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Los ojos de América Latina inevitablemente están puestos en lo que ocurra en una semana, cuando los estadounidenses voten para elegir a su próximo presidente. La larga historia de relaciones diplomáticas, injerencias, e influencia entre las regiones obliga a preocuparse sobre las decisiones que puedan tomar Joe Biden o Donald Trump al momento de mirar a sus vecinos del sur. Lo que deja el actual presidente, según activistas y académicos consultados por la Oficina de Washington para América Latina (WOLA), es un vínculo lleno de desconfianza por parte de algunos gobiernos latinoamericanos que no ven al actual gobierno como líder que defienda los derechos humanos.
Luego de la presión extrema que se le hizo al gobierno de Nicolás Maduro en 2018, cuando Juan Guaidó entró en escena, la administración Trump viene alejándose poco a poco de la región, sufriendo un quiebre importante a finales de 2019, cuando las manifestaciones estallaron en casi todos los países de la región. El único vínculo que permanece relativamente fuerte, cosa que ha sido una constante en la historia, es el de Colombia. El pasado septiembre incluyó al país en su lucha contra las drogas, aunque le hizo un fuerte llamado al gobierno de Iván Duque por los “niveles inaceptablemente altos” de cultivos de hoja de coca y de producción de cocaína.
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Una certificación condicionada, pues el gobierno de EE. UU. incluyó a Colombia en la lista de naciones señaladas como mayores productores de cocaína en el mundo y donde se presenta más tráfico de drogas. En esta lista están también Panamá, Perú, Venezuela, Bolivia, Costa Rica, República Dominicana, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, Bahamas, Afganistán, Belice y Burma entre otros.
Una supuesta llegada de Biden a la Casa Blanca podría cambiar todo, pues sus relaciones con los mandatarios de la región es totalmente diferente a la de Trump. De hecho, es una de las fortalezas de las que más se jacta durante sus eventos políticos. “La administración Trump ha sido muy disruptiva y las secuelas de eso no van a desaparecer de la noche a la mañana. Pero hay una resistencia subyacente en la relación entre Estados Unidos y América Latina que Joe Biden estaría bien posicionado para capitalizar”, le dijo a The Atlantic Dan Erikson, quien asesora a Biden sobre la política de América Latina.
Adam Isacson, director del programa de vigilancia de la defensa de WOLA, afirmó a este diario que de ganar Biden, al inicio, tendría dos impactos. “El primero sería deshacer lo que hizo Trump y reasegurar a la región. Que Estados Unidas no siga la línea de Trump y que se vuelva en cierta medida a la normalidad. Lo segundo es que Biden tiene un interés personal en Latinoamérica. Seguramente será como la vuelta al segundo mandato de Brack Obama, aunque puede haber sorpresas”.
Por otro lado, resulta importante pensar qué hará con respecto a la relación con Colombia: “Podríamos ver apoyo al proceso de paz, un apoyo mucho más abierto a los líderes sociales, pero también un apoyo fuerte al ejército colombiano. Van a seguir las erradicaciones, así como la presión para que haya menos coca. Eso sí, no se va a adherir a la figura de Iván Duque. Con Colombia van a insistir que hay una relación cordial, con una relación bilateral muy fuerte, pero con el uribismo se va a marcar distancia”, dijo Isacson.
La historia de Joe Biden con la región es larga. Mientras fue el vicepresidente de Barack Obama se reunió frecuentemente con mandatarios centroamericanos para trazar las líneas de la Alianza para la Prosperidad, un plan que les otorgaba ayudas a cambio de reformas internas y que en su campaña actual sigue siendo un flanco importante. Incluso, en la década de los 90 impulsó el Plan Colombia desde el Congreso. Por eso a la hora de referirse a su estrategia afirma que “toda la política es personal, en particular las relaciones internacionales”.
Mientras que Donald Trump hizo solo un viaje a la región, Biden llegó a viajar hasta 16 veces, un número nunca antes visto en presidente o vicepresidente de la región. Esto en parte porque tenía como misión consolidar el informe de América Latina para Obama.
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Isacson, además, señaló que lo más probable es que Biden pueda recuperar la confianza de la región, como lo hizo Obama. “Hay que recordar que George W. Bush era bastante impopular en América Latina después de su invasión a Irak. En toda la región su aprobación en las encuestas era muy baja. Llegó Obama y volvió a ser muy alta durante los ocho años. Cayó de nuevo con Trump, pero casi seguro repuntará si llega Biden. Sin embargo, seguró habrá sospechas sobre si realmente está siendo honesto”.
En conversaciones con The Atlantic, el senador Tom Carper, quien desde hace años es amigo de Biden, afirmó que lo que siente el candidato con la región es una suerte de responsabilidad motivada por su fe católica. “Él cree que nosotros, Estados Unidos, somos la causa fundamental de gran parte de la violencia y el crimen y la falta de oportunidades económicas en estos tres países de América Central. Si no fuera por nuestra dependencia y nuestra dependencia de las drogas ilegales, fomentando la venta y el transporte de estas drogas, la vida en estos países sería mucho mejor”.
Además, se mostró seguro de que Biden "se aseguraría de que Estados Unidos hiciera un mejor trabajo y tomará en serio la respuesta a los países de América Central y del Sur una responsabilidad moral, habiendo creado estragos en estos países ". En 2015, el candidato demócrata a la presidencia ya afirmaba que “si existe la voluntad política, no hay razón para que Centroamérica no pueda convertirse en la próxima gran historia de éxito del hemisferio occidental”.
¿Cuáles serían los retos inmediatos que tendría Biden? Isacson aseguró: “Lo primero será el efecto de la crisis sanitaria. La región va a sufrir una crisis económica por varios años, con todas las reivindicaciones económicas que vienen con eso. Pero también hay un ambiente de populismos y autoritarismos crecientes y están los efectos del cambio climático. La inestabilidad política y social va a tener un rol principal. va a tener que enfrentar todo esto con menos recursos, Estados Unidos también tiene un déficit presupuestal importante".