“La relación comercial Colombia-UE será un modelo de comercio verde”: Bertrand
El embajador de la Unión Europea en el país habló con El Espectador a propósito de la cumbre entre la UE y la CELAC que, tras ocho años sin ser realizada, se inicia este lunes en Bruselas. Habla de las prioridades para esta cumbre, del liderazgo regional y global de Colombia, y de las potencialidades de las relaciones entre los países del Viejo Continente, con Colombia y la región.
María Alejandra Medina
¿Cómo están las relaciones Colombia-UE cuando está a punto de cumplirse el primer año de este gobierno?
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¿Cómo están las relaciones Colombia-UE cuando está a punto de cumplirse el primer año de este gobierno?
Este primer año hemos empezado a trabajar muchos temas, también hay mucha continuidad. Hemos profundizado en particular en los temas de paz y de medioambiente, que siempre han sido las prioridades de nuestra acción y cooperación en Colombia. Ha habido muchas visitas, lo que también está vinculado con la cumbre y todo el trabajo preparatorio.
Los últimos meses dan una muy buena idea del dinamismo de la relación. El número de visitas de comisarios, vicepresidentes y presidentas de la Comisión Europea, así como de ministros de los Estados, en particular sobre los temas ambientales. Colombia realmente se ha vuelto un socio clave en temas mundiales, regionales y nacionales en el sentido de la cooperación con lo que pasa dentro del país.
En menos de un año hemos tenido al comisario de Medioambiente dos veces, al vicepresidente de Cambio Climático una vez visitando el país. Eso es porque todas nuestras posiciones en las COP, en particular las de biodiversidad, donde Colombia juega un papel fundamental, las acordamos y tenemos una cooperación muy estrecha precisamente para coordinarnos en esos espacios mundiales. También, la última visita del comisario del Medioambiente para la pre Cumbre Amazónica en Leticia el fin de semana pasado. Eso es un elemento en el que queremos hacer todo lo posible de parte de Europa para contribuir en salvar la selva amazónica. La iniciativa de Brasil y de Colombia para dar ese empujón a la cooperación regional entre los países de la cuenca amazónica nos parece fundamental, y por eso el comisario quería estar aquí.
Otra visita importante que tuvimos fue la de la vicepresidenta para la digitalización, Margrethe Vestager. Es un ámbito en el que las empresas europeas llevan mucho tiempo haciendo presencia en el mercado colombiano, pero ese trabajo con mucho más apoyo de parte de la UE para lograr que la digitalización se dé con la gente en el centro.
También hemos trabajado mucho el tema de seguridad reforzando la cooperación en materia de lucha contra las redes transnacionales de crimen. Estamos entablando un trabajo entre Europol y las autoridades colombianas para poder adelantar investigaciones comunes, y compartimos la apuesta del gobierno actual de ir por las redes, los objetivos de más valor e intervenir en donde es más disruptivo para las redes criminales.
Obviamente el tema de la paz, en el que llevamos más de 20 años, trabajando por la paz de Colombia con el Estado y la sociedad civil. El elemento más importante para destacar es la visita del canciller de la UE, Josep Borrell, cuando confirmó que vamos a acompañar las negociaciones con el Estado Mayor Central y procesos de paz urbana, empezando por dos ciudades que conocemos bien, que son Buenaventura y Quibdó.
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Son ocho años de ausencia de una cumbre CELAC-UE. ¿Por qué tardó tanto y qué impacto ha tenido esa brecha temporal en las relaciones entre América Latina y el Caribe y la UE?
