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Canadá vive con una herida histórica que se abre cada tanto: la política represiva y colonial contra los pueblos indígenas locales. Recientemente fueron dos los eventos que reavivaron el debate en los ámbitos nacional e internacional: un hallazgo de más de 750 tumbas sin identificar en el lugar donde hubo un antiguo internado de la Iglesia católica, al oeste del país, y el mes pasado se identificaron los restos de 215 niños cerca de otra escuela de este tipo. Este último descubrimiento solo recuerda una vez más el calvario sufrido durante décadas por los niños y las personas indígenas en escuelas y propiedades dirigidas por la Iglesia católica del país.
El hecho no es de poca monta, teniendo en cuenta que los reportes señalan hechos inhumanos contra unos 150.000 niños amerindios, mestizos e inuit que fueron apartados de sus familias, su lengua y su cultura, y reclutados a la fuerza en 139 internados de todo el país hasta la década de 1990. Muchos de ellos fueron sometidos a malos tratos o abusos sexuales y más de 4.000 murieron, según la Comisión de la Verdad y la Reconciliación de Canadá, que se encarga desde 2015 de investigar estos hechos. El organismo, además, concluyó que este país había cometido un “genocidio cultural”.
En el marco de los hallazgos, las iglesias de Santa Ana y de Chopaka, ambas situadas en territorios de pueblos autóctonos de Columbia Británica, fueron incendiadas el pasado sábado en territorios autóctonos del oeste de Canadá, con lo que ya son cuatro los templos quemados en los últimos meses. Aunque se desconoce a los responsables de los hechos, las autoridades aseguraron que podría estar relacionado con las tumbas indígenas.
A falta de conocer a los artífices de los ataques, lo cierto es que los pueblos indígenas canadienses vienen librando un largo proceso de protestas, en el que no solo denuncian la falta de acceso al agua potable y un desplazamiento forzado de sus territorios, sino una represión sistemática e invisibilizada por parte de las autoridades locales. “Es un gran secreto a voces que nuestros hijos yacen en las propiedades de las antiguas escuelas. Es un secreto a voces que los canadienses no pueden seguir mirando hacia otro lado”, aseguró al conocer la noticia Sol Mamakwa, legislador de la oposición en Ontario.
Expertos que han estudiado el tema durante años reconocen los hechos. Joan Holmes, consultora de investigación de la historia de los indígenas en el país, habló hace un tiempo con este diario y afirmó: “Es una historia larga y, recientemente, en los últimos 10 o 20 años la gente ha comenzado a hablar sobre el tema”.
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Los últimos descubrimientos de las cerca de 1.000 tumbas obligaron al primer ministro, Justine Trudeau, a pedir perdón público. “Creo que la gente quiere entender adecuadamente lo sucedido. Estamos abiertos a tomar las medidas necesarias para conocer la verdad”, afirmó. Además, aseguró haber hablado con el papa Francisco para pedirle que ofrezca un perdón por parte de la institución: “He hablado personal y directamente con su santidad el papa Francisco para recalcarle lo importante que es no solo que se disculpe, sino que se disculpe con los canadienses indígenas en suelo canadiense”.Por su parte, el Misionero de los Oblatos de María Inmaculada, la orden religiosa que operaba 48 escuelas residenciales indígenas en Canadá, incluidas las de Kamloops y Marieval, se comprometió a revelar todos los documentos históricos en su poder para ayudar a arrojar luz sobre las muertes registradas. “Lamentamos profundamente nuestro involucramiento en las escuelas residenciales y los daños ocasionados a los pueblos y comunidades indígenas”, dijo el grupo en un comunicado.
El problema de los internados
Los internados en Canadá eran obligatorios en la década de 1870 y estaban dirigidos por la Iglesia católica. Dentro del sistema escolar, la escuela residencial indígena de Kamloops era la más grande. El sistema se estableció para captar a las personas a una edad temprana, “ya que son más fáciles de moldear e influenciar. El gobierno pensaba que esta práctica era aceptable, ya que la consideraba un método para cuidar a la población indígena y proporcionarles las herramientas necesarias para que les fuera bien en el futuro. Los niños eran sacados a la fuerza de sus hogares, separados de sus familias y se les prohibía hablar sus lenguas nativas, todo ello para asimilar a los niños indígenas en la sociedad blanca canadiense”, aseguró la Organización para la Paz Mundial.
Charlotte Gilbert, representante de los demandantes en una demanda colectiva contra el gobierno canadiense, aseguró recientemente: “Este ha sido un proceso realmente largo, 14 años, volviendo a los tribunales, regurgitando el trauma”. Por su parte, Diena Jules, una sobreviviente de los internados que forma parte de otra demanda colectiva, señaló: “Ninguna compensación puede cambiar el legado de los internados. Nada puede devolvernos la integridad”.
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La Organización para la Paz Mundial agrega: que no es suficiente pedir perdón, sino que se necesitan acciones eficaces y concretas por parte del gobierno. “Para llevar a cabo un cambio significativo y proporcionar apoyo a los pueblos indígenas, el gobierno de Canadá debe dar prioridad a las recomendaciones establecidas por la Comisión de Reconciliación, en lugar de tratarlas como una agenda opcional o un simple consejo. Además, es necesario destinar más fondos a programas de asistencia que ayuden exclusivamente a los indígenas, para proporcionarles una forma de ayuda más directa”.