaso que pedía monedas.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                El bus a Monterrey y después a Matamoros (norte), para la avanzada final, estaba por partir. En el camino fue extorsionado nueve veces por autoridades que detenían el bus y amenazaban con deportarlo. Cada chantaje aumentaba la angustia, pues debía guardar US$60 para los traficantes que lo ayudarían a cruzar el río Bravo, entre México y Estados Unidos.

                                                                                                                                El paso por el río Bravo

                                                                                                                                Llegó de noche a Matamoros, temeroso por el control que ejercen allí narcotraficantes del mexicano cartel del Golfo.

                                                                                                                                La nostalgia lo invadió al momento de comer arepa, por primera vez desde que dejó Maracay, preparada por una venezolana que las vende y que está a la espera de la audiencia para pedir asilo. La envoltura de papel aluminio trajo el recuerdo de las que preparaba su mamá para que llevara a la escuela.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                📰 También recomendamos: El Espectador le explica los hechos noticiosos que marcaron el 2023

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                En las puertas del “sueño americano”, descartó buscar asilo a través de la aplicación móvil de la Patrulla Fronteriza estadounidense, mediante la cual se programan citas con autoridades. El trámite puede demorar meses. Sabía que las deportaciones de venezolanos en situación irregular se reanudaron, tras un reciente acuerdo entre Washington y Caracas. Según la patrulla fronteriza estadounidense, entre octubre de 2022 y septiembre de 2023, fueron registrados 2,4 millones de ingresos de migrantes por la frontera sur de Estados Unidos, un récord.

                                                                                                                                Marcel resolvió lanzarse al río esa misma noche, con traficantes venezolanos. “Dijeron que solo había que agarrar documentos y dinero, y botar bolsos y ropa porque igual los iban a botar cuando nos entregáramos” a la patrulla fronteriza. “Sentí mucho miedo, eran personas de mal aspecto”. Un hombre con capucha y máscara azul de luchador ordenó retirar las cámaras de la AFP del lugar.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Docenas ya cruzaban en la penumbra los casi 30 metros que, a esa altura del río Bravo, separan México de Estados Unidos. La prótesis se hundió y debió sacarla con la mano para seguir. El muñón no encajaba bien, pues Marcel adelgazó durante el viaje. “Nos metimos al agua, bastante fría. Me llegaba más arriba de la cadera. Los colchones eran pequeños. Tenían que pasarnos uno por uno. Cuando me monté, temieron que la prótesis pudiera pincharlo y colocaron un trapo”.

                                                                                                                                “Nada es imposible”

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Al otro lado del río, último obstáculo. Con ayuda de sus compañeros, aferrado a una tela atada a un palo, trepó por el alambre de púa. Los faros de un coche de la patrulla estadounidense los iluminaron. Marcel envió un video triunfal a su familia. “¡Estábamos ahí arriba! ¡Qué alegría!”. Era el 4 de noviembre: recorrió 4.300 km y gastó US$7.000 en el viaje. Más de 680 personas murieron o desaparecieron en 2022 tratando de cruzar la frontera entre ambos países, según la Organización Internacional para las Migraciones.

                                                                                                                                📝 Sugerimos: Biden viaja a las Islas Vírgenes a pasar el fin de año, antes de un 2024 crucial

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Agentes armados los condujeron hasta un autobús, que los llevó a un edificio en Brownsville (Texas) para los trámites de entrega. Marcel fue separado de su esposa y el niño durante un día y medio. Tras pruebas de ADN para registrar su identidad, le entregaron un celular para contactarlos durante un mes. Obtuvieron un permiso de residencia hasta mayo de 2026, cuando un juez fallará su solicitud de asilo.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                “No me deportaron porque no deportan a las familias”, explica Marcel. Su nueva vida comenzó en Greenville, en Carolina del Sur, donde alquiló una habitación. Cuando la AFP los encontró en diciembre, Marcel vendía flores en la calle, a la espera de su permiso de trabajo. Andrea limpiaba casas y oficinas, y Samuel iba a la escuela, donde está aprendiendo inglés. Ahora, en la mente de este venezolano sólo hay lugar para los sueños: trabajar como taxista, tener un hijo y cambiar la prótesis. Volver a jugar un día al básquetbol. “No hay nada imposible”.

                                                                                                                                👀🌎📄 ¿Ya se enteró de las últimas noticias en el mundo? Invitamos a verlas en El Espectador.

                                                                                                                                Por Alexánder Martínez

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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