López Obrador: “Triunfar o irse a la chingada”
La llegada de la izquierda al poder por primera vez en la historia reciente del país, de la mano del polémico Andrés Manuel López Obrador, hace sonar las alarmas. Pero, ¿qué es lo que tanto teme una parte de los mexicanos?
redacción internacional
Lo que logró Andrés Manuel López Obrador en la noche del domingo fue algo parecido a lo que consiguió la selección de fútbol mexicana en su debut en Rusia, cuando le ganó por un gol a Alemania. La diferencia es que el candidato de izquierda ganó por goleada: López Obrador no sólo les arrebató la Presidencia a los partidos tradicionales, acostumbrados a ganar elecciones; también se quedó con cinco de las ocho gobernaciones en donde durante años hubo un solo mandamás.
López Obrador, o AMLO, como lo llaman en México, ganó con más del 53 % de los votos y le propinó un duro golpe al partido del actual presidente, Enrique Peña Nieto. El Partido Revolucionario Institucional (PRI) sufrió la peor derrota en sus 89 años de historia. Ya había recibido una tremenda estocada en 2000, cuando le arrebataron la Presidencia, que pudo recuperar sólo 12 años después.
Pero eso, que se vio entonces como la debacle para el partido fundado por don Plutarco Elías Calles, no se compara con el golpe mortal que recibió la noche del 1º de julio de 2018.
La coalición Juntos Haremos Historia, encabezada por el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), partido de AMLO, junto con el Partido del Trabajo y Encuentro Social, consiguió triunfos inéditos. Ganó en todos los estados, a excepción de Guanajuato. Sin embargo, el trofeo más significativo es Ciudad de México, en donde su candidata, Claudia Sheinbaum, a pesar de los duros ataques de los que fue blanco, logró una holgada victoria frente a otra representante de la vieja política: la candidata del Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Esta vez, ni PRI ni PAN. Morena y sus aliados, impulsados por su líder López Obrador, consiguieron poco más de 210 de los 500 escaños del Congreso, lo que le daría una mayoría. En el Senado tendría entre 24 y 50 de 128.
AMLO supo capitalizar el hartazgo y la desolación en México por la violencia —2017 cerró como el año más violento en las últimas dos décadas, con 80 muertes al día— y la corrupción rampante que se disparó durante los últimos años. Una decena de gobernadores del partido de gobierno, el PRI, saquearon los recursos públicos, Peña Nieto siempre estuvo bajo sospecha de corrupción por sobornos de Odebrecht, entre otras cosas. Y qué decir de la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa. Un caso que cuatro años después sigue sin resolverse.
¿Miedo al cambio?
López Obrador se desmarcó de esos escándalos y prometió un cambio radical en el país. De hecho, llama a su plan de gobierno “la cuarta transformación de México” y se compara con héroes de la historia nacional como Benito Juárez, figura clave en la construcción de la República en el siglo XIX. Para eso prometió que no usará el avión reservado para presidentes y que convertirá la residencia presidencial en un centro cultural.
“Voy a obtener la mitad del sueldo que recibe actualmente el presidente de la República”, aseguró. Su giro radical también apunta a megaproyectos que ya están en marcha. Prometió, por ejemplo, revisar millonarios contratos de la reforma energética aprobada por Peña Nieto y proyectos de construcción que ya fueron adjudicados a los hombres más ricos de México. Su plan incluye no aumentar impuestos, reducir salarios a funcionarios públicos y acabar con la corrupción. Un detalle: nunca explicó cómo pensaba hacerlo.
Y es aquí donde comienzan las dudas. Incluso dentro de su propio equipo. El empresario Alfonso Romo, coordinador del Proyecto de Nación de Morena, reconocía hace unos meses que el dinero para realizar las promesas de López Obrador no alcanza. “Las matemáticas de Andrés no despejan las dudas”, decía el periodista mexicano Raymundo Rivas.
