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El desafío del presidente número 46 de Estados Unidos será gobernar a dos países, muy diferentes entre sí. Los resultados de las elecciones del 3 de noviembre no dejaron lugar a dudas: Donald Trump no llegó hace cuatro años a la Casa Blanca como producto del azar o de la interferencia rusa, sino como la elección consciente de la mitad de los electores estadounidenses, quienes durante los próximos cuatro años evitarán, a capa y espada, que el proyecto político “trumpista” desaparezca.
De confirmarse su victoria en los próximos días, Joseph Biden y Kamala Harris tendrán que gobernar con la mitad de su país en contra e intentar desbaratar, en una paciente labor de filigrana política, toda la “arquitectura” republicana del último cuatrienio basada en el polémico estilo Trump, que a pesar de las críticas marcó una época y dejó enormes réditos al otrora anquilosado Partido Republicano.
Analistas consultados por El Espectador coinciden en que en el ocaso de la administración Trump, la sociedad estadounidense queda resquebrajada y los nuevos líderes tendrán que asumir la titánica tarea de reinventar la democracia y reparar espiritual e institucionalmente a la sociedad estadounidense. Donald Trump no pasará al retiro e intentará dificultarles esa tarea.
“Trump hereda un movimiento gigante y, ahora agraviado, será capaz de llevarlo a él o a uno de sus hijos de regreso al poder en 2024 o 2028”, opinó Masha Hessen, columnista de la prestigiosa revista The New Yorker. “Si tras su toma de posesión Biden actúa como si nuestra pesadilla nacional hubiera terminado y no logra desactivar cada uno de los logros autocráticos de Trump, este regresará en cuatro años y de una manera mucho más fuerte”, puntualizó.
A su turno, el historiador e internacionalista español Miguel Benito-Lázaro destacó que el proceso electoral que acaba de transcurrir demostró que “Trump pudo mejorar sus resultados de hace cuatro años en prácticamente todos los segmentos de la población” y que gracias a él “el Partido Republicano rehizo su imagen, la modernizó” y logró hacerse atractivo para otros sectores como los hispanos, las comunidades afros y el segmento de las mujeres blancas de las zonas rurales de la nación.
“El Partido Republicano evolucionó a imagen y semejanza de Trump. A futuro, los republicanos buscarán articular una propuesta en la que se mezcle populismo y proteccionismo económico orientado a las clases medias y populares de las zonas rurales e industriales, algo de aislacionismo internacional y una nueva versión del conservadurismo social en el que se puedan integrar porcentajes de latinos, afros y de otros segmentos, como musulmanes estadounidenses”, enfatizó el historiador.
“A diferencia de otros presidentes que perdieron la reelección, como Jimmy Carter o George Bush, si definitivamente el presidente Donald Trump pierde la reelección se irá de la Casa Blanca (a las malas como ha anunciado) con el respaldo de casi la mitad de los votantes del país y una enorme habilidad para no pasar inadvertido. Ya ha dicho que va a fundar su propia cadena de televisión, y con toda seguridad, fiel a su estilo, seguirá dando mucho de qué hablar”, recordó Timothy Merkley, politólogo de Georgetown.
Según Merkley, Trump descubrió que el éxito de sus negocios está ligado a su alta exposición mediática y, por lo tanto, “tampoco va a querer renunciar a sus 88 millones de seguidores en Twitter, a quienes les fascina su estilo directo, franco, crítico, polémico y bélico. Desde ahí seguirá haciendo política”. “Desde ya anticipo que Trump no va a ser parte del club de expresidentes como figura decorativa. Con Twitter, como su espada de Damocles, será el jefe de la oposición y encontrará la manera de amargarle cada día de gobierno a la administración Biden”, enfatizó.
Aunque, de acuerdo con la agencia de noticias Bloomberg, si el 20 de enero de 2021 es Biden el protagonista de la inauguración presidencial, “Trump podría perder su cuenta de Twitter. Y esto es porque @RealDonaldTrump dejaría de ser tratada como una cuenta de interés público y se sometería a las reglas que la plataforma aplica con la mayoría de usuarios. Si Trump llega a violar las reglas, al incitar a la violencia, por ejemplo, la compañía podría castigarlo suspendiendo su cuenta o removiéndola permanentemente”, explicó.
