Las fisuras entre Bogotá y Moscú, una tensión en crecimiento
Las relaciones entre Rusia y Colombia han sufrido varios quiebres, incentivados, en gran parte, por las tensiones que tiene el país con Venezuela y Nicaragua. Ahora, la guerra en Ucrania es otro factor.
María José Noriega Ramírez
Las relaciones entre Colombia y Rusia han estado bajo tensión desde hace tiempo. El envío de una carta al Congreso colombiano relacionada con la situación de Venezuela, la violación del espacio aéreo colombiano en varias ocasiones y, más recientemente, las acusaciones del ministro Diego Molano de una supuesta intromisión en asuntos domésticos y el enfrentamiento entre el presidente Iván Duque y el delegado ruso en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas son prueba de ello. La apuesta de Colombia por tener mayor injerencia en asuntos globales, a partir de su intención de fortalecer sus relaciones con Estados Unidos y la OTAN, teniendo de fondo la guerra en Ucrania, está en medio de ello.
“Para Rusia, Colombia es el país con el cual tiene menos coincidencias en cuestiones de convivencia regional, y el caso puntual es Venezuela”, afirmó Vladimir Rouvinski, analista internacional y profesor de la Universidad Icesi, a este diario. Mientras que Colombia ha sido uno de los abanderados para incitar el cambio de régimen en el país vecino, Rusia ha sido uno de sus principales aliados. No en vano, en 2019, algunos analistas estimaban que el Kremlin realizó préstamos cercanos a los US$17.000 millones al gobierno de Nicolás Maduro, sin tener datos confirmados por parte del país euroasiático, se lee en BBC Mundo.
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Además, Venezuela ha sido un importante comprador de armamento ruso. De acuerdo con los datos de Crisis Group, el gobierno venezolano ha gastado, desde la ruptura de las relaciones con Washington y la prohibición de la venta de armamento en 2006, cerca de US$4.000 millones en implementos militares. “En Venezuela se compró de todo porque, en ese momento, la idea era complementar y reemplazar sistemas occidentales. Se compraron aviones de combate, como los Sukhoi, más de cincuenta helicópteros de combate y de transporte pesado. También, vehículos de combate de infantería sobre orugas, vehículos de combate de infantería sobre ruedas, artillería de tubo autopropulsada y artillería de cohetes de diferentes tipos”, aseguró Andrei Serbin Pont, analista internacional y director de la Coordinadora Regional de Investigaciones Económicas y Sociales (CRIES), a DW.
Pero, más allá de ello, Rouvinski admite que “hay un divorcio enorme en la forma en la que el Gobierno actual de Colombia y las élites políticas ven el presente y el futuro del orden internacional. El país se suscribe, plenamente, a los lineamientos del orden internacional liberal, liderado por Estados Unidos, mientras que Rusia asumió el esfuerzo de liderar un orden internacional que rechaza la mayor parte del otro modelo”. Según el analista, las tensiones en las relaciones de los dos países se deben leer a la luz de esto, entendiendo que Colombia está tratando de ampliar su rol internacional, más allá de Venezuela y de la política de drogas, intentando proyectar una perspectiva más allá de lo regional, y lo que sucede en Ucrania ha sido una oportunidad para ello.
Alejandro Bohórquez-Keeney, docente de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado, aseguró que Duque “no ha ganado muchas alianzas ni legitimidad en el escenario internacional después de la salida de Donald Trump del poder”, y ve que se le cierran las puertas, dados los pocos avances en la implementación del Acuerdo de Paz, que ocasionó una apertura del país en materia de relaciones internacionales, y está tratando de “congraciarse con Joe Biden”, mostrándose como su aliado.
Ahora bien, no hay que perder de vista a la OTAN y la intención del gobierno de Estados Unidos de designar a Colombia como país aliado estratégico no miembro de la Alianza Atlántica. En entrevista con Cecilia Orozco Tascón para El Espectador, Catalina Monroy, profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario e investigadora de la política de Estados Unidos hacia Colombia en materias de seguridad y defensa, dijo que esto se puede leer desde dos frentes: “Desde la óptica occidental, ratifica el compromiso de Colombia como una nación defensora de los valores democráticos y las libertades, en cumplimiento de los principios afines a Estados Unidos y sus aliados (...). Por otro lado, Putin debe percibir que Estados Unidos está tratando de ‘apaciguar’ los intereses rusos en esta región y, también, de fortalecer al único Estado de la zona que seguiría sus lineamientos militares en una eventualidad”.
