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Vamos a hablar con seriedad sobre Estados Unidos y Rusia. Hasta ahora Colombia no le había prestado suficiente atención a la crisis que se cocina en el este de Europa y en Asia Central por cuenta de estas dos potencias por su lejanía geográfica. Sin embargo, desde que los medios de comunicación alertaron a este lado del continente americano sobre los supuestos planes de Moscú para desplegar tropas en Cuba y Venezuela, fieles aliados de la Federación Rusa, esta delicada situación cobró más importancia. ¿Qué significan realmente estos anuncios?
Le tenemos que bajar un poco la espuma al chocolate, porque las cosas no son como se han presentado en los titulares de prensa. Hablamos con Rafael Piñeros, profesor de relaciones internacionales de la Universidad Externado de Colombia y experto en la materia, para que nos ayude a desenredar esta conversación. Lo primero es entender qué está pasando del otro lado del mundo.
¿Por qué se habla de una crisis entre Rusia y Estados Unidos?
Las relaciones entre Rusia y Occidente están en su punto más bajo en décadas, y esto se reduce al conflicto que hay por el futuro de Ucrania, un pleito que lleva en la mesa más de ocho años. De un lado, el bloque conformado por Estados Unidos y la Unión Europa (UE) busca defender el legítimo derecho de Kiev para establecer relaciones con los Estados y organizaciones políticas que quiera, entre estas la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), una alianza militar conformada por Washington y la mayoría de países de la UE.
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Sin embargo, ese coqueteo entre Kiev y la OTAN no tiene satisfecho a la otra parte del conflicto: la Federación de Rusia. Moscú insiste en que el acercamiento del gobierno ucraniano con la UE y con Washington representa un peligro para su seguridad. ¿Por qué? Hay por lo menos dos frentes: Occidente tendría un mejor posicionamiento geopolítico sobre Rusia en caso de que Kiev y la OTAN firmen un acuerdo. Por otro lado, en caso de que el modelo occidental triunfe en Ucrania, en Rusia podrían aumentar las protestas para exigir libertades similares a las de su vecino, algo que no es conveniente para el Kremlin.
Por esa razón, Rusia ha desplegado más de 100 mil tropas en la frontera con el único objetivo de hacer retroceder las conversaciones entre Kiev, Bruselas y Washington hasta suprimirlas. Para intimidar a Occidente, el presidente ruso, Vladimir Putin, no solo ha usado sus tropas en la frontera ruso-ucraniana, sino que también ha usado las crisis en Bielorrusia y Kazajistán para de alguna manera persuadir a las potencias occidentales de abandonar su territorio de influencia. Es, grosso modo, la manera en la que podemos resumir la crisis. Con eso claro, podemos continuar.
“En la Rusia possoviética las élites rusas han mantenido una visión del espacio de las exrepúblicas soviéticas como zona de influencia casi exclusiva. No les gusta cuando otros países tratan de construir sus propias relaciones independientemente de Rusia o sin la luz verde del Kremlin, como Ucrania, Georgia, otros”, señala Vladimir Rouvinski, profesor de la Universidad Icesi.
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¿Cómo terminó entrando Colombia y Venezuela en esta ecuación?
“Los dirigentes rusos están convencidos de que, para Estados Unidos, América Latina significa para Washington lo que Europa del este para Moscú: un espacio de influencia grande en este espacio. Esa es la visión rusa”, dice Rouvinski.
En medio de la escalada de tensiones, y del lento avance de las conversaciones entre Moscú y Occidente para apaciguar el incendio, algunos medios de comunicación exageraron las palabras de un funcionario ruso sobre lo que podría ocurrir en América Latina. Al vicecanciller ruso, Sergei Ryabkov, se le preguntó si Rusia enviaría tropas a Venezuela y Cuba en caso de que la OTAN se expandiera hacia el este de Europa, es decir, si se lograba una alianza con Kiev. Ryabkov contestó que “no podía confirmar o descartar” esa posibilidad. Ojo a esto, porque no es lo mismo decir que no puede excluir las posibilidades a sugerir que se está planteando enviar tropas. Prácticamente lo que dijo fue: lo más seguro es que quién sabe.