Sam Nunberg, quien fuera el estratega de la campaña de Trump en 2016, citado por la prensa local, aseguró que “el presidente Trump seguirá siendo un héroe dentro del electorado republicano. El ganador de las primarias presidenciales republicanas de 2024 será el presidente Trump o el candidato que más se le parezca”.
En contravía de esas opiniones se declara el agudo investigador venezolano Antonio De la Cruz, del reconocido Center for Strategic and International Studies (CSIS). “En Estados Unidos, una vez eres expresidente pasas a ser un notable. Te dan una biblioteca, te dedicas a dar conferencias por el mundo, a proyectos filantrópicos al tiempo que pierdes la influencia dentro de los partidos. En términos de apuestas, los estadounidenses no acostumbran a apostar al caballo perdedor”, señaló.
En ese sentido, De la Cruz cree que Trump dejará de ser protagonista de la política interna de su país. Ni siquiera sus hijos estarían, para el investigador, dentro del abanico de futuros candidatos presidenciales. “La derrota la reciben como una derrota de familia. Y los hijos no tienen ni el protagonismo ni el contacto con el pueblo estadounidense, como sí lo tuvo su padre”.
Pese a reconocer que Trump logró impregnarle un sello moderno al Partido Republicano, el investigador resalta cómo este le viene dando la espalda tras la derrota en las urnas. “Cuando Trump denunció fraude sin presentar pruebas, el partido tomó distancia esperando mejores posibilidades de cara a la próxima elección”. La única opción que veo para que Trump prevalezca como figura influyente es que se lance, dentro de dos años, al Senado, pero creo que no lo hará porque la figura de expresidente es muy fuerte”, concluyó.
El EE. UU. de Trump
Con todo, en el epílogo de su mandato, Donald Trump entrega como legado una sociedad estadounidense dividida en dos y víctima de las circunstancias.
En Arizona, uno de los estados que mantiene en vilo al país por el lento conteo de votos, los seguidores de Trump salieron armados con AK-46 y otras armas a defender el voto. “Hasta que cuenten todos los votos, no nos vamos de aquí”, aseguraba a Efe Joshua, un exmilitar de 38 años residente en Phoenix. En el grupo de seguidores del mandatario, ataviados con enormes banderas estadounidenses, comentan que lo peor es que “los demócratas pintaron papeletas que apoyaban a Trump para invalidarlas”. Parte del mundo de mentiras que promovió el presidente.
La consigna “Stop The Steal” ha sido tendencia en Twitter y coreada en manifestaciones cuyas imágenes aparecen luego en las redes sociales, explicó Renee DiResta, investigadora del Stanford Internet Observatory. Lo grave, según Alex Stamos, experto en desinformación en línea, es que estas teorías seguirán prosperando tras la elección.
El otro país, el de los más de 74 millones de seguidores que alcanzó Joe Biden, también espera que cada voto cuente. Megáfono en mano, una chica defendía la razón de su presencia: “Estamos aquí por las generaciones futuras”, reclamó. “Estamos aquí por justicia. Estamos aquí para sacar a Trump. Estamos aquí por los derechos reproductivos, por los derechos de las mujeres”.
“Tengo miedo de que la democracia esté colgando de un hilo. No sé si Biden ganó la elección, hay que contar cada voto”, señaló por su lado John Fraser, trabajador informático de 47 años.
No pocos estadounidenses comparten hoy las palabras de George Packer, del centro de pensamiento Atlantic Council: “Hoy somos dos países y ninguno de ellos va a ser conquistado ni desaparecerá pronto. No hay forma de escapar en lo que nos hemos convertido los estadounidenses: este es el significado de las elecciones. Estamos atrapados el uno con el otro, sin ver una salida, hundiéndonos más profundamente en un estado de incomprensión y odio mutuos. Tenemos que vivir y gobernarnos juntos, pero todavía no sabemos cómo. Quienquiera que asuma la presidencia, todos los estadounidenses seguirán siendo los perdedores”.