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Y es que, según Víctor Mijares, profesor de Ciencia Política y Estudios Globales de la Universidad de los Andes, aunque Moscú (y Caracas) ya venía sintiendo cierto malestar con Colombia cuando el expresidente Juan Manuel Santos decidió aproximarse a la Alianza Atlántica, situando al país como un socio global de la OTAN, “el quiebre de las relaciones entre Rusia y Colombia se profundiza, naturalmente, en el gobierno Duque, pues coincide con mayores tensiones diplomáticas con Venezuela y Nicaragua, y, en un contexto de la guerra en Ucrania, con mayores tensiones entre la OTAN y Rusia”.
De ahí que no sea extraño que en la llamada que sostuvo Duque con su homólogo ucraniano, el mandatario colombiano recalcara que “a través de la OTAN y nuestra comunicación diplomática, brindamos el respaldo que se requiera para enfrentar la situación tan difícil, incluyendo la migración masiva de ciudadanos que buscan un refugio y una mano amiga (...). Quiero expresar al presidente Zelenski que Colombia ha estado firme con su voz, condenando este oprobio, lo ha hecho en todas las instancias internacionales y como el único país socio de la alianza en América Latina y el Caribe”.
Para Rouvinski, entonces, la retórica que manejó Colombia en el Consejo de Seguridad de la ONU frente a Rusia es la esperada. “Todo lo que dijo Duque sobre Ucrania, a pesar de las diferentes opiniones que hay en torno a su gestión como gobernante, es verdad. Rusia está violando todas las normas, rompiendo, en primera instancia, los principios de no hacer una guerra contra otro país para resolver sus conflictos y el de no matar civiles en la guerra. El futuro de las relaciones con Rusia es incierto, pero las sanciones impuestas no se van a levantar y, en el futuro cercano, no va a poder ser reconocido como un país legítimo”. Además, Colombia no es el único en la región que condena las acciones rusas en suelo ucraniano: recientemente, Andrés Manuel López Obrador dijo que México “está a favor de una solución pacífica al conflicto y, desde luego, no aceptamos la invasión”. Esto muestra, según Rouvinski, que hay muy pocos aliados de Putin en Latinoamérica, más allá de Venezuela, Nicaragua y Cuba.
Desde la Cancillería afirman que “Colombia y Rusia mantienen, a la fecha, sus misiones diplomáticas en cada uno de sus países. La postura del Gobierno de Colombia frente a Rusia fue la expuesta por el presidente Duque en Nueva York, como rector de las relaciones internacionales de nuestro país”. Ahora bien, según Mijares, “hay que evaluar este asunto desde un punto de vista pragmático y cercano a los intereses de Colombia, pues el país está en el área de influencia de Estados Unidos y es un global partner de la OTAN. Es decir, Colombia está, claramente, en el terreno de las potencias occidentales y, balanceando el peso y la importancia de las dos relaciones, no vale la pena tratar de salvar una que no aporta mucho, y más aún en un contexto donde Rusia está naturalmente desprestigiada por la guerra de Ucrania”.
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Este panorama se complica aún más en el contexto de las elecciones presidenciales. Para Mijares, el mandatario que llegue al Palacio de Nariño se enfrenta a un reto: “Sí o sí, necesita restaurar las relaciones con Venezuela por un asunto de carácter humanitario, razones económicas y materia de seguridad, y, en buena medida, las relaciones con Rusia pasan por esas relaciones con Venezuela, aunque actualmente las cosas pueden ser más complejas por la guerra en Ucrania. Colombia, posiblemente, gane quien gane estas elecciones presidenciales, va a presentar un cuadro político muy polarizado, en donde es probable que países como Venezuela y Rusia quieran sacar algún tipo de provecho, debilitando, fundamentalmente, la relación de Colombia con Estados Unidos, que es una relación clave en términos económicos y de seguridad”.