“La Federación Rusa también ha sido un Estado que ha sabido utilizar la retórica de manera conveniente. Como lo presentan, con el verbo ‘podría’, hablan de una condicional. Es decir: puede que sí o puede que no. Hay un elemento histórico: cuando la Unión Soviética lo quiso hacer, no dijo nada y nos enteramos luego de un significativo avance que querían instalar misiles en Cuba en 1962. Un Estado no anuncia yo ‘podría desplegar’, un Estado despliega, un Estado hace, negocia de manera secreta a muy alto nivel una serie de elementos, y luego dice ‘aquí estoy’. En el fondo eso esconde una retórica importante, y eso hay que tenerlo presente”, señala Piñeros.
Pero el profesor también nos pide considerar otro punto clave: no solo es el medio, es el interlocutor.
“Si la declaración la hace el vicecanciller y no la hace Serguéi Lavrov, ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, ahí de entrada vamos en que la hizo un término medio. Y es que si hay un sector que es jerárquico es la diplomacia. No es lo mismo una declaración del secretario de Estado que del vicejefe de Asuntos Occidentales. Y en este sentido no es lo mismo que la haga Ryabkov que la hiciera Lavrov”, añade Piñeros.
Pero hay algo más importante sobre la jerarquía: hay que fijarse de qué departamento provino la declaración.”Ahora, si la declaración la hace Vladimir Putin, ahí sí téngase, porque podría tener mayor importancia. Sí, es un cargo fundamental, es un viceministro, pero no es el ministro. De entrada hay una disminución del peso y que hay todavía espacio para, si se quiere, una escalada aún mayor. Aún no estamos en un cruce de ministros. Además, la declaración la hace alguien de diplomacia, no del Ministerio de Defensa, el cual es otro mensaje claro. Eso sirve para disminuir la amenaza. No solo por el mensaje, sino por el interlocutor”, destaca Piñeros.
Sobre Cuba, el profesor Rouvinski pide considerar que a la isla no le conviene para nada un despliegue militar ruso, pues “acabaría cualquier esperanza de poder mejorar las relaciones con Estados Unidos”.
Conclusión: es propaganda”, dice Rouvinski.
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Entonces, ¿por qué hubo tanto bombo?
En primer lugar, los medios de comunicación pecan por “bomberos”. Un mea culpa en nombre del gremio. Sin embargo, hay que tener en consideración las relaciones, cuál es el estado de las relaciones entre Colombia y Venezuela, el cual se presta para este tipo de inconvenientes. Desde hace años, estos dos países se prestan para ser piezas en el ajedrez político que juegan las potencias.
“Esa percepción de ver al otro como un posible enemigo se da tanto en Bogotá como en Caracas, porque los aliados de estos dos gobiernos, Estados Unidos y Rusia, generan incomodidad y susceptibilidad”, asevera Piñeros.Venezuela ha tenido buenas relaciones con la Federación Rusa desde hace ya un buen tiempo, y son cada vez menos buenas con su vecino. Colombia, por otro lado, sostiene buenas relaciones con Estados Unidos. A eso no hay que tenerle miedo. Como dice Piñeros, lo que debería preocuparnos es el malestar de las relaciones entre Bogotá y Caracas.
“El distanciamiento político entre Colombia y Venezuela nos afecta, porque dejaron de ser hermanos a tener una relación estratégica para terceros, en un sistema como de anotarse puntos desde el punto de vista político o desde el punto de vista diplomático con sus aliados más cercanos”, resalta el experto.
Aunque hay presencia militar de rusos y estadounidenses en estos dos países, “es significativamente exagerado decir que los militares que hay en Estados Unidos en Colombia están porque están fraguando un ataque sobre Caracas, eso también es exagerado, pero sirve para justificar o legitimar los comportamientos que los gobiernos tanto de Bogotá como de Caracas toman respecto a la situación”, como señala Piñeros.
Hablemos entonces de la presencia de militares, ¿qué tan relevante es?, ¿se presta para un conflicto a gran escala?”Hay un elemento que hay que tener en cuenta. Hay presencia de militares estadounidenses en suelo colombiano que han sido autorizados tanto por el Gobierno como por el Legislativo para que estén aquí, derivado de programas de capacitación, de interdicción aérea, lucha contra el narcotráfico y demás. Es decir, el Estado ha dado su autorización. Pero después de los años tensos la Corte Constitucional cerró la vía para que se instalaran en Colombia bases que estuvieran bajo el control exclusivo de Estados Unidos, y eso se ha mantenido así. Tanto la administración Santos como la de Duque han respetado esa situación”, señala Piñeros.
Es decir, hoy no hay una base o una instalación militar que esté bajo control exclusivo de Estados Unidos, eso no es cierto. Por lo tanto, no hay un despliegue con el que Washington se sienta cómodo para atacar Caracas.
