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Para los policías en Estados Unidos, quienes se enfrentan a la muerte cada día en el cumplimiento de su labor, el Covid-19 ha resultado mucho más mortal que las balas. No es una exageración: en los últimos dos años, simplemente no ha habido una amenaza mayor para la vida de estas personas, según las cifras de las mismas organizaciones policiales.
En 2020, el Covid-19 mató a 245 oficiales, y otros 231 agentes murieron por la misma razón hasta octubre de 2021. Esto nos da un total de 476 muertes de policías relacionadas con Covid-19, según la organización Officer Down Memorial Page, la cual rinde homenaje a los oficiales que murieron en el cumplimiento de su deber. Eso son cinco veces más que las muertes de policías relacionadas con disparos en el mismo período.
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Sin embargo, pese a este sombrío panorama, hay agentes de la ley que se resisten a vacunarse, aun cuando está comprobado que la vacuna es la mejor herramienta que existe para reducir ampliamente el riesgo de morir por este virus.
Detrás de la resistencia de los policías a las vacunas están la desinformación y la desconfianza en la ciencia. Eso no es noticia, pues son los mismos catalizadores del rechazo de otros sectores a la vacunación tanto en Estados Unidos como en otros lugares del mundo. Pero en este grupo particular, el de los policías, hay un factor diferencial que podemos destacar: la fuerza de los sindicatos. Estos han sido los verdaderos impulsores del repudio a la obligatoriedad de la vacuna.
En ciudades como Seattle, Nueva York y Chicago, los sindicatos de policías han declarado una rebeldía total al mandato de los gobiernos locales que obliga a los empleados públicos a vacunarse. Dicho llamado a la rebeldía se ha traducido en, como dice Chuck Wexler, director ejecutivo del Foro de Investigación Ejecutiva de la Policía, una especie de “bravuconería” hacia el pueblo que dicen querer defender.
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En las ciudades citadas, los sindicatos amenazaron con renunciar si no se retiraba la obligatoriedad de las vacunas para la policía. Y para ejercer presión sobre los gobiernos, estas asociaciones dibujaron un panorama apocalíptico para todos: que con la ausencia de los oficiales habría una “escalada alarmante del crimen y una crisis de seguridad pública insostenible”. Pero, como han reportado los ayuntamientos de Seattle y Nueva York, tales escenarios no se cumplieron. El apocalipsis nunca llegó.
En Seattle, como en otras ciudades, sí hay una escasez de personal desde el pasado 18 de octubre, cuando la ciudad comenzó a hacer cumplir el mandato que requería que los oficiales se vacunen. Sin embargo, el ayuntamiento supo lidiar con la situación y ofreció bonos de hasta US$25.000 para alentar la contratación de nuevos oficiales. Por ahora no se ha sentido el golpe. Es más: pese a las amenazas, los oficiales que se habían negado a las vacunas han comenzado a arrepentirse. En Nueva York, donde opera el departamento de policía más grande del país, la población de agentes vacunados aumentó del 70 % al 85 % en cuestión de semanas.
“Los mandatos funcionan, especialmente aquellos relacionados con salud pública. Incluso cuando la gente se queja y dice que renunciará, la mayoría no lo hace”, le dijo Adam Galinsky, psicólogo social de la Universidad de Columbia, a The Guardian. Para Galinsky, este arrepentimiento a último minuto se debe a la tendencia de las personas a evitar acciones de las que se puedan arrepentir más adelante.
En lugar de ese apocalipsis que dibujaban los sindicatos, los gobiernos locales se encontraron con que los mandatos de vacunas funcionan. La vacunación entre los agentes de la ley está subiendo más en las últimas semanas, ante la entrada de las medidas de obligatoriedad, que durante el resto del año. Sin embargo, los sindicatos continúan protestando, promoviendo la desinformación y llamando a la rebeldía. El martes, otros 23 sindicatos en Chicago presentaron desafíos legales al mandato de vacunas ordenado por la alcaldesa, Lori Lightfoot. ¿Por qué?
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Lo primero que hay que tener en consideración es que los sindicatos de policías no son los únicos del sector público en protestar, pero son estos los que están especialmente molestos con la obligatoriedad de las vacunas. No es por las vacunas en sí, pues muchos policías han mostrado confianza en la vacuna. La resistencia se da por la idea de que un gobierno liberal, como el de Lightfoot, les está ordenando a los sindicatos qué hacer y les está quitando la posibilidad de negociar.
Jeffrey Hirsch, profesor de Derecho de la Universidad de Carolina del Norte, explica en The Conversation que el propósito principal de los sindicatos es obtener el derecho a negociar con los empleadores y discutir las condiciones del trabajo. Los sindicatos policiales sienten que no hubo una negociación con los gobiernos antes de la implementación del mandato sobre las vacunas, por lo que quieren asegurarse de no perder su asiento en la mesa de diálogo antes de que alguien tome una medida.
“El hecho de que un sindicato no impulse al menos el derecho a negociar un mandato sería renunciar a uno de sus derechos más poderosos”, señala Hirsch.
Durante décadas, los sindicatos policiales han acumulado mucho poder, y algunas leyes, como la de “inmunidad calificada”, han alimentado la idea de que la policía puede actuar como si la ley no aplicara para dicha institución. Este poder se ha levantado, sobre todo, por el cabildeo que han tenido con políticos conservadores con el objetivo de que cuando estos lleguen al poder puedan ejercer una influencia sobre sus acciones. Y cada vez han acumulado más influencia dentro del Partido Republicano, así como este también ha ejercido control sobre los sindicatos policiales por lo que no es de extrañar que su agenda anti-vacunación se haya extendido dentro de estas asociaciones.
Los sindicatos, en general, luchan por causas comunes, como la mejora de sus condiciones laborales de todos los trabajadores. Pero los sindicatos policiales no se ven como parte de ese movimiento obrero, sino de uno que lucha solo por sus intereses, como salvaguardar la institución de una mayor rendición de cuentas por su abuso de poder.
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“Para muchos veteranos del movimiento sindical, la policía ha estado en el lado equivocado de la lucha centenaria entre trabajadores y empleadores. En lugar de ponerse del lado de otros miembros de la clase trabajadora, la policía ha utilizado su autoridad legal para proteger a las empresas y la propiedad privada, haciendo cumplir las leyes que muchos consideran antisindicales”, señala Paul F. Clark, profesor de Trabajo y Relaciones Laborales en Penn State.
No deja de ser irónico que aquellas personas que se encuentran con la tarea de hacer cumplir la ley sean los primeros en querer incumplirla. Pero el historial de cómo surgió el movimiento sindical en la policía, y cómo se alineó este con los intereses de los conservadores a cambio de un sistema disciplinario laxo, explica por qué ahora tienen tanto poder y se niegan a seguir las órdenes de los gobiernos liberales.