Analistas mexicanos le criticaron su falta de propuestas concretas para gobernar la segunda economía más grande de América Latina. “Lamentablemente nunca fue claro”, le dijo a AFP Fernando Dworak, analista político. “Centró cualquier solución en torno a su figura y a su capacidad personal para resolver asuntos”, añadió.
Algunos lo acusan de ser un “peligro para México”, porque podría seguir los pasos de Hugo Chávez en Venezuela. Por eso lo aclaró primero en la noche del domingo, luego de que el Instituto Nacional Electoral (INE) confirmara su contundente victoria: “Realizaré cambios profundos en el país siempre dentro del marco legal. El nuevo proyecto nación buscará establecer una auténtica democracia. No apostamos a construir una dictadura abierta ni encubierta”, dijo en su primer discurso como presidente electo.
Luis de la Calle, economista mexicano que negoció el TLC con Estados Unidos, decía hace unos días al diario español El País que le preocupaba “la ausencia de contrapesos de cualquier presidente, pero López Obrador, además, tiene una trayectoria con un cierto autoritarismo en el sentido de no ser tolerante con la disidencia. El principal contrapeso que tendrá serán los mercados y los tratados comerciales ya firmados”, aseguró.
El escritor e historiador mexicano Paco Ignacio Taibo II dice que no hay que temer con López Obrador, que es un hombre tenaz que “lleva años recorriendo el país”. Agrega que AMLO “logró un proyecto que equilibra tres cosas: la guerra contra el narco, la guerra contra la corrupción y la guerra contra el proyecto neoliberal, que ha sido muy dañino para México”.
Trump y EE. UU.
El domingo en la noche, consciente de sus logros, dijo que la meta era una sola: triunfar o irse “a la chingada”. Y comenzó a recoger el reguero de frases polémicas que soltó durante la campaña.
Comenzó con quizás uno de los temas que más preocupaban: su relación con los Estados Unidos de Donald Trump, con quien México tiene pendientes temas tan vitales como la migración y las negociaciones para renovar el tratado de libre comercio. El mandatario estadounidense dijo el domingo que “estaba ansioso de trabajar con él”. “Hay mucho por hacer que beneficiará a EE. UU. y a México”, dijo Trump.
AMLO le respondió inmediatamente: “Con el gobierno de Estados Unidos buscaremos una relación de amistad y cooperación para el desarrollo, siempre afincada en el respeto mutuo y en la defensa de nuestros paisanos que viven y trabajan honradamente en ese país”. Ayer mismo López Obrador dijo que habló con el mandatario estadounidense a través de una llamada telefónica y le propuso “reducir la migración y mejorar la seguridad”.
Para los analistas, “AMLO no pagará por el muro, eso es seguro”. Temen más por las reacciones de su vecino del norte: “Trump es demasiado impredecible”, dice Mark Weisbrot, codirector del Centro de Investigación en Economía y Política.
Una lluvia de mandatarios ya reconocieron su victoria, incluidos los de Canadá y Colombia. Ahora, a López Obrador lo aguardan cinco largos meses de transición, hasta el 1° de diciembre, cuando asuma la Presidencia y tenga que cumplir con todo lo que prometió. Pero hay miedo. “El principal reto genérico que tendrá López será cumplir lo que ofreció, y ofreció una utopía... Milagros que no va a poder hacer”, apuntó el historiador mexicano José Antonio Crespo.
Un riesgo porque el descontento de los mexicanos no perdona y hoy crecen las incógnitas sobre cómo gobernará López Obrador. “Es un nuevo comienzo, llega un nuevo país para maestros, campesinos y estudiantes, para los de abajo”, decían miles de personas que salieron a celebrar “lo imposible” en el Zócalo de la capital mexicana. Y no perdonan a Peña Nieto, el presidente del PRI que se va con los niveles más bajos de aprobación, una economía golpeada, la violencia disparada y mucho descontento. “¡Que se chingue Peña Nieto!”, gritaban abrazados a la bandera roja, blanca y verde.