Rouvinski ve con preocupación que la diplomacia rusa, en este momento, no se está centrando en solucionar los problemas de los Estados por la vía de la negociación pacífica, sino que está siendo utilizada como medio de amplificación de la propaganda política del régimen de Vladimir Putin. Aunque afirma que este rasgo no es tan fuerte aquí como en Europa, el docente considera que la cooperación que se dé entre Colombia y Rusia no se debe dar a escala interinstitucional, sino de individuos, fortaleciendo, por ejemplo, la ciencia y la investigación, pues los colombianos que se educaron en los tiempos de la Unión Soviética mantienen contacto personal con sus colegas rusos, que encarnan la cooperación científica, y esto, según el analista, es fundamental para el fortalecimiento de la ciencia y la tecnología en Colombia.
*Para este artículo contribuyó María Paula Ardila.
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Las relaciones entre Colombia y Rusia han estado bajo tensión desde hace tiempo. El envío de una carta al Congreso colombiano relacionada con la situación de Venezuela, la violación del espacio aéreo colombiano en varias ocasiones y, más recientemente, las acusaciones del ministro Diego Molano de una supuesta intromisión en asuntos domésticos y el enfrentamiento entre el presidente Iván Duque y el delegado ruso en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas son prueba de ello. La apuesta de Colombia por tener mayor injerencia en asuntos globales, a partir de su intención de fortalecer sus relaciones con Estados Unidos y la OTAN, teniendo de fondo la guerra en Ucrania, está en medio de ello.
“Para Rusia, Colombia es el país con el cual tiene menos coincidencias en cuestiones de convivencia regional, y el caso puntual es Venezuela”, afirmó Vladimir Rouvinski, analista internacional y profesor de la Universidad Icesi, a este diario. Mientras que Colombia ha sido uno de los abanderados para incitar el cambio de régimen en el país vecino, Rusia ha sido uno de sus principales aliados. No en vano, en 2019, algunos analistas estimaban que el Kremlin realizó préstamos cercanos a los US$17.000 millones al gobierno de Nicolás Maduro, sin tener datos confirmados por parte del país euroasiático, se lee en BBC Mundo.
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Además, Venezuela ha sido un importante comprador de armamento ruso. De acuerdo con los datos de Crisis Group, el gobierno venezolano ha gastado, desde la ruptura de las relaciones con Washington y la prohibición de la venta de armamento en 2006, cerca de US$4.000 millones en implementos militares. “En Venezuela se compró de todo porque, en ese momento, la idea era complementar y reemplazar sistemas occidentales. Se compraron aviones de combate, como los Sukhoi, más de cincuenta helicópteros de combate y de transporte pesado. También, vehículos de combate de infantería sobre orugas, vehículos de combate de infantería sobre ruedas, artillería de tubo autopropulsada y artillería de cohetes de diferentes tipos”, aseguró Andrei Serbin Pont, analista internacional y director de la Coordinadora Regional de Investigaciones Económicas y Sociales (CRIES), a DW.
Pero, más allá de ello, Rouvinski admite que “hay un divorcio enorme en la forma en la que el Gobierno actual de Colombia y las élites políticas ven el presente y el futuro del orden internacional. El país se suscribe, plenamente, a los lineamientos del orden internacional liberal, liderado por Estados Unidos, mientras que Rusia asumió el esfuerzo de liderar un orden internacional que rechaza la mayor parte del otro modelo”. Según el analista, las tensiones en las relaciones de los dos países se deben leer a la luz de esto, entendiendo que Colombia está tratando de ampliar su rol internacional, más allá de Venezuela y de la política de drogas, intentando proyectar una perspectiva más allá de lo regional, y lo que sucede en Ucrania ha sido una oportunidad para ello.
Alejandro Bohórquez-Keeney, docente de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado, aseguró que Duque “no ha ganado muchas alianzas ni legitimidad en el escenario internacional después de la salida de Donald Trump del poder”, y ve que se le cierran las puertas, dados los pocos avances en la implementación del Acuerdo de Paz, que ocasionó una apertura del país en materia de relaciones internacionales, y está tratando de “congraciarse con Joe Biden”, mostrándose como su aliado.