Lo más fundamental es que esta cumbre al final implica que un tercio de los jefes de Estado y de Gobierno del planeta estarán reunidos en Bruselas. Esas citas entre los dos continentes son muy importantes. Es verdad que hemos dejado pasar bastante tiempo por ambos lados, pero lo que nos parece fundamental en esto es que es un reencuentro en un mundo que, desde el 2015, cuando nos reunimos por última vez, ha cambiado bastante. Pasó la pandemia, una disrupción de muchos de los flujos económicos y también de muchas de las realidades políticas del planeta a causa de la pandemia, la agresión rusa contra Ucrania. Además, estamos en un mundo en el que el nivel de inestabilidad en general ha aumentado mucho. Dentro de esto, nos parece fundamental tener a dos regiones que son afines en términos de valores, que representan a un tercio de los estados del planeta, confirmando su relación, relanzándola en términos políticos y económicos, construyendo sobre todo lo que tienen en común. Creo que claramente no vamos a dejar pasar ocho años antes de organizar la siguiente cumbre entre los dos.
Hay otro elemento fundamental sobre nuestra relación y es que vive mucho sin los estados, es impresionante el dinamismo de la relación entre Europa y América Latina y el Caribe, por los lazos históricos, culturales, económicos, que nos unen. Es un dinamismo que también viene de nuestras empresas, de nuestras sociedades civiles, de nuestras juventudes, de comunidades académicas y de investigación que cooperan de forma continua. Esa dinámica nos invita a hacer más para que desde los Estados respaldemos y demos todo el potencial de esa relación entre los dos continentes.
¿Cuáles son las principales expectativas y temas en la agenda?
Creo que la base es que el mundo que América Latina y el Caribe y la UE queremos es el mismo: democrático, sostenible, abierto y justo. Creo que eso nos da la posibilidad de pensar de forma más estratégica qué hacemos juntos para nuestras sociedades y segundo para impulsar cambios en el mundo que nos lleven adonde queremos llegar. En el mundo hay modelos en competencia, entonces nos parece fundamental reforzar la alianza política y económica.
Del tema económico, las sociedades europeas y las sociedades latinoamericanas y caribeñas queremos lograr las dos transiciones gemelas, la transición digital y la transición ecológica, de una manera que deja al ser humano en el centro. En el marco del Pacto Verde europeo lo hemos llamado “No dejar a nadie atrás”. En esto un trabajo que queremos hacer es poner toda la potencia de nuestras empresas, Estados, bancos de desarrollo, sociedades civiles, para sumar energías y esfuerzos. Esa es la idea principal detrás del Global Gateway, que es la estrategia de la UE para fomentar inversiones sostenibles, justas y que faciliten la digitalización. No es tanto hacer llegar empresas europeas con productos europeos, sino construir alianzas, que necesitan peso financiero, apoyo por parte de los Estados, a veces reformas de nuestras legislaciones en varios ámbitos. Es un trabajo de la mano de inversiones substanciales en salud, educación, digitalización, ciencia e investigación, y también en la forma de cambiar el modo como se financian las inversiones.
Ahí pienso en el tema de los bonos verdes, la taxonomía verde que hemos trabajado muchísimo con Colombia, esto es un país líder en la región. La idea es básicamente que tengamos la garantía de que una empresa o un Estado que está invirtiendo en la transición verde lo pueda hacer con financiamientos a tasas mucho más favorables, pero para esto se necesitan criterios muy claros de qué es una inversión verde y qué no lo es, y es precisamente este trabajo que Colombia ha adelantado.
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¿Cómo cree que llega Colombia en términos de liderazgo a esta cumbre, teniendo en cuenta, por ejemplo, que ha sido elegida para presidir la CELAC en 2025?
Un elemento en que el liderazgo de Colombia y la cooperación entre Colombia y la UE es muy fuerte en esta cumbre, pero también en general en la relación entre los dos continentes, es el tema verde. Coordinamos todas nuestras posiciones en las COP y varias instancias de negociación internacionales con Colombia. También a nivel regional, con todo el tema amazónico, que ahora toma una nueva relevancia. Saludamos este esfuerzo conjunto entre Brasil y Colombia y los otros países de la región. A nivel nacional también: la transición verde en Colombia, en términos de negocios verdes, de economía circular, ya está mucho más avanzada que en otros países de la región. Ese liderazgo verde para nosotros es fundamental y creo que refleja un consenso. Hay pocos países en el mundo en donde hay un consenso políticamente tan largo sobre el tema ambiental y de sostenibilidad. Eso ha dado una fuerza a la voz de Colombia, un protagonismo, y nos ofrece un nivel de cooperación mucho más alto entre Colombia y la UE sobre estos temas. Para mí esto solamente va a crecer en los próximos años. Dentro de unos cinco o diez años, la relación comercial entre Colombia y la UE será un modelo de lo que puede ser un comercio verde entre dos socios que comparten esa prioridad ambiental.
