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En junio, cuando el primer autobús de migrantes proveniente de Texas llegó a Los Ángeles, los líderes demócratas que dirigen la ciudad se sorprendieron de que los gobernadores republicanos tardaran tanto en enviarles personas.
Ron DeSantis, gobernador de Florida, ya había fletado vuelos de solicitantes de asilo a Sacramento, California, y a zonas liberales como Martha’s Vineyard, en Massachusetts. En el transcurso de un año, Greg Abbott, gobernador de Texas, ya había enviado a miles de migrantes a Nueva York, Chicago y Washington D. C., en autobuses.
Desde entonces, Texas convirtió en un destino habitual a Los Ángeles, la segunda ciudad más poblada del país, ya que ha enviado 14 autobuses que transportaron a 562 personas en los últimos tres meses. En el mismo período, miles de otros migrantes recientes viajaron por su cuenta al sur de California.
Pero, a diferencia de otras áreas metropolitanas importantes —en particular Nueva York, donde el alcalde Eric Adams advirtió hace poco que la crisis migratoria “destruirá” su ciudad—, los líderes en Los Ángeles no están alarmados. En su lugar, la ciudad ha evitado con discreción la emergencia que ha sobrecargado los refugios y ha dejado a los funcionarios pidiendo ayuda federal en Nueva York, Chicago y Massachusetts. Los funcionarios de Los Ángeles se sienten aliviados de haber evitado problemas graves, en especial considerando que su ciudad ha enfrentado muchos otros desafíos últimamente, desde una emergencia de personas sin hogar hasta una huelga laboral prolongada en Hollywood.
“Como ciudad que no está muy lejos de la frontera, estamos acostumbrados a que la gente venga en busca de refugio y protección”, afirmó Hugo Soto-Martínez, miembro del Concejo Municipal cuyos padres emigraron a Los Ángeles desde México hace décadas y trabajaron como vendedores ambulantes. “Por fortuna, tenemos la infraestructura”.
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Los funcionarios de los refugios para personas sin hogar en Los Ángeles han informado que no han visto un aumento significativo de migrantes recientes en busca de vivienda temporal. Las organizaciones de ayuda a inmigrantes dicen que han podido desarrollar un proceso eficiente para ayudar a los migrantes que llegan en los autobuses enviados por Texas, por lo general unas pocas decenas a la vez.
Una razón importante por la que California ha evitado una crisis es que el estado ya no atrae a tantos migrantes como hace décadas, cuando era uno de los principales destinos para las personas que se mudaban a Estados Unidos. A partir de la década de 1990, el alto costo de vida en el estado, junto con una gran cantidad de oportunidades laborales en la zona conocida como “el cinturón del sol” y en otras partes del país, llevaron a quienes cruzaban la frontera a buscar otros destinos.
Aunque Los Ángeles alberga la mayor población de inmigrantes sin estatus legal en Estados Unidos, casi todos llevan viviendo en la ciudad al menos una década.
Los migrantes que llegan en autobús desde Texas son solo una pequeña fracción de los más de 1.000 inmigrantes recientes que cada semana se dirigen a Los Ángeles para comenzar una nueva vida en California, una cifra que se ha mantenido estable durante años.
Al inicio, la mayoría de ellos se queda con familiares, quienes los ayudan a encontrar trabajo, vivienda y escuelas para sus hijos. Como resultado, es poco probable que busquen refugios de emergencia u otros recursos de la ciudad, explicaron expertos en inmigración.
A Los Ángeles llegan más que todo centroamericanos y mexicanos, quienes han estado migrando a California durante décadas y han construido comunidades sólidas en la región, proporcionando una red de apoyo dispuesta para los recién llegados.
“Es posible que Los Ángeles haya absorbido una gran cantidad de migrantes de manera orgánica, al igual que estas otras ciudades, a lo largo de los años”, afirmó Muzaffar Chishti, investigador principal del Instituto de Política Migratoria, centro de investigación no partidista.
Entre quienes huyen de sus países de origen en la actual ola migratoria se encuentran cubanos, haitianos y nicaragüenses, quienes, al igual que otros provenientes de naciones caribeñas, tradicionalmente han emigrado a la costa este en lugar de a California. El grupo más grande son los venezolanos, quienes históricamente no han migrado a Estados Unidos en absoluto y no tienen redes bien establecidas en California [nota del editor: el jueves, Estados Unidos anunció que permitirá que miles de venezolanos trabajen legalmente en el país. Ver más información en la parte superior de la página 11].
Por ahora, las autoridades de Los Ángeles han transitado una delgada línea entre darles la bienvenida a las pocas familias que han llegado en los autobuses de Texas y condenar y calificar las medidas de Abbott de cruel maroma política. Si bien las olas de migrantes no han abrumado a la ciudad, el mes pasado el Concejo Municipal votó a favor de emprender acciones legales contra Texas.
Soto-Martínez dijo que era importante contraatacar: “No puedes simplemente dejar que un agresor te haga eso”. La medida que propuso para investigar a Abbott fue aprobada por unanimidad.
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Los trabajadores de ayuda a inmigrantes en Los Ángeles afirmaron que están atrapados en una especie de partida de ajedrez con Abbott: les da gusto ayudar a todas las familias vulnerables que pueden, pero no quieren motivar a Texas para que envíe a más personas a Los Ángeles como escala en su camino a otros lugares.
Andrew Mahaleris, portavoz de Abbott, dijo en un comunicado que los migrantes en los autobuses financiados por Texas firman exenciones de consentimiento acordando su destino. Calificó a Soto-Martínez y sus colegas de “completos hipócritas” por votar en junio para hacer de Los Ángeles una ciudad “santuario” que, por lo general, no coopera con los funcionarios encargados de hacer cumplir las leyes migratorias.
“En lugar de quejarse por tener que lidiar con una fracción de la crisis fronteriza que enfrentan nuestras pequeñas localidades fronterizas todos los días, el Concejo Municipal debería pedirle al presidente Biden que tome medidas inmediatas para asegurar la frontera”, dijo.
El número de migrantes recientes en Texas que quieren viajar a Los Ángeles es lo suficientemente bajo como para que a los funcionarios les lleve más de una semana llenar los autobuses con destino a Los Ángeles con suficientes personas para justificar el viaje, afirmaron los trabajadores humanitarios y migrantes.
“Esperé ocho días hasta que hubo un autobús gratuito a Los Ángeles”, contó Joelsy, una solicitante de asilo hondureña que llegó hace poco a la ciudad desde Brownsville y pidió ser identificada con un solo nombre debido a preocupaciones por la seguridad de su familia en su país de origen. “También había autobuses gratuitos a Nueva York y Chicago, y la mayoría de la gente optó por ir a esas ciudades”.
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