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                                                                                                                                “Las cosas han mejorado en Venezuela, pero me acostumbré a la rutina en Colombia”

                                                                                                                                Las artesanías y la venta por las playas han permitido que algunos venezolanos y colombovenezolanos construyan un proyecto de vida en la capital del Magdalena. En un ejercicio conjunto de aprendizaje y construcción de comunidad, ellos proyectan su futuro allí, haciendo y vendiendo manillas, collares y aretes, aunque de vez en cuando pasan la frontera para visitar a la familia que tienen allá. En Venezuela están de paso, en Colombia tienen su rutina.

                                                                                                                                Edenys Cepeda y Yesileth Perozo venden sus artesanías en las playas de Santa Marta.
                                                                                                                                Foto: María José Noriega
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                📝 Sugerimos: La migración tumbó un gobierno en Europa y causa divisiones, como en Latinoamérica

                                                                                                                                “Los vecinos me prestaban una cadena de perlas, de corazón o de estrellas. El otro me daba un rollito de nailon, y así. Con eso, más o menos, hacía 30 collares y salía a la playa. Cogía camino a las 9:00 a. m. y llegaba a las 3:00 p. m. Mientras mis amigos hacían $100.000 o $150.000, yo alcanzaba los $30.000 o $40.000 diarios. Ahora, en cambio, estoy más surtido: tengo para ofrecer cadena de perlas, fantasmitas, choques, aretes de perlas y candongas. La cosa ha cambiado mucho”. Su esposa y sus dos hijos lo ayudan a fabricar las piezas. Una que otra vez, acerca a los niños del barrio para enseñarles el oficio, entre ellos, por ejemplo, a los hijos de Divina García, su vecina. Los sábados o domingos, cuando los niños no están en clase, sacan una mesa y dejan fluir la creatividad. Comparten saberes y diseños, no solo las artesanías.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Edenys aspira a abrir un local propio, convertirse en empresario, tener un negocio en el que no solo venda sus artesanías, sino también los materiales para que otros que se dedican a lo mismo puedan elaborar sus piezas. Por ahora, ha aprendido a manejar la plata, “lo que entra y lo que sale”, a ponerle el precio justo a su mercancía, por ejemplo, a un arete o a un collar, y a conocer cuánto gana exactamente con su artesanía. Esos cursos, del consorcio Cash for Urban Assistance, que ampara el programa ADN Dignidad, los tomó por su perfil como emprendedor, o al menos así lo considera el grupo conformado por Acción contra el Hambre y los Consejos Danés y Noruego para Refugiados. Financiado por USAID, este consorcio, desde 2019, ha dado asistencia humanitaria a los migrantes, colombianos retornados y comunidades de acogida, en una apuesta por la integración de todos ellos en Colombia. Fue a través de la ayuda humanitaria y el más reciente intento de apostarle a la empleabilidad que Edenys y estas organizaciones juntaron caminos.

                                                                                                                                📌Le puede interesar: Cuando dejas de existir para el Estado: la consecuencia de la anulación de cédulas

                                                                                                                                Carolina Roberto, de Acción contra el Hambre, cuenta que en él coincidieron varios rasgos de vulnerabilidad, como inseguridad alimentaria y calidad de la vivienda, que lo hicieron candidato a recibir la primera asistencia. Con la apuesta más reciente de recuperación económica, fue seleccionado para recibir el apoyo para el desarrollo de su emprendimiento, pues identificaron en él una idea de negocio, sin importar que aún no está de forma regular en el país. Su esposa e hijos ya tienen el Estatuto Temporal de Protección, pero el suyo está en proceso, desde hace dos años.

                                                                                                                                Según Roberto, “esa no es una condición para acceder a la ayuda, pero constantemente estamos dando el mensaje de que es importante hacerlo. También les hablamos del ahorro. Generalmente, los migrantes no pueden acceder a créditos, pues no tienen vida crediticia, y los bancos no les prestan plata porque no tienen documentos. Ellos terminan recurriendo al gota a gota. El ahorro, entonces, les permite evitar ese préstamo ilegal, que, además, los puede poner en riesgo”. Con datos recogidos en Barranquilla, Bogotá y Nariño, entre 3.190 hogares, ADN Dignidad calcula que quienes participan del programa mejoran su seguridad alimentaria, tienen un 15 % más de probabilidad de contar con ingresos mensuales estables, ahorran más y tienen menos deudas.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                *Este reportaje fue realizado tras un viaje hasta Santa Marta, promovido por ADN Dignidad.