El otro elemento es que Colombia en 2025 tendrá la presidencia pro tempore de la Celac. Desde la UE tenemos la disposición de apoyar todos los esfuerzos para la integración latinoamericana y caribeña.
Ya que mencionaba la importancia de Colombia que se ve reflejada en las visitas de alto nivel, ¿por qué el país no formó parte de la gira de Úrsula von der Leyen?
Fueron elementos de agenda, de tiempos muy limitados y otros factores, pero no hay que leer en esto una señal política de ningún tipo.
Hablamos con el embajador en Bélgica, Jorge Rojas, y él mencionaba que el tema del Pacto Verde y su implementación quedó por fuera de la agenda. ¿Esto es así, o habrá oportunidad en la cumbre para hablar de lo que América Latina tanto está pidiendo, que es llegar a consensos, a una implementación gradual de las exigencias, por ejemplo, comerciales, del Pacto Verde?
El Pacto Verde es una política europea, pero sus dimensiones exteriores necesariamente estarán en la cumbre porque de las varias mesas redondas que tendremos hay una sobre la transición verde, hay otra sobre la evolución hacia un comercio sostenible. Ahí nos imaginamos que el tema inevitablemente lo vamos a hablar.
El Pacto Verde creo que se entiende mejor en Colombia que en otros países precisamente porque tenemos objetivos y metas comunes. La idea de los reglamentos como el de “De la granja a la mesa”, el de deforestación, no es limitar el comercio, sino obtener la garantía de que los productos que entran al mercado europeo no son consecuencia de prácticas insostenibles. Adaptación gradual, periodos de adaptación, hay. En el caso del reglamento de deforestación, llevamos dos años trabajando, no solo con el gobierno de Colombia, sino con los gremios. Nuestra ambición en esto es que siga aumentando el comercio, así como la proporción de productos agrícolas de calidad, orgánicos, dentro de lo que Colombia exporta a la UE.
Muchos líderes de la región siguen abogando por una América Latina exportadora de valor agregado, es decir, que no siga la lógica extractivista de materias primas, que no deja riqueza para la región. ¿Esto cómo se incorpora en la agenda bilateral con la UE, sobre todo en temas particulares como el del comercio de litio?
Queremos ver esta evolución. Mientras más productos manufacturados podamos tener aquí en América Latina, mejor, por el balance en la relación. Eso abre más espacio para la cooperación y la integración para cumplir los objetivos de transición digital y verde. Sí necesitamos materias primas de América Latina, claramente, pero eso no quiere decir que no queramos ver un proceso de industrialización. Además, muchas de las empresas europeas quieren jugar un papel en esto. Y ahí creo que hay un factor interesante por mencionar: el nivel de inversión de las empresas europeas en América Latina y el Caribe es altísimo. La inversión privada europea en la región es casi de 700.000 millones de euros. Cuando uno lo compara con otras regiones, las empresas europeas invierten más en América Latina y el Caribe que en Japón, China e India juntos. Hay 2,5 millones de empleos en la región americana y Caribe que dependen directamente de inversiones europeas. Eso se puede desarrollar más con transferencias de conocimiento y tecnología, lo que ya hemos apoyado de muchas maneras, no solo entre empresas grandes, sino con pequeñas y medianas, siempre con un componente verde.
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El gobierno de Nicolás Maduro dijo que no va a aceptar la observación europea en las elecciones del 2024. Estando usted en Colombia, que ha sido un actor fundamental en los intentos por la restauración democrática en Venezuela, ¿cómo ve el panorama?, ¿qué le preocupa?, ¿ve avances?
