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Aunque Nicolás Maduro celebre y cante victoria desde ya, las elecciones regionales que se disputarán el próximo domingo en Venezuela no serán ningún triunfo para el chavismo; tampoco son dulces para la oposición, que decidió tardíamente unirse para intentar derrotar a los candidatos del oficialismo.
“Venezuela hará historia nuevamente este domingo 21 de noviembre y la juventud será el protagonista (…) ¡Juntos es la cosa!”, dijo Maduro en su cuenta de Twitter, y agregó que la campaña electoral, que arrancó el pasado 28 de octubre y que culmina este jueves, ha sido una “fiesta de la democracia”.
En dicha “fiesta” solo bailaron los candidatos oficialistas, pues a la oposición le tocó danzar con la más fea: una campaña desigual, llena de favoritismos para los candidatos afines y con todas las trabas para los críticos. La oposición, sin embargo, no tenía otra salida que participar. Luego de tres años de boicots y de llamados abstencionistas, la única opción para desnudar el juego de Nicolás Maduro era participar en el proceso.
Y ahí estuvo el dilema que hoy tiene a la oposición igual de dividida que hace varios años: un grupo, el encabezado por Guaidó, se negaba a participar porque decían “era reconocer al régimen de Maduro”; otra parte, liderada por el excandidato presidencial Henrique Capriles, defiende la participación electoral como el único camino para cambiar el país. ¿Quién tiene la razón?
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La apuesta es que estos comicios sean el primer paso para unas elecciones generales en condiciones de igualdad para todos en el futuro. “La oposición tenía que moverse hacia una estrategia diferente a lo que ha hecho hasta ahora y aunque estas no son las condiciones ideales, sí dan la posibilidad de surgimiento de nuevos liderazgos dentro del sector opositor”, explicaba a este diario el director de Datanálisis y columnista, Luis Vicente León.
Más de 21 millones de ciudadanos están convocados a los comicios del domingo, en los que se escogerán 3.082 cargos en total, distribuidos en 23 gobernadores, 335 alcaldes, 253 legisladores a los Consejos Legislativos y 2.471 concejales.
¿Va a ganar la oposición? No, por varias razones: una campaña que favorece al oficialismo, pero también la implosión dentro de este grupo, que, aunque decidió en su mayoría aceptar ir a las urnas no logró renunciar a aspiraciones personalistas para empujar un proyecto y tiene tantas candidaturas que resultan siendo sus propios rivales.
Sólo hasta los últimos días algunos candidatos renunciaron en favor de otros con más posibilidades. Es el caso de Carlos Ocariz, quien dejó su candidatura por la gobernación del estado Miranda, que abarca parte de Caracas, para que sea solo David Uzcátegui, el otro aspirante opositor el que compita con su rival oficialista. Este jueves vence el plazo para retirar los nombres de las papeletas electorales, pero hasta ahora ningún otro líder opositor ha dado un paso al costado.
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Voces dentro de la oposición señalan que este movimiento de Ocariz puede impulsar otros acuerdos para potenciar la plataforma unitaria de la oposición. ¿Tarde? Quizás no.
La oposición ya logró antes candidaturas unitarias, como en 2012 y 2013 con Henrique Capriles, que enfrentó a Hugo Chávez y Nicolás Maduro; en 2015 la oposición arrasó en las legislativas y desbancaron al chavismo en la Asamblea Nacional.
“El objetivo relevante de las elecciones regionales para la oposición no es ganar la mayoría de las gobernaciones y alcaldías (un evento poco probable), sino retener y obtener espacios políticos que oxigenen el liderazgo debilitado, articulen su lucha y devuelvan al voto su rol protagónico”, señala León.
Según las firmas de encuestas, se espera una participación de 9 millones de venezolanos, un 44 % del padrón electoral. La clave para la oposición será que no sea tan alta la abstención.
“El reto es gigante, pues aunque la mayoría contundente del país desea cambio político, el peor enemigo para ese cambio es la abstención (natural, inducida y aprendida) y las divisiones entre líderes opositores que dispersan el voto y reducen sus chances de triunfo”, explica el director de Datanálisis.
Entonces, ¿qué se puede esperar? El éxito o el fracaso de estas elecciones no se pueden medir de la misma forma que se mide una presidencial. “No se gana en términos de mayoría de gobernaciones y alcaldías, porque la oposición no puede obtener una mayoría de alcaldes y gobernadores; esta no es una elección en igualdad de condiciones. El gobierno controla todo: movilización, plata, autoridad electoral... No estás en un fair play. Pero hay espacios en los que la oposición puede ganar, a pesar de lo que haga el gobierno. El mejor escenario es repetir lo que pasó en 2008: ganar entre cinco y ocho gobernaciones”, concluyó León en reciente entrevista con El Espectador.
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