Ahora bien, no hay que perder de vista a la OTAN y la intención del gobierno de Estados Unidos de designar a Colombia como país aliado estratégico no miembro de la Alianza Atlántica. En entrevista con Cecilia Orozco Tascón para El Espectador, Catalina Monroy, profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario e investigadora de la política de Estados Unidos hacia Colombia en materias de seguridad y defensa, dijo que esto se puede leer desde dos frentes: “Desde la óptica occidental, ratifica el compromiso de Colombia como una nación defensora de los valores democráticos y las libertades, en cumplimiento de los principios afines a Estados Unidos y sus aliados (...). Por otro lado, Putin debe percibir que Estados Unidos está tratando de ‘apaciguar’ los intereses rusos en esta región y, también, de fortalecer al único Estado de la zona que seguiría sus lineamientos militares en una eventualidad”.
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Y es que, según Víctor Mijares, profesor de Ciencia Política y Estudios Globales de la Universidad de los Andes, aunque Moscú (y Caracas) ya venía sintiendo cierto malestar con Colombia cuando el expresidente Juan Manuel Santos decidió aproximarse a la Alianza Atlántica, situando al país como un socio global de la OTAN, “el quiebre de las relaciones entre Rusia y Colombia se profundiza, naturalmente, en el gobierno Duque, pues coincide con mayores tensiones diplomáticas con Venezuela y Nicaragua, y, en un contexto de la guerra en Ucrania, con mayores tensiones entre la OTAN y Rusia”.
De ahí que no sea extraño que en la llamada que sostuvo Duque con su homólogo ucraniano, el mandatario colombiano recalcara que “a través de la OTAN y nuestra comunicación diplomática, brindamos el respaldo que se requiera para enfrentar la situación tan difícil, incluyendo la migración masiva de ciudadanos que buscan un refugio y una mano amiga (...). Quiero expresar al presidente Zelenski que Colombia ha estado firme con su voz, condenando este oprobio, lo ha hecho en todas las instancias internacionales y como el único país socio de la alianza en América Latina y el Caribe”.
Para Rouvinski, entonces, la retórica que manejó Colombia en el Consejo de Seguridad de la ONU frente a Rusia es la esperada. “Todo lo que dijo Duque sobre Ucrania, a pesar de las diferentes opiniones que hay en torno a su gestión como gobernante, es verdad. Rusia está violando todas las normas, rompiendo, en primera instancia, los principios de no hacer una guerra contra otro país para resolver sus conflictos y el de no matar civiles en la guerra. El futuro de las relaciones con Rusia es incierto, pero las sanciones impuestas no se van a levantar y, en el futuro cercano, no va a poder ser reconocido como un país legítimo”. Además, Colombia no es el único en la región que condena las acciones rusas en suelo ucraniano: recientemente, Andrés Manuel López Obrador dijo que México “está a favor de una solución pacífica al conflicto y, desde luego, no aceptamos la invasión”. Esto muestra, según Rouvinski, que hay muy pocos aliados de Putin en Latinoamérica, más allá de Venezuela, Nicaragua y Cuba.
Desde la Cancillería afirman que “Colombia y Rusia mantienen, a la fecha, sus misiones diplomáticas en cada uno de sus países. La postura del Gobierno de Colombia frente a Rusia fue la expuesta por el presidente Duque en Nueva York, como rector de las relaciones internacionales de nuestro país”. Ahora bien, según Mijares, “hay que evaluar este asunto desde un punto de vista pragmático y cercano a los intereses de Colombia, pues el país está en el área de influencia de Estados Unidos y es un global partner de la OTAN. Es decir, Colombia está, claramente, en el terreno de las potencias occidentales y, balanceando el peso y la importancia de las dos relaciones, no vale la pena tratar de salvar una que no aporta mucho, y más aún en un contexto donde Rusia está naturalmente desprestigiada por la guerra de Ucrania”.
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Rouvinski ve con preocupación que la diplomacia rusa, en este momento, no se está centrando en solucionar los problemas de los Estados por la vía de la negociación pacífica, sino que está siendo utilizada como medio de amplificación de la propaganda política del régimen de Vladimir Putin. Aunque afirma que este rasgo no es tan fuerte aquí como en Europa, el docente considera que la cooperación que se dé entre Colombia y Rusia no se debe dar a escala interinstitucional, sino de individuos, fortaleciendo, por ejemplo, la ciencia y la investigación, pues los colombianos que se educaron en los tiempos de la Unión Soviética mantienen contacto personal con sus colegas rusos, que encarnan la cooperación científica, y esto, según el analista, es fundamental para el fortalecimiento de la ciencia y la tecnología en Colombia.
*Para este artículo contribuyó María Paula Ardila.
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