Las sanciones internacionales ya no asustan a los autoritarios
Durante años, la diplomacia encontró en las sanciones una de las herramientas para castigar a países parias, pero los sancionados encontraron artimañas para ignorarlas y seguir en el poder.
María Paula Ardila
En abril de este año, Wally Adeyemo, subsecretario del Tesoro de Estados Unidos, dijo que las sanciones se convirtieron en la herramienta de primera mano para abordar los problemas nacionales, de seguridad y desafíos económicos internacionales. Un planteamiento similar al de Jack Lew, el entonces secretario del Tesoro durante la administración de Barack Obama, quien dijo en 2016 que el país, durante décadas, “refinó la capacidad para aplicar sanciones de manera efectiva”. Pero Lew lanzó una advertencia: “El uso excesivo de esta medida podría socavar nuestra posición de liderazgo dentro de la economía global y la efectividad de nuestras propias sanciones”.
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En abril de este año, Wally Adeyemo, subsecretario del Tesoro de Estados Unidos, dijo que las sanciones se convirtieron en la herramienta de primera mano para abordar los problemas nacionales, de seguridad y desafíos económicos internacionales. Un planteamiento similar al de Jack Lew, el entonces secretario del Tesoro durante la administración de Barack Obama, quien dijo en 2016 que el país, durante décadas, “refinó la capacidad para aplicar sanciones de manera efectiva”. Pero Lew lanzó una advertencia: “El uso excesivo de esta medida podría socavar nuestra posición de liderazgo dentro de la economía global y la efectividad de nuestras propias sanciones”.
Cifras del Peterson Institute for International Economics y la Oficina de Control de Bienes Extranjero indican que Irán, Siria y Ucrania son los países con más sanciones por parte de EE. UU., con un total de 2.828 casos. Le siguen Corea del Norte (414), Rusia (334), y Venezuela (333), según datos del 4 de julio de este año. Fue durante el mandato de Donald Trump cuando la Oficina de Control de Activos Extranjeros sancionó al doble de entidades e individuos al año que durante las dos presidencias de George W. Bush y Barack Obama, según estimaciones de The Economist. Y aunque Biden promete que se desviará de las políticas de Trump en esta materia, en los últimos días su gobierno ha impuesto nuevas sanciones a Cuba, China y Rusia en respuesta a la violación de derechos humanos y corrupción, entre otros males.
Algunos gobiernos se las arreglaron para sobrevivir a las sanciones internacionales. ¿Cómo? “Con una alianza entre Estados parias”, dijo en 2020 el entonces subsecretario de Estado, Michael Kozak. Durante meses, Irán envió camiones cisterna con gasolina, repuestos y expertos para reparar una refinería en Venezuela; sin mencionar el barco lleno de alimentos para ayudar a la nación en medio de la crisis. Por su parte, el gobierno venezolano envió petróleo subsidiado a Cuba, a pesar de sus propios problemas de producción y las restricciones relacionadas con las sanciones. Y Rusia se convirtió en un aliado estratégico para fortalecer la defensa nicaragüense, con la entrega de armamento y entrenamiento.
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Esto no significa que las sanciones no hayan logrado del todo su cometido. “Tuvieron éxito en ayudar a empujar a Irán y Venezuela a contracciones económicas, y cortar los lazos de Corea del Norte con las redes financieras y comerciales mundiales, logrando objetivos a corto plazo”, escribió Ian Tally, reportero de finanzas del Wall Street Journal. “Sin embargo, la presión de EE. UU. no produjo nuevos acuerdos diplomáticos importantes ni cambios sustanciales en la conducta de los adversarios”, agregó. Siguiendo esta misma línea, ¿cuál es el futuro de las sanciones o embargos? ¿cederán los gobiernos de Daniel Ortega, Nicolás Maduro y Miguel Díaz-Canel ante las nuevas presiones internacionales?
Nicaragua, como si nada
Según Fernando Lara*, analista político nicaragüense que pidió ocultar su identidad para hablar con El Espectador, las sanciones contra su país no han generado acuerdos importantes por parte de Ortega, todo lo contrario: “Cada vez que hay sanciones, el régimen intensifica la represión y cierra aún más los espacios para la competencia electoral. Esto tampoco ha resultado en la renuncia de algunos de los funcionarios oficialistas sancionados, y ahí la pregunta es, ¿cuál es el propósito de estas sanciones si no están generando los efectos esperados?”.
Tiziano Breda, analista de Crisis Group, escribió que aunque es probable que ni la fuerza ni el diálogo cambien la estrategia electoral de Ortega, no hacer nada invitaría a otros aspirantes autoritarios de la región a seguir sus pasos. “Los gobiernos extranjeros deben apuntar a diseñar un enfoque secuenciado que sirva a dos objetivos: buscar rescatar las elecciones a través del diálogo y demostrar que movimientos represivos similares tendrán un costo si la diplomacia no logra que Ortega cambie de rumbo”.