“Una invasión o un ataque no se planea con 10 personas. Claro, me podrían decir que la tecnología ha avanzado y que podemos ver un ataque de drones, pero no creo que estén dispuestos o interesados en llevar ese tipo de ataques sorpresa, ataques relámpago o ataques dirigidos con objetos no tripulados sea parte del interés de Estados Unidos o de Rusia”, asegura Piñeros.
¿Entonces no hay problemas? Sí, hay particularidades
“El problema es que en Colombia opera, mal que bien, un Estado de derecho. Eso quiere decir que hay controles a las intenciones del Ejecutivo, entre ellas las que estamos hablando. Pero nosotros no podemos tener la certeza del lado venezolano, porque hay una profunda desconfianza en la forma en la que actúa el Tribunal Supremo de Justicia y porque sin duda alguna si eso pasa o no pasa”, señala Piñeros.
Sin embargo, vuelve a dar calma: “Pienso que así como hace casi 50 años en la crisis de los misiles hubo fotografías que mostraron lo que estaba en juego, hoy no podemos, con las herramientas que existen, demostrar con esa capacidad que hay militares rusos sentados de manera exclusiva en territorio venezolano y que esos militares quieran atacar a Colombia. Así que eso se cae por su propio peso. Es un tema de retórica, y eso siempre ha sido una característica de los pueblos latinoamericanos: somos excesivamente retóricos y de pocos resultados. Decimos: “Vamos a acabar con la amenaza”, pero en medio de todo hay un espacio gris sin acción.
Bueno, si bien Colombia y Venezuela son el foco de la tensión entre Moscú y Washington de este lado del continente, ¿qué pasa con las otras naciones?
“Uno podría pensar que las potencias regionales, como México y Brasil, tendrían un interés manifiesto en evitar cualquier tipo de escalada que impacte a la región. Miremos el caso de Brasil: la debilidad diplomática de Jair Bolsonaro hace que ni siquiera se plantee un discurso incendiario, a pesar de que políticamente a nivel interno le pueda dar algunos réditos políticos. Hay un profundo proceso de desconexión entre el gobierno de Bolsonaro y el pueblo que no se lo van a comer. El brasileño hoy no quiere conflicto, el brasileño hoy quiere vacunas y sacar en el Palacio de Planalto y no en un conflicto. Si fuera astuto buscaría la salida diplomática. Si estuviera Donald Trump eventualmente estaría instigando, pero con Joe Biden en el poder eso no es parte de su interés”.
En el caso de México, “Andrés Manuel López Obrador y la política exterior mexicana siempre han buscado la solución pacífica de controversia, y buscar distensionar los ánimos sería importante. Sin embargo, también las jugadas de otros países terceros no le han dado la importancia que se la ha dado en otros escenarios, como en los medios de comunicación, a esta situación. Eso me permite entender que si hay otros que no se ofrecen a mediar quiere decir que realmente no lo ven como un elemento más allá de la retórica”, explica Piñeros.
Sin embargo, en algún punto las potencias latinas tendrán que intervenir. Como dice Rouvinski: “América Latina era periferia en los grandes conflictos, pero en el siglo XXI será difícil seguir siendo periferia porque somos testigos de la transformación del orden global y no sabemos cómo o cuándo terminará esa transformación. China y Rusia tienen razones de interés en la región”.
¿Qué sigue?
Ya que le bajamos un poco la espuma a este chocolate, y revisamos el papel que ciumplen Colombia y Venezuela en esta ecuación, nos queda preguntarnos qué hay que hacer para rebajar las tensiones. ¿Hay un futuro esperanzador para esta crisis en el este de Europa?
Piñeros concluye que “es bien difícil la situación. El mecanismo sería negociar sobre los acuerdos que había y sobre las bases de llevar una mejor relación. De estas conversaciones, en las cuales se están mostrando los dientes, salió un importante resultado diplomático, y es que la Federación de Rusia va a volver a tener un representante diplomático frente a la OTAN, y Rusia tendrá a un representante en esta alianza. A veces mostrarse los dientes para ganar margen político significa estabilizar las relaciones. Volver a reactivar el Consejo entre la OTAN y la Federación de Rusia, y restablecer el Consejo entre la Unión Europea y Moscú que no funcionan hace varios años, por ejemplo”.
La frase que nos deja el experto es esta: “A veces mostrar los dientes sirve para retomar el cauce de la diplomacia”, y eso parece ser tal cual lo que está ocurriendo.
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