Los apagones, la crisis en Ecuador que ha cambiado la vida “en todos los sentidos”
Ya los apagones en todo el país duran hasta 14 horas y todos los días cambian los horarios sin energía. Una medida que ha transformado por completo las dinámicas y cotidianidades de los ecuatorianos.
Hugo Santiago Caro
Ecuador sigue atravesando la peor crisis energética en 60 años y, aunque ya se viene experimentando desde hace un tiempo, lejos de acostumbrarse a una normalidad con apagones, sus ciudadanos aún buscan la forma de persistir en medio de condiciones que transforman todos los aspectos de sus vidas.
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Ecuador sigue atravesando la peor crisis energética en 60 años y, aunque ya se viene experimentando desde hace un tiempo, lejos de acostumbrarse a una normalidad con apagones, sus ciudadanos aún buscan la forma de persistir en medio de condiciones que transforman todos los aspectos de sus vidas.
Primero fue el anuncio de un aumento en la duración de los apagones. De ocho horas, el gobierno extendió los cortes de energía a 14 horas, y los horarios no son fijos, ya que varían en su hora de inicio, lo que afecta fuertemente las rutinas de los ecuatorianos. Antes de esta medida, adoptada a inicios de la semana, el gobierno de Daniel Noboa buscaba reducir los apagones a cuatro horas, pero la crisis se intensificó.
“Todos los días cambian los horarios, y es posible que te quedes sin luz desde las 5:00 de la mañana hasta las 8:00. Entonces, tienes que esperar después de las 8:00 o, viceversa, puede haber luz, pero a las 8:00 en punto se va. A veces no alcanzo a cambiarme o hacer ese tipo de cosas; es súper complicado porque prácticamente solo tenemos cuatro horas de luz al día, y en esas cuatro horas hay que hacer las cosas de la casa: lavar, y en la noche, al llegar, no hay absolutamente nada que hacer”, cuenta Patricia Barreneche, residente en Guayaquil.
Barreneche señala que esto ha modificado completamente los horarios y las dinámicas de los hogares, pues sin luz ahora es imposible hacer muchas actividades durante estos periodos de tiempo, y muchas veces la solución es “matar el tiempo”: “La dinámica hoy en día es ir a un centro comercial (los cuales cuentan con plantas eléctricas a base de diésel) para matar dos o tres horas mientras llega la luz, pero no se puede hacer eso todos los días. O, simplemente, llegar y acostarse a dormir. Llegamos solamente a mirar el techo y a esperar a que sean las 8:00, si nos toca que la luz llegue a esa hora. A esa hora adelantamos cosas para el día siguiente o hacemos todo rápido, porque como a las 11:00 o 2:00 nos vuelven a quitar la luz. Entonces, personalmente, es un caos”.
Además, se complica cocinar o acceder al agua potable, ya que muchos de esos servicios llegan a los hogares con ayuda de energía eléctrica. Sumado a esto, hay sectores de Ecuador en los que, cuando se va la luz, también se pierde la señal de celular, lo que deja a los residentes completamente incomunicados.
Guayaquil es una ciudad costera y, allí, las altas temperaturas hacen que la vida cotidiana se vuelva difícil mientras persisten los apagones, sin posibilidades de usar un ventilador o un aire acondicionado. No obstante, en estas condiciones, el médico Nicolás Vásquez sigue cumpliendo con sus citas.
“Nosotros trabajamos con población vulnerable, se trata de una población de escasos recursos, con mujeres embarazadas, niños y personas de la tercera edad. Es muy difícil dar consulta dentro de un consultorio sin aire acondicionado o, al menos, un ventilador que te refresque. Uno da consulta mientras va goteando de sudor, y el paciente también, entonces es un ambiente muy incómodo”, comenta.
El médico también explica que esto plantea un problema al gestionar los datos de los pacientes, ya que se dificulta el acceso a los historiales médicos y otros trámites. De igual forma, Barreneche comenta que en su trabajo también es un problema, pues es comerciante, y la facturación se vuelve complicada. “Nos tocó hacer una aplicación en los celulares para que la gente pueda ver los precios de los productos. Desde el celular pueden consultar y anotar en un cuaderno lo que van vendiendo. Cuando llega la luz, empiezan a ingresar la información al sistema, pero existe el riesgo de sanciones, ya que manejamos facturación electrónica. Obviamente, si no podemos facturar, nos exponemos a sanciones elevadas por parte de la autoridad tributaria, a quien le pagamos los impuestos y a quien debemos transmitir toda la facturación de inmediato. Estamos obligados a facturar en cuanto llega la luz o a utilizar facturas manuales”, explica.
Sin energía, no hay semáforos, lo que multiplica el caos en una ciudad del tamaño de Guayaquil. Esto hace que, además de no poder contar en casa con ciertas facilidades, también sea muy difícil para los ecuatorianos movilizarse. Además, Barreneche comenta que esto aumenta la inseguridad debido a la falta de alumbrado público. “La gente no quiere salir; la inseguridad y la falta de luz hacen que los clientes no lleguen a los comercios, lo cual obviamente provoca que las ventas bajen considerablemente. Nos hemos visto muy, muy afectados”, añade.
Ahora se acerca diciembre, una época altamente comercial debido a las festividades de fin de año, y con la productividad frenada y los comercios afectados, es probable que las tradiciones y dinámicas también se vean alteradas. “Se supone que debería ser una época en la que la gente salga a comprar por las festividades navideñas y el aumento en el consumo. Sin embargo, la gente está dejando de consumir, ya que los trabajos han recortado sus horas de trabajo, y quienes son independientes tienen menos ingresos por el mismo motivo. La vida, en general, ha cambiado en todos los sentidos”, concluye el médico Vásquez.
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