Y aunque Lara insiste en que las consecuencias políticas de las sanciones podrían ser impredecibles y, hasta cierto punto, contraproducentes, Sergio Ángel Baquero, del Programa Cuba, un centro de pensamiento de la Universidad Sergio Arboleda, explica que con la nueva decisión de la UE de sancionar a ciertos funcionarios de Ortega, las cosas podrían cambiar: “En un mundo que ya no es unipolar, sino que tiene múltiples potencias, es mucho más complicada la efectividad de las sanciones. Sin embargo, ahora que la UE se suma a Estados Unidos, por ejemplo, se le empieza a cerrar un campo amplio a Ortega. Es decir, la asfixia solo existe en la medida en que las sanciones no solamente dependan de uno de los polos”.
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Richard Feinberg, profesor de Economía Política Internacional de la Universidad de California, tiene una opinión similar: “Ortega probablemente cederá a presiones internacionales hasta cierto punto, mientras a la vez evita las condiciones que asegurarían su derrota. Ese equilibrio será una cuestión de intensas negociaciones entre la comunidad internacional, la oposición nicaragüense y el mismo Ortega”, escribió Feinberg en un análisis publicado por el Wilson Center.
Venezuela, Maduro cede
“Las sanciones sí están empujando a Maduro a negociar. No lo están llevando al fin de su propio gobierno, pero él sí está cediendo porque necesita tener vía libre financiera para poder exportar el petróleo”, dice Víctor Mijares, venezolano y profesor de la Universidad de los Andes. Y es que el gobierno de Venezuela y la oposición se están preparando para un nuevo diálogo; México será la sede de estas conversaciones, después de los procesos fallidos de Santo Domingo y Barbados, y contarán con la mediación de Noruega y el visto bueno de EE. UU.
“Algunos dicen que las sanciones no funcionan, pero yo creo que sí. El problema es que estas deben tener un objetivo limitado en el tiempo y muy contundente. Hemos visto embargos como los de EE. UU., y en menor medida de la UE, que son muy genéricos. Esto termina dándole un mensaje muy equivocado a los sancionados, pues les dicen que no tienen ningún tipo de alternativa. ¿Cuál es la solución realista que se le plantea al gobierno de Nicolás Maduro? Básicamente ninguna”, agregó Mijares.
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Las sanciones estadounidenses a Venezuela causaron la pérdida de entre 17.000 millones y 31.000 millones de dólares en ingresos, según datos de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA) de octubre de 2020. También contribuyeron a un descenso vertiginoso en las importaciones: el valor promedio de las importaciones públicas mensuales disminuyó en un 46 % en 2019, y en un 50 % adicional en 2020, de acuerdo con el mismo informe.
Moisés Rendon, del CSIS, explica que sin duda las sanciones están cortando el financiamiento al régimen de Maduro, limitando la capacidad del gobierno para importar alimentos y medicamentos en medio de la crisis económica. “Sin embargo, revertir las sanciones contra Maduro y darle al régimen acceso a los ingresos no solucionará la crisis humanitaria”. ¿Qué podría pasar en estas nuevas negociaciones?
“Lo que se puede esperar con un gobierno como el de Maduro es que se abran ciertos espacios políticos y económicos en los que se pueda dialogar sobre temas de control fronterizo y de atención consular, pero jamás será una discusión para llevar al fin al chavismo”, agregó Mijares.
Cuba, décadas de bloqueo
Algunos analistas sugieren que las sanciones de EE. UU. contra Cuba no solo perjudican tanto a los cubanos como a los estadounidenses, sino que tampoco cumplieron los objetivos políticos de EE. UU. “El costo económico de estas sanciones es elevado. Según Naciones Unidas, el embargo le ha costado a Cuba aproximadamente US$130 millones durante seis décadas. Aunque este número puede parecer insignificante; de hecho, es aproximadamente una vez y media el PIB anual de Cuba”, se lee en un análisis del Brown Political Review.
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Sin embargo, Carlos Rodríguez Arechavaleta, profesor e investigador de la Universidad Iberoamericana en México, le dijo a este diario que si bien estos embargos ciertamente han limitado la capacidad de acceso a tecnologías, al sistema financiero internacional y a redes de bancos, sería un error adjudicar la situación actual de Cuba al embargo norteamericano. “La verdadera causa de la crisis de este país es la incapacidad del modelo de economía socialista de producir incentivos para unas relaciones de producción dinámicas y flexibles”.
Algo similar opinó Sergio Ángel Baquero: “Cuba no ha tenido el mismo comportamiento económico a lo largo de los años. De hecho, el país tuvo bastante estabilidad hasta 1989, y las sanciones de EE. UU. ya venían desde la década de los 60. Aunque algunos críticos sostienen que el bloqueo se produce después de las sanciones de los años 90, muchos de los problemas vienen de atrás, de la incapacidad de Cuba de ser un país productor”, sostuvo Baquero.
Analistas coinciden en que el régimen cubano instrumentalizó estas sanciones como una forma de justificar la mala gestión del gobierno y la violación de derechos humanos. “Si bien hay una idea de trasfondo de generar un cambio de régimen, esto termina siendo contraproducente por dos razones: primero, les da oxígeno a estos regímenes autoritarios para justificar sus malos manejos en decisiones externas; pero, además, se establecen mecanismos para legitimar el uso de la violencia. Es decir, no solo se mantiene la dictadura, sino que también se incentiva la violación de derechos humanos”, concluyó Baquero.