Incierto camino el que recorrerán los mexicanos.
Lo que logró Andrés Manuel López Obrador en la noche del domingo fue algo parecido a lo que consiguió la selección de fútbol mexicana en su debut en Rusia, cuando le ganó por un gol a Alemania. La diferencia es que el candidato de izquierda ganó por goleada: López Obrador no sólo les arrebató la Presidencia a los partidos tradicionales, acostumbrados a ganar elecciones; también se quedó con cinco de las ocho gobernaciones en donde durante años hubo un solo mandamás.
López Obrador, o AMLO, como lo llaman en México, ganó con más del 53 % de los votos y le propinó un duro golpe al partido del actual presidente, Enrique Peña Nieto. El Partido Revolucionario Institucional (PRI) sufrió la peor derrota en sus 89 años de historia. Ya había recibido una tremenda estocada en 2000, cuando le arrebataron la Presidencia, que pudo recuperar sólo 12 años después.
Pero eso, que se vio entonces como la debacle para el partido fundado por don Plutarco Elías Calles, no se compara con el golpe mortal que recibió la noche del 1º de julio de 2018.
La coalición Juntos Haremos Historia, encabezada por el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), partido de AMLO, junto con el Partido del Trabajo y Encuentro Social, consiguió triunfos inéditos. Ganó en todos los estados, a excepción de Guanajuato. Sin embargo, el trofeo más significativo es Ciudad de México, en donde su candidata, Claudia Sheinbaum, a pesar de los duros ataques de los que fue blanco, logró una holgada victoria frente a otra representante de la vieja política: la candidata del Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Esta vez, ni PRI ni PAN. Morena y sus aliados, impulsados por su líder López Obrador, consiguieron poco más de 210 de los 500 escaños del Congreso, lo que le daría una mayoría. En el Senado tendría entre 24 y 50 de 128.
AMLO supo capitalizar el hartazgo y la desolación en México por la violencia —2017 cerró como el año más violento en las últimas dos décadas, con 80 muertes al día— y la corrupción rampante que se disparó durante los últimos años. Una decena de gobernadores del partido de gobierno, el PRI, saquearon los recursos públicos, Peña Nieto siempre estuvo bajo sospecha de corrupción por sobornos de Odebrecht, entre otras cosas. Y qué decir de la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa. Un caso que cuatro años después sigue sin resolverse.
¿Miedo al cambio?
López Obrador se desmarcó de esos escándalos y prometió un cambio radical en el país. De hecho, llama a su plan de gobierno “la cuarta transformación de México” y se compara con héroes de la historia nacional como Benito Juárez, figura clave en la construcción de la República en el siglo XIX. Para eso prometió que no usará el avión reservado para presidentes y que convertirá la residencia presidencial en un centro cultural.
“Voy a obtener la mitad del sueldo que recibe actualmente el presidente de la República”, aseguró. Su giro radical también apunta a megaproyectos que ya están en marcha. Prometió, por ejemplo, revisar millonarios contratos de la reforma energética aprobada por Peña Nieto y proyectos de construcción que ya fueron adjudicados a los hombres más ricos de México. Su plan incluye no aumentar impuestos, reducir salarios a funcionarios públicos y acabar con la corrupción. Un detalle: nunca explicó cómo pensaba hacerlo.
Y es aquí donde comienzan las dudas. Incluso dentro de su propio equipo. El empresario Alfonso Romo, coordinador del Proyecto de Nación de Morena, reconocía hace unos meses que el dinero para realizar las promesas de López Obrador no alcanza. “Las matemáticas de Andrés no despejan las dudas”, decía el periodista mexicano Raymundo Rivas.
Analistas mexicanos le criticaron su falta de propuestas concretas para gobernar la segunda economía más grande de América Latina. “Lamentablemente nunca fue claro”, le dijo a AFP Fernando Dworak, analista político. “Centró cualquier solución en torno a su figura y a su capacidad personal para resolver asuntos”, añadió.