                                                                                                                                👀🌎📄 ¿Ya se enteró de las últimas noticias en el mundo? Invitamos a verlas en El Espectador.

                                                                                                                                Edenys Cepeda y Yesileth Perozo venden sus artesanías en las playas de Santa Marta.
                                                                                                                                Foto: María José Noriega
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                📝 Sugerimos: La migración tumbó un gobierno en Europa y causa divisiones, como en Latinoamérica

                                                                                                                                “Los vecinos me prestaban una cadena de perlas, de corazón o de estrellas. El otro me daba un rollito de nailon, y así. Con eso, más o menos, hacía 30 collares y salía a la playa. Cogía camino a las 9:00 a. m. y llegaba a las 3:00 p. m. Mientras mis amigos hacían $100.000 o $150.000, yo alcanzaba los $30.000 o $40.000 diarios. Ahora, en cambio, estoy más surtido: tengo para ofrecer cadena de perlas, fantasmitas, choques, aretes de perlas y candongas. La cosa ha cambiado mucho”. Su esposa y sus dos hijos lo ayudan a fabricar las piezas. Una que otra vez, acerca a los niños del barrio para enseñarles el oficio, entre ellos, por ejemplo, a los hijos de Divina García, su vecina. Los sábados o domingos, cuando los niños no están en clase, sacan una mesa y dejan fluir la creatividad. Comparten saberes y diseños, no solo las artesanías.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Edenys aspira a abrir un local propio, convertirse en empresario, tener un negocio en el que no solo venda sus artesanías, sino también los materiales para que otros que se dedican a lo mismo puedan elaborar sus piezas. Por ahora, ha aprendido a manejar la plata, “lo que entra y lo que sale”, a ponerle el precio justo a su mercancía, por ejemplo, a un arete o a un collar, y a conocer cuánto gana exactamente con su artesanía. Esos cursos, del consorcio Cash for Urban Assistance, que ampara el programa ADN Dignidad, los tomó por su perfil como emprendedor, o al menos así lo considera el grupo conformado por Acción contra el Hambre y los Consejos Danés y Noruego para Refugiados. Financiado por USAID, este consorcio, desde 2019, ha dado asistencia humanitaria a los migrantes, colombianos retornados y comunidades de acogida, en una apuesta por la integración de todos ellos en Colombia. Fue a través de la ayuda humanitaria y el más reciente intento de apostarle a la empleabilidad que Edenys y estas organizaciones juntaron caminos.

                                                                                                                                📌Le puede interesar: Cuando dejas de existir para el Estado: la consecuencia de la anulación de cédulas

                                                                                                                                Carolina Roberto, de Acción contra el Hambre, cuenta que en él coincidieron varios rasgos de vulnerabilidad, como inseguridad alimentaria y calidad de la vivienda, que lo hicieron candidato a recibir la primera asistencia. Con la apuesta más reciente de recuperación económica, fue seleccionado para recibir el apoyo para el desarrollo de su emprendimiento, pues identificaron en él una idea de negocio, sin importar que aún no está de forma regular en el país. Su esposa e hijos ya tienen el Estatuto Temporal de Protección, pero el suyo está en proceso, desde hace dos años.

                                                                                                                                Según Roberto, “esa no es una condición para acceder a la ayuda, pero constantemente estamos dando el mensaje de que es importante hacerlo. También les hablamos del ahorro. Generalmente, los migrantes no pueden acceder a créditos, pues no tienen vida crediticia, y los bancos no les prestan plata porque no tienen documentos. Ellos terminan recurriendo al gota a gota. El ahorro, entonces, les permite evitar ese préstamo ilegal, que, además, los puede poner en riesgo”. Con datos recogidos en Barranquilla, Bogotá y Nariño, entre 3.190 hogares, ADN Dignidad calcula que quienes participan del programa mejoran su seguridad alimentaria, tienen un 15 % más de probabilidad de contar con ingresos mensuales estables, ahorran más y tienen menos deudas.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                *Este reportaje fue realizado tras un viaje hasta Santa Marta, promovido por ADN Dignidad.

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