Lo que todos queremos ver en Venezuela son evoluciones hacia unas elecciones el año próximo más democráticas, más transparentes y que ofrezcan al pueblo venezolano la posibilidad de escoger su destino. Queremos ver evoluciones en esa dirección, la gran mayoría de los países de América Latina y el Caribe también. El gobierno venezolano tiene todavía unos meses para generar un marco legislativo y político que sea más abierto. Lo que vaya en contra nos parece negativo, sobre todo para Venezuela y para su capacidad de volver a integrarse a la familia latinoamericana. Solo podemos seguir llamando a las autoridades en Caracas para tomar esos pasos y para que esas elecciones sean lo más democráticas posibles.
En los últimos días se han escuchado llamados de la sociedad civil para que la situación de Nicaragua y Cuba se ponga sobre la mesa de la cumbre la próxima semana. ¿Este mensaje se va a llevar a la cumbre?
Lo importante del espacio de la cumbre es enfocarnos en lo que nos une, en términos de valores comunes, prioridades políticas y de nuestra capacidad de incidir en el mundo. Los diálogos con Nicaragua, con Cuba, con varios otros países de la región también se dan y se darán en varias bilaterales. La idea de la cumbre es mostrar cómo podemos incidir juntos en el mundo y a partir de esto construir sobre lo que tenemos en común.
La realización de este encuentro se ha leído como un intento por “reconquistar el corazón” de América Latina ante la creciente influencia de inversionistas como China. ¿Es el factor China algo importante en esta agenda o un motivo para relanzar estas relaciones?
Las otras relaciones económicas con otros poderes y regiones del mundo es un factor importante, pero creo que la voluntad compartida de la Unión Europea y de los países de América Latina y del Caribe es construir sobre todo lo que nos une. Si queremos que prevalezca la visión de un mundo democrático, donde las reglas del juego son el derecho internacional, donde el individuo y los derechos humanos son importantes, un mundo sostenible, tenemos que coordinarnos mucho más para que nuestra voz se oiga más en el planeta. Eso va más allá de cómo han evolucionado las inversiones y las relaciones económicas con un país u otro.
¿Habrá algún llamado sobre el tema de Ucrania? Lo pregunto porque los Estados latinoamericanos, si bien han condenado la guerra, por ejemplo, no han enviado armas.
Lo importante es lo que está diciendo, lo esencial que ha sido la condena de la agresión rusa contra Ucrania. Los dos continentes han hablado casi a una voz. Cuando uno mira todas las resoluciones en la Asamblea General de Naciones Unidas. en particular la inicial inmediatamente después de la invasión, no hubo ni un Estado europeo, latinoamericano o caribeño que votó en contra de la condena de Rusia. Eso es fundamental porque lo que se juega aquí no es un tema de Ucrania o no es un tema de Estados Unidos o Europa. Es un tema de derecho internacional, de decir que no se puede dejar pasar lo que está pasando en Ucrania. No podemos vivir en un mundo donde cualquier país que tiene una superioridad de fuerza contra su vecino mañana puede decidir invadir. Eso es el fin del derecho internacional como lo conocemos, además de la forma muy brutal como Rusia ha manejado la invasión y en particular la forma como ha violado con consistencia el derecho humanitario. Ha atacado infraestructuras civiles y barrios residenciales sin ninguna discriminación.
A veces se escuchan voces que son quizás un poco menos críticas de Rusia, pero yo creo que eso es también a causa de la distancia geográfica. Creo que muchos de los que opinan en América Latina no se dan cuenta de que lo que está haciendo Rusia es una caricatura de imperialismo, de violación de derechos humanos y es realmente algo que no corresponde a los valores incluso de mucha gente de izquierda. Aquí, por muchas razones históricas, hay una forma de pensar el antiimperialismo que está muy asociada a Estados Unidos, pero lo que está pasando ahora en Europa es una guerra imperialista del peor estilo, solo que el poder imperialista en esto no es Estados Unidos ni Europa, sino Rusia.
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