Algunos lo acusan de ser un “peligro para México”, porque podría seguir los pasos de Hugo Chávez en Venezuela. Por eso lo aclaró primero en la noche del domingo, luego de que el Instituto Nacional Electoral (INE) confirmara su contundente victoria: “Realizaré cambios profundos en el país siempre dentro del marco legal. El nuevo proyecto nación buscará establecer una auténtica democracia. No apostamos a construir una dictadura abierta ni encubierta”, dijo en su primer discurso como presidente electo.
Luis de la Calle, economista mexicano que negoció el TLC con Estados Unidos, decía hace unos días al diario español El País que le preocupaba “la ausencia de contrapesos de cualquier presidente, pero López Obrador, además, tiene una trayectoria con un cierto autoritarismo en el sentido de no ser tolerante con la disidencia. El principal contrapeso que tendrá serán los mercados y los tratados comerciales ya firmados”, aseguró.
El escritor e historiador mexicano Paco Ignacio Taibo II dice que no hay que temer con López Obrador, que es un hombre tenaz que “lleva años recorriendo el país”. Agrega que AMLO “logró un proyecto que equilibra tres cosas: la guerra contra el narco, la guerra contra la corrupción y la guerra contra el proyecto neoliberal, que ha sido muy dañino para México”.
Trump y EE. UU.
El domingo en la noche, consciente de sus logros, dijo que la meta era una sola: triunfar o irse “a la chingada”. Y comenzó a recoger el reguero de frases polémicas que soltó durante la campaña.
Comenzó con quizás uno de los temas que más preocupaban: su relación con los Estados Unidos de Donald Trump, con quien México tiene pendientes temas tan vitales como la migración y las negociaciones para renovar el tratado de libre comercio. El mandatario estadounidense dijo el domingo que “estaba ansioso de trabajar con él”. “Hay mucho por hacer que beneficiará a EE. UU. y a México”, dijo Trump.
AMLO le respondió inmediatamente: “Con el gobierno de Estados Unidos buscaremos una relación de amistad y cooperación para el desarrollo, siempre afincada en el respeto mutuo y en la defensa de nuestros paisanos que viven y trabajan honradamente en ese país”. Ayer mismo López Obrador dijo que habló con el mandatario estadounidense a través de una llamada telefónica y le propuso “reducir la migración y mejorar la seguridad”.
Para los analistas, “AMLO no pagará por el muro, eso es seguro”. Temen más por las reacciones de su vecino del norte: “Trump es demasiado impredecible”, dice Mark Weisbrot, codirector del Centro de Investigación en Economía y Política.
Una lluvia de mandatarios ya reconocieron su victoria, incluidos los de Canadá y Colombia. Ahora, a López Obrador lo aguardan cinco largos meses de transición, hasta el 1° de diciembre, cuando asuma la Presidencia y tenga que cumplir con todo lo que prometió. Pero hay miedo. “El principal reto genérico que tendrá López será cumplir lo que ofreció, y ofreció una utopía... Milagros que no va a poder hacer”, apuntó el historiador mexicano José Antonio Crespo.
Un riesgo porque el descontento de los mexicanos no perdona y hoy crecen las incógnitas sobre cómo gobernará López Obrador. “Es un nuevo comienzo, llega un nuevo país para maestros, campesinos y estudiantes, para los de abajo”, decían miles de personas que salieron a celebrar “lo imposible” en el Zócalo de la capital mexicana. Y no perdonan a Peña Nieto, el presidente del PRI que se va con los niveles más bajos de aprobación, una economía golpeada, la violencia disparada y mucho descontento. “¡Que se chingue Peña Nieto!”, gritaban abrazados a la bandera roja, blanca y verde.
Incierto camino el que recorrerán los mexicanos.