Las elecciones que definirán la década en EE. UU.: ¿por qué importan tanto?
El problema para Joe Biden es que, según las proyecciones, los demócratas no solo no van a poder ampliar sus mayorías, sino que las van a perder. La pregunta ya no es si van a perder, sino cuán profunda será la derrota.
Camilo Gómez Forero
Los estadounidenses se preparan para renovar este martes el Congreso del país en las elecciones de medio término, en las que también se eligen la mayoría de las gobernaciones y legislaturas estatales. En la actualidad, el Partido Demócrata —partido de gobierno— tiene las mayorías tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado. Esto, en teoría, le facilita el trabajo al presidente, pues así su agenda podría avanzar en el Legislativo. Excepto que no ha sido así.
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Los estadounidenses se preparan para renovar este martes el Congreso del país en las elecciones de medio término, en las que también se eligen la mayoría de las gobernaciones y legislaturas estatales. En la actualidad, el Partido Demócrata —partido de gobierno— tiene las mayorías tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado. Esto, en teoría, le facilita el trabajo al presidente, pues así su agenda podría avanzar en el Legislativo. Excepto que no ha sido así.
Las mayorías de los demócratas son muy frágiles: en la Cámara tienen 220 representantes, solo 10 más que los republicanos; y en el Senado cuentan con 48 curules, dos menos que sus rivales, pero gracias a que siempre se le suman los dos senadores independientes, hay un empate. Cuando esto sucede, la vicepresidenta, que hoy por hoy es demócrata, rompe esas tablas. En teoría, también tienen la mayoría en el Senado.
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Para el presidente es clave tener el control de ambas cámaras para aprobar sus proyectos de ley. Sin embargo, y aunque ya lo tiene ¿por qué le es tan difícil hacer algo? El problema son las reglas del Senado, pues como están configuradas le dan a la oposición un poder enorme para frenar un proyecto bajo una herramienta que se conoce como ‘fillibuster’ u ‘obstruccionismo’, bajo la que se pospone indefinidamente un proyecto de ley. De milagro, el presidente ha podido conseguir la aprobación de su Ley de la Reducción de la Inflación, tras una intensa negociación entre su bancada, y de su plan Reconstruir Mejor (Build Back Better).
El resto de la agenda de Biden se ha hundido por el atasco legislativo: la Ley George Floyd de Justicia para reformar a la policía, la Ley de Protección de la Salud de la Mujer para proteger el derecho al aborto, la Ley de Ciudadanía de Estados Unidos sobre una reforma migratoria y, aún más decepcionante, la Ley de Libertad para Votar o el John Lewis Act, para proteger los derechos de todos los votantes y el castigo de prácticas indiscriminadas que afectaban este derecho. Todos sus planes han fracasado en el Congreso. Por eso, Biden se ha visto obligado a tomar acciones ejecutivas para mostrar avances, aunque modestos, a sus electores, como la orden que firmó para condonar las deudas de miles de estudiantes en el país.
La mayoría de los demócratas querían cambiar en este periodo las reglas para que legislar no fuera una tortura, y podían haberlo hecho, pero necesitaban que toda la bancada lo quisiera también —ninguno podía votar en contra—, y esto no sucedió. La razón es que hay por lo menos dos senadores demócratas, en estados muy conservadores, que por apoyar una acción de este tipo podrían perder miles de votos y salir de su puesto, así que no se arriesgan a una acción tan controvertida. Por esta razón tampoco avanzan los proyectos del presidente: porque todos y cada uno de los senadores tendrían que estar de acuerdo y no todos siempre lo están.
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El presidente les pidió a los votantes que lo ayudaran esta vez, de nuevo, a “ganar las mayorías”, una solicitud que molestó al electorado liberal que ya ayudó a ese objetivo en 2020 y le reclama porque ya tiene lo que pide. El asunto es que cuando el presidente está pidiendo “ganar las mayorías” lo que pide en realidad es ampliarlas para dejar otro tipo de funcionarios en el cargo, tal vez más flexibles, que sí apoyen sus proyectos. El problema para él es que, según las proyecciones, los demócratas no solo no van a poder ampliar sus mayorías, sino que las van a perder. La pregunta ya no es si van a perder, sino cuán profunda será la derrota.
La campaña no ha sido fácil para los demócratas, y es que el partido de gobierno nunca saldrá bien parado de un escenario como el actual: con la economía en crisis, la inflación llegando a un máximo de 9,1 % no visto en 40 años y el costo de vida por las nubes, la posibilidad de una recesión dilapidó sus oportunidades de una victoria. Estos fueron los temas que dominaron el debate. El partido no tenía mucho que mostrar en este campo, y lo que tenía no lo vendió bien.
“¿Qué tal aprovechar los logros económicos de la administración Biden, como la Ley de Reducción de la Inflación?”, se pregunta el politólogo Cas Mudde, consultado por The Guardian. “Si bien las políticas individuales del proyecto son populares, solo alrededor de un tercio de los estadounidenses han oído de este”, contestó.
Para Mudde era lógico que los demócratas optaran por enfocarse en otros temas en su campaña, como la violencia con armas, el acceso al aborto e incluso la migración. Sin embargo, como reflejan los anuncios de televisión y los debates, los demócratas fueron moderados en sus discursos. Sobre la migración, por ejemplo, guardaron silencio. Y es que tampoco tenían mucho que ofrecer: teniendo las mayorías, los resultados en esta materia fueron casi nulos. Para Mudde, profesor en la Escuela de Asuntos Públicos e Internacionales de la Universidad de Georgia, los catalizadores para mover el voto demócrata tampoco eran suficientes. Como diría James Carville, asesor de campaña del expresidente Bill Clinton, “es la economía, estúpido”. Y acá los republicanos tenían ventaja al no estar en el poder.
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El panorama no es nada alentador para los demócratas, pero cabe destacar que estas elecciones no solo afectan a nivel local. Recordemos que para todo el mundo son importantes. Si bien el presidente domina ampliamente el curso de la política exterior, hay que recordar la labor de los comités en el Congreso. Hay que ponerle atención al de Exteriores, pues hay candidatos republicanos como J. D. Vance de Ohio, por ejemplo, que quieren recortar fondos de ayuda para países como Ucrania.
Si estos candidatos de la ola trumpista ganan, impulsarían, aunque sea, una revisión de los gastos de este tipo. En 2017, el senador Lindsey Graham, presidente republicano del subcomité de Exteriores en el Senado, ya había insistido en recortar fondos para otros países. Colombia también debe estar muy pendiente. En agosto, el senador republicano Ted Cruz anunció la presentación de su proyecto Caution Act, el cual condicionará toda la ayuda “basada en el camino que (el presidente) Gustavo Petro elija seguir”. Pero más importante que todo, estas elecciones se tratan del futuro de la democracia, y de lo que podría ocurrir en las presidenciales de 2024, pues más allá de las mayorías del Congreso, quienes lleguen a las gobernaciones y legislaturas estatales tendrán el poder de configurar las reglas de juego sobre las votaciones: quién, cómo, cuándo y dónde puede ejercer su derecho al voto. Por eso, las elecciones del martes serán definitorias para la próxima década.
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