Las dos caras del caos en las universidades de EE. UU.
Los campus universitarios en EE. UU., que enfrentan su peor crisis en décadas, ven bajo amenaza uno de sus ejes centrales: el activismo. Esto va más allá del choque de posturas por la guerra en Gaza.
Camilo Gómez Forero
El activismo estudiantil ha sido desde hace cerca de 60 años —esencialmente— una parte integral de la academia en Estados Unidos. Desde que el estudiante de origen italiano, Mario Savio, lideró en la Universidad de Berkeley el Movimiento para la Libertad de Expresión, los campus del país vieron florecer algunos de los movimientos sociales más importantes para la sociedad estadounidense. Se trataba entonces de una pelea por levantar una prohibición contra las actividades políticas en las universidades. Ahora, el legado de esa lucha está en juego, en medio de la crisis más profunda en los campus universitarios en décadas.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
El activismo estudiantil ha sido desde hace cerca de 60 años —esencialmente— una parte integral de la academia en Estados Unidos. Desde que el estudiante de origen italiano, Mario Savio, lideró en la Universidad de Berkeley el Movimiento para la Libertad de Expresión, los campus del país vieron florecer algunos de los movimientos sociales más importantes para la sociedad estadounidense. Se trataba entonces de una pelea por levantar una prohibición contra las actividades políticas en las universidades. Ahora, el legado de esa lucha está en juego, en medio de la crisis más profunda en los campus universitarios en décadas.
El lunes, las directivas de la Universidad de Columbia decidieron cancelar las clases presenciales ante la enorme tensión que se vive entre los grupos a favor de la causa palestina y la comunidad judía. ¿La razón? En pocas palabras, no pueden darle garantías de seguridad a ninguno de los dos bloques en disputa. La Universidad de Michigan, el Instituto Tecnológico de Massachusetts y la Universidad de Yale, por nombrar algunas, se enfrentan a las mismas fricciones. ¿Qué está pasando?
“En las universidades estamos fallando en formalizar una conversación (sobre Gaza). Estamos haciendo lo mejor que podemos, pero no es suficiente. ¿Por qué no hacemos más? No lo sé, pero deberíamos intentarlo”, le dijo Sly Mata, director de Educación sobre la Diversidad en la Universidad de Virginia, a The Jefferson Council.
Mata dice que, entre muchas cosas, hace falta personal calificado para guiar el debate público en torno a un tema histórico como el conflicto entre Palestina e Israel. Pero hay componentes más profundos que eso, como la intervención del gobierno y las élites en los campus, que han dificultado el libre debate académico. Esta problemática se remonta a la era posterior al movimiento de Savio, cuando se desencadenó una reacción conservadora que despojó del apoyo político y económico a las universidades públicas para apaciguar los movimientos de protesta y por miedo a que estas se convirtieran en un cultivo de comunistas.
“Estamos en peligro de producir un proletariado educado. ¡Eso es dinamita! Tenemos que ser selectivos a la hora de permitir que accedan a la educación superior”, dijo Roger Freeman, asesor económico de los presidentes Richard Nixon y Ronald Reagan, para justificar cómo debería dejar de subsidiarse la “curiosidad intelectual”.
En este momento se está viviendo algo similar a ese “miedo rojo” en los campus que surgió tras los primeros movimientos estudiantiles de la década de 1960. Días después del ataque de Hamás contra Israel el 7 de octubre de 2023, estudiantes de distintas zonas de EE. UU. lanzaron movimientos de protesta en las universidades de élite contra la reacción del gobierno israelí en la Franja de Gaza. De inmediato, la comunidad judía reaccionó contra las manifestaciones, señalándolas como “antisemitas” y presionó al Congreso a través de su lobby judío para realizar una audiencia sobre antisemitismo con el testimonio de los presidentes de las principales universidades. Este fue el punto de quiebre.
La audiencia sobre antisemitismo provocó las dimisiones de los presidentes de Harvard y de la Universidad de Pensilvania, luego de las críticas de donantes influyentes sobre su inacción frente al antisemitismo en las aulas. Desde entonces, la población estudiantil a favor de la causa palestina se ha quejado de casos de censura y dificultades para protestar en los campus universitarios contra las acciones de Israel. Las quejas son válidas, pues sí se ha censurado el discurso pro palestino sin abordar como tal los discursos antisemitas en las protestas que, cabe destacar, también están documentados y han existido.
A raíz de las renuncias en Harvard y Pensilvania, la Universidad de Michigan comunicó que redactaría un nuevo código de conducta para castigar conductas disruptivas en el campus. En la Universidad del Stanford se prohibieron las acampadas a favor de la causa palestina o de Israel, al igual que en Columbia, donde ya se había disuelto un campamento pro palestino en el centro del campus. En la Universidad Americana de Washington, por poner otro ejemplo, se prohibieron las protestas en áreas cerradas.
Los espacios para el activismo se están cerrando cada vez más. Y esto no solo lo vive el lado a favor de Palestina. El profesor de Columbia Shai Davidai, a quien no se le permitió la entrada al campus el lunes, se quejó de que las autoridades de la institución limitaran una contra protesta de la comunidad judía al área de la facultad de matemáticas.
“¿Los terroristas pueden hacer lo que quieran, pero hay que encerrar a los judíos en otra zona?”, escribió Davidai.
Entre la población estudiantil también hay miedo. Dicen que no se quieren conectar a las redes públicas de Internet en el campus, pues creen que están rastreando sus búsquedas para perfilarlos. También se han visto atemorizados por grupos proisraelíes como Shirian Collective, que promete en la red X recompensas para quienes ayuden a delatar a manifestantes pro Palestina. Según una investigación del grupo de investigación antifascista australiano White Rose Society, esto podría ser un engaño simplemente para sembrar el pánico entre los manifestantes. Es el mismo tipo de perfilamiento que teme la comunidad judía.
Las universidades están defendiendo sus decisiones en los temores que tienen frente a la seguridad de la población estudiantil por estos debates, pero expertos dicen que en realidad están actuando bajo la intensa presión de donantes y legisladores que buscan asfixiar el activismo estudiantil y las posturas contra Israel. Al final, las medidas no están mejorando el debate público, sino que lo están debilitando.
“El movimiento político para socavar las universidades en la esfera pública está aprovechando al máximo este momento”, le dijo Jonathan Friedman, director general de programas de educación y libre expresión en Estados Unidos en la organización de libertad de expresión PEN America, a The Philadelphia Inquirer.
__
📧 📬 🌍 Semana a semana tendremos un resumen de las noticias que nos harán sentir que No es el fin del mundo. Si desea inscribirse y recibir todos los lunes nuestro newsletter, puede hacerlo en el siguiente enlace.
👀🌎📄 ¿Ya se enteró de las últimas noticias en el mundo? Invitamos a verlas en El Espectador.
Si le interesan los temas internacionales, quiere opinar sobre nuestro contenido o recibir más información, escríbanos al correo mmedina@elespectador.com o aosorio@elespectador.com